Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 12 de julio de 2025

San Benito, Juan Pablo II y Montecassino

 


“Escuchemos la voz de San Benito: de la soledad interior, del silencio contemplativo, de la victoria sobre el rumor del mundo exterior, de este «habitar consigo mismo», nace el diálogo consigo y con Dios, que lleva hacia las cumbres de la ascética y la mística.” Juan Pablo II 18 de mayo de 1979




Ayer recordamos a San Benito, abad, proclamado patrono y protector de Europa por el Santo Padre Pablo VI, el 24 de octubre de 1964, durante su visita a la Abadía de Montecassino, con ocasión de la Consagración del nuevo templo. San Benito también fue patrono del pontificado del Santo Padre Benedicto XVI.

Con ocasión del viaje a Roma para la beatificación de Juan Pablo II teníamos planeado visitar Mentorella y la Abadia de Montecassino y solo pudimos cumplir con una parte del sueño visitar Mentorella, y Montecassino quedó pendiente. Sin embargo aprovechando la festividad de San Benito quería recordar también Montecassino, un lugar tan significativo y tan caro a Juan Pablo II, por lo sagrado del lugar, por una parte, y por la otra tan trágicamente atado a la historia polaca donde en el cementerio polaco, mas de mil cruces recuerdan el heroísmo de los jóvenes que combatieron y murieron allí (no todos eran polacos).


Juan Pablo II nunca oculto el profundo amor por su patria, tampoco su dolor y su sufrimiento en momentos difíciles. Su discurso en su primer visita a Montecassino como Papa en 1979 con ocasión de conmemorarse los 35 años de aquel 18 de mayo de 1949 cuando “los soldados polacos del General Anders lograban izar la bandera polaca blanca y roja sobre los escombros todavía humeantes de la histórica abadía” es – aun teñido de dolor - un himno a sus compatriotas muertos, un canto de esperanza, en el cual nos invita “trazar un programa de vida a la luz de Montecassino y de San Benito, del mensaje de San Benito, que en síntesis – decía Juan Pablo II – es una invitación a la interioridad.”


Venid a Montecassino! – decía Juan Pablo II en su alocución - ¡Venid a meditar sobre la historia pasada y a comprender el significado auténtico de nuestra peregrinación terrena! ¡ Venid a recuperar paz y serenidad, ternura con Dios, y amistad con los hombres, para llevar de nuevo esperanza y bondad a las frenéticas metrópolis del mundo moderno, atormentadas y desilusionadas en la angustia de tantas almas!”

Como no aceptar una invitación tan abierta, tan sentida?

Es importante leer su alocución de 1979 para adentrarse un poco en el alma de este Papa polaco, poeta y pastor y es casi obligatorio leer su precioso Mensaje para el 50 aniversario de la Batalla de Montecasino para comprender el profundo amor a su patria, su sufrimiento por la tragedia de la guerra y la incomprensión de Occidente por la suerte de Polonia, invadida por este y oeste. Pero Juan Pablo II va mucho más allá de nuestras propias interpretaciones al expresar que “Montecassino encierra un significado mucho más antiguo que el que se le atribuyo en 1944. Hay que volver atrás quince siglos, a los tiempos de san Benito porque fue precisamente en Montecassino donde se erigió una de aquellas abadías benedictinas que iniciaron la formación de Europa, de la Europa cristiana. Montecassino fue el enfrentamiento de dos “proyectos” – dice Juan Pablo II - uno, tanto en oriente como en occidente, tendía a desarraigar a Europa de su pasado cristiano, ligado a sus patronos y en especial, a san Benito: el otro tendía a defender la tradición cristiana de Europa y el “espíritu europeo”. Hemos de orar concluye su Mensaje Juan Pablo II para que sepamos hacer buen uso de la libertad reconquistada a un precio tan alto: para volver a la herencia de san Benito y de san Cirilo y san Metodio, copatronos de Europa del este y del oeste.

