Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 31 de mayo de 2019

40 años desde el primer viaje de Juan Pablo II a su tierra natal


Se cumplen 40 años desde aquel viaje tan deseado por el propio Papa y tan esperado por sus compatriotas.  El 2 de junio de 1979 llegaba a su tierra natal un Papa polaco.
Karol Wojtyla fue recibido en el aeropuerto de Varsovia  por el jefe de Estado polaco, Henryk Jablonski, el cardenal primado de Polonia su amigo, maestro y consejero  (por más que muchos dijeran lo contrario) Stefan Wysznski y los obispos de las diócesis de Polonia. Cuando descendió del avión todas las campanas de las iglesias de Varsovia comenzaron a repicar al mismo tiempo.  Si bien todos los movimientos se llevaron a cabo en perfecto orden  y el Papa le dijera al número uno del régimen comunista polaco, Edward Gierek que la visita debía servir para la paz y el conocimiento entre los pueblos,  flotaba una creciente tensión,  entusiasmo y ansias de liberación entre la multitud. A lo largo del recorrido millares de personas vitoreaban al Papa tirándole pétalos de flores.
El cardenal Stanislaw Dziwisz, su fiel secretario, comentaba recientemente que aquel viaje fue como una inspiración para la liberación de toda la región de Europa central y Oriental. Su elección había sido un shock para el mundo y más aun para toda la parte que estaba bajo el dominio del sistema comunista.

El arzobispo Mokrzycki comenta acerca de sus viajes que el no lo demostraba, pero regresaba a casa….eran contactos con la tierra, los amigos y lugares de su juventud que había tenido que dejar años atrás.  Y después del primero cada viaje se hacía más sereno y gozoso. Estaba entre su gente…
Y los encuentros en la calle Franciszkanska en Cracovia hicieron historia como las visitas más cordiales y espontaneas. Mantenía charlas vespertinas con quienes después ni lo dejaban dormir. …cantaban, rezaban y seguían esperando. Nunca los defraudo. Aparecía, hacia bromas y también el cantaba.

Encendiendo la chispa de una revolución moral entre el 2 y el 10 de junio de 1979 Juan Pablo II entrego en manos de su pueblo la llave de su propia liberación; la clave del despertar de las conciencias. Y lo pudo hacer porque logró captar la esencia del drama moderno polaco, que conocía desde adentro.   En su homilía en la Plaza de la Victoria recordó a sus compatriotas el heroísmo épico y la fe inquebrantable sustentada durante la insurrección de Varsovia en 1944 cuando Polonia fue abandonada por sus aliados occidentales y el ejército rojo se instalo a orillas del rio sin actuar. Y sin embargo, no obstante la destrucción de Varsovia después del alzamiento los polacos encontraron la figura de Cristo  cargando la cruz, hallada en la destruida iglesia de la Santa Cruz.  Y esa figura recordaba a Polonia lo que Juan Pablo II llamo “un solo criterio” – Jesucristo, la verdadera medida del hombre, de la libertad, de la historia.

