Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 20 de marzo de 2025

La santidad un don de Dios pero también un deber del hombre – Slawomir Oder

 


¡Ser santos! Pensar en esta realidad, tomar conciencia de lo que significa la llamada bautismal me recuerda siempre el bellísimo cuadro de Caravaggio que se encuentra en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma: La llamada de Mateo. Jesús que entra en la habitación donde Mateo, con un grupo de hombres inclinados sobre una mesa, están en pleno debate. Mateo se da cuenta de esta presencia y percibe la mano que Jsús tiende hacia ellos. Sorprendido casi perturbado, se señala a si mismo al mismo tiempo que su gesto y y su mano expresan elocuentemente una pregunta: «me lo dices a mi? ¿me llamas a mi precisamente?» Toda la dinámica del encuentro entre el Maestro y el publicano contiene el sabor delo increíble. Mateo está sorprendido, intrigado, confndido. Atónito, consciente de su propia culpa, que como un abismo lo separa de Jesús, se siente, por otro lado, atraído irresistiblemente por la bondad de  quien le ofrece su confianza y su amistad. ¡Es el comienzo de una gran aventura!

Como dijo Juan Pablo II e 1997 en la homilía durante la Misa de beatificación de Karolina Kózkówna en Tárnow (Polonia), en nuestra vida el encuentro con un santo hace surgir en nosotros sentimientos de vergüenza y de esperanza. Sentimos vergüenza por nuestras propias faltas y la distancia entre la santidad y nuestra vida real: esperanza, porque no hay santo que no haya experimentado la misma insuficiencia y no haya luchado y combatido contra su propia debilidad alzando el vuelo hacia lo alto con la ayuda de la gracia de Dios.  Los santos son la prueba más clara de la veracidad delas palabras del arcángel Gabriel a María: «Nada es imposible para Dios!»

La santidad es, por lo tanto, un don de Dios, pero es también un deber del hombre. La constante y diaria superación de si mismo y de sus propios límites, la sorprendente pregunta:«Me lo dices a mi?» en boca de Mateo, que nos hace sonrojar. Una pregunta que hace sentirnos revestidos de la confianza de Dios, que nos asusta pero a la vez nos da alas…. He aquí el esfuerzo de ser hombre y el fascinante desafío de vivir como santo.  En la práctica, el esfuerzo por superarse a si mismo por perseverar en el bien y reencontrar la fuerza diaria en Aquel que nos renueva su confianza se exterioriza en el cumplimiento de las virtudes. Todo retrato de santidad es un mosaico de virtudes, es un confluir de la fe, la esperanza y la caridad, abundante prudencia, justicia, fortaleza, templanza, y una competición entre pobreza, castidad, obediencia y humildad.

(Slawomir Oder, Postulador de la causa de beatificacion y canonización de Juan Pablo II, Totus Tuus Boletin mensual de laPostulacon Nr 1 enero 20008 - Editorial)

 

miércoles, 19 de marzo de 2025

San José Obrero

 


El 1ro de mayo de 2005 – Memoria de San José Obrero - el Santo Padre Benedicto XVI se dirigía por primera vez a los fieles desde la ventana - cito sus palabras -
“que la amada figura de mi predecesor ha hecho familiar a innumerables personas en el mundo entero. Y pensamos también en la otra ventana. De domingo en domingo, Juan Pablo II, fiel a una cita que se transformó en una amable costumbre, acompañó durante más de un cuarto de siglo la historia de la Iglesia y del mundo, y nosotros seguimos sintiéndolo más cercano que nunca. Mi primer sentimiento es, una vez más, de gratitud a quienes me han sostenido con la oración durante estos días, y a cuantos, desde todas las partes del mundo, me han enviado mensajes de felicitación.”


[…]
Al hablar de San José obrero agregaba:
“Hoy iniciamos el mes de mayo con una memoria litúrgica muy arraigada en el pueblo cristiano, la de San José Obrero. Y, como sabéis, yo me llamo José. Fue instituida por el Papa Pío XII, de venerada memoria, precisamente hace cincuenta años, para destacar la importancia del trabajo y de la presencia de Cristo y de la Iglesia en el mundo obrero. Es necesario testimoniar también en la sociedad actual el "evangelio del trabajo", del que habló Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens. Deseo que jamás falte el trabajo, especialmente a los jóvenes, y que las condiciones laborales sean cada vez más respetuosas de la dignidad de la persona humana.