En su mensaje al Abad de Montecassino el P. Bernardo D’Onorio, o.s.b. para el 60 aniversario de la destrucción de la Abadia de Montecassino Juan Pablo II recordaba Montecassino como “verdadera arca de un tesoro precioso de espiritualidad, de cultura y de arte. Para nosotros, los creyentes, el hecho de que el antiguo monasterio haya sido totalmente destruido por la guerra y después haya sido perfectamente reconstruido es una invitación a la esperanza, impulsándonos a ver en ello un símbolo de la victoria de Cristo sobre el mal y de la posibilidad que tiene el hombre de superar, con la fuerza de la fe en Dios y del amor fraterno, los conflictos más arduos para hacer que triunfen el bien, la justicia y la concordia.

Fotos de Abadia de Montecassino


 

 

 

viernes, 11 de julio de 2025

Joseph Ratzinger – Papa Benedicto XVI - EL coraje de la fidelidad (2 de 2)

 


Así que el martes 19 de abril, había humo blanco a las 5:50 p.m. (tiempo de Roma) fuera de la chimenea que está por encima de la Capilla Sixtina, indicando la elección de un nuevo Papa. Unos minutos más tarde el Cardenal Medina Estévez, pro Decano del Colegio Cardenalicio, aparecía en el balcón de la Basílica de San Pedro, y anunciaba en latín: "Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Josephum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger qui sibi nomen imposuit Benedicti Decimi Sexti." Qué significa: "Os anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa! El Eminentísimo y Reverentísimo Señor, el Señor Joseph de la Santa Iglesia Romana Cardenal Ratzinger, que ha tomado el nombre de Benedicto XVI

Entonces el 265 Sucesor de San Pedro - primer Papa alemán en mil años, y el Papa de mayor edad en más de 200 años (Juan XXIII fue electo Papa a la edad de 76 años) - aparecía en el balcón, y dirigía su primer mensaje a los fieles (vea página No. 2, mensaje Urbi et Orbi) llamándose "obrero humilde en la viña de Dios", ciertamente S. S. Joseph Ratzinger no había buscado ese trabajo, sabiendo que está humanamente hablando, sobre los límites que un ser humano pueden llevar. Hablando a los peregrinos alemanes reunidos en Roma el 25 de abril,  S.S. Benedicto XVI les dijo:  "Cuando, poco a poco, la tendencia de la votación me llevó a entender que, para decirlo simplemente, el hacha iba a caer sobre mí, mi cabeza empezó a girar. Yo estaba convencido que ya había llevado a cabo el trabajo de mi vida y podría esperar acabar mis días apaciblemente. Con convicción profunda, dije al Señor: ¡No me hagas esto! Tú tienes personas más jóvenes y mejores a tu disposición que pueden enfrentar esta gran responsabilidad con mayor dinamismo y mayor fuerza”. "Entonces fui muy tocado por una breve nota escrita para mí por un hermano Cardenal. Él me recordó que en la ocasión de la Misa fúnebre de Juan Pablo II, yo había basado mi homilía, empezando por el Evangelio, en las palabras del Señor a Pedro en el Lago de Genezaret:  !Sígueme! '. Yo hablé de cómo, de nuevo y de nuevo, Karol Wojtyla recibió esta llamada del Señor, y cómo como él,  tenía que renunciar a mucho y simplemente decir: Sí, yo te seguiré, aun cuando me lleves a donde yo nunca quise ir. Este hermano Cardenal me escribió: Si es el Señor el que le dice ahora, `Sígueme', entonces recuerde lo que usted predicó. ¡No se niegue! Sea obediente de la misma manera que usted describió al gran Papa que ha vuelto a la casa del Padre. Esto me movió profundamente. Los caminos del Señor no son fáciles, pero nosotros no fuimos creados para una vida fácil, pero para las cosas grandes, para la bondad. Así, al final yo tenía que decir ‘sí’. Yo confío en el Señor y confío en ustedes, estimados amigos."

Fue el Cardenal Ratzinger quien había sido escogido por Juan Pablo II para escribir las meditaciones y oraciones para las Estaciones de la Cruz de viernes Santo, del 25 de marzo de 2005. 