En uno de los comentarios personales más emocionantes, mas sentidos y mas realistas Gian Franco Svidercoschi, amigo y admirador del Papa lo recuerda asi en su libro Un Papa que no mere, la herencia de Juan Pablo II (Ediciones San Pablo, 2011)
“Principios de junio de 1979. El primer regreso de Juan Pablo II a su patria. Un papa, es más, un papa polaco, entraba por primera vez en el corazón del imperio soviético. La Misa, justo después de su llegada, en la plaza de la Victoria, donde tenían lugar las grandiosas manifestaciones del régimen. Y una homilía llena de «palabras» que esa gente no oía públicamente desde hacía años. «Sin Cristo no es posible entender la historia de Polonia». Los aplausos duraron más de diez minutos, una eternidad. Y también los dirigentes comunistas los habían oído en la televisión, incrédulos, atónitos
El día después, por la mañana temprano, tuvo lugar el encuentro con los universitarios. A esa hora Varsovia era de una belleza impresionante, fantástica. Por una parte, la iglesia de Santa Ana, una de las más activas en el apoyo a las familias de los perseguidos; y por otra parte, el sol que estaba saliendo sobre el Vístula. Todos tenían un nudo en la garganta: el Papa y los jóvenes. Y al final, como si hubiera estado preparado, aunque en absoluto fue así, los jóvenes todos juntos levantaron hacia el Papa las pequeñas cruces de madera que llevaban en la mano
Desde entonces esa imagen se me quedó grabada en la memora, en el corazón. Cuando unos meses después tuve ocasión de hablar con Juan Pablo II y él me preguntó qué era lo que más me había impresionado de ese viaje, respondí enseguida: «¿El encuentro con los universitarios!». Me miró sorprendido: «Y no la Misa en la plaza de la Victoria? ¿El discurso de Gniezno? ¿Czestochowa? ¿Y la visita a Oswiecim, al campo de Auschwitz, o al menos a Cracovia?» Y yo cada vez respondía: «No!, los universitarios». «Pero porqué?» «Yo estaba en medio de los jóvenes, vi cómo lloraban. Vi con qué ímpetu, un ímpetu que venía de dentro, levantaron sus pequeñas cruces hacia usted». El Papa sonrió. Quizás no estaba de acuerdo, pero había entendido mi punto de vista.
Realmente del encuentro con los universitarios me quedé con la que podían ser, por así decir, sus implicaciones políticas. Ese día intuí como las nuevas generaciones polacas estaban ya completamente vacunadas del comunismo, de sus seducciones propagandísticas, y consecuentemente, que era previsible que en Polonia en algún momento ocurriría algo.
Me había quedado en la superficie. No había comprendido que la respuesta de esos jóvenes no sólo iba dirigida a un Papa hijo de su misma tierra que, volviendo allí para encontrarse con ellos, para animarlos, los habría sostenido así en sus batallas futuras por la libertad, por la democracia. Por el contrario, esa respuesta era ante todo de agradecimiento a quien, probablemente por primera vez en su vida, les había hablado de Dios, más aun, les había revelado el rostro de Dios Padre.  Un Dios misericordioso, compasivo, humilde, un Dios que está siempre dispuesto a abrir los brazos del perdón, un Dios que es portador de esperanza, de alegría. Y de la verdadera libertad. Entonces en ese mar de las cruces de los universitarios en Varsovia, había signos de un «misterio» que descubriría veintisiete años después, en el momento de la muerte de Juan Pablo II. Porque creo que en esa increíble multitud que había llegado a la plaza de San Pedro se podía finalmente captar el significado real, profundo, del «misterio Wojtyla»: un Papa que, por su fe, por cómo había llevado a cabo su misión, por sus dotes humanas, por su carisma, fue intérprete e instrumento de la paternidad divina, y supo así mostrar al hombre de hoy el rostro de Dios, el rostro humano de Dios.

En realidad, el clima del país había cambiado raedicalmente. Ya nada volvaria a ser como había sido…(Norman Davies)

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En el misterio de la Visitación, el preludio de la misión del Salvador


(Lectura:
capítulo 1 del evangelio de san Lucas,
versículos 44-45)
En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres, oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.
El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento.Considerando que este verbo se usa en los evangelios pare indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7. 46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27­28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.
El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).
Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también san Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.
La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).
En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).
San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.
Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno' " (Lc 1, 41­42).
En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.
La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de su Hijo.
Isabel, proclamándola "bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.
Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. 1 R 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey­mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34­36).
Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.
En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.


miércoles, 29 de mayo de 2019

Mentorella Santuario Mariano escondido entre los montes prenestinos




“Desde la inauguración del Concilio Vaticano II he tenido posibilidad de residir en Roma varias veces, sea por los trabajos conciliares, sea por otras tareas qua me encomendaba el Papa Pablo VI.

En estas ocasiones de mi estancia en Roma he visitado con frecuencia el santuario de la Virgen de la Mentorella. Este lugar escondido entre los montes me atraía de modo especial. Desde él se puede abarcar y admirar la vista magnífica del paisaje italiano. Incluso unos días antes del último Cónclave estuve aquí. Y si hoy he deseado volver otra vez es por varias razones que ahora explicaré.

Antes quiero pedir disculpas a mis colaboradores, a las autoridades locales y a quienes se han ocupado de organizar y realizar este vuelo, porque mi venida les ha ocasionado una molestia más. Al mismo tiempo saludo cordialmente a los habitantes del vecino pueblo de Guadagnolo y a cuantos han acudido aquí de otras localidades cercanas. Saludo a los custodios de este santuario, los padres polacos de la Resurrección. y también al clero del contorno, con su obispo mons. Guglielmo Giaquinta.

