Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 25 de septiembre de 2020

Y ustedes quien creen que soy yo? Responde Piero Gheddo, sacerdote misionero

 


Amar a Jesus significa ser misionero  ¿Quién es Jesucristo para ti? Una pregunta fácil y sencilla, pero difícil y compleja al mismo tiempo dice el padre Piero Gheddo.  

Criado en una familia profundamente cristiana, cuyos padres aun hoy son considerados santos en su pueblo,  la consigna de la familia siempre fue “Quédate con el Señor y el Señor se quedará siempre contigo” Cuando se presentaba algún problema en la familia se preguntaban “Que haría Jesus en este caso? Que haría Maria?”  Ya ordenado sacerdote  se enteró de las oraciones de sus padres  y humildemente reconoció ser elegido, sin merito propio alguno.  

Preguntado “Quien es Jesucristo para ti”? responde. “Es todo mi amor, mi gozo,  el fin último hacia el cual dirijo todas mis acciones, mis afectos y mis pensamientos.  No siempre tengo éxito, pero a Él le he consagrado mi pequeña vida y los años que el Señor me permita vivir.“

(…)     

“Pero la pregunta “Quien es Jesucristo para ti”? no puede limitarse a los confines de uno mismo. Me llama a mirar hacia afuera,  a mis hermanos y hermanas en todo el mundo. El amor por Cristo me invita a comprometerme para hacerlo conocer y ser amado por  todos.  No puedo amarlo a Él y amarlo para guardármelo para  mí. Me convertí en misionero porque siempre pensé que “missio ad gentes” era la forma más avanzada, el límite extremo de la fe y la Iglesia, al cual somos llamados todos los bautizados.  El don de la fe, recibido gratuitamente de Dios, debe ser comunicado a los otros si queremos que permanezca fuerte y vivo.   «La fe se fortalece dándola» dice el Papa en  Redemptoris Missio (n.2).   Toda la Iglesia debe convertirse a la misión universal.   «Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos.» (Redemptoris Missio n.3).”

(…)

“En nuestros tiempos la identidad cristiana es muy débil.  Hemos atravesado un largo periodo en el cual el Cristianismo parecía reducido a una moral. Los “valores evangélicos” son apreciados por todos (paz, justicia, solidaridad, amor) pero la fe en Cristo, la conversión e imitación de Cristo no tienen sentido.   Se busca desprender el mensaje del mensajero: paz, justicia, amor, si! Pero el anuncio que solo Cristo es quien salva al hombre es considerado “extremismo”.   La salvación ha sido secularizada. El Cristiano a menudo se reduce a una especie de “religión de la humanidad” (tal como querían los iluministas del Setecientos) la Iglesia entera como una sociedad filantrópica y de referencia moral. La Iglesia como institución no está en crisis hoy. No hay peligro que la Iglesia desaparezca: no solo por la promesa de Jesus, sino porque en nuestro mundo secularizado ya no es combatida sino exaltada como instrumento de paz social,  un llamado a la ética, como ayuda a los pobres, a los marginados, a los drogadictos, a los pueblos del “tercer mundo”.  

“La Iglesia como pilar de la sociedad capitalista avanzada, no lo es porque predica a Jesus como único Salvador del hombre, sino porque remedia, con sus sacerdotes, religiosos, voluntarios, instituciones caritativas, los desastres de la “estructura del pecado” en los cuales estamos todos inmersos. O sea existe la tentación de  reducir el cristianismo a un sistema moral y consolador del hombre alienado por el capitalismo o el materialismo, pasando del mensajero al mensaje: de Jesus, hijo de Dios, único Salvador del hombre, a los “valores morales” que serian comunes a todos. La gente tiene hambre y sed de Dios y nosotros le damos un “discurso de valores” que en un debate sobre la fe tiene valor tan solo si está centrado en la persona de Cristo.”  

