Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 28 de octubre de 2022

No hay libertad verdadera si no se ama la vida


El primer paso fundamental para realizar este cambio cultural consiste en la formación de la conciencia moral sobre el valor inconmensurable e inviolable de toda vida humana. Es de suma importancia redescubrir el nexo inseparable entre vida y libertad. Son bienes inseparables: donde se viola uno, el otro acaba también por ser violado. No hay libertad verdadera donde no se acoge y ama la vida; y no hay vida plena sino en la libertad. Ambas realidades guardan además una relación innata y peculiar, que las vincula indisolublemente: la vocación al amor. Este amor, como don sincero de sí, 125 es el sentido más verdadero de la vida y de la libertad de la persona.

No menos decisivo en la formación de la conciencia es eldescubrimiento del vínculo constitutivo entre la libertad y la verdad. Como he repetido otras veces, separar la libertad de la verdad objetiva hace imposible fundamentar los derechos de la persona sobre una sólida base racional y pone las premisas para que se afirme en la sociedad el arbitrio ingobernable de los individuos y el totalitarismo del poder público causante de la muerte. 126

Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original de su condición de criatura, que recibe de Dios el ser y la vida como don y tarea. Sólo admitiendo esta dependencia innata en su ser, el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su vida y, al mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las demás personas. Aquí se manifiesta ante todo que « el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios ».127 Cuando se niega a Dios y se vive como si no existiera, o no se toman en cuenta sus mandamientos, se acaba fácilmente por negar o comprometer también la dignidad de la persona humana y el carácter inviolable de su vida.

jueves, 27 de octubre de 2022

Benedicto XVI: Ataques a la vida

 


Por eso, el cristiano está continuamente llamado a movilizarse para afrontar los múltiples ataques a que está expuesto el derecho a la vida. Sabe que en eso puede contar con motivaciones que tienen raíces profundas en la ley natural y que por consiguiente pueden ser compartidas por todas las personas de recta conciencia.

Desde esta perspectiva, sobre todo después de la publicación de la encíclica Evangelium vitae, se ha hecho mucho para que los contenidos de esas motivaciones pudieran ser mejor conocidos en la comunidad cristiana y en la sociedad civil, pero hay que admitir que los ataques contra el derecho a la vida en todo el mundo se han extendido y multiplicado, asumiendo nuevas formas.

Son cada vez más fuertes las presiones para la legalización del aborto en los países de América Latina y en los países en vías de desarrollo, también recurriendo a la liberalización de las nuevas formas de aborto químico bajo el pretexto de la salud reproductiva:  se incrementan las políticas del control demográfico, a pesar de que ya se las reconoce como perniciosas incluso en el ámbito económico y social.

Al mismo tiempo, en los países más desarrollados aumenta el interés por la investigación biotecnológica más refinada, para instaurar métodos sutiles y extendidos de eugenesia hasta la búsqueda obsesiva del "hijo perfecto", con la difusión de la procreación artificial y de diversas formas de diagnóstico encaminadas a garantizar su selección. Una nueva ola de eugenesia discriminatoria consigue consensos en nombre del presunto bienestar de los individuos y, especialmente en los países de mayor bienestar económico, se promueven leyes para legalizar la eutanasia.

Todo esto acontece mientras, en otra vertiente, se multiplican los impulsos para legalizar convivencias alternativas al matrimonio y cerradas a la procreación natural. En estas situaciones la conciencia, a veces arrollada por los medios de presión colectiva, no demuestra suficiente vigilancia sobre la gravedad de los problemas que están en juego, y el poder de los más fuertes debilita y parece paralizar incluso a las personas de buena voluntad.

Por esto, resulta aún más necesario apelar a la conciencia y, en particular, a la conciencia cristiana. Como dice el Catecismo de la Iglesia católica, "la conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto" (n. 1778).

Esta definición pone de manifiesto que la conciencia moral, para poder guiar rectamente la conducta humana, ante todo debe basarse en el sólido fundamento de la verdad, es decir, debe estar iluminada para reconocer el verdadero valor de las acciones y la consistencia de los criterios de valoración, de forma que sepa distinguir el bien del mal, incluso donde el ambiente social, el pluralismo cultural y los intereses superpuestos no ayuden a ello.

(del discurso deBenedicto XVI a los participantes en la Asamnblea general de la AcademiaPontificia para la Vida, sábado 24 de febrero de 2007)

miércoles, 26 de octubre de 2022

La vocación de Karol Wojtyla: El misterio del don contado por el mismo

 

(Cripta san Leonardo, Wawel)

 ¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal?  La conoce sobre todo Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuan indignos somos de ello. La vocación es el misterio de la elección divina: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (Jn 15, 16).

Dios"nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia" (2 Tm 1, 9).

(…)

Las primeras señales que de alguna manera salieron a luz fueron  durante la visita del Arzobispo Metropolitano de Cracovia, Principe Adam Stefan Sapieha a la parroquia de Wadowice cuando  era estudiante, candidato a estudiar filología polaca.

 

(…)

“En ese período de mi vida la vocación sacerdotal no estaba aún madura, a pesar de que a mi alrededor eran muchos los que creían que debía entrar en el seminario. Y tal vez alguno pudo pensar que, si un joven con tan claras inclinaciones religiosas no entraba en el seminario, era señal de que otros amores o aspiraciones estaban en juego. En efecto, en la escuela tenía muchas compañeras y, comprometido como estaba en el círculo teatral escolar, no faltaban diversas posibilidades de encuentros con chicos y chicas. Sin embargo, el problema no era ese. En aquel tiempo estaba fascinado sobre todo por la literatura, en particular por la dramática, y por el teatro. A este último me había iniciado Mieczyslaw Kotlarczyk, profesor de lengua polaca, mayor que yo en edad. El era un verdadero pionero del teatro de aficionados y tenía grandes ambiciones de un repertorio de calidad…. He de admitir que toda aquella experiencia teatral ha quedado profundamente grabada en mi espíritu, a pesar de que en un cierto momento de mi vida me di cuenta de que, en realidad, no era esa mi vocación.

 

 (…)

 

Sin embargo la preparación para el sacerdocio  fue de algún modo precedida por la que me ofrecieron mis padres con su vida y su ejemplo en familia. Mi reconocimiento es sobre todo para mi padre, que enviudó muy pronto. No había recibido aún la Primera Comunión cuando perdí a mi madre: apenas tenía 9 años. Por eso, no tengo conciencia clara de la contribución, seguramente grande, que ella dio a mi educación religiosa. Después de su muerte y, a continuación, después de la muerte de mi hermano mayor, quedé solo con mi padre que era un hombre profundamente religioso. Podía observar cotidianamente su vida, que era muy austera. Era militar de profesión y, cuando enviudó, su vida fue de constante oración. Sucedía a veces que me despertaba de noche y encontraba a mi padre arrodillado, igual que lo veía siempre en la iglesia parroquial. Entre nosotros no se hablaba de vocación al sacerdocio, pero su ejemplo fue para mí en cierto modo el primer seminario, una especie de seminario doméstico.