En el Evangelio de San Lucas leemos que María, después de la anunciación, fue a la montaña para visitar a su parienta Isabel. Al llegar a Ain-Karim puso toda su alma en las palabras del cántico que la Iglesia recuerda cada día en Vísperas: «Magnificat anima mea Dominum, Mi alma glorifica al Señor». He deseado venir aquí, a estas montañas, a cantar el Magnificat siguiendo las huellas de María

Este es un lugar donde el hombre se abre a Dios de forma especial. Un lugar donde —lejos de todo y al mismo tiempo cerca de la naturaleza— se habla confidencialmente con Dios mismo. Se siente en lo más hondo algo que es la llamada personal del hombre. Y el hombre debe dar gloria a Dios Creador y Redentor; en cierto modo debe convertirse en voz de toda la creación para decir en su nombre Magnificat. Debe anunciar las magnalia Dei, las grandes obras de Dios y, a la vez, expresarse a sí mismo en esta relación sublime con Dios, porque en el mundo visible sólo él puede hacerlo.
En las temporadas de mi estancia en Roma, este lugar me ha ayudado mucho a orar. Y por esto he querido venir también hoy. La oración, que es expresión en distintos modos de la relación del hombre con el Dios vivo, es también la primera tarea y como el primer anuncio del Papa, del mismo modo que es el primer requisito de su servicio a la Iglesia y al mundo.

En los pocos días transcurridos desde el 16 de octubre, he tenido la suerte de oír de labios de personas autorizadas, palabras que confirman el despertar espiritual del hombre moderno. Estas palabras —y ello es significativo— las han pronunciado sobre todo seglares que desempeñan altos cargos en la vida política de varias naciones y pueblos. Han hablado muchas veces de las necesidades del espíritu humano, que no son inferiores a las del cuerpo. Y al mismo tiempo han señalado en primer lugar a la Iglesia como capaz de satisfacer esas ansias.

Lo que ahora digo sea una primera respuesta, humilde, a todo lo que he oído: la Iglesia ora, la Iglesia quiere orar, desea estar al servicio del don más sencillo y, a la vez, más espléndido del espíritu humano, que se realiza en la oración. En efecto, la oración es la expresión principal de la verdad interior del hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu.

La Iglesia ora y quiere orar para escuchar la voz interior del Espíritu divino, a fin de que El mismo pueda hablar en nosotros y con nosotros, con los mismos gemidos inenarrables de toda la creación.

La Iglesia ora y quiere orar para responder a las necesidades que nacen de lo más profundo del hombre, que a veces está sumamente agobiado y acosado por las condiciones contingentes de la vida diaria, por todo lo que es temporal, la debilidad, el pecado, el abatimiento, y una vida que parece no tener sentido. La oración da sentido a toda la vida en cada momento y en cualquier circunstancia.
Por ello el Papa, en cuanto Vicario de Cristo en la tierra, desea antes que nada unirse a cuantos tienden a la unión con Cristo en la oración, en cualquier sitio en que estén o se encuentren: como el beduino en la estepa, las carmelitas o los cistercienses en la clausura profunda, o el enfermo en la cama de un hospital en medio de los sufrimientos de la agonía, o un hombre en actividad, en la plenitud de la vida, o las personas oprimidas y humilladas... en todos los sitios.

La Madre de Cristo fue a la montaña a decir su Magnificat. Que el Padre. el Hijo y el Espíritu Santo acojan la oración del Papa en este santuario y conceda los dones del Espíritu a todos los que oran."




martes, 28 de mayo de 2019

Juan Pablo II Oracion por la familia


Durante el Sínodo de los Obispos de 1980, dedicado a la misión de la familia cristiana, la Iglesia rezó la siguiente oración, que yo mismo compuse y que ahora os invito a seguir, mientras la repito ante vosotros” (Juan Pablo II - Angelus 27 Dic 1981


Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, /
Padre, que eres Amor y Vida, /
haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, /
por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", /
y mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, /
en verdadero santuario de la vida y del amor /
para las generaciones que siempre se renuevan. /
Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos /
hacia el bien de sus familias /
y de todas las familias del mundo. /
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo /
para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. /
Haz que el amor corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, /
se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, /
por las que a veces pasan nuestras familias. /
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, /
que la Iglesia en todas las naciones de la tierra /
pueda cumplir fructíferamente su misión /
en la familia y por medio de la familia. /
Por Cristo nuestro Señor que es el camino, la verdad y la vida, / por los siglos de los siglos. Amén



sábado, 25 de mayo de 2019

Oracion por la Patria


Oración por la patria



Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén


FELIZ DIA DE LA PATRIA!!!!!

