Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 30 de abril de 2021

¿Qué quiere decir “creer”? (2 de 2)

 

(Imagen de Wikipedia: representacion de los cuatro evangelistas)

4. La palabra "creo" aparece con frecuencia en las páginas del Evangelio y de toda la Sagrada Escritura. Sería muy útil confrontar y analizar todos los puntos del Antiguo y Nuevo Testamento que nos permiten captar el sentido bíblico del "creer". Al lado del verbo "creer" encontramos también el sustantivo "fe" como una de las expresiones centrales de toda la Biblia. Encontramos incluso cierto tipo de "definiciones" de la fe, como por ejemplo: "la fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de las cosas que no se ven" ("fides est sperandarum substantia rerum et argumentum non apparentium") de la Carta a los Hebreos (11, 1).

Estos datos bíblicos han sido estudiados, explicados, desarrollados por los Padres y los teólogos a lo largo de dos mil años de cristianismo, como nos lo atestigua la enorme literatura exegética y dogmática que tenemos a disposición. Lo mismo que en los "símbolos", así también en toda la teología el "creer", la "fe", es una categoría fundamental. Es también el punto de partida de la catequesis, como primer acto con el que se responde a la Revelación de Dios.

5. En el presente encuentro nos limitaremos a una sola fuente, pero que resume todas las otras. Es la Constitución conciliar Dei Verbum del Vaticano II. Allí leemos lo siguiente:

"Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9); mediante el cual los hombres, por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina."(cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4)... " (Dei Verbum, 2).

«"Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe" (cf. Rom 16, 26; comp. con Rom 1, 5; 2 Cor 10, 5-6). Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el "homenaje total de su entendimiento y voluntad" (Conc. Vat. I, Dei Filius, 3), asintiendo libremente a los que Dios le revela» (Dei Verbum, 5).

En estas palabras del documento conciliar se contiene la respuesta a la pregunta: ¿Qué significa "creer"? La explicación es concisa, pero condensa una gran riqueza de contenido. Deberemos en lo sucesivo penetrar más ampliamente en esta explicación del Concilio, que tiene un alcance equivalente al de una definición técnica, por así decirlo.

Ante todo hay una cosa obvia: existe un genético y orgánico vínculo entre nuestro "credo" cristiano y esa particular "iniciativa" de Dios mismo, que se llama "Revelación".

Por esto, la catequesis sobre el "credo" (la fe), hay que realizarla juntamente con la de la Revelación Divina. Lógica e históricamente la Revelación precede a la fe. La fe está condicionada por la Revelación. Es la respuesta del hombre a la divina Revelación.

Digamos desde ahora que esta respuesta es posible y justo darla, porque Dios es creíble. Nadie lo es como El. Nadie como El posee la autoridad de la verdad. En ningún caso como en la fe en Dios se realiza el valor conceptual y semántico de la palabra tan usual en el lenguaje humano: "Creo", "Te creo".

(Juan Pablo II AudienciaGeneral 13 de marzo de 1985)


¿Qué quiere decir “creer”? (1 de 2)

 


1. El primero y fundamental punto de referencia de la presente catequesis son las profesiones de la fe cristiana universalmente conocidas. Se llaman también "símbolos de fe". La palabra griega "symbolon" significaba la mitad de un objeto partido (por ejemplo, de un sello) que se presentaba como el signo de reconocimiento. Las partes rotas se juntaban para verificar la identidad del portador. De aquí provienen los ulteriores significados de "símbolo": la prueba de la identidad, las cartas credenciales e incluso un tratado o contrato cuya prueba era el "symbolon". El paso de este significado al de colección o sumario de las cosas referidas y documentadas era bastante natural. En nuestro caso, los "símbolos" significan la colección de las principales verdades de fe, es decir, de aquello en lo que la Iglesia cree. En la catequesis sistemática se contienen las instrucciones sobre aquello en lo que la Iglesia cree, esto es, sobre los contenidos de la fe cristiana. De aquí también el hecho de que los "símbolos de fe" son el primero y fundamental punto de referencia para la catequesis.

2. Entre los varios "símbolos de fe" antiguos, el más autorizado es el "símbolo apostólico", de origen antiquísimo y comúnmente recitado en las "oraciones del cristiano". En él se contienen las principales verdades de la fe transmitidas por los Apóstoles de Jesucristo. Otro símbolo antiguo y famoso es el "niceno-constantinopolitano": contiene las mismas verdades de la fe apostólica autorizadamente explicadas en los dos primeros Concilios Ecuménicos de la Iglesia universal: Nicea (325) y Constantinopla (381).El uso de los "símbolos de fe" proclamados como fruto de los Concilios de la Iglesia se ha renovado también en nuestro siglo: efectivamente, después del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI pronunció la "profesión de fe" conocida como el Credo del Pueblo de Dios (1968), que contiene el conjunto de las verdades de fe de la Iglesia teniendo en especial consideración los contenidos a los que había dado expresión el último Concilio, o aquellos puntos en torno a los cuales se habían planteado dudas en los últimos años.

Los símbolos de fe son el principal punto de referencia para la presente catequesis. Pero ellos nos remiten al conjunto del "depósito de la Palabra de Dios", constituido por la Sagrada Escritura y la Tradición apostólica, del que son una síntesis conocida. Por esto, a través de las profesiones de fe nos proponemos remontarnos también nosotros a ese "depósito" inmutable, guiados por la interpretación que la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, ha dado de él en el curso de los siglos.

3. Cada uno de los mencionados "símbolos" comienza con la palabra "creo". Efectivamente, cada uno de ellos nos sirve no tanto como instrucción, sino como profesión. Los contenidos de esta profesión son las verdades de la fe cristiana: todas están enraizadas en esta primera palabra "creo". Y precisamente sobre esta expresión "creo", deseamos centrarnos en esta primera catequesis.