Naturalmente, al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen.

Además, en Wadowice, había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía su reflejo en la difundida devoción al escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo. Se iba a los Carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen, se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia hasta la superación del examen final.

Durante aquellos años mi confesor y guía espiritual fue el P. Kazimierz Figlewicz. Me encontré con él la primera vez cuando cursaba el primer año de instituto en Wadowice. El P. Figlewicz, que era vicario de la parroquia de Wadowice, nos enseñaba religión. Gracias a él me acerqué a la parroquia, fui monaguillo y en cierto modo organicé el grupo de monaguillos. Cuando dejó Wadowice para ir a la catedral del Wawel, continué manteniendo contacto con él. Recuerdo que, durante el quinto curso del instituto, me invitó a Cracovia para participar en el Triduum Sacrum, que empezaba con el llamado "Oficio de Tinieblas" en la tarde del Miércoles Santo. Fue ésta una experiencia que dejó en mí una huella profunda.

Cuando, después del examen final, me trasladé con mi padre a Cracovia, intensifiqué la relación con el P. Figlewicz, que ejercía el cargo de vicecustodio de la catedral. Iba a confesarme con él y, durante la ocupación alemana, muchas veces lo visitaba. Aquel 1 de septiembre de 1939 no se borrará nunca de mi recuerdo: era el primer viernes de mes. Había ido a Wawel para confesarme. La catedral estaba vacía. Fue, quizás, la última vez que pude entrar libremente en el templo. Después fue cerrado. El castillo real de Wawel se convirtió en la sede del Gobernador General Hans Frank. El P. Figlewicz era el único sacerdote que podía celebrar la Santa Misa, dos veces por semana, en la catedral cerrada y bajo la vigilancia de policías alemanes. En aquellos tiempos difíciles fue aún más claro lo que significaban para él la catedral, las tumbas reales, el altar de San Estanislao, obispo y mártir. El P. Figlewicz fue hasta la muerte fiel custodio de aquel particular santuario de la Iglesia y de la Nación, inculcándome un amor grande por el templo del Wawel, que un día llegaría a ser mi catedral episcopal.

Debo nuevamente volver atrás, al período anterior a la entrada en el seminario. En efecto, no puedo omitir el recuerdo de un ambiente y, en éste, de un personaje de quien recibí verdaderamente mucho en ese período. El ambiente era el de mi parroquia, dedicada a San Estanislao de Kostka, en Debniki, Cracovia. La parroquia estaba dirigida por los Padres Salesianos, los cuales un día fueron deportados por los nazis a un campo de concentración. Únicamente quedaron un viejo párroco y el inspector provincial, pues todos los demás fueron internados en Dachau. Creo que el ambiente salesiano ha tenido un papel importante en el proceso de formación de mi vocación. En el ámbito de la parroquia había una persona que se distinguía sobre las demás: me refiero a Jan Tyranowski. Era empleado de profesión, aunque había decidido trabajar en la sastrería de su padre. Afirmaba que su trabajo de sastre le hacía más fácil la vida interior. Era un hombre de una espiritualidad particularmente profunda. Los Padres Salesianos, que en aquel período difícil habían reemprendido con valentía la animación de la pastoral juvenil, le encargaron la tarea de establecer contactos con los jóvenes del círculo del llamado "Rosario vivo''. Jan Tyranowski llevó a cabo esta tarea no ciñéndose únicamente al aspecto organizativo, sino preocupándose también de la formación espiritual de los jóvenes que entraban en contacto con él. Aprendí así los métodos elementales de autoformación que se vieron después confirmados y desarrollados en el proceso educativo del seminario. Tyranowski, que se estaba formando en los escritos de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Ávila, me introdujo en la lectura, extraordinaria para mi edad, de sus obras.

 

 

Después, pasados los años de la primera juventud, la cantera de piedra y el depurador del agua en la fábrica de bicarbonato en Borek Falecki se convirtieron para mí en seminario. No se trataba ya únicamente del pre-seminario, como en Wadowice. La fábrica fue para mí, en aquella etapa de mi vida, un verdadero seminario, aunque clandestino. Había comenzado a trabajar en la cantera en septiembre de 1940; un año después pasé al depurador de agua en la fábrica. Fue en aquellos años cuando maduró mi decisión definitiva. En otoño de 1942 comencé los estudios en el seminario clandestino como ex alumno de filología polaca, siendo obrero en la Solvay. No me daba cuenta de la importancia que todo ello tendría para mí. Únicamente más tarde, ya sacerdote, durante los estudios en Roma, conociendo a través de mis compañeros del Colegio Belga el problema de los sacerdotes obreros y el movimiento de la Juventud Obrera Católica (JOC), comprendí que lo que había llegado a ser tan importante para la Iglesia y para el sacerdocio en Occidente -el contacto con el mundo del trabajo- yo lo había ya adquirido en mi experiencia de vida.

La maduración definitiva de mi vocación sacerdotal, como he dicho, tuvo lugar en el período de la segunda guerra mundial, durante la ocupación nazi. ¿Fue una simple coincidencia temporal? o ¿había un nexo más profundo entre lo que maduraba dentro de mí y el contexto histórico? Es difícil responder a tal pregunta. Es cierto que en los planes de Dios nada es casual. Lo que puedo afirmar es que la tragedia de la guerra dio un tinte particular al proceso de maduración de mi opción de vida. Me ayudó a percibir desde una nueva perspectiva el valor y la importancia de la vocación. Ante la difusión del mal y las atrocidades de la guerra era cada vez más claro para mí el sentido del sacerdocio y de su misión en el mundo.

El estallido de la guerra me alejó de los estudios y del ambiente universitario. En aquel período perdí a mí padre, la última persona que me quedaba de los familiares más íntimos. También esto suponía, objetivamente, un proceso de alejamiento de mis proyectos precedentes; en cierto modo era como desarraigarse del suelo en el cual hasta ese momento había crecido mi humanidad.

Pero no se trataba de un proceso únicamente negativo. En efecto, en mi conciencia contemporáneamente se manifestaba cada vez más una luz: el Señor quiere que yo sea sacerdote. Un día lo percibí con mucha claridad: era como una iluminación interior que traía consigo la alegría y la seguridad de una nueva vocación. Y esta conciencia me llenó de gran paz interior.