jueves, 23 de mayo de 2019

She Shan Basilica mariana en China, los católicos chinos y el Cardenal Ignatius Pin-Mei Kung ( 4 de 4)


Ignatius Pin-Mei Cardinal Kung  nació el 8 de agosto de 1901l en Shanghái en el seno de una tradicional  familia católica (al menos cinco generaciones).  Ingreso en el seminario a la edad de 19 años.   Fue ordenado sacerdote el 28 de mayo de 1930. Una vez ordenado fue director de una escuela primaria y más tarde de una escuela secundaria diiocesana.   Nombrado Obispo de Soochow el 9 de junio de 1949 y consagrado el 7 de octubre de 1949, fiesta de Nuestra Señora del Rosario.  Mas tarde cuando los comunists ya habían tomado el poder fue nombrado Obispo de Shanghai y administrador apostolico de  Soochow y Nanking.  El Cardenal Kung fue creado cardenal  in pectore (en el corazón del Papa por el Papa Juan Pablo II  sin aviso alguno al mundo ni siquiera al cardenal Kung mismo) en1979 a la edad de 78 años, cuando el Cardenal ya estaba cumpliendo una sentencia de aislamiento de por vida en China.  El Papa Juan Pablo II guardo ese secreto durante 12 años, hasta que el Cqrdenal Kung fue finalmente proclamado cardenal públicamente el 28 de junio de 1991.  


La historia del Cardenal Kung es una historia heroica de pastor fiel.  EL Cardenal Kung rechazo renunciar a Dios y a su Iglesia y por ello debió enfrentar  las consecuencias del dictado de una  prisión perpetua por parte del gobierno comunista chino.   A pesar de habérsele ofrecido salvoconducto para salir de China en varias oportunidades el Obispo Kung siguió acompañando a su clero y a sus fieles inspirando a millones de sus compatriotas a que conservaran la fe dentro de la Iglesia Catolica Romana, en un país comunista durante los ultios 60 aos.  Un hombre que se convirtió en símbolo para lideres mundiales de todos los países por su ferrea lucha defendiendo al libertad religiosa.  No habrá historia que pueda ignorar su valentía y perseverancia. .

Ell Obispo Kung había sido Obispo de Shanghái y Administrador Apostólico de otras dos diócesis durante tan solo cinco años antes que fuera arrestado por el gobierno chino.  En esos cinco años el Obispo Kung se convirtió en uno de los enemigos más temidos por los comunistas chinos – un hombre que atraía tanto atención como devoción de los tres millones de católicos romanos chinos de entonces y el más alto respeto de sus obispos hermanos en China, y ha inspirado a miles para ofrecer sus vidas a Dios.  En desafío a a la  Asociación Patriótica católica china, creada por los comunistas el Obispo Kung supervisaba personalmente la Legión de Maria,  una organización religiosa de laicos dedicados a la veneración de Maria Madre de Dios.  Como resultado muchos miembros de la Legión de Maria eligieron arriesgar un arresto en nombre de su Dios, de su Iglesia y de su Obispo.  Cientos de miembros de la Legión de Maria, incluidos estudiantes, fueron arrestados y sentenciados a 10,15 o 20 años de trabajos forzados.

En medio de las persecuciones, el Obispo Kung declaro 1952 como el Año Mariano en Shanghai.  Durante todo el año se rezaría durante las 24 horas el rosario frente a la estatua de Nuestra Señora de Fátima, estatua que peregrinaba por las parroquias de Shanghai. La santa estatua finalmente llego a la Iglesia de Cristo Rey donde se había llevado a cabo el mayor arresto de sacerdotes hacia tan solo un mes. El Obispo Kung visito la iglesia y personalmente presidió el rosario ante la mirada de cientos de policías.  Al finalizar el rosario, y liderando la congregación de fieles el Obispo Kung rezo: “Santa Madre, no te pedimos un milagro. No pedimos que se detengan las persecuciones. Pero te pedimos que nos apoyes a aquellos que somos débiles”

Siendo consciente que tarde o temprano el y sus sacerdotes serian arrestados, el Obispo Kung preparo a cientos de catequistas para que siguieran difundiendo la fe católico romana en la diócesis.

Los heroicos esfuerzos de estos catequistas, su martirio y el de muchos otros sacerdotes contribuyeron al crecimiento de la Iglesia católica romana clandestina de la China de hoy.  Nadie sabe con exactitud cuántos católicos hay hoy en China, pero se habla de unos 12 millones.  En un encuentro de jóvenes con ocasión del  Año Nuevo de 1953 los jóvenes  testimoniaron “Obispo Kung, en la oscuridad usted ilumina nuestro  camino. Nos guía por el peligroso camino de nuestro viaje.  Fortalece nuestra fe y las tradiciones de la Iglesia. Usted es la piedra angular de la Iglesia de Shanghai.”