La expresión está presente en el lenguaje cotidiano, aún independientemente de todo contenido religioso, y especialmente del cristiano. "Te creo", significa: me fío de ti, estoy convencido de que dices la verdad. "Creo en lo que tú dices" significa: estoy convencido de que el contenido de tus palabras corresponde a la realidad objetiva.

En este uso común de la palabra "creo" se ponen de relieve algunos elementos esenciales. "Creer" significa aceptar y reconocer como verdadero y correspondiente a la realidad el contenido de lo que se dice, esto es, de las palabras de otra persona (o incluso de más personas), en virtud de su credibilidad (o de la de ellas). Esta credibilidad decide, en un caso dado, sobre la autoridad especial de la persona: la autoridad de la verdad. Así, pues, al decir "creo", expresamos simultáneamente una doble referencia: a la persona y a la verdad; a la verdad, en consideración de la persona que tiene particulares títulos de credibilidad.

(Juan Pablo II AudienciaGeneral 13 de marzo de 1985)

miércoles, 28 de abril de 2021

Karol Wojtyla : El obispo más joven de Polonia

 


A principios de agosto de 1958 el padre Karol Wojtyla inicio con Srodowisko una excursión en kayak por el rio Lyne, en le noroeste de Polonia. El 5 de agosto Wojtyla recibió una carta en que se le ordenaba presentarse de inmediato ante el primado, Cardenal Wyszynski, en Varsovia.

 Partieron en dos kayaks;  Wujek en uno de ellos y Zdzislaw Heydel y Gabriel Turowski, en el otro. Los tres hombres abandonaron el rio en un lugar cercano a la carretera de Olsztynek, que contaba con la estación de tren más cercana, y dejaron los kayaks bajo un puente. El “almirante” Heydel trató de detener algún vehículo de los que pasaban. Consiguió que parara un camión que transportaba leche, y le dijo al conductor que le pagarían la gasolina si los llevaba a Olstynek. Wujek subió a la parte trasera y se sentó entre los contenedores de leche.  Cuando llegaron a la estación de Olstynek, se dirigió al lavabo de caballeros para ponerse una sotana y, como Turowski lo expresara más tarde, “salir del lavabo convertido de nuevo en sacerdote”.

 Cuando el padre Karol Wojtyla llego al despacho del primado, el cardenal Wyszynski le informo que el 4 de julio el papa Pio XII le había nombrado obispo titular de Ombi y auxiliar del arzobispado de Cracovia. Wojtyla acepto el nombramiento y acudió de inmediato al convento de las ursulinas en la capital, donde llamo a la puerta y pregunto si podía entrar a rezar. Las hermanas no le conocían, pero su sotana era suficiente pasaporte. Le guiaron basta la capilla y lo dejaron a solas. Pasado cierto tiempo, las monjas empezaron a preocuparse y abrieron en silencio la puerta de la capilla para ver que ocurría. Wojtyla se hallaba postrado ante el Santísimo Sacramento. Ya era tarde, y una de las monjas dijo: “Quizás el padre desearía venir a cenar…”. El extraño respondió: “Mi tren no sale hacia Cracovia hasta pasada la medianoche. Por favor dejad que me quede aquí. Tengo un montón de cosas de que hablarle al Señor…”

Tras resolver sus asuntos con el Señor, Wojtyla se dirigiría a hablar de la cuestión con el arzobispo Baziak, quien presumiblemente esperaba que su nuevo auxiliar se quedase en la ciudad. Wojtyla le dijo al arzobispo que tenía que regresar al rio Lyne a celebrar la Misa del domingo para sus amigos Heydel y Turowski, que se encontraron con el en la carretera a Olstynek, en el puente donde habían parado al camión, y regresaron en kayak al campamento.  Sus viejos amigos, perplejos ante la noticia, se preguntaban como deberían llamarle. El les dijo que no se preocuparan, “Wujek seguirá siendo Wujek”.

Karol Wojtyla se convirtió de este modo, a sus treinta y ocho años, en el obispo mas joven de Polonia.

 En la festividad de San Waclaw (San Wenceslao), el 28 de septiembre de 1958, Karol Jozef Wojtyla acudió en procesión a la catedral de Wavel para ser consagrado obispo, con lo que recibía la plenitud del sacerdocio y se convertía en sucesor de los apóstoles de Cristo, según la teología de la Iglesia. La catedral estaba atestada de amigos de Wojtyla, colegas académicos y, por supuesto, los miembros de Srodowisko, ninguno de los cuales dejo que el día húmedo y cubierto empañara su espíritu.

 El obispo Wojtyla eligió como lema de su escudo de armas episcopal la frase latina Totus Tuus (todo tuyo) una adaptación de la plegaria de devoción a la Virgen Maria de San Luis Grignon de Montfort, con la que se había topado por primera vez en sus lecturas nocturnas bajo la tenue luz de la planta química Solvay.

La administración eclesiástica nunca ha sido el fuerte de  Wojtyla; de hecho para él el episcopado consistía preeminentemente en el oficio de predicar y enseñar, y se mostraría infatigable en el servicio de tal apostolado en Cracovia.

Los sermones y las enseñanzas doctrinales de Wojtyla en el periodo inmediatamente anterior y posterior a su consagración como obispo desarrollaban temas de renovación que  pronto resultarían familiares para todo el mundo católico.

No todo era trabajo. El nuevo obispo seguiría practicando el remo en kayak durante excursiones de dos semanas con sus amigos de Srodowisko a finales de julio y primeros días de agosto de cada año. También esquiaba siempre que le era posible.

 El arzobispo Baziak murió la noche del 14 al 15 de junio de 1962. El 16 de julio el Capitulo Metropolitano, un grupo de sacerdotes de alto rango, eligio a Wojtyla “vicario capitular”, o administrador temporal, de la archidiócesis de Cracovia hasta que pudiera nombrarse e instalarse en el cargo a un sucesor del arzobispo Baziak (y técnicamente del cardenal Sapieha).