(El 6 de mayo de 1968 durante una visita a la fabrica de Borek Falecki volveria a admitirlo) :

Esta gran fabrica – la planta química – fue también mi lugar de trabajo por cuatro años durante la ocupación nazi. Durante estos años de ocupación fue aquí que se formo mi llamado al sacerdocio. Primero mi llamado fue formado en la cantera de piedra y más tarde, finalmente, aquí en esta planta de soda, a pasos de esta iglesia.  Y digo “esta” pensando en realidad en “aquella” pues era una pequeña iglesia de madera, en realidad una barraca. Siempre que paso por esta fabrica, y especialmente cuando lo  hago cerca de la sala de calderas lo recuerdo.   

Me pregunto a veces qué papel ha desempeñado en mi vocación la figura del Santo Fray Alberto. Adam Chmielowski -éste era su nombre- no era sacerdote. En la historia de la espiritualidad polaca Fray Alberto ocupa un lugar especial. Para mí su figura fue determinante, porque encontré en él un particular apoyo espiritual y un ejemplo en mi alejamiento del arte, de la literatura y del teatro, por la elección radical de la vocación al sacerdocio. 

(…)

Se me ahorró mucho del grande y horrendo theatrum de la segunda guerra mundial. Cada día hubiera podido ser detenido en casa, en la cantera o en la fábrica para ser llevado a un campo de concentración. A veces me preguntaba: si tantos coetáneos pierden la vida, ¿por que yo no? Hoy sé que no fue una casualidad. En el contexto del gran mal de la guerra, en mi vida personal todo llevaba hacia el bien que era la vocación. No puedo olvidar el bien recibido en aquel difícil período de las personas que el Señor ponía en mi camino, tanto de mi familia como conocidos y compañeros.

(..)

La Providencia me ha ahorrado las experiencias más penosas; por eso es aún más grande mi sentimiento de deuda hacia las personas conocidas, así como también hacia aquellas más numerosas que desconozco, sin diferencia de nación o de lengua, que con su sacrificio sobre el gran altar de la historia han contribuido a la realización de mi vocación sacerdotal.

SACERDOTE!



Mi ordenación tuvo lugar en un día insólito para este tipo de celebraciones: fue el 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, cuando la liturgia de la Iglesia se dedica totalmente a celebrar el misterio de la comunión de los Santos y se prepara a conmemorar a los fieles difuntos. El Arzobispo eligió ese día porque yo debía partir hacia Roma para proseguir los estudios. Fui ordenado sólo, en la capilla privada de los Arzobispos de Cracovia. Mis compañeros serían ordenados el año siguiente, en el Domingo de Ramos.

Había sido ordenado subdiácono y diácono en octubre. Fue un lunes de intensa oración, marcado por los Ejercicios Espirituales con los que me preparé a recibir las Ordenes Sagradas: seis días de Ejercicios antes del subdiaconado, y después tres y seis días antes del diaconado y del presbiterado respectivamente. Los últimos Ejercicios los hice solo en la capilla del seminario. El día de Todos los Santos me presenté por la mañana en la residencia de los Arzobispos de Cracovia, en la calle Franciszkanska 3, para recibir la Ordenación sacerdotal. Asistieron a la ceremonia un pequeño grupo de parientes y amigos. El 1de noviembre de 1946 fui ordenado sacerdote. El día siguiente, en la "Primera Santa Misa" celebrada en la catedral, en la cripta de San Leonardo, el P. Figlewicz, estaba a mi lado y me hacía de asistente. El piadoso Prelado falleció hace algunos años. Sólo el Señor puede compensarlo por todo el bien que de él recibí.

(Fuente: Don y Misterio) 

 

martes, 25 de octubre de 2022

Karol Wojtyla: El camino para encontrar a Dios

 


(de una homilía de Karol Wojtyla para la celebración de Reyes en 1976 que habla de  búsqueda y encuentro, mencionando con valentía los impedimentos por parte del Estado en momento críticos de régimen comunista, defendiendo los derechos de cada ser humano en ser respetado y no  discriminado por creencias religiosas.  De alguna manera muy actual en momentos en que se trata de imponer en el mundo entero ideologías que no coinciden con principios religiosos, éticos y morales de grandes  mayorías tratando de imponer y unificar ideologías ajenas a la esencia del ser humano que nada tienen que ver con la libertad de conciencia).   

 -o-

El hombre busca a Dios. Cuando lo encuentra, como los Reyes Magos, a través de la fe, lo busca en la fe, desea acercarse a él, a Aquel que ha encontrado, y alcanzar finalmente la Belén eterna

Y si aun no lo ha encontrado a través de la fe, busca la fe, busca la verdad, y así busca a Dios. Decía san Agustín. «No te buscaría, si antes no te hubiera ya encontrado » Todo hombre, antes de comenzar a buscar, de algún modo ya ha encontrado a Dios. Si no lo hubiera encontrado en un significado inicial, fundamental, no lo buscaría.

«O sabios del mundo,  oh Magos, ¿A dónde vais con tanta prisa?» He aquí el gran símbolo de este gran impulso interior del hombre, un impulso a través de la fe y hacia la fe. Un impulso que no significa caminar en el vacío, es lo que nos subraya también la celebración de hoy. (Reyes) Es un camino hacia un encuentro. El hecho de que el hombre tienda a Dios, lo busque, incluso cuando ya lo ha encontrado, constituye una verdad fundamental del hombre, una dimensión humana, una demostración de la grandeza del hombre.

Es verdad que hay hombres que dicen: «no encuentro, no sé cómo llegar, no logro encontrar». Hay hombres a los que se les ha concedido la Gracia y han encontrado, pero a menudo la desaprovechan por ligereza y la pierden. Todo ello forma parte de la verdad del alma humana, de la verdad histórica y de la verdad contemporánea sobre el hombre. Sin embargo, todo ello habla de algún modo de su grandeza. Nos dice que efectivamente ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Y precisamente por esto anda en busca de Dios, pues lleva en si su imagen y semejanza, porque no halla en ninguna otra cosa su satisfacción, su fin último, sino solo en Aquel de quien es imagen y semejanza.

(…)

Así pues, si toda esta búsqueda de Dios en la que participamos los creyentes,  los que aun sin creer buscan con corazón sincero la verdad, y los que, como he dicho, no logran encontrar el camino a pesar de desearlo ardientemente: si todo esto es propio del hombre, de su verdad, de su grandeza, es difícil – desde un punto de vista de la dignidad humana, desde un punto de vista humanístico – aceptar el ateísmo como programa político. Porque se puede comprender que el hombre busque, pero no encuentre, se puede comprender que le hombre niegue, pero no se puede comprender que se imponga al hombre «se te prohíbe creer». Si quieres ocupar un cargo, alcanzar una posición determinada, se te prohíbe creer, o por lo menos no se te permite manifestar que crees. El ateísmo como fundamento de la vida nacional es un doloroso malentendido desde le punto de vista de las premisas humanísticas. Pues hay que respetar lo que es el hombre. Esta es la primera condición de toda convivencia social y de toda igualdad entre los ciudadanos de un mismo Estado.