(…)

«Quien es Cristo para ti?».  He aquí una gran pregunta para  todos aquellos que se proclaman cristianos  La fe no es solo un  estado intelectual separado de la vida diaria , sino amor y pasión por Cristo que transforma toda la vida.  El Papa (JPII) lo dice con claridad: la misión es comunicación de una experiencia, o sea “el verdadero misionero es el santo” (Redemptoris Missio, n. 90)

(…)

“Debemos estar enamorados de Jesus” San Pablo decía  estar  «conquistado por Jesucristo» (Filippesi, 3, 12): «Mihi vivere Christus est»,  para mi vivir es Cristo.  Y agregaba: : «"Pero al tener a Cristo consideré todas mis ventajas como cosas negativas. .Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto, en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. A causa de él ya nada tiene valor para mí, y todo lo considero como pelusas mientras trato de ganar a Cristo." (Filippesi 3, 7-8).

En las cartas de San Pablo los exegetas han encontrado 164 veces la expresión “en Cristo” o sea la vida en Cristo.  “Quien es el misionero”? le preguntaron una vez a la Madre Teresa, que respondió: “Es aquel cristiano tan enamorado de Jesucristo, que su único deseo es hacerlo conocer y ser amado”.

Traducido de  Amar y seguir a Jesus significa ser misionero por Piero Gheddo,  Leer completo en “Tertium Millenium” Nr 4, septiembre 1997 (en ingles e italiano)


martes, 22 de septiembre de 2020

Jan Pietraszko: El contexto histórico y su figura por Juan de Dios Larru

 


El descubrimiento, por parte de un sacerdote polaco de la diócesis de Gniezno10, estudiante del mencionado Instituto, de la Regla que Karol Wojtyła escribió para el grupo de matrimonios que él acompañó personalmente hasta el final de su vida, ha puesto aún más de relieve la capacidad profética del trabajo filosófico, teológico y pastoral del futuro Pontífice 11.

Nos inspiraremos en este texto como hilo conductor de cuanto sigue.

Para comprender este breve pero significativo escrito, es preciso contextualizarlo en su época. Para ello conviene tomar como punto de partida el mes de agosto del año 1949, cuando el joven sacerdote Karol Wojtyła, tras el tiempo del seminario clandestino, sus estudios en Roma y el ministerio en una parroquia rural en Niegowić, regresó a Cracovia como vicepárroco de la parroquia de S. Florian.

Eran los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra mundial y el arzobispo de Cracovia era el Príncipe Adam Stefan Sapieha, intrépido defensor de los polacos durante el conflicto bélico. Tras la guerra, el obispo creó en torno a sí un grupo de intelectuales e impulsó un semanario, una revista mensual (“El Signo”, cuyo lema era “In hoc signo vinces”), y una casa editorial con el mismo nombre.

En la casa del cardenal Sapieha, el joven Wojtyła conoció a don Jan Pietraszko (1911-1988), entonces secretario y capellán del Metropolita, que posteriormente se convertiría en obispo auxiliar de Wojtyła. Don Jan Pietraszko inició su servicio pastoral en Cracovia dedicándose de modo singular a los jóvenes como profesor de religión, capellán de los Scouts y de la asociación universitaria “Iuventus Cristiana”. Pietraszko, actualmente en proceso de beatificación, fue un verdadero maestro, pues abrió a Wojtyła el camino de los jóvenes, con su presencia en medio de los estudiantes, que acompañaba en su crecimiento, en la maduración de su matrimonio y en la atención a sus familias.

 Con una pastoral pobre de medios, don Pietraszko estaba siempre a disposición de los jóvenes tanto dentro como fuera de la Iglesia. En 1948, Sapieha nombró a Pietraszko capellán universitario en la colegiata de Santa Ana. Como capellán, mostró unas excelentes dotes de predicador y de confesor carismático. Sus homilías dominicales, en una colegiata habitualmente abarrotada, constituían con frecuencia eventos de gracia, pues su palabra acercaba a la gente a Dios. Junto a las predicaciones, confesaba con frecuencia a muchos jóvenes. Debido a su creciente ascendiente entre ellos, la policía secreta grababa sus homilías y le vigilaba de cerca.