Pienso con afecto en todos los trabajadores, y saludo a los que están reunidos en la plaza de San Pedro, pertenecientes a numerosas asociaciones. En particular, saludo a los amigos de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos (ACLI), que este año celebran el sexagésimo aniversario de su fundación, y les deseo que sigan viviendo la opción de "fraternidad cristiana" como valor que es preciso encarnar en el ámbito del trabajo y de la vida social, para que la solidaridad, la justicia y la paz sean los pilares sobre los que se construya la unidad de la familia humana.


Por último, dirijo mi pensamiento a María: a ella está dedicado particularmente el mes de mayo. Con la palabra, y más aún con el ejemplo, el Papa Juan Pablo II nos ha enseñado a contemplar a Cristo con los ojos de María, especialmente valorando la oración del santo rosario. Con el canto del Regina caeli encomendemos a la Virgen todas las necesidades de la Iglesia y de la humanidad.”


Invito visitar post del año pasado: San José Patrono de la Iglesia Universal – Papa Francisco

San José: «José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24);

 


En las palabras de la «anunciación» nocturna, José escucha no sólo la verdad divina acerca de la inefable vocación de su esposa, sino que también vuelve a escuchar la verdad sobre su propia vocación. Este hombre «justo», que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor.

«José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24); lo que en ella había sido engendrado «es del Espíritu Santo». A la vista de estas expresiones, ¿no habrá que concluir que también su amor como hombre ha sido regenerado por el Espíritu Santo? ¿No habrá que pensar que el amor de Dios, que ha sido derramado en el corazón humano por medio del Espíritu Santo (cf. Rom 5, 5) configura de modo perfecto el amor humano? Este amor de Dios forma también —y de modo muy singular— el amor esponsal de los cónyuges, profundizando en él todo lo que tiene de humanamente digno y bello, lo que lleva el signo del abandono exclusivo, de la alianza de las personas y de la comunión auténtica a ejemplo del Misterio trinitario.

«José ... tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo» (Mt 1, 24-25). Estas palabras indican también otra proximidad esponsal. La profundidad de esta proximidad, es decir, la intensidad espiritual de la unión y del contacto entre personas —entre el hombre y la mujer— proviene en definitiva del Espíritu Santo, que da la vida (cf. Jn 6, 63). José, obediente al Espíritu, encontró justamente en El la fuente del amor, de su amor esponsal de hombre, y este amor fue más grande que el que aquel «varón justo» podía esperarse según la medida del propio corazón humano.

En la liturgia se celebra a María como «unida a José, el hombre justo, por un estrechísimo y virginal vínculo de amor»[31]. Se trata, en efecto, de dos amores que representan conjuntamente el misterio de la Iglesia, virgen y esposa, la cual encuentra en el matrimonio de María y José su propio símbolo. «La virginidad y el celibato por el Reino de Dios no sólo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y vivir el único misterio de la Alianza de Dios con su pueblo»[32], que es comunión de amor entre Dios y los hombres.

Mediante el sacrificio total de sí mismo José expresa su generoso amor hacia la Madre de Dios, haciéndole «don esponsal de sí». Aunque decidido a retirarse para no obstaculizar el plan de Dios que se estaba realizando en ella, él, por expresa orden del ángel, la retiene consigo y respeta su pertenencia exclusiva a Dios.

Por otra parte, es precisamente del matrimonio con María del que derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús. «Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la beatísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella»[33].

(de la Exhortacion Apostolica Redemptoris Custos de Juan Pablo II sobre la fitura y la mision de San Jose en la vida de Cristo y de la Iglesia)

 

Invito visitar post del año pasado : San José Patrono de la Iglesia Universal – Papa Francisco

viernes, 14 de marzo de 2025

El sacramento de la Penitencia

 


El sacramento de la Penitencia ofrece al pecador la « posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación »,(15) obtenida por el sacrificio de Cristo. Así, es introducido nuevamente en la vida de Dios y en la plena participación en la vida de la Iglesia.

Al confesar sus propios pecados, el creyente recibe verdaderamente el perdón y puede acercarse de nuevo a la Eucaristía, como signo de la comunión recuperada con el Padre y con su Iglesia. Sin embargo, desde la antigüedad la Iglesia ha estado siempre profundamente convencida de que el perdón, concedido de forma gratuita por Dios, implica como consecuencia un cambio real de vida, una progresiva eliminación del mal interior, una renovación de la propia existencia. El acto sacramental debía estar unido a un acto existencial, con una purificación real de la culpa, que precisamente se llama penitencia. El perdón no significa que este proceso existencial sea superfluo, sino que, más bien, cobra un sentido, es aceptado y acogido.