El 8 de septiembre de 1955, durante la noche la prensa mundial informo el arresto del Obispo Kung junto a mas de 200 otros sacerdotes y líderes de la Iglesia en Shanghai.   Meses después de su arresto fue llevado a una consulta pública forzada llevada a cabo en el canódromo de Shanghai. Se ordeno a los miles que escucharan las confesiones publicas de los “crímenes” del Obispo. Con sus manos atadas a su espalda y vistiendo un pijama chino, el Obispo de un poco mas de 1,50 mt de altura fue empujado al micrófono para confesar.  Ante la incrédula policía se escucho un claro y fuerte grito “Viva Cristo Rey, Viva el Papa del Obispo. La multitud respondió de inmediato “Viva Cristo Rey, Viva el Obispo Kung”. El Obispo Kung fue rápidamente retirado en un auto de la policía y desapareció del mundo hasta su presencia en la Corte en 1960 cuando fue sentenciado a cadena perpetua.

La noche anterior al juicio el Obispo fue nuevamente preguntado si deseaba colaborar con el movimiento de la Iglesia independiente y organizar la Asociación patriótica china. Su respuesta fue contundente. “Yo soy un Obispo católico romano. Si denuncio al Santo Padre, no solamente no sería Obispo, sino que tampoco sería católico. Pueden cortarme la cabeza pero nunca podrán quitarme alejarme de mis deberes.

El Obispo Kung despareció tras las rejas por treinta años. Durante estos treinta años, vivió largos periodos en total aislamiento.  Numerosos solicitudes para visitarlo en prisión por organizaciones religiosas y de derechos humanos fueron denegadas y también rechazados pedidos de funcionarios de gobiernos extranjeros. No se le permitía recibir visitas, tampoco familiares cartas ni dinero para comprar elementos esenciales, derechos que tienen otros prisioneros.


Los esfuerzos por la excarcelación liderados por su sobrino Joseph Kung y organizaciones de derechos humanos, incluida Amnesty International, la Cruz Roja, el gobierno de Estados Unidos nunca cesaron. Finalmente en 1985 fue liberado de la cárcel pero debió permanecer otros diez años bajo arresto domiciliario en custodia de obispos de la Asociación Patriótica que lo  habían traicionado a el y al Papa, y que habían usurpado su diócesis.    Inmediatamente después de su liberación de la prisión el New York Times dijo que el mensaje ambiguo de la agencia de noticias china sugería que las autoridades, no el obispo, se habían rendido.   Después de dos años y medio de arresto domiciliarios fue oficialmente liberado

Poco tiempo después de haber sido liberado de la prisión se le permitió asistir a un banquete organizado por el gobierno de Shanghai para darle la bienvenida a su Eminencia el Cardenal Jaime Sin, Arzobispo de Manila, Filipinas en visita amistosa. Fue la primera vez que el Obispo Kung se encontraba con un obispo visitante de la Iglesia universal después de su arresto. El Cardenal Sin y el Obispo Kung fueron ubicados en  puntas opuestas  de la mesa y separados por mas de 20 comunistas, no teniendo  ocasión alguna para intercambiar palabras privadamente. Durante la cena, el Cardenal Sin sugirió que cada persona cantara una canción para celebrar. Cuando le llegó el turno al Obispo Kung, en presencia de funcionarios del gobierno Chino  y los obispos de la Asociacon Patriotica china, el Obispo Kung miro directamente al Cardenal Sin y comenzó a cantar “Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo Ecclesiam” (Tu eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia), una canción de fe proclamando la suprema autoridad del Papa. EL Obispo Kung le confirmó asi al Cardenal Sin que durante todos los años de cautiverio había permanecido fiel a Dios, a su Iglesia y al Papa.

Después del banquete, Aloysius JIn, el Obispo de la Asociacion católica patriótica china, le refuto al Cardenal Kung “Que esta tratando de hacer? Dando a conocer su posición”? y El obispo Kung le respondió serenamente”No era necesario señalar mi posición. Mi posición nunca ha cambiado”.   Fue una cancan simple mediante la cual el Obispo declaraba su firme devoción y amor al Pastor de la Iglesia y a su gente.  Despues de haber permanecido casi un tercio de su vida en prisión por haber renunciado rechazar a Dios y a la Iglesia Catolica Romana este hombre enunciaba su declaración de fe por medio de la canción. .