  Jornada Lateranense celebrada el 10 de noviembre de 2009,en el Campus de Santa Úrsula de la Universidad Católica de Valencia, presentación de

(publicado con permiso del autor) 

10. Se trata, concretamente, de PrzemysKaw Kwiatkowski. Su tesina de licenciatura tiene por título: La spiritualità dei coniugi alla luce delle Catechesi sull’amore umano di Giovanni Paolo II.

11.. GRYGIEL-S-GRYGIEL-P. KWIATKOWSKI, Bellezza e spiritualità dell’amore coniugale. Con un inedito di Karol Wojty3a,

Cantagalli, Siena 2009.

 


viernes, 18 de septiembre de 2020

Jan Pietraszko, camino a los altares

 


Siervo de Dios, el obispo Jan Pietraszko nació el 7 de agosto de 1911 en Buczkowice como hijo de Józef y Anna Migdał, agricultores de profesión que mantenían a su gran familia desde una pequeña granja. La aventura de su vida con Cristo comenzó en la pila bautismal de su parroquia natal el 13 de agosto de 1911. A los tres años, el 11 de mayo de 1914, perdió a su madre, que dejó huérfanos a tres hijos: Jan, Władysław y Józef. El 15 de agosto de 1916, el padre del futuro obispo se casó con la hermana de su primera esposa, la madrina de Jan, Marianna, quien le dio siete hijos. .

 Jan terminó la escuela primaria (1917-1923) en su pueblo natal y luego, en los años 1923-1931, asistió al Liceo estatal  Adam Asnyk en Biała Krakowska  (ahora Bielsko-Biała).

 Después de graduarse de la escuela secundaria en 1931, ingresó en el Seminario Teológico Metropolitano de Cracovia y comenzó sus estudios en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica. En ese momento, la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica reunia a grandes teólogos, filósofos, abogados y eruditos bíblicos.  Es digno de señalar que  Jan,  terminando sus estudios, ya era asistente junior en la Cátedra del Nuevo Testamento.  Jan fue ordenado sacerdote el Domingo de Ramos 5 de abril de 1926, por el arzobispo Adam Stefan Sapieha.

Comenzó su viaje sacerdotal en Rabka como vicario de la parroquia de Santa. María Magdalena (1936-1938). En los años 1938-1939 asumio funciones como secretario del arzobispo Adam Stefan Sapieha.  En 1939 el padre Jan fue enviado de regreso a Rabka, donde fue capellán hasta 1942.  Alli en Rabka, poco después del estallido de la guerra el 2 de septiembre de 1939  debió enfrentarse a experiencias duras y desagradables pues fue tomado rehén de la Gestapo que irrumpió en el presbiterio de Rabka dirigiéndose al párroco, P. Mateusz Zdebski y sus dos vicarios: el P. Jan Pietraszka y el P. Józef Kochana.  Los tres fueron  amenazados con ser fusilados si encontraban soldados polacos en el presbiterio o en los edificios de la parroquia, o cualquier rastro de su presencia, por ejemplo, armas, uniformes).  En septiembre de 1942 el padre Jan fue trasladado a la parroquia de la Santisima Trinidad en Czarny Dunajec.Trinidad mas tarde, entre los  años 1943-1944 asumió nuevamente como secretario del Metropolitano de Cracovia.  Continuando su camino de ministerio pastoral fue trasladado a la parroquia de la Sagrada Familia en Zakopane (enero de 1944 - noviembre de 1946). Allí, desde 1945, también fue capellán de los scouts, organización ya bien conocida por el ya desde los 13 años como estudiante de secundaria. En 1934, como alumno del seminario, participó en un campo de entrenamiento de scouts organizado para seminaristas en la región Hutsul. 

En 1947 fue trasladado a la parroquia de San Esteban de Cracovia. En su variado y fructífero camino en Cracovia  fue  capellán de los scouts (8 de abril - 24 de septiembre de 1947). Del 24 de abril al 24 de septiembre, también fue catequista en la VII Escuela Secundaria Estatal de Cracovia. Y. Mickiewicza en ul. Starowiślna 48.

