El Papa Juan Pablo II publica su Exhortación Apostólica Redemptoris
Custos, sobre la figura y la misión de San José
en la vida de Cristo y de la Iglesia en el
centenario de la publicación de la Carta Encíclica Quamquam pluries del Papa León XIII, “y siguiendo la huella de la secular
veneración a san José” presenta reflexiones sobre aquel al cual «confió la custodia de sus tesoros más
preciosos»,
Asi en III,
17 dice:
Este varón «justo» de
Nazaret posee ante todo las características propias del esposo. El Evangelista
habla de María como de «una virgen desposada con un hombre llamado José» (Lc 1,
27). Antes de que comience a cumplirse «el misterio escondido desde siglos» (Ef 3,
9) los Evangelios ponen ante nuestros ojos la imagen del esposo y de la
esposa. Según la costumbre del pueblo hebreo, el matrimonio se realizaba en
dos etapas: primero se celebraba el matrimonio legal (verdadero matrimonio) y,
sólo después de un cierto período, el esposo introducía en su casa a la esposa.
Antes de vivir con María, José era, por tanto, su «esposo»; pero María
conservaba en su intimidad el deseo de entregarse a Dios de modo exclusivo.
Se podría preguntar cómo se concilia este deseo con el «matrimonio». La
respuesta viene sólo del desarrollo de los acontecimientos salvíficos, esto es,
de la especial intervención de Dios. Desde el momento de la anunciación, María
sabe que debe llevar a cabo su deseo virginal de darse a Dios
de modo exclusivo y total precisamente por el hecho de llegar a ser la
madre del Hijo de Dios. La maternidad por obra del Espíritu Santo es la
forma de donación que el mismo Dios espera de la Virgen, «esposa prometida» de
José. María pronuncia su «fiat».
El hecho de ser ella la «esposa prometida» de
José está contenido en el designio mismo de Dios.
Así lo indican los dos Evangelistas citados,
pero de modo particular Mateo. Son muy significativas las palabras dichas a
José: «No temas en tomar contigo a María, tu mujer, porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). Estas
palabras explican el misterio de la esposa de José: María es virgen en su
maternidad. En ella el «Hijo del Altísimo» asume un cuerpo humano y viene a ser
«el Hijo del hombre».
Dios, dirigiéndose a José con las palabras del ángel, se dirige a él al
ser el esposo de la Virgen de Nazaret. Lo que se ha cumplido en ella por
obra del Espíritu Santo expresa al mismo tiempo una especial confirmación
del vínculo esponsal, existente ya antes entre José y María. El mensajero
dice claramente a José: «No temas tomar contigo a María tu mujer». Por tanto,
lo que había tenido lugar antes —esto es, sus desposorios con María— había
sucedido por voluntad de Dios y, consiguientemente, había que conservarlo. En
su maternidad divina María ha de continuar viviendo como «una virgen, esposa de
un esposo» (cf. Lc 1, 27).
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