El Cardenal Sin le llevo de inmediato este mensaje al Santo Padre y anunciar al mundo que este hombre jamás había desfallecido en su  amor a la Iglesia a pesar de tantos  sufrimientos  inimaginables, aislamiento y dolores. .  En 1988,su sobrino Joseph Kung, tras varios viajes a China  obtuvo permiso para acompañarlo a Estados Unidos para recibir atención médica.

El Obispo Walter Curtis, entonces Obispo católico romano de Bridgeport, Connecticut, invito al Obispo Kung a quedarse allí junto a los clérigos retirados de la Diócesis de Bridgeport. El Cardenal Kung murió el 12 de marzo de 2000, a la edad de 98 años. 
    

lunes, 20 de mayo de 2019

She Shan Basilica mariana en China y los católicos chinos ( 3 de 4)




Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado y Madre nuestra, 

venerada con el título de “Auxilio de los cristianos” en el Santuario de Sheshan, 
a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China, 
hoy venimos ante ti para implorar tu protección. 

Mira al Pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal 
por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre 
fermento de convivencia armónica entre todos los ciudadanos.

Con el dócil “sí” pronunciado en Nazaret tú aceptaste que 

el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal 
iniciando así en la historia la obra de la Redención, 
en la que cooperaste después con solícita dedicación, 
dejando que la espada del dolor traspasase tu alma, 
hasta la hora suprema de la Cruz, cuando en el Calvario permaneciste 
erguida junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese.

Desde entonces llegaste a ser, de manera nueva, Madre 

de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe 
y lo siguen tomando su Cruz. 

Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste 
al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable, 
concede a tus hijos la capacidad de discernir en cualquier situación, 
incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios.

Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes en China, 

en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando, 
para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús. 

En la estatua que corona el Santuario tú muestras a tu Hijo 
al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor. 

Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor, 
manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia. 
Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.




sábado, 18 de mayo de 2019

viernes, 17 de mayo de 2019

She Shan Basilica mariana en China y los católicos chinos ( 2 de 4)


La primera iglesia sobre la colina de Sheshan fue construida en 1863. Durante la rebelión Taiping los misioneros jesuitas compraron un terreno en la ladera sur del cerro,  donde antes existía un monasterio budista que había sido abandonado.   Fueron demolidas las paredes que aún quedaban,  y allí se construyo una vivienda para los  misioneros y una pequeña capilla. En la cima del cerro se construyo un pequeño pabellón y allí se coloco la estatua de Nuestra Señora. 

En junio de 1870 durante las rebeliones en Tianjin se quemaron las Iglesias existentes.    Los jesuitas de Shanghai oraron ante la estatua de Nuestra Señora y prometieron construir una iglesia en su honor en agradecimiento a su protección.   La construcción de la iglesia diseñada por el jesuita francés hermano Léon Mariot (历耀 Ma Liyao, 1830-1902) fue comenzada en 1871.    La madera fue traída de Shanghai y la piedra  comprada de Fujian.    Sin contar con medios de transporte todo el material debió ser trasladado hasta la cima a hombro.   La iglesia quedó terminada dos años más tarde. A la primera iglesia en forma de cruz  se había incorporado características tanto chinas como de la arquitectura occidental.   Al frente se construyo una galería con diez columnas y se colocaron allí ocho leones de piedra. En 1894 fueron agregadas otras construcciones que incluían una iglesia media, un santuario dedicado al Sagrado Corazón, la Virgen Maria y San José. Se colocaron también las 14 estaciones del Vía Crucis a los costados de la iglesia. En 1899-1901 los jesuitas franceses construyeron allí un observatorio astronómico en la cima de la colina que incluía un telescopio comprado por el padre Stanislas  Chevalier (蔡尚質 Cai Shangzhi, 1852-1930) en Francia.
Ya en 1920 la iglesia existente fue considerada inadecuada pues era  más pequeña y modesta  en tamaño y ornamentación que las demás iglesias en Shanghai. Los jesuitas de Shanghai le pidieron al misionero-arquitecto belga hermano Alphonse De Moerloose (和羹柏 He Gengbo, 1858-1932)  que diseñara planos para una nueva basílica. Después de la demolición de la antigua construcción en 1923,  comenzó a tomar forma la nueva basílica que fue construida entre 1924 y 1935, bajo la supervisión diaria del misionero arquitecto portugués  Hermano François-Xavier Diniz (葉肇昌 Ye Zhaochang, 1869-1943).