En efecto, la reconciliación con Dios no excluye la permanencia de algunas consecuencias del pecado, de las cuales es necesario purificarse. Es precisamente en este ámbito donde adquiere relieve la indulgencia, con la que se expresa el « don total de la misericordia de Dios ».(16) Con la indulgencia se condona al pecador arrepentido la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa.

Juan Pablo II « Incarnationis mysterium » Bula de Convocacion del Gran Jubileo del año 2000

 

La peregrinación y la puerta santa « Aquí está la puerta del Señor, por ella entran los justos » (Sal 118 [117],20)

 


La peregrinación ha sido siempre un momento significativo en la vida de los creyentes, asumiendo en las diferentes épocas históricas expresiones culturales diversas. Evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor: es ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón. Mediante la vela, el ayuno y la oración, el peregrino avanza por el camino de la perfección cristiana, esforzándose por llegar, con la ayuda de la gracia de Dios, « al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo » (Ef 4, 13).

La peregrinación va acompañada del signo de la puerta santa…Ella evoca el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia. Jesús dijo: « Yo soy la puerta » (Jn 10, 7), para indicar que nadie puede tener acceso al Padre si no a través suyo. Esta afirmación que Jesús hizo de sí mismo significa que sólo Él es el Salvador enviado por el Padre. Hay un solo acceso que abre de par en par la entrada en la vida de comunión con Dios: este acceso es Jesús, única y absoluta vía de salvación. Sólo a Él se pueden aplicar plenamente las palabras del Salmista: « Aquí está la puerta del Señor, por ella entran los justos » (Sal 118 [117],20).

La indicación de la puerta recuerda la responsabilidad de cada creyente de cruzar su umbral. Pasar por aquella puerta significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en Él para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es una decisión que presupone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de dejar algo, sabiendo que se alcanza la vida divina (cf. Mt 13, 44-46).

Juan Pablo II « Incarnationis mysterium » Bula de Convocación del Gran Jubileo del año 2000

jueves, 13 de marzo de 2025

Jubileos en la historia

 

Entre los antiguos judíos, el jubileo (llamado año de yōbēl, “de la cabra” porque la fiesta se anunciaba con el sonido de un cuerno de cabra) era un año declarado santo. Durante este período la ley mosaica prescribía que la tierra, de la que Dios era el único propietario, debía volver a su antiguo dueño y los esclavos debían recuperar su libertad. Solía suceder cada 50 años.

En la era cristiana, tras el primer Jubileo en 1300, los plazos para la celebración del Jubileo fueron fijados por Bonifacio VIII cada 100 años. A raíz de una peticiònd e fieles romanos hecha al Papa Clemente VI (1342), el periodo se redujo a 50 años.

En 1389, en recuerdo del número de años de la vida de Cristo, fue Urbano VI quien quiso fijar el ciclo jubilar cada a33 años, y convocó un Jubileo en 1390, que, sin embargo, fue celebrado por Bonifacio IX ras su muerte.

No obstante, en 1400, al final del periodo de cincuenta años previamente fijado, Bonifacio IX confirió el perdón a los peregrinos que habían acudido a Roma. Martin V, celebrò un nuevo Jubileo en 1425, haciendo que se abriera por primera vez la puerta santa en San Juan de Letrán.

El último en celebrar un Jubileo de 50 años fue el Papa Nicolás V en 1450, ya que Pablo II redujo el período interjubilar a 25 años, y en 1475 se celebró un nuevo Año Santo por Sixto IV. A partir de entonces, los jubileos ordinarios se celebraron a intervalos regulares. Por desgracia, las guerras napoleónicas impidieron la celebración de los jubileos de 1800 y 1850. Se reanudaron en 1875, tras la anexión de Roma al Reino de Italia, que se celebró sin la solemnidad tradicional.

 2015 : Francisco


 Con la bula Misericordiae Vultus del 11 de abril de 2015, el Papa Francisco declaró un Jubileo por el 50 aniversario del fin del Concilio Vaticano II. El Jubileo estuvo dedicado a la misericordia. Antes de la inauguración oficial, como signo de la cercanía de la Iglesia a la República Centroafricana asolada por la guerra civil, el Papa Francisco abrió lapuerta santa de la catedral de Notre-Dame de Bangui el 29 de noviembre, con motivo de su viaje apostólico a África, anticipando el inicio del Jubileo Extraordinario.   La puerta santa de la Basílica de SanPedro en el Vaticano se abrió el 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada Concepción. 

 Fue la primera vez que se abrió la  ”puerta de la misericordia” en las catedrales, santuarios, hospitales y cárceles del mundo.  Para la ocasión el Papa instituyó a los Misioneros de la Misericordia, a quienes les confió el poder de perdonar los pecados reservado al Santo Padre.