Después de una corta estancia en la parroquia de San Esteban, el 24 de septiembre de 1947, se convirtió en prefecto del Seminario Metropolitano de Cracovia. En septiembre de 1948, se le confió la capellanía académica en la Colegiata Universitaria de St. Anna, que combinó con los deberes del prefecto. Asocia toda su vida sacerdotal a esta iglesia y parroquia, de la que se convierte en párroco el 18 de febrero de 1957. Como capellán académico, también se ocupó de las reuniones de la Juventus Christiana, una organización que brindó apoyo a quienes, por sus estudios, se sentían perdidos en una ciudad extraña y allí encontraron el apoyo familiar tan necesario .

A petición del obispo Karol Wojtyła, entonces Vicario Capitular de la Arquidiócesis de Cracovia, el 23 de noviembre de 1962 el Papa Juan XXIII lo nombró obispo auxiliar de la Archidiócesis de Cracovia. Fue consagrado el 15 de abril de 1963 en Wawel por el Primado del Milenio, hoy Siervo de Dios, el Card. Stefan Wyszyński y fue nombrado Vicario General el 4 de julio de 1963.


Independientemente de las actividades habituales de los obispos, desde el 12 de marzo de 1966, se ocupó de la arquitectura sacra y el arte de la iglesia en la Arquidiócesis de Cracovia. Como presidente de la Comisión Arquidiocesana de Arquitectura y Arte de la Iglesia (desde 1985), supervisó su desarrollo, especialmente en las iglesias en construcción. Debía realizar estas tareas en tiempos de intensificación de la represión por parte de las autoridades comunistas y restricciones relacionadas, tanto en el campo de la arquitectura religiosa como en la creación de nuevas parroquias. Las autoridades restringieron la emisión de permisos para construir nuevas iglesias, y los diseñadores solían ser reacios a aceptar propuestas con respecto al perfil arquitectónico de los templos que diseñaron. Por esta razón, las autoridades eclesiásticas se enfrentaron a la situación, ya fuera el proyecto propuesto o ninguno.

En 1970, también se le encomendaron los asuntos personales de los sacerdotes. Como capellán académico y párroco de la prestigiosa parroquia donde se reunian los jóvenes de Cracovia, estuvo permanentemente bajo la vigilancia de funcionarios del servicio del régimen secreto. Sin embargo, tal como atestiguan los documentos de los archivos llamados Pietraszka, ctualmente conservados en los archivos del Instituto de la Memoria Nacional, así como las publicaciones del Instituto, logro salir victorioso.   Eran épocas especiales y la Iglesia polaca debió franquear todo tipo de obstáculos para evitar que la hicieran silenciar.

Como Padre participante del Concilio Vaticano II (participó en la 3ª y 4ª Sesiones del Concilio: 14 de septiembre - 21 de noviembre de 1964 y 14 de septiembre - 8 de diciembre de 1965). Conmovido por la idea del Concilio, se involucró en la renovación de la Iglesia de Cracovia, y su fascinación por ella influyó en el perfil de su trabajo en la Comisión Litúrgica Arquidiocesana (desde el 20 de diciembre de 1968), en la Comisión Arquidiocesana para el Apostolado de los Laicos (desde 1970), en la Comisión Episcopal para Lay (1975) y en el Consejo Sacerdotal (desde 1968). Como uno de los pocos en el episcopado polaco, durante muchos años combinó el cargo de obispo con los deberes de párroco. Renunció a esta última función el 25 de junio de 1984. Sin embargo, nunca abandodno sus fieles en el confesionario, en el altar y en el púlpito. Murió el 2 de marzo de 1988. en la Clínica Neurológica de Cracovia y, en respuesta a su deseo,  fue enterrado en el sótano de su amada Colegiata de St. Anna en Cracovia el 7 de marzo de ese año.

El obispo Jan Pietraszko fue un hombre de especial sensibilidad de corazón, profunda fe y ferviente oración, amante de la Iglesia, entusiasta parroquial y capellán académico. Como director espiritual y conocedor del alma humana, vivio  rodeado de fieles que acudían a su confesionario, así como para conversaciones privadas, siempre guiando y ayudando a enderezar caminos. Lograba conciliar con Dios a aquellas personas que habían permanecido alejadas de Dios y de las prácticas religiosas, declarándose incrédulos. Ayudó a los indefensos y animó a quienes estaban abrumados porel peso de la vida.  Obispo muy  sensible a la pobreza humana, se apresuraba a ayudar a los feligreses y estudiantes pobres y a ellos legó  sus modestas posesiones.