Si os hablo de ello es porque siento las inquietudes que existen en toda nuestra sociedad, especialmente en la sociedad de los creyentes de nuestro país, donde es sabido que creyentes constituyen una inmensa mayoría. Y a todos estos creyentes,  con razón, les preocupa que el ateísmo no se convierta, abierta o indirectamente, en el fundamento de la vida nacional. Explicita o indirectamente, definiendo el carácter de nuestra unidad nacional de modo que incluya el ateísmo.

No podemos acallar las inquietudes que turban nuestros corazones, se trata fundamentalmente de un problema de ética social. Los obispos, los sacerdotes y todos los creyentes no podemos considerar esta cuestión con indiferencia. No puede subsistir una diferencia sustancial entre lo que somos, lo que sentimos ser, y la forma como se nos define y trata. Así, no puede admitirse que un grupo de hombres, un grupo social, por mas benemérito que sea, imponga a todo el pueblo una ideología, una opinión contraria a las convicciones de la mayoría. Todos, tanto creyentes como los no creyentes, constituimos este país.  Pero no puede admitirse que sobre todos decidan los  no creyentes contra la voluntad de los creyentes.

(…)

En esto están también incluidos todos mis buenos deseos para las familias, a fin de que puedan educar a sus hijos según sus convicciones cristianas. Nosotros no queremos inmiscuirnos en lo que atañe a las familias de los ateos. Es un asunto suyo, de su conciencia. Pero ¿qué más se puede decir a los millones de familias cristianas, sino que, cuando mandan a sus hijos a la escuela, tengan la seguridad de que la escuela no les imponga una visión materialista, una ideología atea?

El principio de libertad de conciencia y de religión se debe interpretar con todas sus consecuencias. Esta verdad de la libertad de conciencia y de culto ha sido proclamada por todos: por el Concilio Vaticano II y por la Carta de los derechos humanos establecidos por la ONU, e incluso por el documento de Helsinki.  Es el derecho inviolable de la persona humana. Pero este derecho inviolable se debe considerar de modo inviolable. Toda condición de vida social, nacional, se ha de predisponer de modo que no viole este derecho, a fin de que la vida pública no cree privilegios desde arriba para unos – los no creyentes – y situaciones de inferioridad para otros – los creyentes – porque todos somos Polonia. Y todos queremos construirla, porque todos la amamos, porque es nuestra patria, porque es nuestra matriz. Y no es lícito tratar a estas inmensas multitudes de creyentes como ciudadanos de segunda clase, solo porque son creyentes.

(…)

 «O sabios del mundo, una amenaza cruel se cierne sobre el Niño,  Herodes trama contra el » Este canto litúrgico de Epifanía anuncia una gran verdad. Sabemos que la crueldad de Herodes ya ha pasado. ¡cuántos Herodes ha habido en la historia! Sabemos que le Niño perseguido es el Señor de nuestros corazones; que la persecución que sufren sus seguidores nos une aun más íntimamente a él, pues de este modo se demuestra que él es el camino, la verdad y la vida. Porque no vino a los hombres con el poder, con el do minio, sino en un pesebre y en una cruz, y asi conquistó de una vez para siempre a cada hombre que busca la verdad y cree en el amor


(Fuente: L'Osservatore Romano)

viernes, 21 de octubre de 2022

22 de octubre 1978: Un obispo romano, hijo de Polonia

 


“El nuevo Obispo de Roma comienza hoy solemnemente su ministerio y la misión de Pedro. Efectivamente, en esta ciudad desplegó y cumplió Pedro la misión que le había confiado el Señor.

El Señor se dirigió a él diciendo: «...Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas adonde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras« (Jn 21, 18).

¡Pedro vino a Roma!

¿Qué fue lo que le guió y condujo a esta Urbe, corazón del Imperio Romano, sino la obediencia a la inspiración recibida del Señor? Es posible que este pescador de Galilea no hubiera querido venir hasta aquí; que hubiera preferido quedarse allá, a orillas del Lago de Genesaret, con su barca, con sus redes. Pero guiado por el Señor, obediente a su inspiración, llegó hasta aquí.

Según una antigua tradición (que ha tenido magnífica expresión literaria en una novela de Henryk Sienkiewicz), durante la persecución de Nerón, Pedro quería abandonar Roma. Pero el Señor intervino, le salió al encuentro. Pedro se dirigió a El preguntándole: «Quo vadis, Domine?: ¿Dónde vas, Señor?». Y el Señor le respondió enseguida: «Voy a Roma para ser crucificado por segunda vez». Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión.

Sí, hermanos e hijos, Roma es la Sede de Pedro. A lo largo de los siglos le han sucedido siempre en esta sede nuevos Obispos. Hoy, un nuevo Obispo sube a la Cátedra Romana de Pedro, un Obispo lleno de temblor, consciente de su indignidad. ¡Y, cómo no temblar ante la grandeza de tal llamada y ante la misión universal de esta Sede Romana!

A la Sede de Pedro en Roma sube hoy un Obispo que no es romano. Un Obispo que es hijo de Polonia. Pero desde este momento, también él se hace romano. Si, ¡romano! También porque es hijo de una nación cuya historia, desde sus primeros albores, y cuyas milenarias tradiciones están marcadas por un vínculo vivo, fuerte, jamás interrumpido, sentido y siempre vivido, con la Sede de Pedro; una nación que ha permanecido siempre fiel a esta Sede de Roma. ¡Oh, el designio de la Divina Providencia es inescrutable!”

(Juan Pablo II  de la Homilia en el comienzo de su pontificado, 22 de octubre 1978)


44 años de aquel «Non abbiate paura»« No tengáis miedo»

 


El 22 de octubre de 1978 comenzaba su pontificado un nuevo Obispo venido del Este, que había escogido llamarse Juan Pablo II  y en esta fecha celebramos ahora su memoria litúrgica:

“ un Obispo lleno de temblor, consciente de su indignidad. ¡Y, cómo no temblar ante la grandeza de tal llamada y ante la misión universal de esta Sede Romana! – decía en su homilía - A la Sede de Pedro en Roma sube hoy un Obispo que no es romano. Un Obispo que es hijo de Polonia. Pero desde este momento, también él se hace romano. Si, ¡romano! También porque es hijo de una nación cuya historia, desde sus primeros albores, y cuyas milenarias tradiciones están marcadas por un vínculo vivo, fuerte, jamás interrumpido, sentido y siempre vivido, con la Sede de Pedro; una nación que ha permanecido siempre fiel a esta Sede de Roma. ¡Oh, el designio de la Divina Providencia es inescrutable!”
“¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!

¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!

¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo”

(de su homilía)

 El 24 de abril de 2005 volvíamos a escuchar en la Plaza San Pedro esas mismas palabras proféticas en el solemne inicio del ministerio petrino de su sucesor

el Santo Padre Benedicto XVI : 

“En este momento mi recuerdo vuelve al 22 de octubre de 1978, cuando el Papa Juan Pablo II inició su ministerio aquí en la Plaza de San Pedro. Todavía, y continuamente, resuenan en mis oídos sus palabras de entonces:

“¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”

El Papa hablaba a los fuertes, a los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe. Sí, él ciertamente les habría quitado algo: el dominio de la corrupción, del quebrantamiento del derecho y de la arbitrariedad. Pero no les habría quitado nada de lo que pertenece a la libertad del hombre, a su dignidad, a la edificación de una sociedad justa” ….

 

“No tengáis miedo de Cristo!

Él no quita nada, y lo da todo.

Quien se da a él, recibe el ciento por uno.

Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida”

(de la homilia Santo Padre Benedicto XVI)

 

San Juan Pablo II ruega por nosotros y por la paz en el mundo entero!!

jueves, 20 de octubre de 2022

Jerzy Popieluszko 35 años de su asesinato por parte del régimen comunista

 


«Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 10).

 Se cumplió ayer un nuevo aniversario de la muerte del sacerdote Jerzy Popieluszko, beato, mártir de la fe y la libertad, capellán del movimiento Solidarnosc, asesinado hace 35 años, el 19 de octubre de 1984, cerca de Górsk, por agentes del gobierno de la entonces República Popular de Polonia, dirigido por el General Wojciech Jaruzelski.  Era su viaje de regreso a Varsovia desde Bydgoszcz, adonde había sido invitado para una velada de oración. 



Es significativo – decia Juan Pablo II en su homilía durante su visita en 1999,  el hecho de que don Jerzy Popieluszko haya partido precisamente de este templo para realizar su último viaje donde había tenido su ultima homilía ese mismo dia de su secuestro.  Durante los últimos decenios de este siglo, Bydgoszcz se distinguió por el signo particular de la «persecución por causa de la justicia». En efecto, aquí, durante los primeros días de la segunda guerra mundial, los nazis llevaron a cabo las primeras ejecuciones públicas de los defensores de la ciudad. El mercado viejo de Bydgoszcz es su símbolo. Otro lugar trágico es el así llamado «Valle de la muerte», en Fordon. ¡Cómo no recordar en esta ocasión al obispo Michal Kozal, quien, antes de ser obispo auxiliar de Wloclawek, fue pastor celoso de Bydgoszcz. Murió mártir en Dachau, testimoniando su inquebrantable fidelidad a Cristo. Muchas personas vinculadas a esta ciudad y a esta tierra también murieron así en los campos de concentración. Sólo Dios conoce con precisión los lugares de su suplicio y sufrimiento. En todo caso, mi generación recuerda el así llamado domingo de Bydgoszcz del año 1939. El Primado del milenio, el siervo de Dios cardenal Stefan Wyszynski, supo leer con perspicacia la elocuencia de aquellos acontecimientos. Habiendo obtenido en 1973, tras muchas tentativas, que las autoridades comunistas de entonces le dieran el permiso para construir en Bydgoszcz la primera iglesia después de la segunda guerra mundial, le confirió un extraño título: «Santos mártires hermanos polacos». El Primado del milenio quería expresar de esta manera su convicción de que la tierra de Bydgoszcz, probada por la «persecución por causa de la justicia», es un lugar adecuado para dicho templo. Conmemora a todos los polacos anónimos que, a lo largo de la historia ultramilenaria del cristianismo polaco, han dado su vida por el evangelio de Cristo y por su patria, comenzando por san Adalberto. En esta historia se inscriben las palabras pronunciadas durante el rezo del rosario: «A vosotros se os ha concedido la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él» (Flp 1, 29).

 

Jerzy Popieluszko habia nacido en el pequeño  pueblo de Okopya, Polonia del este, el 13 de septiembre de 1937 en una familia profundamente católica. Fue ordenado sacerdote por el cardenal primado Stefan Wyszynski el 28 de mayo de 1972. Trabajó en varias parroquias y finalmente fue designado a la parroquia de San Estanislao Kostka en Varsovia. Desde allí presto valiosísimos servicios al movimiento Solidarnosc. Cuando nacía el movimiento en 1980 los trabajadores le pidieron al cardenal Wyszynski un sacerdote para que celebrara la Misa y el Primado les envió a su “hijo predilecto” Popieluszko. De salud frágil supo luchar entusiastamente junto a los obreros por la verdad y la libertad y la vocación de cada hombre y mujer. Durante la difícil época de las huelgas en Gdansk, que pronto se extendieron a toda Polonia, la ley marcial, y el arresto de los lideres de Solidarnosc Popieluszko jugo un papel importantísimo con sus Misas por la patria,  por todos los presos y sus familias. Sus homilías en defensa de la verdad y los derechos humanos y sus fuertes criticas crisparon los nervios del règimen y originaron hostigamientos y persecuciones. No obstante Popieluszko apoyo a Solidarnosc con todas sus fuerzas. Atendía todos los juicios ganándose amigos y cada vez mayor confianza entre ellos pero acumulando enemigos en el régimen. El cardenal Glemp sostiene en una entrevista que concediera a 30 Giorni que sus homilías tenían “cierta resonancia”, pero que Popieluszko no utilizaba términos más duros o agresivos que otros sacerdotes. Era su capacidad para ganarse la confianza de los jóvenes lo que mas le preocupaba al régimen y asi fue generando antipatías y odios personales. Declarado enemigo del estado, registrado en la lista del Servicio Secreto, fue atacada su casa, y èl acusado de desviar su lucha por la libertad para sus propios intereses políticos. Constantemente amenazado, después de dos años de hostigamientos por parte del Servicio Secreto en otoño de 1984 su situación se había vuelto muy difícil y surgió la idea de enviarlo a estudiar a Roma, pero la decisión estaba en sus manos. Y el prefirió quedarse en Varsovia. Ocurrió un primer atentando el 13 de octubre (accidente provocado en la carretera – una táctica muy común aquellos tiempos - ) al que pudo escapar. Sin embargo en el segundo a los pocos dias el 19 de octubre de 1984 fue secuestrado, golpeado, asesinado y tirado a un gran dique cerca de Włocławek y su cuerpo recuperado el 30 de octubre de 1984.