2000 : Juan Pablo II 


El 29 de noviembre de 1998, el mismo Papa proclamó el Gran Jubileo del Año 2000 con la bula Incarnationis Mysterium.  A lo largo del año, Juan Pablo II realizó varias peregrinaciones y gestos simbólicos no incluidos en las practicas habituales de las celebraciones, como la petición de perdón por los pecados cometidos en la historia y el Martirologio del os cristianos asesinados en el siglo XX. Uno de los principales acontecimientos del Jubileo fue la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Roma: participaron mas de dos millones e jóvenes. El Papa también peregrinó a Tierra Santa, fomentando el diálogo entre la Iglesia Católica el Islam y el Judaísmo.

1983: Juan Pablo II

Con la bula Aperite Portas Redemptori, del 6 de enero de 1983, Juan Pablo II proclamó el Jubileo, que celebraba el 1950 aniversario de la muerte y resurrección de Jesucristo.


Fuente: Jubileos en la Historia 

En la página oficial la historia completa con calendarios, eventos y comentarios.

 

martes, 11 de marzo de 2025

"Salvifici Doloris" y Job

 


La Carta apostólica Salvifici Doloris del Santo Padre Juan Pablo II dada en Roma, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, el día 11 de febrero del año 1984, sexto de su Pontificado, sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano comienza con estas palabras:

« Suplo en mi carne —dice el apóstol Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento— lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia ».(1)

Son casi las mismas palabras que Juan Pablo II le confió “con gran y serena naturalidad” al Dr Joaquín Navarro-Valls despues de una de las intervenciones quirúrgicas de urgencia a que fuera sometido en el Policlínico Gemelli. « Debemos completar en nosotros aquello que falta a la Pasión de Cristo. Por cierto, agregaba, todo ha sido hecho ya, pero.....siempre es posible añadir un poco más..... » En otra ocasión, siempre en el Gemelli, después de la reducción de una luxación de hombro, le expresó « He recibido este sufrimiento como un don ». (Totus Tuus octubre 2006). Llevaba encarnado el sentido del sufrimiento. Habia comprendido tempranamente lo que luego testimoniara con su vida.

El sufrimiento ciertamente pertenece al misterio del hombre En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque ... Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la sublimidad de su vocación … Estas palabras sobre el amor, sobre los actos de amor relacionados con el sufrimiento humano, nos permiten una vez más descubrir, en la raíz de todos los sufrimientos humanos, el mismo sufrimiento redentor de Cristo” ….. El misterio de la redención del mundo está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso, y éste a su vez encuentra en ese misterio su supremo y más seguro punto de referencia”. « Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte ». dice en Salvifici Doloris. (101).


Es el sufrimiento del justo Job, ese mismo sufrimiento al cual se refiere una de las primeras obras de Karol Wojtyla titulada precisamente “Job”, publicada para la Cuaresma de 1940, obra que escribió cuando estudiaba teatro y aun no habia entrado al seminario. Habia escrito “un nuevo drama, griego en forma, cristiano en espiritu, eterno en su esencia” un drama que se referia al sufrimiento de los Job de nuestros dias, al “tragico destino de los pueblos oprimidos” como el mismo decia en el prefacio de su obra “Estas cosas acaecieron en el Viejo Testamento antes de la llegada de Cristo. Pero son cosas que están sucediendo también ahora, en nuestros días, en los tiempos de Job de nuestra Polonia y del mundo”. Un drama acerca del dolor a través de la historia, totalmente incomprensible si no es visto a la luz de la Redención. Habia estallado la II guerra mundial, la Gestapo habia arrestado a los profesores polacos, en un horizonte ensombrecido por completo Karol Wojtyla sentia en carne propia el misterio de la historia biblica, reflejado en la trágica historia de su querida Polonia, en la trágica historia de toda una parte de Europa durante décadas.


A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II fué modelo para los sufrientes, comprendió a los que sufren, identificandose con ellos, legándonos su ejemplo a ultranza, como lo expresa el Dr Navarro Valls en la entrevista citada “creo que una de las mayores y mas claras enseñanzas de Juan Pablo II ha sido ayudarnos a darle un sentido mas profundo a todo aquello que bajo el nombre de “Cruz” constituye el conjunto de disgustos, frustraciones, dolores y ansiedades que todos conocemos ..:”
Juan Pablo II fue al mismo tiempo un modelo de esperanza haciendonos ver que ésta pasa por la cruz y testimoniándolo con su existencia vivida hasta el final por Cristo y en Cristo.