 (de George Weigel: Testigo de esperanza, Plaza & Janes, Barcelona 1999)

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martes, 27 de abril de 2021

«Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32)

 


Los problemas humanos más debatidos y resueltos de manera diversa en la reflexión moral contemporánea se relacionan, aunque sea de modo distinto, con un problema crucial: la libertad del hombre.

No hay duda de que hoy día existe una concientización particularmente viva sobre la libertad. «Los hombres de nuestro tiempo tienen una conciencia cada vez mayor de la dignidad de la persona humana», como constataba ya la declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa 52. De ahí la reivindicación de la posibilidad de que los hombres «actúen según su propio criterio y hagan uso de una libertad responsable, no movidos por coacción, sino guiados por la conciencia del deber» 53. En concreto, el derecho a la libertad religiosa y al respeto de la conciencia en su camino hacia la verdad es sentido cada vez más como fundamento de los derechos de la persona, considerados en su conjunto 54.

De este modo, el sentido más profundo de la dignidad de la persona humana y de su unicidad, así como del respeto debido al camino de la conciencia, es ciertamente una adquisición positiva de la cultura moderna. Esta percepción, auténtica en sí misma, ha encontrado múltiples expresiones, más o menos adecuadas, de las cuales algunas, sin embargo, se alejan de la verdad sobre el hombre como criatura e imagen de Dios y necesit32. En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es verdadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia. Pero, de este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de «acuerdo con uno mismo», de tal forma que se ha llegado a una concepción radicalmente subjetivista del juicio moral.

Como se puede comprender inmediatamente, no es ajena a esta evolución la crisis en torno a la verdad. Abandonada la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razón humana puede conocer, ha cambiado también inevitablemente la concepción misma de la conciencia: a ésta ya no se la considera en su realidad originaria, o sea, como acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora; sino que más bien se está orientado a conceder a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a sus extremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana.

Estas diferentes concepciones están en la base de las corrientes de pensamiento que sostienen la antinomia entre ley moral y conciencia, entre naturaleza y libertad.

En algunas corrientes del pensamiento moderno se ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente de los valores. En esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal. Al presupuesto de que se debe seguir la propia conciencia se ha añadido indebidamente la afirmación de que el juicio moral es verdadero por el hecho mismo de que proviene de la conciencia. Pero, de este modo, ha desaparecido la necesaria exigencia de verdad en aras de un criterio de sinceridad, de autenticidad, de «acuerdo con uno mismo», de tal forma que se ha llegado a una concepción radicalmente subjetivista del juicio moral.

Como se puede comprender inmediatamente, no es ajena a esta evolución la crisis en torno a la verdad. Abandonada la idea de una verdad universal sobre el bien, que la razón humana puede conocer, ha cambiado también inevitablemente la concepción misma de la conciencia: a ésta ya no se la considera en su realidad originaria, o sea, como acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora; sino que más bien se está orientado a conceder a la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás. El individualismo, llevado a sus extremas consecuencias, desemboca en la negación de la idea misma de naturaleza humana.

Estas diferentes concepciones están en la base de las corrientes de pensamiento que sostienen la antinomia entre ley moral y conciencia, entre naturaleza y libertad.

(de la Enciclica Veritatis Splendor (31-32) de Juan Pablo II)

sábado, 24 de abril de 2021

Beatificación del cardenal Wyszyński

 


Programada para el 7 de junio de 2020 y luego aplazada a causa de la pandemia, se anunció la nueva fecha de la celebración que tendrá lugar en Varsovia, la ciudad donde fue arzobispo

"Pastor bueno ", "la piedra angular de la Iglesia de Varsovia y la piedra angular de toda la Iglesia de Polonia". Fueron las palabras que el corazón de Juan Pablo II pronunció en el momento en que murió el cardenal Stefan Wyszynski, el 28 de mayo de 1981. Sólo 15 días antes, el Papa Wojtyla había sido gravemente herido en San Pedro. Entre ellos una relación de afecto, de estima, de amor a la Iglesia y a María, dos vidas entrelazadas también en el aroma de la santidad.

El cardenal Wyszynski será beatificado en Varsovia el 12 de septiembre,  según acaba de anunciar el cardenal Kazimierz Nycz, arzobispo de la ciudad, junto con la religiosa Roza Maria Czacka.  El cardenal Wyszynski murio el 15 de mayo de 1981.

Al lado de su pueblo

Primado de Polonia desde 1948 hasta su muerte, Wyszyński siempre fue considerado un santo para su nación, pero también un padre de la patria que no abandonó cuando soplaron los vientos del nazismo y que defendió contra el comunismo. Creado cardenal en enero del '53, pagó con la cárcel su defensa de la Iglesia. Ante la imposición del régimen de quitar la libertad de culto, no se quedó callado, escribió, expresó su disconformidad y por ello fue detenido en plena noche. Pasó tres años en prisión, de 1953 a 1956, donde sufrió torturas y violencia.

En sus Notas desde la cárcel, escribió:

“El mayor pecado para un apóstol es el miedo; el miedo de un apóstol es el primer aliado de sus enemigos”

El 19 de diciembre de 2017, el Papa Francisco reconoció sus virtudes heroicas y en 2019 se constató un milagro, la curación de una joven enferma de cáncer de tiroides.

(de Vatican News)


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La oración del Padre nuestro, compendio de todo el Evangelio

 


1. Con la encarnación del Verbo de Dios la historia de la plegaria conoce un cambio decisivo. En Jesucristo el cielo y la tierra se tocan, Dios se reconcilia con la humanidad y el diálogo entre la criatura y su Creador se reanuda plenamente.