Su funeral se realizo el 4 de noviembre de 1984 y fue la mayor concentración de gente después de la visita del Siervo de Dios Juan Pablo II a su patria en 1983.

La causa para su beatificación fue iniciada en 1997 y fue beatificado el 6 dejunio de 2010 en Varsovia. 


Invito visitar el sitio del  Museo enhonor al Beato Popieluszko 

miércoles, 19 de octubre de 2022

Bernard Lecomte: Hijo de la nación polaca (1 de 2)

 


He aquí que los venerables cardenales han elegido a un nuevo Obispo de Roma!. Lo han llamado de un país lejano…

La plaza de san Pedro, aquel 16 de octubre de 1978, prorrumpió en aplausos. algunos minutos antes, desde el balcón de las Bendiciones, el cardenal Pericle Felici anuncio el nombre del elegido por el cónclave: «…cardinalem Wojtyla!» Hugo un instante de sorpresa. ¿Quién? ¿Un africano? ¡No, un polaco!

El nombre del arzobispo de Cracovia era casi desconocido. Pero la sorpresa, de por si, ya era grande: ¡el nuevo Papa no era italiano! El colegio de cardenales había interrumpido una tradición de cinco siglos de antigüedad. Solo mas tarde, viendo a Juan Pablo II dar sus primeros pasos como Papa, los observadores entenderían que el nuevo obispo de Roma no es solo un «no italiano», sino que es polaco.

Karol Wojtyla nació en Polonia en mayo de 1920, en el tiempo en que su país acababa de recuperar la independencia después de ciento veinte años de ocupación extranjera. Hijo del capitán Karol Wojtyla, educado en el culto de Jozef Pilsudski, el vencedor de la batalla del Vístula en agosto de 1920, el futuro Papa se ve inmerso en el clima de fervor patriótico y de entusiasmo nacional!  «Mi país ha sobrevivido solo gracias a la cultura»  dirá, sesenta años después en un importante discurso en la UNESCO. Él, polaco, sabe que la cultura no es producto de fuerzas económicas, como afirman los marxistas, sino de la mente humana. Y que la comunidad natural de los hombres, la nación, es ante todo una realidad cultural. «Pensando en todas las culturas», añade el Papa ante la prestigiosa platea en junio de 1980, «deseo decir aquí en voz alta: ¡He aquí el Hombre!»

No habrá que sorprenderse de ver a este Papa predicar constantemente la realidad de la nación, hasta sugerir a la ONU la elaboración de una Carta de los derechos de las naciones: «No existen los derechos humanos», dice «donde los derechos de la nación son violados» No habrá que sorprenderse en oírle valorar la historia de cada nación, recordando a cada pueblo sus raíces cristianas: ¡cuántos aniversarios celebro, los de Santa Isabel (1981), San Casimiro (1984), San Metodio (1985) San Vladimiro (1988) y muchos más, hasta el bautismo de Francia por parte de Clodoveo (1996).

Este Papa, llegado de un país donde el régimen confisco la historia, no escatimo esfuerzos para recordar a los europeos que no debían ocultar sus raíces cristianas. Así, en Santiago de Compostela en noviembre de 1982, dijo: «Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te grito con amor a ti, antigua Europa: Encuéntrate a ti misma. Se tu misma. Redescubre tus orígenes. Reaviva tus raíces. Vuelve a vivir los valores auténticos que han hecho gloriosa su historia.» Se necesitaba que el Papa fuera «hijo de la nación polaca» para que se atreviera a hacer semejantes afirmaciones.

Polonia no es un país como los demás. En la  época en la que el pequeño Karol creció en Wadowice, en la Galicia occidental, Polonia era el país del mundo donde había más judíos. La historia de Europa lo decidió así. Su mejor amigo, Jerzy Kluger, era judío, como muchos otros de sus compañeros de futbol o de teatro: Goldberger, Selinger, Zweig, Beer y otros más. Cuando Polonia, en la década de 1930, se hunde en el antisemitismo de Estado, Karol sufre los efectos devastadores de ese veneno: piquetes ante las tiendas judías, insultos, pogromo, numerus clausus en la universidad, etc.  En 1945, cuando se libera a los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, no lejos de Cracovia donde vivió durante toda la guerra, el joven Wojtyla descubre, con horror, hasta que nivel de locura los nazis llevaron la abyección y el odio.

No habrá que sorprenderse tras su elección en 1978, de ver al Papa polaco emprender un largo y difícil proceso de reconciliación entre cristianos y judíos: visita la gran sinagoga de Roma en 1986, reconocimiento del Estado de Israel por parte del Vaticano, arrepentimiento frente al anti judaísmo cristiano, extraordinario viaje a Jerusalén en el año 2000, con una parada en el museo del Yad Vashem y una oración ante el Muro de las Lamentaciones. ¿Un papa africano,  italiano, brasileño o francés habría realizado tantos esfuerzos en este sentido? Es necesario recordar que del gran poeta Mickiewicz, emblema de la Polonia eterna, Juan Pablo II tomo la expresión «hermanos mayores» con la que se dirigió a los judíos.

(publicado en L'Osservatore Romano mayo 2011) 

martes, 18 de octubre de 2022

Bernard Lecomte: Y la Iglesia del silencio habló (en la voz de Juan Pablo II)

 


(En un artículo relativamente breve escrito para L’Osservatore Romano con motivo de la beatificación de Juan Pablo II,  el periodista y escritor francés Bernard Lecomte bosqueja  la singular influencia del papa polaco que con su lema «No tengáis miedo» dio inicio a una nueva era en la historia de la Iglesia y el mundo.)

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 Si bien Juan Pablo II dejo el recuerdo de un pastor excepcional, de un hombre de gran fe, de un intelectual fuera de lo común, permanecerá en la historia también como un Papa muy “político”, sobre todo por el papel que desempeñó en el final del comunismo en Europa. Ciertamente, el Papa jamás lanzo “cruzadas” contra uno u otro régimen:  «No hago política» dijo  un día a un periodista, «yo hablo del Evangelio, pero si hablar de la justicia, de la dignidad humana, de los derechos humanos, es hacer política, ¡entonces estamos de acuerdo!».

Hoy todos los historiadores concuerdan en que si el Papa elegido en octubre de 1978 hubiera sido italiano, español o francés, el curso de la historia, en el final del siglo XX habría sido distinto.

