Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 2 de noviembre de 2024

2 de noviembre : fiesta de los afectos y el misterio de la vida nueva



Hemos celebrado ayer la solemnidad de Todos los Santos, que, después de haber abandonado este mundo, viven en la comunión sin fin con Dios. Su suerte dichosa es también el destino de los que todavía vivimos en la tierra y estamos llamados a seguir sus huellas en la fiel imitación de Cristo, nuestro Salvador.

Hoy, 2 de noviembre, conmemoramos a los fieles difuntos, que terminada su peregrinación terrena, duermen el sueño de la paz. Es una celebración muy sentida en las familias. Es la fiesta humanísima de los afectos que sobrepasan la medida del tiempo y se insertan en la dimensión del misterio del amor de Dios, que restituye todo a vida nueva.

El hombre surge de la tierra y a la tierra torna (cf. Gn 3, 19): he aquí una realidad evidente que no hay que olvidar nunca. Pero experimenta también el insuprimible deseo de vida inmortal. Por esa razón los vínculos de amor que unen a padres e hijos, a los esposos, a hermanos y hermanas, como también los vínculos de verdadera amistad entre las personas, no se deshacen ni terminan con el inevitable acontecimiento de la muerte. Nuestros difuntos siguen viviendo entre nosotros, no sólo porque sus restos mortales descansan en el camposanto y su recuerdo forma parte de nuestra existencia, sino sobre todo porque sus almas interceden por nosotros ante Dios.

(…)

La conmemoración de hoy nos invita a reavivar la fe en la vida eterna. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, lleva inscrito en las profundidades de su ser el nombre mismo, primordial y eterno, de Dios, que es comunión perfecta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Precisamente por esto su "yo" profundo no sucumbe a la muerte, sino que, superando los confines del tiempo, entra en la eternidad.

Los cristianos, reunidos en torno al recuerdo de sus queridos difuntos, proclaman hoy: Regem cui omnia vivunt, venite, adoremus, "Venid, adoremos al Señor, por el cual todos viven". En el amor de Cristo, que todo redime de las consecuencias del pecado y de la muerte, resplandece la santidad de Dios y se manifiesta su designio providencial de "formar familia" con el hombre. Dios quiere que nadie se pierda (cf. Jn 6, 39), sino que cada uno, transformado por su santidad, vivo para siempre en su presencia en compañía de todos los hermanos y hermanas que forman su casa (cf. 2 Co 4, 14).

Podemos decir que la memoria de hoy es prolongación natural de la solemnidad de ayer. Juntas, forman la gran fiesta de la comunión de la Iglesia constituida por los fieles que aún peregrinan en esta vida y los que ya han cruzado el umbral de la muerte.

(de la Audiencia General de Juan Pablo II 2 denoviembre de 1994)

 

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