Jesús es la propuesta definitiva del amor del Padre y, al mismo tiempo, la respuesta plena e irrevocable del hombre a las expectativas divinas. Por tanto él, Verbo encarnado, es el único mediador que presenta a Dios Padre todas las oraciones sinceras que suben del corazón humano.

Así, pues, la petición que los primeros discípulos formularon a Jesús se convierte también en nuestra petición: "Señor, enséñanos a orar'' (Lc 11, 1).

2. Como a ellos, Jesús nos "enseña" también a nosotros. Lo hace, sobre todo con el ejemplo. ¿Cómo no recordar la conmovedora oración con la que se dirige al Padre ya desde el primer momento de la encarnación? "Al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo... Entonces dije: ¡He aquí que vengo ―pues de mí está escrito en el rollo del libro― a hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hb 10, 5. 7).

Después no hay momento importante de la vida de Cristo que no esté acompañado por la oración. Al comienzo de su misión pública el Espíritu Santo baja sobre él que, después de haber sido "bautizado, estaba en oración" (Lc 3, 21 s.). Sabemos gracias al evangelista Marcos que Jesús, en el momento de empezar la predicación en Galilea "de madrugada cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración" (1, 35). Antes de la elección de los Apóstoles "se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración" (Lc 6, 12). Y de igual modo antes de la promesa del primado a Pedro, Jesús, según el relato de Lucas, "estaba orando a solas" (9, 18). Jesús oró también en el momento de la transfiguración, cuando su gloria se irradió en el monte antes de que en el Calvario las tinieblas se hicieran más densas (cf. Lc 9, 28-29).

Particularmente reveladora es la oración con la cual, durante la última cena, Jesús eleva al Padre sus sentimientos de amor, de alabanza, de súplica y de abandono confiado (cf. Jn 17). Son los mismos sentimientos que vuelven a aflorar en el huerto de Getsemaní (cf. Mt 26, 39. 42) y en la cruz (cf. Lc 23, 46), desde cuya altura Jesús nos ofrece el ejemplo de aquella última y conmovedora invocación: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34).

3. Jesús nos enseña a rezar también con su palabra. Para subrayar la "necesidad de orar siempre, sin desfallecer", nos dice la parábola del juez injusto y de la viuda (cf. Lc 18, 1-5). Luego recomienda: "Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26, 41). E insiste: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mt 7, 7-8).

A los discípulos deseosos de una guía concreta, Jesús les enseña también la fórmula del Padre nuestro (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4), que llegará a ser, a lo largo de los siglos, la plegaria típica de la comunidad cristiana. Ya Tertuliano la calificaba como breviarium totius evangelii, "un compendio de todo el Evangelio" (De oratione, 1). En ella Jesús entrega la esencia de su mensaje. Quien reza de modo consciente el padrenuestro, "se compromete" con el Evangelio; en efecto, no puede dejar de aceptar las consecuencias que derivan para su vida del mensaje evangélico, del cual la "oración del Señor" es su expresión más auténtica.

(Juan Pablo II Audiencia General 23 de septiembre 1992)

miércoles, 21 de abril de 2021

He aquí a tu Madre

 


Desde el momento en que Jesús, muriendo en la Cruz,le dice a Juan: “He aquí a tu Madre”, a partir del momento en que “el discpulo la acogió en su casa”, el misterio de la maternidad espiritual de Maria se realiza en la historia con una amplitud sin límites.  Maternidd quiere decir solicitud porla vida del hijo.

Ahora bien si Maria es madre de todos los hombres su desvelo por la vida del hombre tiene alcance universal. La dedicacion de una madre abraza al hombre entero. La maternidad de Maria tiene su inicio en el cuidado maternal de Cristo. En Cristo,a los pies de la cruz, Ella acoge a Juan y en el acoge a todos los hombres y al hombre en su totalidad.   

Maria abraza a todos con una solicitud particular en el Espíritu Santo. Y de hecho es El, tal como lo profesamos en el “Credo”, aquel que “da la vida”. Es Él que nos infunde la plenitud de la vida abirta a la eternidad.

 

(De la Homilia de Juan Pablo II el 13 de mayo de 1982 en elSantuario de la Virgende Fatima en su Peregrinación Apostólica Portugal)


martes, 20 de abril de 2021

Eclipse del sentido del pecado


Si bien es de apreciar todo intento sincero y prudente de clarificar el misterio psicológico y teológico del pecado, la Iglesia, sin embargo, tiene el deber de recordar a todos los estudiosos de esta materia, por un lado, la necesidad de ser fieles a la Palabra de Dios que nos instruye también sobre el pecado; y, por el otro, el riesgo que se corre de contribuir a atenuar más aún, en el mundo contemporáneo, el sentido del pecado….

….Sin embargo, sucede frecuentemente en la historia, durante períodos de tiempo más o menos largos y bajo la influencia de múltiples factores, que se oscurece gravemente la conciencia moral en muchos hombres. «¿Tenemos una idea justa de la conciencia?» —preguntaba yo hace dos años en un coloquio con los fieles— . «¿No vive el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una "anestesia" de la conciencia?»[97]. Muchas señales indican que en nuestro tiempo existe este eclipse, que es tanto más inquietante, en cuanto esta conciencia, definida por el Concilio como «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre»[98], está «íntimamente unida a la libertad del hombre (...). Por esto la conciencia, de modo principal, se encuentra en la base de la dignidad interior del hombre y, a la vez, de su relación con Dios»[99]. Por lo tanto, es inevitable que en esta situación quede oscurecido también el sentido del pecado, que está íntimamente unido a la conciencia moral, a la búsqueda de la verdad, a la voluntad de hacer un uso responsable de la libertad. Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado. He aquí por qué mi Predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado»[100].

 

¿Por qué este fenómeno en nuestra época? Una mirada a determinados elementos de la cultura actual puede ayudarnos a entender la progresiva atenuación del sentido del pecado, debido precisamente a la crisis de la conciencia y del sentido de Dios antes indicada.