Sin embargo el obispo Jan Pietraszko también era conocido por sus dotes de predicador. El Santo Padre Juan Pablo II en su "Palabra después de la muerte del Obispo" escribió: "Dios le dio una Sabiduría especial, el don de una comprensión especial de la Palabra de Dios y el don de la sencillez y profundidad en su transmisión. Unido a Dios, se abrió al mundo, al hombre, a las necesidades de su alma. ¡Cómo disfrutó y vivió el Concilio Vaticano II!

Predicador, confesor, director espiritual, pastor, siempre delicado, sensible, como inexistente, pero muy presente. En cierto modo, fue el fundador de la capellanía académica contemporánea en Cracovia. Mostró los caminos de Dios a muchas generaciones de estudiantes e intelectuales y la gente sencilla acudía en masa a él.

Tampoco olvidaremos su contribución a la labor de formación de los sacerdotes en la tierra de Cracovia ”(Vaticano, 4 de marzo de 1988). Estos dones fueron generosamente compartidos por el obispo Jan con la gente, durante muchos años predicando desde el púlpito en la Colegiata de St. Anne, al cual se trepaba con paciencia y obstinación, no obstante su edad y las tendencias cambiantes en cuanto al lugar donde se celebraba la liturgia de la Palabra de Dios. A sus homilías asistian fieles de toda Cracovia, y también de lejos.

La predicación del obispo Jan Pietraszka fue una predicación profundamente evangélica. En su ministerio de la Palabra de Dios, la declaración del Autor inspirado era plenamente aplicable: "La Palabra de Dios está viva ..., capaz de juzgar los deseos y los pensamientos del corazón" (Heb 4, 12). El siervo de Dios, dotado del talento único de predicador evangélico, supo extraer nuevos contenidos de los textos bíblicos conocidos, para mostrar su valor e importancia para el hombre moderno, lo que fue especialmente sentido por "el oyente no inclinado a olvidar" (cf. St 1, 25). Fue una relectura del Evangelio para los contemporáneos de los fieles, manteniendo la plenitud de la enseñanza de Cristo, sin retórica barata. "Hablaba como nadie", dijo el p. profe. Józef Tischner. "No he oído", confesó, "que alguien diga eso del Evangelio". Estas son las palabras pronunciadas en la Colegiata de St. Anna, publicado muchas veces por el autor. Gracias a este ministerio de proclamación del Evangelio, tuvo un gran impacto en el rostro espiritual de la intelectualidad de Cracovia. Y al experimentar profundamente, en el espíritu de fe, el don del sacerdocio, dejó una clara huella en el presbiterio de la Iglesia de Cracovia.




El obispo John preparaba todas sus homilías con especial cuidado. El discurso en el ambón era precedido por largas oraciones y una lectura cuidadosa de las Escrituras y trabajos teológicos y místicos de apoyo; era de allí donde extraía todo su  corazón sensible, lleno de la insondable presencia de Dios. Combinaba el carisma del predicador del Evangelio, que Dios le había dado, con su gran esfuerzo y dedicación. . Pensaba en cada frase durante mucho tiempo, eligiendo cuidadosamente "la palabra para los pensamientos correctos" (Sab 7:15). Lo hacia con un gran sentido de responsabilidad por su misión de comunicar la verdad de Dios. Los oyentes del obispo Jan y, sobre todo, sus colaboradores más cercanos, lo sabían. El Santo Padre Juan Pablo II, pocos días después de su elección, escribió al Obispo Jan: "Gracias [...] Querido Obispo Jan [...] también por esto, que me has enseñado - ya muchos otros - constantemente, con qué reverencia, amor y honestidad debemos tratar este servicio fundamental nuestro, que está relacionado con la predicación de la Palabra de Dios. Creo que el círculo de quienes deberían agradecerlo es muy amplio ”(Carta del 20 de noviembre de 1978).