Esto es lo que él escribió como meditación y oración para la novena Estación de la Cruz; Jesús cae por tercera vez,:

“¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres en general, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? ¡Cuántas veces se abusa del santo sacramento de su presencia, en qué vacío y maldad de corazón entra él con frecuencia! ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta siquiera de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y también entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo más profundo del alma: Kyrie, eleison - «Señor, sálvanos» (cf. Mt 8,25).”

Dos días después, cerca del Vaticano,  el Cardenal Ratzinger se encontró en la calle con un Monseñor jubilado de la curia que le pidió la razón por haber dado lo que le parecía una reflexión descorazonada. "Nosotros debemos orar mucho, nosotros debemos orar mucho," le contestó el futuro Benedicto XVI. "Usted no nació ayer; usted entiende lo que estoy hablando; ¡Usted sabe lo que significa - Nosotros sacerdotes! Nosotros sacerdotes"! él concluyó en un tono de suplica, agregando, "Recuerda la oración al Sagrado Corazón en la que nosotros pedimos perdón particular por los pecados de los sacerdotes. Yo sé que hiere el decir que el barco está alojando agua de cada lado, pero es verdad, es verdad. Nosotros sacerdotes..." Golpeado por la manera en la que Ratzinger le dijo, "nosotros sacerdotes, nosotros sacerdotes," el Monseñor reconoció su sufrimiento interno, y no le preguntó nada más. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Ratzinger estaba bien consciente del  estado de la Iglesia. En la apertura del Cónclave, él entregó una homilía en la que no escatimó esfuerzos para recordar a los Cardenales electores sobre la gravedad de los tiempos lo que atrajo a comentaristas a decir que Ratzinger ciertamente no tenía ninguna intención de ser electo Papa: "Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en recientes décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas maneras de pensamiento. El barco pequeño del pensamiento de muchos cristianos se ha echado a menudo sobre estas olas - echados de un extremo al otro: del Marxismo al liberalismo, incluso al libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un misticismo religioso vago; del agnosticismo al sincretismo y así continúa. Todos los días nacen nuevas sectas, y lo que San Pablo dice sobre la decepción humana y el engaño que se esfuerzan por incitar a las personas en el error (cf. Ef 4: 14) se hace realidad. "Hoy, el tener una fe clara basada en el Credo de la Iglesia es etiquetada a menudo como fundamentalismo. Considerando que el relativismo, es decir, permitiendo a sí mismo ser ‘tirado aquí y allí, llevado por cada viento de doctrina’, parece la única actitud que puede hacer frente a los tiempos modernos. Nosotros estamos construyendo una dictadura de relativismo que no reconoce nada como definitivo, y cuya última meta consiste solamente en el propio ego de sus deseos."

 

AlainPilote – Michael Journal

 

Y en ese mismo enlace biografia de Joseph Ratzinger


Joseph Ratzinger – Papa Benedicto XVI - El coraje de la fidelidad (1 de 2)

 




En su primera audiencia general del 27 de Abril de2005, S.S. Benedicto XVI explicó la razón del nombre de “Benedicto” que eligió al ser nombrado Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal: He querido llamarme Benedicto XVI para vincularme idealmente al venerado Pontífice Benedicto XV, que guió a la Iglesia en un período agitado a causa de la primera guerra mundial.

Fue intrépido y auténtico profeta de paz, y trabajó con gran valentía primero para evitar el drama de la guerra y, después, para limitar sus consecuencias nefastas. Como él, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido de que el gran bien de la paz es ante todo don de Dios, don —por desgracia— frágil y precioso que es preciso invocar, conservar y construir día a día con la aportación de todos.

El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran "patriarca del monacato occidental", san Benito de Nursia, copatrono de Europa juntamente con san Cirilo y san Metodio, y las santas Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Edith Stein. La progresiva expansión de la orden benedictina, por él fundada, ejerció un influjo inmenso en la difusión del cristianismo en todo el continente. Por eso, san Benito es también muy venerado en Alemania y, particularmente, en Baviera, mi tierra de origen; constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización.