En efecto, recién elegido, se vio al nuevo Pontífice multiplicar signos, gestos e iniciativas en dirección Este. Durante la misa por el inicio de su ministerio petrino, el domingo 22 de octubre de 1978, después de haber lanzado su famoso «¡No tengáis miedo!, el Papa eslavo pronuncio saludos particulares en checo, eslovaco, ruso, etc. ¿Quién observa entonces que envía su birreta cardenalicia al santuario de Puerta de la Aurora en Vilna, capital de la catolicísima Lituania? ¿Quién se percata de que recibe, en primer lugar, al cardenal František Tomášek , primado de Bohemia y futuro padrino de la checoslovaca «revolución de terciopelo» 

«Santidad, no olvide a la Iglesia del silencio!» le dice una mujer en Asís el 5 de noviembre de 1978. Juan Pablo II le responde: «Ya no existe Iglesia del silencio porque habla con mi voz!»

El nuevo Papa no elabora proyecto alguno, no fomenta ningún complot para derrocar el sistema soviético. Sin embargo, es portavoz de una experiencia particular la de un sacerdote, un obispo, un cardenal llegado del otro lado del “telón de acero”. Su discurso es tan original como subversivo: al contrario que la mayor parte de los responsables occidentales de entonces, está convencido de que la división de Europa en dos es un incidente político y de que el marxismo-leninismo no es sino un paréntesis de la historia.

El camino espiritual y la enseñanza moral de Juan Pablo II han sido igualmente alentadores para los cristianos del Este, como los grandes temas que pronto constituyeron el armazón de su discurso político y social:

 

-          Ante todo el primado de la “cultura”, que impacto tanto en las mentes en el discurso y a la UNESCO el 2 de junio de 1980 y la insistencia en resucitar la historia, confiscada, de todos los pueblos sometidos:

-          La permanencia de la “nación”, célula primaria de la comunidad internacional, cuya existencia y soberanía no deben depender del beneplácito de cualquier entidad superior.

-          La opción por “Europa” como asociación de naciones que custodian su historia, su especificidad y también sus raíces cristianas, bien distinta, por lo tanto, de la Europa conflictiva de Yalta y de Helsinki.

-          Finalmente, la insistencia por los ”derechos humanos”, tema central de la enseñanza de Juan Pablo II desde su primera encíclica, Redemptor Hominis: la lucha por las libertades individuales y sobre todo por la mas intima: la libertad religiosa. El Papa no se conformó con traducir tales temas en homilías en Roma, sino que los llevo, a veces personalmente, a todos los rincones de Europa. Ante todo con sus viajes, empezando por la extraordinaria visita pastoral a Polonia en junio de 1979, que de algún modo supuso el arranque de la experiencia de Solidarność.  Después, mediante intermediarios: baste recordar la misión del cardenal Agostino Casaroli, enviado a representar al Papa en las ceremonias del milenario de la Iglesia de  Rusia, en junio de 1988. Finalmente mediante innumerables encuentros en el Vaticano, desde la primera audiencia concedida al ministro Andrei Gromyko (enero de 1979) al caluroso encuentro con el disidente  Andrei Sajarov (febrero de 1989)

El más sorprendente de estos encuentros fue, naturalmente, con Mijail Gorbachov, celebrado en el Vaticano el 1 de diciembre de 1989, algunos días después de la caída del Muro de Berlin, como un extraordinario símbolo del final de una época.

Varsovia, Moscú, Budapest, Berlín, Praga, Sofía y Bucarest se han convertido en las etapas de una larga peregrinación hacia la libertad, dijo el Papa ante el Cuerpo diplomático un mes después, antes de que Gorbachov mismo reconociera, en un artículo publicado en febrero de 1992: «Nada de lo que ha sucedido en Europa habría sido posible sin este Papa.»

viernes, 14 de octubre de 2022

Juan Pablo II Un papa que nunca muere

 


(el periodista de la TVP Krzysztof Tadej habla con el cardenal Stanislaw Dziwisz)

 

KRZYSZTOF TADEJ:  El 16 de octubre de 1978 cuando apareció el humo blanco  que paso?

CARDINAL STANISŁAW DZIWISZ: - Yo estaba parado entre la multitud en la Plaza San Pedro, del lado izquierdo, cerca de la fuente..

KT: A las 6.44 de la tarde en el balcón central de la Basilica de San Pedro apareció el Cardenal Pericle Felici.

SD: El cardinal Felici comenzó su  anuncio: ‘Annuntio vobis gaudium magnum – habemus papam… ‘(Les anuncio un gran gozo – tenemos Papa) Cuando pronunció el nombre  ‘Carolum’  mi corazón pego un brinco.  Y al rato el cardenal dijo: ´Wojtyla´ y entonces pensé: Ocurrió

KT: Y no, por ejemplo: Que maravilloso!

SD: Es muy difícil describir el gozo experimentado. Pero tuve una doble sensación que a pesar de sentir tremendo orgullo y felicidad era consciente que a partir de aquel momento todo cambiaría.  Y me inundó una cierta nostalgia. Además era consciente cuanta responsabilidad caía ahora sobre el cardenal Wojtyla.  La Iglesia y el mundo en un momento particular de la historia.  El Papa polaco se enfrentaría con un trabajo muy duro.

KT.  Como reacciono la gente mas allegada al cardenal?

SD: El entusiasmo era contagioso. Pero mucha gente no sabia de quien se trataba.   Preguntaban de donde era.  Y la plaza comenzó a llenarse muy pronto,  en cuanto trascendió el resultado del cónclave. Los romanos dejaron sus quehaceres para ir a ver al Santo Padre. Cuando Juan Pablo II apareció en el balcón, generó una increíble euforia.   Vivas, aplausos y algarabía.  Me di cuenta que el Papa de un país lejano se había ganado muy pronto los corazones de los habitantes de la Ciudad Eterna.   EL Cardenal Stefan Wyszynski me dijo más tarde que el temía aquel momento.   Se preguntaba como reaccionarían los romanos.  Lo aceptarán?  Pero la reacción al discurso del Santo Padre aclaro todo:  el mundo comenzó a amar a Juan Pablo II de inmediato.

 KT: El Cardenal Wyszynski quería que el papa fuese un italiano? Es verdad?

SD: Antes de partir de Polonia no había pensado en otra posibilidad. Pensaba que aun no era tiempo para un papa de un país extranjero.  Asi pensaba al entrar al primer cónclave cuando murió Pablo VI, y después al segundo.  Pero el tiempo del cónclave lo hizo reflexionar.  Entendió que el Espíritu Santo quería algo diferente. Cambió de parecer y después de la elección se acerco al Papa para alentarlo y expresarle su amistad y cercanía. Una vez el Santo Padre recordaba cómo fueron aquellos momentos.  El dijo que en aquel momento decisivo, cuando el caudal de votos se inclinaba hacia su elección, el Primado del Milenio se le acercó  y le dijo que no podría rechazarlo sino que debía aceptar la elección y además sugirió un nombre: Juan Pablo II. 