Como predicador, el obispo Jan Pietraszko creó su propio estilo. Con su muerte se cerró una determinada época de predicación,  única en Cracovia. Su predicación, sin embargo, es atemporal, ya que su fuente siempre ha sido el Evangelio. “No mezcló religión con política o economía. La tarea que se propuso fue edificar al hombre en religión. Se puede decir que fueron discursos edificantes dirigidos a un hombre herido, en riesgo de destrucción. Edificando con la ayuda del Evangelio. Su estilo es, en mi opinión, imposible de imitar ”(“ Alfabet Tischnera ”, selección y edición de W. Bonowicz, Cracovia 2012, p. 198).




Actualmente está en marcha el proceso de beatificación del Siervo de Dios, que fue abierto  en la capilla de los obispos de Cracovia el 18 de marzo de 1994, el por Franciszek Macharski, arzobispo metropolitano de Cracovia. La primer etapa del tribunal diocesano se cerró en la Colegiata Universitaria de St. Anny el 24 de abril de 2001. El 17 de junio de ese año, el P. El prelado Władysław Gasidło - Postulador para la Beatificación del Siervo de Dios, fue recibido en audiencia por el Santo Padre Juan Pablo II. Al día siguiente, el Postulador entregó los documentos procesales a la Congregación de los Santos. El 19 de junio, en la Congregación para los Santos, al secretario de este dicasterio, el P. El arzobispo Edward Nowak y el p. Monseñor Stanisław Ryłka, postulador romano y P. Prelado Władysław Gasidła, Postulador de Cracovia: se abrieron los archivos del proceso, que fueron aceptados en el Vaticano.

Oremos por la pronta beatificación del Siervo de Dios, obispo Jan Pietraszka, pidiendo a Dios a través de él los favores que necesitamos para nosotros. Recemos por una señal milagrosa del cielo, necesaria en el proceso de beatificación.

Se solicita comunicar los favores recibidos por intercesión del Siervo de Dios, Mons. Jan Pietraszka,  la Curia Metropolitana de Cracovia, 31-004 Kraków, ul. Franciszkańska 3.

P. Protonotario apostólico Władysław Gasidło
Vicepostulador de la Beatificación del Siervo de Dios Obispo Jan Pietraszko

martes, 15 de septiembre de 2020

La fuerza y el misterio de la Santa Cruz

 


La nueva cruz, que ha surgido no lejos de la antiquísima reliquia de la Santa Cruz en la abadía de los cistercienses, ha anunciado el nacimiento de la nueva iglesia. Este nacimiento se ha grabado profundamente en mi corazón, y yo, dejando la sede de San Estanislao por la de San Pedro, la he llevado conmigo como una nueva reliquia, como una reliquia preciosa de nuestros días.

 La nueva cruz ha aparecido, cuando sobre el terreno de la antigua campiña de los alrededores de Kraków, que es ahora terreno de Nowa Huta, han llegado hombres nuevos para comenzar un nuevo trabajo. Antes se trabajaba aquí duramente, se trabajaba en los campos y la tierra era fértil, se trabajaba pues con agrado. Desde hace unos decenios se ha implantado la industria; la gran industria, la industria pesada. Han llegado aquí hombres procedentes de diversas partes, han venido para gastar sus energías como trabajadores siderúrgicos.

 Precisamente ellos han traído consigo esta nueva cruz. Han sido ellos mismos quienes la han levantado como signo de la voluntad de construir una nueva iglesia. Precisamente esta cruz, ante la que nos encontramos en estos momentos. He tenido la gran suerte, como arzobispo vuestro y cardenal, de bendecir y consagrar, el año 1977, esta iglesia surgida a la sombra de una nueva cruz.