De este padre del monacato occidental conocemos la recomendación que hizo a los monjes en su Regla:  "No antepongáis absolutamente nada a Cristo" (Regla 72, 11; cf. 4, 21). Al inicio de mi servicio como Sucesor de Pedro pido a san Benito que nos ayude a mantener firmemente a Cristo en el centro de nuestra existencia. Que él ocupe siempre el primer lugar en nuestros pensamientos y en todas nuestras actividades.”

Muchos Cardenales decian que fue su homilía en el entierro del Papa, y la manera en la que él se manejó los días siguientes, lo que los convenció de que él sería el mejor candidato para ser el próximo Papa. Todos sabíamos que él era el amigo más íntimo de Juan Pablo II en la Curia, el más inteligente de todos los Cardenales, y ciertamente uno de los más santos. Incluso antes del entierro, nadie le hubiera dado oportunidad alguna al Cardenal Ratzinger para el Papado, teniendo en mente lo que los medios de comunicación seculares dijeron sobre él, "Él es demasiado viejo, demasiado conservador, demasiado polémico (detestado por los liberales)," etc.

Pero el milagro sucedió: Dentro de las 24 horas después del inicio del Cónclave, el Cardenal Joseph Ratzinger consiguió de los 115 Cardenales electores, por encima de los 77 votos necesarios en la cuarta papeleta de voto, (unas dos-terceras partes de la mayoría) para ser el próximo Soberano Pontífice. (Según la Revista Time, en el cuarto voto, Ratzinger había ganado 95 de los 115 votos.) Como Eggy Noonan del Periódico Wall Street escribió: "Era imposible. Pero sucedió. Nadie realmente estaba considerando al Cardenal Ratzinger, hasta esa Misa (funeral).  Se decia “para aquéllos que están siguiendo la canonización de Juan Pablo II, por favor noten: su primer milagro es Benedicto XVI." El Cardenal Meisner de Colonia dijo: "Yo he conocido al Papa (Ratzinger) durante 35 años; él tiene la inteligencia de 12 profesores y es tan pío como un niño en el día de su Primera Comunión, y nosotros somos amigos. Cuando miré que a los 78 años, una edad cuando otros están jubilados, él debía encargarse de semejante gran misión, y lo hizo así con tal deleite e inteligencia, yo fui agobiado interiormente, y las lágrimas fluyeron."

 

San Benito de Nursia

 

La Santa Cruz sea mi luz, no sea el demonio mi guía, ¿Apártate Satanás! No sugieras coas vanas, maldad es lo que brindas, bebe ú mismo el veneno”



 

La liturgia de la Iglesia Católica celebra a San Benito Abad en dos ocasiones. El día 21 de marzo es la fecha tradicional para conmemorar el Tránsito de San Benito, o sea el día de su muerte y entrada al cielo. El día 11 de julio, que recuerda la Traslación de las reliquias de San Benito desde Montecassino hasta el monasterio de Fleury, en Francia, fué la fecha elegida por el Papa Pablo VI para conmemorar a San Benito como Patrono de Europa.

 Juan Pablo II en su recordada visita aMontecassino (para él también una experiencia fuerte como polaco) sintetizaba “De su vida interesante y venturosa recordemos sólo los extremos: Nacido en Nursia hacia el 480, o sea en las montañas interiores de la Umbría, Benito estudió algún tiempo la retórica en Roma, después, asustado o disgustado por la corrupción del ambiente, se retiró junto al lago Aniene, en Subiaco, en la soledad, donde surgieron nada menos que 13 monasterios. Obligado a abandonar el valle del Aniene, Benito se dirigió a esta alta colina que domina la villa de Cassino, donde en el 529 fundó el célebre monasterio y se dedicó a !a evangelización de aquellas poblaciones todavía paganas, mientras su hermana Escolástica dirigía el cenobio de las religiosas.”