El «secularismo» que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de «perder la propia alma», no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia a la que hacía yo referencia en mi primera Encíclica, o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre[101]. En realidad, Dios es la raíz y el fin supremo del hombre y éste lleva en sí un germen divino[102]. Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por lo tanto, esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado.

 

Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta. Por una indebida extrapolación de los criterios de la ciencia sociológica se termina —como ya he indicado— con cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente. A su vez, también una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan en el hombre, limita tanto su responsabilidad que no le reconoce la capacidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar.

 

Disminuye fácilmente el sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado relativismo historicista. Puede ser la ética que relativiza la norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y negando, consiguientemente, que puedan existir actos intrínsecamente ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son realizados por el sujeto.

 Se trata de un verdadero «vuelco o de una caída de valores morales» y «el problema no es sólo de ignorancia de la ética cristiana», sino «más bien del sentido de los fundamentos y los criterios de la actitud moral»[103]. El efecto de este vuelco ético es también el de amortiguar la noción de pecado hasta tal punto que se termina casi afirmando que el pecado existe, pero no se sabe quién lo comete.

Se diluye finalmente el sentido del pecado, cuando éste —como puede suceder en la enseñanza a los jóvenes, en las comunicaciones de masa y en la misma vida familiar— se identifica erróneamente con el sentimiento morboso de la culpa o con la simple transgresión de normas y preceptos legales.

La pérdida del sentido del pecado es, por lo tanto, una forma o fruto de la negación de Dios: no sólo de la atea, sino además de la secularista. Si el pecado es la interrupción de la relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de la obediencia a Él, entonces pecar no es solamente negar a Dios; pecar es también vivir como si Él no existiera, es borrarlo de la propia existencia diaria. Un modelo de sociedad mutilado o desequilibrado en uno u otro sentido, como es sostenido a menudo por los medios de comunicación, favorece no poco la pérdida progresiva del sentido del pecado. En tal situación el ofuscamiento o debilitamiento del sentido del pecado deriva ya sea del rechazo de toda referencia a lo trascendente en nombre de la aspiración a la autonomía personal, ya sea del someterse a modelos éticos impuestos por el consenso y la costumbre general, aunque estén condenados por la conciencia individual, ya sea de las dramáticas condiciones socio-económicas que oprimen a gran parte de la humanidad, creando la tendencia a ver errores y culpas sólo en el ámbito de lo social; ya sea, finalmente y sobre todo, del oscurecimiento de la idea de la paternidad de Dios y de su dominio sobre la vida del hombre.

 

Incluso en el terreno del pensamiento y de la vida eclesial algunas tendencias favorecen inevitablemente la decadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden a sustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones; pasan de ver pecado en todo, a no verlo en ninguna parte; de acentuar demasiado el temor de las penas eternas, a predicar un amor de Dios que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto respeto de la conciencia, que suprime el deber de decir la verdad. Y ¿por qué no añadir que la confusión, creada en la conciencia de numerosos fieles por la divergencia de opiniones y enseñanzas en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas de la moral cristiana, termina por hacer disminuir, hasta casi borrarlo, el verdadero sentido del pecado? Ni tampoco han de ser silenciados algunos defectos en la praxis de la Penitencia sacramental: tal es la tendencia a ofuscar el significado eclesial del pecado y de la conversión, reduciéndolos a hechos meramente individuales, o por el contrario, a anular la validez personal del bien y del mal por considerar exclusivamente su dimensión comunitaria; tal es también el peligro, nunca totalmente eliminado, del ritualismo de costumbre que quita al Sacramento su significado pleno y su eficacia formativa.

 Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis espiritual, que afecta al hombre de nuestro tiempo. Pero el sentido del pecado se restablece únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de razón y de fe que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre.

 Es lícito esperar que, sobre todo en el mundo cristiano y eclesial, florezca de nuevo un sentido saludable del pecado. Ayudarán a ello una buena catequesis, iluminada por la teología bíblica de la Alianza, una escucha atenta y una acogida fiel del Magisterio de la Iglesia, que no cesa de iluminar las conciencias, y una praxis cada vez más cuidada del Sacramento de la Penitencia.

 

(JuanPablo II Exhortación apostólica post sinodal Reconciliatio et Paenitentia)

Exhortaciones Apostólicas,penitencia,Pecado,

 

martes, 13 de abril de 2021

Familia, comunidad humana y medio ambiente



 “La familia necesita una casa a su medida, un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia humana, esta casa es la tierra, el ambiente que Dios Creador nos ha dado para que lo habitemos con creatividad y responsabilidad. 

 

Hemos de cuidar el medio ambiente: éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el bien de todos. Obviamente, el valor del ser humano está por encima de toda la creación.

 

Respetar el medio ambiente no quiere decir que la naturaleza material o animal sea más importante que el hombre. Quiere decir más bien que no se la considera de manera egoísta, a plena disposición de los propios intereses, porque las generaciones futuras tienen también el derecho a obtener beneficio de la creación, ejerciendo en ella la misma libertad responsable que reivindicamos para nosotros. Y tampoco se ha de olvidar a los pobres, excluidos en muchos casos del destino universal de los bienes de la creación. Hoy la humanidad teme por el futuro equilibrio ecológico. Sería bueno que las valoraciones a este respecto se hicieran con prudencia, en diálogo entre expertos y entendidos, sin apremios ideológicos hacia conclusiones apresuradas y, sobre todo, concordando juntos un modelo de desarrollo sostenible, que asegure el bienestar de todos respetando el equilibrio ecológico. Si la tutela del medio ambiente tiene sus costes, éstos han de ser distribuidos con justicia, teniendo en cuenta el desarrollo de los diversos países y la solidaridad con las futuras generaciones.