 Esta iglesia es fruto del trabajo nuevo. Osaría afirmar que ha nacido de Nowa Huta. Todos, en efecto, sabemos que en el trabajo del hombre está profundamente grabado el misterio de la cruz, la ley de la cruz. ¿No se verifican tal vez en ella las palabras del Creador pronunciadas después de la caída del hombre: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gén 3, 19)? Tanto el antiguo trabajo en el campo que hace nacer el trigo, pero también espinas y cardos, como el nuevo trabajo en los altos hornos y en las nuevas fundiciones, siempre se efectúa "con el sudor de la frente". La ley de la cruz está inscrita en el trabajo humano. Con el sudor de la frente ha trabajado el labrador. Con el sudor de la frente trabaja el obrero de la industria. Y con el sudor de la frente (con el tremendo sudor de la muerte) agoniza Cristo en la cruz.

 No se puede disociar la cruz del trabajo humano. No se puede separar a Cristo del trabajo humano. Y esto se confirma aquí en Nowa Huta. Este ha sido el principio de la nueva evangelización, en los albores del nuevo milenio del cristianismo en Polonia. Este nuevo comienzo lo hemos vivido juntos y lo he llevado conmigo, desde Kraków a Roma, como una reliquia.

 El cristianismo y la Iglesia no tienen miedo del mundo del trabajo. No tienen miedo del sistema basado sobre el trabajo. El Papa no tiene miedo a los hombres del trabajo. Los ha sentido siempre muy cerca de él. Ha salido de su ambiente. Ha salido de las canteras de piedra de Zakrowek, de las calderas de Solvay en Borek Falecki, después de Nowa Huta. A través de todos estos ambientes, a través de las experiencias personales de trabajo —me permito decir—, el Papa ha aprendido nuevamente el Evangelio. Se ha dado cuenta y se ha convencido de cuán profundamente está grabada en el Evangelio la problemática contemporánea del trabajo humano. De cómo sea imposible resolverla a fondo sin el Evangelio.

 De hecho, la problemática contemporánea del trabajo humano (¿sólo la contemporánea, realmente?), en última instancia, no se reduce —me perdonen todos los especialista,— ni a la técnica ni tanto menos a la economía, sino a una categoría fundamental, a saber, a la categoría de la dignidad del trabajo, o sea, de la dignidad del hombre. La economía, la técnica y tantas otras especialidades y disciplinas, tienen su razón de ser en esa única categoría esencial. Si no se inspiran en ella y se forman fuera de la dignidad del trabajo humano, están en error, son nocivas y van contra el hombre.

 Esta categoría fundamental es humanista. Me permito decir que esta categoría fundamental: categoría del trabajo como medida de la dignidad del hombre, es cristiana. La encontramos, en su más alto grado de intensidad, en Cristo.

Baste esto, amadísimos hermanos. Más de una vez me he encontrado aquí con vosotros, como obispo, y he tratado más ampliamente todos estos temas. Hoy, como huésped vuestro, debo hablar de manera más concisa. Pero recordad esta antigua cosa: Cristo no aprobará jamás que el hombre sea considerado —o que se considere a sí mismo— únicamente como instrumento de producción, que sea apreciado, estimado y valorado según este principio. ¡Cristo no lo aprobará jamás! Por esto se dejó clavar en la cruz, como sobre el gran umbral de la historia espiritual del hombre, para oponerse a cualquier degradación del hombre, incluso la degradación mediante el trabajo. Cristo permanece ante nuestros ojos en su cruz, para que todo hombre sea consciente de la fuerza que él le ha dado: "Dioles poder de venir a ser hijos de Dios" (Jn 1, 12).

De esto debe acordarse tanto el trabajador como el patrón, el sistema del trabajo y el de la retribución; lo deben recordar el Estado, la nación y la Iglesia.

 ( de la homilía de Juan Pablo II en  la Santa Misa en el Santuario de la Santa Cruz, Mogila el 8 de junio de 1979 durante su primera peregrinación apostólica a Polonialeer completa) 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Joseph Ratzinger : Presentación de “Triptico Romano” de Juan Pablo II (2 de 2)


 Epílogo al segundo panel: Juicio final, cónclaves

El principio y el final, probablemente para el Papa, un peregrino que viaja hacia adentro y hacia arriba, el vínculo entre ellos se hizo evidente allí en la Capilla Sixtina, donde Miguel Ángel nos presenta las imágenes del comienzo y el fin, la visión de la Creación y la impresionante representación del Juicio Final. La contemplación del Juicio Final en el epílogo del segundo panel, es quizás la parte del Tríptico que más conmueve al lector. De la mirada interior del Papa reaparece el recuerdo de los cónclaves de agosto y octubre de 1978.