El 14 de junio de 1924, en el contexto del Sínodo Católico de Shanghai, el arzobispo Celso Constantini y 25 miembros del sínodo llegaron hasta la colina de Sheshan para la solemne consagración de China a la Virgen Maria.   En 1942 el Papa Pio XII elevo la iglesia de Sheshan al rango de Basílica menor y en 1945 la Santa Sede corono la estatua de Nuestra Señora.
Durante la revolución cultural la Basílica de Sheshan fue dañada severamente.  Fueron destruidos los vitrales de la iglesia, las esculturas de la Vía Dolorosa, la estatua en la cima del cerro  y varias otras obras de iconografía.

En los años 1950 fue arrestado y apresado por  más de 30 años el Obispo católico de Shanghai Ignatius Kung Pin-Mei. Fue creado Cardenal in pectore el 30 de junio de 1979 por el Papa Juan Pablo II. (La noticia fue recién revelada el 28 de junio de 1991).

El gobierno  chino tomo la basílica bajo su mando y control con la nueva denominación de Asociación Patriótica católica china y los obispos chinos no fueron reconocidos por el Vaticano. El 19 de junio de 1958 el Papa Pio XII publico una extensa encíclica papal muy comprensiva hacia los fieles católicos pero reflexionando sobre la injusta situación creada por el gobierno.  
Finalizada la revolución cultural en 1976, los daños fueron gradualmente reparados.  La estatua fue inicialmente reemplazada por una sencilla cruz de hierro y una estatua en reemplazo fue instalada en 2000.
El 8 de diciembre de 1999 en vísperas del Gran Jubileo el Papa Juan Pablo II dirigió un Mensaje doloroso acompañando a los católicos de China.  
 “El jubileo del año 2000 – decia Juan Pablo II, será una gran plegaria de alabanza y acción de gracias, sobre todo por el don de la encarnación del Hijo de Dios y de la redención que realizó. Será alabanza y acción de gracias por el don de la Iglesia, fundada por Cristo como "sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen gentium, 1). "Su agradecimiento se extenderá, finalmente, a los frutos de santidad producidos en la vida de tantos hombres y mujeres -también en vuestro pueblo- que en cada generación y en cada época histórica han sabido acoger sin reservas el don de la redención" (Tertio millennio adveniente, 32).

Tambien el Papa Benedicto envio una carta a los Obispos, Presbiteros y personas consagradas y fieles laicos de la Iglesia católica en China.  Y seguidamente también una nota explicativa con reflexiones y comentarios a la difícil situación en la cual continuaba viviendo la Iglesia católica en China.
 y seguidamente una Nota explicativa   con reflexiones y comentarios a la difícil situacxion de la Iglesia católica en China.    El papa Benedicto también compuso una oración especial a Nuestra Señora de Sheshan. 

En su continuo afán de acompañar a los fieles chinos y a la Iglesia china toda el Papa Francisco también envió un Mensaje citando palabras de su predecesor:  “que exhortaba en la Carta del 27 de mayo de 2007: «Iglesia católica en China, pequeña grey presente y operante en la vastedad de un inmenso Pueblo que camina en la historia, ¡cómo resuenan alentadoras y provocadoras para ti las palabras de Jesús: “No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” (Lc 12,32)! Por tanto, “alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro a Padre que está en el cielo” (Mt 5,16)» (Benedicto XVI, Carta a los católicos chinos, 27 mayo 2007, 5).” Se avanzo lentamente en las relaciones firmándose un importante  Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China aclarando a su vez que  este “Acuerdo Provisional,  es fruto de un largo y complejo diálogo institucional entre la Santa Sede y las Autoridades chinas, iniciado ya por san Juan Pablo II y seguido por el Papa Benedicto XVI. A lo largo de dicho recorrido, la Santa Sede no tenía —ni tiene— otro objetivo, sino el de llevar a cabo los fines espirituales y pastorales que le son propios; es decir, sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China.” Un pequeño paso más en un largo camino lleno de optimismo pero consciente que   “El Acuerdo Provisional firmado con las Autoridades chinas, aun cuando está circunscrito a algunos aspectos de la vida de la Iglesia y está llamado necesariamente a ser mejorado, puede contribuir —por su parte— a escribir esta nueva página de la Iglesia católica en China. Por primera vez, se contemplan elementos estables de colaboración entre las Autoridades del Estado y la Sede Apostólica, con la esperanza de asegurar buenos pastores a la comunidad católica.” La carta del  Papa Francisco termina con una breve oración..

martes, 14 de mayo de 2019

She Shan Basilica mariana en China y los católicos en China ( 1 de 4)



A pesar de que había concluido el año Mariano 1987-1988 el Papa Juan Pablo II continuaría con sus “peregrinaciones dominicales” a Santuarios marianos.