Dotado de una profunda sensibilidad humana, San Benito en su proyecto de reforma de la sociedad miró sobre todo al hombre, siguiendo tres líneas directivas:

 

— el valor del hombre individual. como persona;

— la dignidad del trabajo, entendido como servicio a Dios y a los hermanos;

— la necesidad de la contemplación, o sea, de la oración: habiendo comprendido que Dios es el Absoluto, y que vivimos en el Absoluto, el alma de todo debe ser la oración: Ut in omnibus glorificetur Deus (Regla).

San Benito fue el patrono del pontificado de Benedicto XVI, quien en brevísimas palabras nos revela el “secreto” de este “fundador del monacato occidental” en una Audiencia : “Al contemplar a Dios comprendió la realidad del hombre y su misión. En su Regla se refiere a la vida monástica como «escuela del servicio del Señor» (Prol. 45) y pide a sus monjes que «nada se anteponga a la Obra de Dios» (43, 3), es decir, al Oficio divino o Liturgia de las Horas. Sin embargo, subraya que la oración es, en primer lugar, un acto de escucha (Prol. 9-11), que después debe traducirse en la acción concreta. «El Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos», afirma (Prol. 35). 

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miércoles, 9 de julio de 2025

“Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado”

 

 “El hombre es un ser que busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar. Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la vida humana.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Varios son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma
humana precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el hombre llega fácilmente a su “¡eureka!”, ¡he encontrado! Otras veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo. (...)

 No son pocos los hombres que han descrito su búsqueda de Dios por los caminos de la propia vida. Son aún más numerosos los que callan considerando como su misterio más profundo y más íntimo todo lo que han vivido en esos caminos: lo que han experimentado, cómo han buscado, cómo han perdido la orientación y cómo la han encontrado de nuevo.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Y hasta después de haberlo encontrado, sigue buscándolo. Y si lo busca sinceramente, lo ha encontrado ya; como dice Jesús al hombre en un célebre paso de Pascal: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (B. Pascal, Pensées, 553: Le mystère de Jésus).

Esta es la verdad sobre el hombre. No se la puede falsificar. Tampoco se la puede destruir. Se la debe dejar al hombre, porque lo define.

  

lunes, 7 de julio de 2025

Iconografía: un camino de santidad (2 de 2)

 


¿Otros secretos del oficio de iconógrafo?

El icono consume. Como cuando se estudia, se tiene hambre, tienes necesidad de ir a la cocina a a tomar algo, a comer. Recuerdo que durante mis estudios  de iconografía, el maestro en determinados momentos desaparecía, y yo pensaba que había ido a la habitación a orar. Y sin embargo iba a la cocina, se preparaba una infusión, chocolate, te y después volvía con biscochos.  Las personas más rigidas quedaban perplejas, pero el maestro respondia: “El icono consume, tienen necesidad de algo dulce, vengan a recuperarse, esta es la ternura de Dios.”

 

¿Como se lleva a cabo la selección del tema? ¿El icono puede representar un estado de ánimo del iconógrafo?

El estado de ánimo forma parte. Claro, hay periodos en los cuales el estado de ánimo está inquieto y me doy cuenta que tengo más necesidad e oración, de confesión.  Te sientes apesadumbrado  por cosas de la vida que derivan de la incapacidad de abandonarte; en estos momentos es mejor no trabajar. La selección del tema nunca depende del iconógrafo.  Al inicio del recorrido la selección puede parecer nuestra, sientes que quieres hacer un tipo de icono; en realidad es el momento en el que, precisamente a través de la escritura de aquel icono, Cristo te hace sentir la necesidad de Él, de su rostro. Comienza un diálogo, una sinergia con Dios. El se sirve de tu obra, y de ahí que el iconografo exprese el concepto del “siervo inútil”, Hay momentos en los cuales siento el peso de tener que ponerme a trabajar. La Deesis, or ejemplo,la he estado escribiendo durante dos años y medio. Por eso cuando la veo en la iglesia pienso cuantas personas habrán orado ante aquel icono.  ¿Sabemos el valor que puede tener mi cansancio? EL Señor se ha servido de aquella obra, ¿Por qué? La inutilidad no está en aquello que haces. Hay un momento en el que sientes el peso de la servidumbre pero después aquel peso no lo sentirás más pues el Señor te lo quita. Este es el servicio gratuito dado a la Iglesia.  No quiero entrar en comparaciones con el Papa Wojtyla, pero quien sabe cuántas veces habrá sentido aquel peso. No quería hacer ciertas cosas y las hacia, las llevaba a término, para finalizada la tarea, presentarlas como sobre una bandeja de plata al Señor. Esta es la inutilidad: “He terminado mi trabajo, ahora es Tuyo, Señor”.