Prudencia no significa eximirse de las propias responsabilidades y posponer las decisiones; significa más bien asumir el compromiso de decidir juntos después de haber ponderado responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos.”

 

(Benedicto XVI)  el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008)



sábado, 10 de abril de 2021

La Divina Misericordia es la llave que abre las puertas

 


(vuelvo a publicar esta inolvidable homilía de Don Jozef Bart,  ordenado sacerdote el 25 de mayo de 1986 por Juan Pablo II, Rector de la Iglesia Santo Spirito in Sassia, https://www.divinamisericordia.it/

Roma,  Director del Centro de Espiritualidad de la Divina Misericordia y nombrado Misionero de la Divina Misericordia por el Papa Benedicto  en 2018).

 Traducción de la homilía de Don Jozef Bart del 30 de abril de 2011, Vigilia del Domingo de la Divina Misericordia y de la Ceremonia de beatificación del Siervo de Dios Juan Pablo II.  Soy consciente que esta homilía hay que escucharla, no leerla, porque la fuerza del espíritu de Don Bart, su convicción, contagia a quien le escucha.

No obstante aquí esta traducida, de la mejor manera posible. He puesto el mayor de los cuidados por serle fiel al texto original resaltando en negrita las frases donde Don Bart pone mayor énfasis.


"La Divina Misericordia es la llave que abre las puertas.

 Cuantos periodistas me han preguntado estos días: Padre pero que cosa es esta Divina Misericordia? Que cosa es esta Divina Misericordia? Y a la pregunta que cosa es esto, yo respondo y digo: Quien es Misericordia? Jesús! No que cosa, sino QuienJesús es Misericordia encarnada. Y cuando nos fue dada esta imagen en estos tiempos, si en estos tiempos, porque fue en 1931 cuando el 22 de febrero inicia la maravillosa y fascinante historia de esta imagen. Yo en esta imagen represento mi Misericordia, de alguna manera la podemos tocar, la podemos invocar, y hoy la podemos celebrar públicamente y firmemente establecida gracias a Juan Pablo II, gracias a El, gracias a El. Humildemente, pero con tanta fe, con tanta convicción y sabiduría ya de niño, de joven la invocaba, le rezaba y verdaderamente podía conmoverse, no sentimentalmente, bueno esta bien también de esta manera porque somos todos humanos… conmoviéndose hasta sus fibras más íntimas el 17 de agosto del 2002 cuando, curvado allí en el Santuario de la nueva Basílica de Cracovia, al consagrar la humanidad a la Divina Misericordia decía quien hubiese pensado que aquel hombre en zuecos, que hace tanto tiempo invocaba allí a la Misericordia haría la consagración de toda la humanidad de pontífice. Si, los designios de Dios son extraordinarios pero hace falta abrir……abrir que cosaAbrir nuestro ser a todo aquello que Dios pide de nosotros. Y créanme es fascinante la confianza de Sor Faustina en el Señor cuando dice Señor haz de mi aquello que tu quieres, haz de mi lo que tu quieres, si tu quieres que sea crucificada sobre una cruz, esta bien, si quieres que sea apedreada, esta bien, de aquí en mas quiero andar por tus caminos, según tu entendimiento. porque lo que tu quieres siempre será expresión de amor y misericordia hacia los hombres.