El domingo 21 de agosto de 1988 se “acercaría” a un Santuario muy especial el de la Virgen de She San en China,   elevado a la dignidad de basílica menor en 1942.

El Papa en el Ángelus presentaba brevemente las características del Santuario de esta manera:
“Sesán se encuentra a 50 kilómetros de Shanghai. Gracias a la belleza del paisaje y a su clima templado, la colina de Sesán constituye un lugar de gran atracción turística. En el siglo XVIII, dos emperadores fueron desde Pekín a visitarlo. Uno de ellos, el famoso Kangxi, le dio el nombre de "Monte del bambú verde". De hecho, la colina se halla cubierta de este tipo característico de plantas, que la pintura china de todas las épocas reproduce con tanta gracia, y cuyos brotes, por otra parte, son considerados un plato predilecto en ese antiguo pueblo.

 La evangelización llegó a Sesán en 1844. Los misioneros construyeron allí una casa de cinco habitaciones, dedicando una de ellas a capilla y las otras a lugar de descanso. En 1864 un religioso seglar, de nacionalidad china, edificó sobre la cima de la colina un quiosco hexagonal, donde colocó una imagen de la Virgen pintada por él y venerada bajo el título de "Auxilio de los Cristianos". La devoción a la Virgen de Sesán, "Auxilio de los Cristianos", se difundió desde entonces por toda la región, y se celebra con toda solemnidad la fiesta anual el día 24 de mayo.
Actualmente hay en Sesán dos iglesias: una, a mitad de la colina y, otra, en lo alto de la misma. Esta última fue construida en 1873 y reconstruida en 1925: tiene una torre de 33 metros de altura, en cuya parte superior había una estatua de bronce de la Virgen, que sostenía a su Hijo Jesús en alto. Al tener éste los brazos abiertos en actitud de bendecir, el conjunto parecía desde lejos una gran cruz elevada sobre China.

La iglesia que está a mitad de la colina fue construida en 1894. En los laterales de la entrada hay dos inscripciones. Una dice: "La pequeña capilla está a mitad de la colina; parémonos un momento para acrecentar nuestro afecto filial a la Virgen". La otra inscripción dice así: "La iglesia grande se halla sobre la cima de la colina: subamos los escalones que nos quedan, para suplicar la bendición de la Madre afectuosa".

En torno a Sesán hay muchos canales. Los numerosos pescadores, que viven en sus barcas, son en su mayoría fervientes católicos. Todos los años, durante el mes de mayo, van en peregrinación al santuario, y a ellos se unen otros peregrinos procedentes de distintas partes del país. Durante este Año Mariano las peregrinaciones se han sucedido ininterrumpidamente a lo largo de todos los meses. Deseo unirme espiritualmente a la peregrinación de los fieles chinos, encomendándome a sus oraciones. Junto a ellos, presento mi acto de devoción filial a la Virgen de Sesán, encomendándole mi solicitud por toda la Iglesia, y de modo especial por la Iglesia de China.”

sábado, 11 de mayo de 2019

Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol»



«Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol», dice el vidente de Patmos en el Apocalipsis (12,1), señalando además que ella estaba a punto de dar a luz a un hijo. Después, en el Evangelio, hemos escuchado cómo Jesús le dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27).
Tenemos una Madre, una «Señora muy bella», comentaban entre ellos los videntes de Fátima mientras regresaban a casa, en aquel bendito 13 de mayo de hace cien años. Y, por la noche, Jacinta no pudo contenerse y reveló el secreto a su madre: «Hoy he visto a la Virgen». Habían visto a la Madre del cielo. En la estela de luz que seguían con sus ojos, se posaron los ojos de muchos, pero…estos no la vieron. La Virgen Madre no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto.  Pero ella, previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida ―a menudo propuesta e impuesta― sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre, porque, como hemos escuchado en la primera lectura, «fue arrebatado su hijo junto a Dios» (Ap 12,5).


Y, según las palabras de Lucía, los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos —por no decir de todos—, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».