 

Juan Pablo II hablando de la templanza, invitaba a la belleza interior a la cual se llega por medio de la humildad. ¿Podemos encontrar esta virtud también en la icnografía?

En la vida existen momentos en los cuales uno es más humilde, más moderado, momentos en los cuales percibes mejor la belleza, pero también momentos de introversión, porque te aceptas menos. Afortunadamente para nosotros el Señor no lleva una agenda donde escribe nuestras faltas, no se reserva un rostro severo sino amoroso, valorando nuestra vida en su integridad.  La templanza es una virtud del hombre: la percibes, la vives, se manifiesta, pero no es algo que se pueda expresar con imágenes: en el momento en el que la expreso con imágenes, es una verdad que va explicada y entramos en el plano alegórico, no simbólico. La templanza en el icono se podría comparar con la armonía de colores. En la física la introducción de la luz produce un determinado color. Si este concepto lo transportamos a un nivel espiritual se asume que la luz es Cristo y cada uno de nosotros, absorbiendo la luz puede ser considerado un color. El mío será azul, el tuyo amarillo: todos somos luces de Cristo, y formamos parte del arco iris.

 

Hoy la gente está en continua búsqueda de espiritualidad. ¿Podemos hablar de un redescubrimiento del icono?

Durante mis cursos el aula está en continua búsqueda: el sentido de lo sagrado es fuerte. Cuando ocurre que el hombre se aleja de Dios, en un determinado momento retorna al Padre, El Padre Florenski comparaba el icono con la ventana. Si estoy en una habitación oscura, mis ojos terminan por ver también en la oscuridad porque se acostumbran. Pero de pronto se abre una ventana y entra un haz de luz, no solo veo mi habitación ahora completamente distinta, sino que percibo los colores que antes no lograba distinguir: veo una cantidad de pormenores, también las sombras. Apenas entra la luz de Dios comienzo a conocerlo y a distinguir la sombra de mi vida, de mis limites. Me resguardo a la  luz de Cristo y ya no podría vivir sin ella. Nadie que se haya encontrado con Cristo puede ya volver a cerrar la ventana.

(Aleksandra Zapotoczny y Michele Smits para TotusTuus, Boletin mensual de la Postulacion de la Causa de Beatificación y Canonización de Juan Pablo II, Nros 7-8 Julio/Agosto 2008.)

 

 En este enlace el libro completo del Padre Alfredo Sáenz: EL ICONO El esplendor de lo sagrado (en varios formatos)

Iconografía: un camino de santidad (1 de 2)

 



«Cuando escribo un icono no me doy cuenta del paso del tiempo. Entro en aislamiento, en un aislamiento del corazón. En estos momentos no estoy en el krònos sino en el kairòs, tiempo de Dios, uno de los grandes dones de la iconografía. Y el icono lo escribo en mi “habitación de los iconos”, una habitación de mi casa, que es la habitación de mi vida.»  

Quien habla es la profesora Luciana Siotto, iconógrafa desde los quince años, discípula del padre Egon Sendler. Se despertó en ella la pasión por Rusia cuando su padre la llevaba a ver iglesias orientales, y sus primeras lecturas fueron precisamente libros rusos. Durante los años de universidad se interesó por el existencialismo ruso y en estos estudios también se gradu0o. Después frecuentó cursos  de teología y liturgia oriental.