Una gran santidad, si verdaderamente ella ha querido convertirse en una grandisima santa y nuevamente no por casualidad, porque también Benedicto XVI ha dicho al inicio de su pontificado nada es casual, nada, todo tiene su sentido por eso nuestro único deber es cumplir en nuestro programa la voluntad de Dios. No es casual que la Iglesia la haya canonizado precisamente el 30 de abril del 2000, la primera santa del Gran Jubileo y debo decirlo, debo decir que a tantos se les ha pasado por alto esta noticia, esta verdad, estos días, estos meses cantidades interminables de libros que se imprimen en todas las lenguas sobre el papa, todo aquello que hizo, etc. etc. Pero casi ninguno, en realidad ninguno de esos libros que me fueron ofrecidos a mi – y esto también se lo he aclarado a los reporteros de la TV instalada afuera - hacen referencia a las palabras de Juan Pablo II aquel 30 de abril, porque se trataba de una frase “este segundo domingo de Pascua, a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de "domingo de la Misericordia divina. Porque esta misericordia irradia precisamente de la liturgia de este segundo domingo de pascua. Todo, sin embargo confluye allí, era un inicio, precisamente un inicio, porque era un secreto oculto en el corazón de Karol Wojtyla que fue desvelando poco a poco, como siempre en modo diría sencillo, pero con tanta fe. Decía en una de las parroquias romanas: yo que provengo de Polonia, yo que provengo de la experiencia fuerte de Faustina Kowalska, he sentido, apenas electo pontífice, una propuesta en el corazón, una inspiración: tu no puedes - decía el papa a esta parroquia - no puedes no dejar al mundo los escritos, el mensaje sobre la Misericordia, y así - decía el Papa - surgió mi encíclica Dives in Misericordia. Y cuando después siguió avanzando, avanzando siempre, porque también él como todos nosotros, sacerdotes, obispos, todos seguimos el camino del crecimiento, por eso oramos, hacemos nuestros retiros, nos actualizamos, también el ha pasado por su crecimiento, en este culto indudablemente, porque cuando el Papa beatificó a Faustina por cierto se maravillo y dijo es extraordinario como este Jesús Misericordioso conquista los corazones humanos. El Papa se ha maravillado, maravillado y además debo decir esto, porque ningún reportero puede decirlo en cambio yo si, pero lo digo con humildad, porque resulta que en 1999 cuando aquí en San Pedro celebramos con 40.000 fieles y mas de 200 sacerdotes una concelebración de que? De la Fiesta de la Divina Misericordia no oficial celebraba, presidía… al estar de gira por Italia todos me preguntaban el papa celebrará? Y yo les respondía pero porque preguntan si el papa celebrara si estáis por allí venid porque en la plaza San Pedro debe presidir el Papa, pero no lo ha dicho. El Papa se mostró humilde, pequeño y dijo si a esta celebración presidida por nuestro cardenal titular Fiorenzo Angelini, único cardenal romano, quien quedo por cierto sorprendido, conmovido interiormente viendo 40.000 personas y 200 sacerdotes en concelebración para celebrar la fiesta no oficial de la Divina Misericordia y cuando el Papa se asomo para el Regina Caeli - y - bien pocos lo saben o casi nadie - pero es bueno decirlo – allí en el balcón de bendiciones Urbi et Orbi estaba expuesta la imagen de la Divina Misericordia. El Papa dijo en aquel Regina Caeli hoy estamos pregustando la vigilia del año jubilar. Y cuando después de la Misa me llamó, me dijo esta es la victoria y el triunfo de la Divina Misericordia. Este es el triunfo de la Divina Misericordia.Han venido, porque verdaderamente quieren, los fieles, piden, tienen necesidad de invocar a esta Misericordia, han venido porque el mundo necesita de la Divina Misericordia y me piden que apruebe este culto, este Domingo de la Divina Misericordia y después cuando el 17 de agosto del 2002 en su ultimo viaje a Polonia - no sentimental como han escrito algunos pobres reporteros - verdaderamente. Juan Pablo II era muy bueno pero también severo y a algunos este pastor les dijo que también podía pastorear a algunos reporteros. El fue siempre apóstol en su pensamiento, nunca desubicado y porque el papa envejecía decían que iba a despedirse de los suyos. Sin embargo el fue a Polonia en su ultimo viaje porque precisamente desde allí nombro a Cracovia la capital del culto a la Divina Misericordia y precisamente de allí ha querido enviar al mundo su mensaje a la iglesia y al mundo de aquel viaje apostólico suyo llamado Dios rico en misericordia. Si, queridos hermanos desde aquel lugar el Papa dijo: hay tanto sufrimiento en el mundo y de este mundo que sufre parece alzarse el grito a la misericordia de Dios. Si, Dios ha encontrado diría yo una chispa en una simple religiosa Faustina, llamada religiosa de segundo coro, y ha encontrado un hombre fuerte un buen trabajador de su viña porque el Señor lo ha visto digno como cristiano, después como sacerdote, después como obispo y después llamándolo a guiar esta barca en un tiempo entre el 2do y el 3er milenio y el ha tenido el honroso deber de entregar a una humanidad - en situación difícil entre una guerra nuclear que podía explotar entre las dos grandes superpotencias entonces en conflicto en aquel tiempo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, y - entre el aborto cuando fue aprobado aquí en Italia con un referéndum lo sabemos, sobre el divorcio, el aborto; las sombras que habían aparecido en la Iglesia misma, apenas asumido su pontificado - por cierto no era una situación fácil pero el en su corazón albergaba algo grande, tenia la llave como el decía para abrir las puertas de la Divina Misericordia. Con esta llave el Papa ha sabido abrir el corazón de ateos y alejados….Por medio de esta llave hace 25 años ha sabido reunir a todas las religiones para invocar la paz y la paz no se encontrara jamás como ha recordado Faustina Kowalska en su experiencia hasta que la humanidad no encomiende con confianza a la misericordia divina. Si la Divina Misericordia era aquel lazo que atravesaba los días del Papa Wojtyla, el se aferraba todos los días a esta Misericordia - ya antes de salir aquel 16 de octubre por la tarde al balcón para asomarse a la gente - , porque lo dijo él en el 2003 cuando celebraba los 25 años de su pontificado y distribuía en la Plaza las estampas firmadas por el de la imagen que veis allí en la fachada de nuestra Iglesia: él bajo Jesús Misericordioso. Si, - decía - he tenido miedo, pero la confianza en la Divina Misericordia me ha dado la fuerza. El vio en esta Misericordia la fuerza, por eso para tender puentes antes de morir, en su ultimo libro, decía la misericordia es la fuerza para detener aquel misterio del mal que ataca a todos, ataca a sacerdotes, ataca a religiosos, ataca familias, ataca niños, a todos y hoy se posesiona también de los medios de comunicación y de las computadoras, lo sabemos, es como un tumor, y hace sufrir a tantos pero la Divina Misericordia es la fuerza, es el limite divino contra el mal. También lo ha reiterado el Papa Benedicto con mas vigor aun en su verdad de teólogo, lo decimos con fuerza, el Papa Benedicto ha dicho que la misericordia es el limite divino contra el mal se entiende ahora y se entienden bajo esta luz las palabras fuertes inscriptas por Faustina Kowalska que dice que Satanás odia a la Divina Misericordia, la odia con todas sus fuerzas, pero el culto de la Divina Misericordia se impondrá en todas las almas no en una posesión diabólica, en una posesión misericordiosa de Dios sobre nosotros porque nosotros somos suyos, y el es nuestro por eso Abba, Padre se dirigía Jesús y nosotros nos dirigimos hoy a el Padre rico en Misericordia y también los jóvenes se han dirigido al Papa llamándolo papá, tu eres nuestro padre.Si queridos hermanos el Papa JPII muriendo en la vigilia de la Divina Misericordia por cierto no podía entrar en el Paraíso si no fuese el Domingo de la Divina Misericordia y cuando los cardenales mañana pasen cerca de allí por el altar – donde hay un gran escrito que he visto esta mañana con palabras de Benedicto XVI sed felices de esto, sed felices quien lo ha amado, quien le ha estado cerca, porque este Papa será beato el dia de la Divina Misericordia - porque hoy, mañana con la beatificación de JPII tantos corazones recibirán una nueva luz, aquellos que aun se oponían a esta misericordia, aquello que aun dudaban, aquellos que aun tenían miedo o aquellos que reducían este culto de la divina misericordia a un culto polaco, a una devocioncita, en cambio no, en cambio no, mañana los dos pontífices Benedicto y Juan Pablo PII hablarán porque mañana todos sentiremos su voz desde el cielo que continua atrayendo almas por medio de su magisterio , el continúa y continuará hablándonos de la Divina Misericordia. Y también su Polonia, su Polonia que gracias precisamente a su fiel secretario el cardenal Stanislaw Dziwisz su fiel secretario que ha emprendido esta gran responsabilidad a ejemplo de Juan Pablo II porque don Stanislaw ha visto en este pontífice como vibraba en su corazón la Divina Misericordia, en su vida, en su misión, en su donación de su cuerpo y su sangre por la Iglesia y por el mundo y hoy en la Capital del culto a la Divina Misericordia el cardenal Stanislaw continuara, inmediatamente después de la beatificación la gran peregrinación de la imagen de Jesús Misericordioso y de las reliquias de JPII que pasaran por todas las parroquias y diócesis para llevar esta nueva luz, para llevar esta fuerza a todos porque es tan fácil caer, es tan fácil prestarle oído a voces falsas , es tan fácil decir no la practico mas….pero si seguimos este camino nosotros no somos hijos espirituales de JPII porque el nos dijo abrid las puertas a Cristo, el nos ha pedido comprender esta misericordia y concluyo precisamente así con las ultimas palabras escritas, no dichas, dichas por Mons. Sandri, hoy cardenal, concluyo con las ultimas palabras que JPII ha preparado para la Fiesta de la Divina Misericordia el 3 de abril de 2005 y eran estas, así concluye su magisterio: Cuanto necesita el mundo de comprender y acoger la Divina Misericordia! Es un mensaje, es un testamento que el Papa nos ha dejado y con su beatificación, con su santidad nos sacude profundamente para impulsarnos precisamente a comprender esta misericordia y acogerla. Y esto queridos hermanos debe ser y yo sobre esto insistiré siempre hasta que viva, debe ser ser el fruto de esta beatificación y la futura canonización: comprender - porque no es fácil - la Divina Misericordia que se ha consumado en la Pasión, Muerte y Resurrección y como segunda parte quizás aun mas difícil acogerla e introducirla en nuestra vida. Ahora veamos el pontificado de Juan Pablo II en la encíclica de la Divina Misericordia el papa nos dice que es un deber grave de la iglesia de toda época en todos los tiempos implorar esta Misericordia, proclamarla e introducirla en la vida. Pido esto para los sacerdotes aquí presentes, para ustedes para que podamos verdaderamente invocarla, celebrarla proclamarla y cumplirla, entonces si seremos verdaderos, auténticos apóstoles de la Divina Misericordia.    Alabado sea Jesucristo. ”