KT:  había pensado el  cardinal Wojtyla que podría ser elegido?

SD: Nunca habló de eso.  El tema no se tocaba y cuando alguien comenzaba a hablar de eso el simplemente interrumpía con una oración muy breve: Él Espíritu Santo indicará.

KT:  Cuando leemos memorias acerca de Karol Wojtyla, uno tiene la sensación que mucha gente había especulado acerca de esa elección.

SD: Me sorprende, pues nadie pensaba que no volvería del cónclave. Nunca se pensó en eso.  Bueno, había gente, especialmente en Cracovia, que decía a menudo: ´Es un sacerdote santo, un obispo santo´.  Algunos decían que podría ser Papa. Yo conocí a una religiosa de un Instituto Superior de Catequesis que decía si el cardenal Wojtyla es elegido papa seria una lástima porque Cracovia perdería un hombre prominente. Después de la muerte de Juan Pablo I se escuchaban otras versiones.  Algunos decían que nuestro cardenal había sido considerado durante el cónclave anterior.  Pero deberíamos recordar que solo eran  opiniones sueltas.   Mas tarde la situación tomo otro curso pues en cuanto fue pronunciado el nombre del nuevo Papa en la plaza San Pedro, el diario vaticano publico un dossier sobre el cardenal Wojtyla. Esta preparación de la prensa vaticana significaba que había sido considerado candidato.

KT: Y usted Cardenal? Alguna vez pensó que podría ocurrir?

SD: ya desde el comienzo yo era consciente con quien trabajaba. Veia la grandeza de Karol Wojtyla A pesar de su juventud pertenecía a las personas mas prominentes  de la Iglesia. Participaba en los sínodos junto a cardenales arzobispos y obispos de todo el mundo. Solo falto una vez: cuando las autoridades no le permitieron al cardenal Wyszynski ausentarse de Polonia, y en signo de solidaridad con el Primado, el cardenal Wojtyla tampoco fue al Sínodo.    Debemos reconocer que el sobresalía en aquellos foros. Sus participaciones no eran ignoradas.  Además el mantenía amistad con el papa Pablo VI. El Santo Padre lo invitaba a audiencias privadas, siempre que el cardenal Wojtyla estaba en Roma. Le confió también los ejercicios espirituales para el y toda la Curia romana demostrando su respeto y reconocimiento para la jerarquía polaca. El Cardenal Wojtyla era conocido en la Iglesia y sus opiniones eran altamente respetadas.  Era considerado  filosofo  y sacerdote prominente.  Era también centro de atención  en los medios cuando estaba en Roma.   El diario ¨L’Osservatore Romano´habia preparado las características de diez de los candidatos mas importantes,   entre ellos estaba Karol Wojtyla. Antes del cónclave me consultaron por su biografía.  Pero también otros diarios y revistas serios lo mencionaban como candidato a la sucesión de San Pedro.

KT: no había señales que sería elegido?  Una vez el cardenal me comento acerca de una situación extraña después de la muerte de Pablo VI. 

SD: Si increíble. A comienzos de Agosto de 1978 Karol Wojtyla se encontraba en las montañas Bieszczady con sus amigos. Debía enterarse de la muerte de Pablo VI. Al dia siguiente lo fui a ver. Estaban descendiendo de la montaña en un dia maravilloso. De repente debieron cruzar el rio San. Se sacaron los zapatos, y descalzos caminando sobre piedras llegaron al otro lado del rio. Y de repente se escucharon truenos.  De un cielo totalmente despejado. Ellos pensaron que era un signo.

KT: Y a usted no le sorprendió su elección?

SD: Yo no estaba sorprendido, aunque fue sorpresa para el mundo. Es comprensible pues habían sido italianos los elegidos papas durante cientos de años.  Hoy,  visto desde la perspectiva,  creo que la Divina Providencia lo preparo a Karol Wojtyla para grandes cosas. Eran un hombre de muchos talentos: filosofo, actor, poeta. Impresionaba a todos con su conocimiento de lenguas, que hablaba con facilidad. A pesar de sus muchas responsabilidades preparaba los bosquejos de sus discursos. Su colaboración con la curia era buena pero los temas básicos eran encarados por el metropolitano de Cracovia personalmente.

KT: volvamos al momento cuando Juan Pablo II apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro.  Después de su discurso y bendición desapareció dentro de la Basílica. Y usted cardenal?  Fue al Papa directamente?

SD: No era fácil, pues el cónclave aun continuaba. Sin embargo, el Papa quería verme y me llevaron al salón comedor, por decisión de la comisión. Me acompaño el secretario de Estado de la Santa Sede el cardenal Jean-Marie Villot.  El Santo Padre se levanto y me saludo cordialmente.

KT: Y que dijo el?

SD: ´Que lección me han dado´! Sonrió y más tarde, aunque no recuerdo exactamente el momento, agrego: ´mis salidas a esquiar se han terminado´´

KT: Y después que paso?

SD: después de la cena el Santo Padre fue a su habitación y comenzó a preparar el discurso para  el Colegio de Cardenales que daría al dia siguiente por la mañana en la Capilla Sixtina. Quería que me quedara,  pero más tarde fui al Colegio Polaco en Plaza Remuria donde habíamos estado viviendo antes del cónclave.  Yo quería compartir esos grandes momentos con los sacerdotes polacos que estaban celebrando la elección del nuevo papa.  Euforia, gozo, aplauso – no es fácil describir en palabras lo que estaba ocurriendo allí. De inmediato Polonia se convirtió en el centro de atención. Aparecieron muchos periodistas. Preguntaban por el país que le había dado al mundo al sucesor de San Pedro.  Se podía sentir que todos esperaban algo nuevo, una nueva apertura de la Iglesia y el mundo. El nuevo Papa auguraba esperanzas de cambios. 

Y al dia siguiente el Sacerdote Cardenal regreso al Vaticano y …..

El Palacio apostólico, o sea el hogar del Papa, fue cerrado después de la muerte de Juan Pablo I. El Cardenal Villot abria las puertas de los apartamentos en presencia del Santo Padre. Cuando lo estaba haciendo, me dió las llaves. En ese momento comenzó mi cuidado del orden del Palacio Apostolico.

Niedziela 41/2018 (14 X 2018)

 

Krzysztof Tadej,Niedziela,Dziwisz,Entrevistas,1978,