En los años 90 contrajo una enfermedad grave que la obligó a permanecer recluida en su casa durante seis años. La iconografía le ha devuelto la vida. «Escribir iconos – dice la profesora – es también un camino terapéutico para la persona, porque se está en permanente contacto con la belleza, al nivel de la sabiduría divina y de la paz. Cada cosa tiene un significado espiritual, hasta el esfuerzo en preparar la tabla, que debe ser  blanca, lisa, sobre la que el rostro de Dios pueda revelar su ternura, semejante a la confesión, a la reconciliación.»  Para Luciana Siotto los iconos se “escriben”, no se pintan. El icono es la imagen visible del Dios invisible, es un patrimonio religioso, litúrgico, espiritual, pero este patrimonio – explica - , es necesario aprender a leerlo.   «Cuando existe todo un proceso de desacralización de la vida, se pierde la capacidad de lectura d elo sagrado, a través de las imágenes. Estoy haciendo esta obra de recuperación,. Aquellos que tienen la fortuna de recuperar lo sagrado a trvés de la vida de Dios, sacian nuevamente su sed en esta fuente.»

Es necesario tener vocación o basta el talento para escribir iconos?

La formación del iconógrafo es una formación espiritual.  Si el señor te ha dotado de talento, resultará un icono bello, si en cambio no tienes talento, resultara un icono bueno o tan solo un icono.  Si el Señor te da ambas cosas, serás un iconógrafo de alto nivel. Si no se recorre un camino de espiritualidad no es posible ser buen iconógrafo. La  belleza del icono se manifiesta cuando en ese está la bondad de Dios y la verdad, muy importante porque también es parte del esfuerzo del iconógrafo. El icono, en otras palabras, es algo muy distinto del arte sagrado. Los cursos breves o semanales de iconografía echan por tierra en gran parte el significado del icono; no se entra en una trayectoria  de iconografía seria porque el tiempo es demasiado limitado. El icono está ligado a cánones expresivos, que son cánones simbólicos. El nivel narrativo y alegórico caen fuera del icono, ahí solo está presente el nivel simbólico que se da a conocer. La iconografía debe ser estudiada durante años y acompañada por un adecuado recorrido espiritual.

Como se evidencia la maduración del iconógrafo?

Durante su formación los discípulos descubren la necesidad de ser humildes dentro del grupo, de aceptar al más apto: las situaciones hacen verte como eres, te asaltan los demonios de los celos y de la envidia. Y todo esto es purificación.  En otras palabras, la icnografía es un camino de santidad.  En una ocasión preparé un color esplendido, bellísimo, perfecto, me apresuré a presentárselo al maestro quien, sin embargo, me ordenó tirar todo. Me lo dijo delante de todos, y er ala única que debía repetir el ejercicio desde cero: me dejo muy mal. De todas maneras tire todo, limpie la paleta, arme nuevamente los colores y me dirigí otra vez al maestro. Esta vez me dijo: “Buenísimo, perfecto”. Maestro – le respondí – pero este es igual al anterior, ¿Por qué me lo ha hecho tirar antes?, y él me respondió: “Quería saber si obedecías”.

Antes de comenzar a escribir un icono el iconógrafo recita una oración…

La oración debe ser la oración de una vida. Es necesario entrar en un espacio de oración. Entonces puedo sentarme y olvidarme de haber recitado la oración inicial, porque estoy en una vida de oración. Se reza una oración antes de comenzar cada obra, que vale para todo el recorrido, y es un recorrido que puede durar mese so años, depende del icono a realizar. Ser cita una oración en la que se le pide la Señor que esa obra sea Suya y para El, y no de la persona que la está haciendo. Se pide al Señor acompañar los gesto sy el corazón.  Se le pide también dejar de lado cualquier error y que el iconógrafo pueda verlo siempre para no dejarse ganar por la soberbia. En el icono siempre se comete algún error lo cual no deja de ser una suerte porque estamos en el ámbito de la sinergia entre la revelación de Dios y el miserere del hombre. El hombre siempre toma conciencia que todo proviene de Dios, cuando se enfrenta con sus propios límites. La oración se recibe del maestro iconógrafo, que la da a los discípulos y yo también se la transmito a mis discípulos.

(En este enlace el libro completo del Padre Alfredo Sáenz: EL ICONO El esplendor de lo sagrado -en varios formatos-)