 

 

viernes, 9 de abril de 2021

La misericordia : La parábola del hijo prodigo - realidad de la conversión.

 


La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja « vencer por el mal », sino que « vence con el bien al mal »,69

 (De la Enciclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II)

jueves, 8 de abril de 2021

La misericordia : forma interior del amor

 


La misericordia —tal como Cristo nos la ha presentado en la parábola del hijo pródigo— tiene la forma interior del amor, que en el Nuevo Testamento se llama agapé. Tal amor es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado. Cuando esto ocurre, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y « revalorizado ». El padre le manifiesta, particularmente, su alegría por haber sido « hallado de nuevo » y por « haber resucitado ». Esta alegría indica un bien inviolado: un hijo, por más que sea pródigo, no deja de ser hijo real de su padre; indica además un bien hallado de nuevo, que en el caso del hijo pródigo fue la vuelta a la verdad de sí mismo.

Lo que ha ocurrido en la relación del padre con el hijo, en la parábola de Cristo, no se puede valorar « desde fuera ». Nuestros prejuicios en torno al tema de la misericordia son a lo más el resultado de una valoración exterior. Ocurre a veces que, siguiendo tal sistema de valoración, percibimos principalmente en la misericordia una relación de desigualdad entre el que la ofrece y el que la recibe. Consiguientemente estamos dispuestos a deducir que la misericordia difama a quien la recibe y ofende la dignidad del hombre. La parábola del hijo pródigo demuestra cuán diversa es la realidad: la relación de misericordia se funda en la común experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la dignidad que le es propia. Esta experiencia común hace que el hijo pródigo comience a verse a sí mismo y sus acciones con toda verdad (semejante visión en la verdad es auténtica humildad); en cambio para el padre, y precisamente por esto, el hijo se convierte en un bien particular: el padre ve el bien que se ha realizado con una claridad tan límpida, gracias a una irradiación misteriosa de la verdad y del amor, que parece olvidarse de todo el mal que el hijo había cometido.


 (De la Enciclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II) 

jueves, 1 de abril de 2021

El sepulcro vacío: signo de la esperanza que “no defrauda”

 


El sepulcro vacío es signo de la victoria definitiva,de la verdad sobre la mentira, del bien sobre el mal,

de la misericordia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte.

El sepulcro vacío es signo de la esperanza que "no defrauda" (Rm 5, 5). "Nuestra esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3, 4).

 

 

Oración

Señor Jesucristo, que por el Padre, con la potencia del Espíritu Santo,

fuiste llevado desde las tinieblas de la muerte a la luz de una nueva vida en la gloria,

haz que el signo del sepulcro vacío nos hable a nosotros y a las generaciones futuras

y se convierta en fuente viva de fe, de caridad generosa y de firmísima esperanza.

A ti, Jesús, presencia escondida y victoriosa en la historia del mundo honor y gloria por los siglos

R./. Amén.”

 

(Juan Pablo II Via Crucis año 2000)

 FELIZ Y SANTA PASCUA DE RESURRECCION A TODOS!!!