Considerando que yo también estuve presente, sé bien cómo fuimos expuestos a esas imágenes en la hora de las decisiones importantes, cómo nos desafiaron y cómo inculcaron en nuestras almas la grandeza de nuestra responsabilidad. El Papa habla a los cardenales del futuro cónclave, "después de mi muerte", y  dice que la visión de Miguel Ángel les hablará. La palabra "con-clave" impone el pensamiento de las llaves, del patrimonio de las llaves entregadas a Pedro. Poner estas llaves en las manos adecuadas: esta es la inmensa responsabilidad de aquellos días. Aquí recordamos las palabras de Jesús a los abogados: "¡Ay de vosotros, abogados! Porque habéis quitado la llave del conocimiento" (Lc 11,52). Miguel Ángel nos insta a no quitar la llave, sino a usarla para abrir la puerta para que todos puedan entrar.

Segundo panel: Creación, diálogo en Dios

Sin embargo, volvamos al verdadero centro del segundo panel, una mirada a los "orígenes". ¿Qué ve la gente allí? En la obra de Miguel Ángel, el Creador aparece "a semejanza de una persona humana": la imagen y semejanza de la persona humana con Dios está tan contrastada que podemos deducir de ella la humanidad de Dios, que hace posible representar al Creador. Sin embargo, la mirada que Cristo nos ha abierto dirige nuestra mirada mucho más allá y muestra, por el contrario, comenzando por el Creador, por los comienzos, quién es realmente la persona humana. El Creador, el principio, no es, como podría aparecer en la pintura de Miguel Ángel, simplemente el "Anciano Todopoderoso". En cambio, es "una comunión de personas, un intercambio mutuo ...". Si al principio vimos a Dios comenzando por el hombre, ahora aprendemos a ver a la persona humana comenzando con Dios: un don reciproco de si mismo – la persona humana está destinado a ello – si logra encontrar la manera de hacerlo, es un espejo de la esencia de Dios y así revela el enlace entre el principio y el final.

Tercer panel: el  ascenso de Abraham e Isaac al monte Moria, entrega total

El inmenso arco, la verdadera visión del Tríptico Romano, se revela claramente en el tercer panel, el ascenso de Abraham e Isaac al monte Moria, la montaña del sacrificio, de la entrega sin reservas. Este ascenso es la última y decisiva etapa del viaje de Abraham, que comenzó con su salida de su propia tierra, Ur de los caldeos; es la etapa básica del ascenso hacia la cumbre, contracorriente, a la fuente que también es la meta. En el diálogo inagotable entre padre e hijo, que consta de pocas palabras y de llevar juntos, en silencio, el misterio de las palabras, se reflejan todas las cuestiones de la historia, los sufrimientos, los miedos y las esperanzas. Al final queda claro que este diálogo entre padre e hijo, entre Abraham e Isaac, es el diálogo en Dios mismo, el diálogo entre el Padre eterno y su Hijo, el Verbo, y que ese dialogo representa al mismo tiempo la respuesta a un dialogo humano inconcluso.

En efecto,  al final, Isaac se salva: el cordero es un signo misterioso del Hijo que se convierte en Cordero y víctima del sacrificio, revelándonos así el verdadero rostro de Dios: el Dios que se dona a sí mismo a nosotros, que es enteramente don y amor, hasta el final (cf. Jn 13,1). Así, en este hecho histórico muy concreto, que parece alejarnos tanto de las grandes visiones de la creación en el primer panel del Tríptico, aparece claramente el principio y el fin de todas las cosas, el vínculo entre el descenso y la ascensión, entre la fuente, el camino y el final del camino: reconocemos a Dios que se entrega, que es a la vez principio, camino y fin. objetivo. Este Dios aparece en la creación y en la historia. Nos busca en nuestros sufrimientos y en nuestros cuestionamientos. Nos muestra lo que significa ser una persona humana: entregarnos en el amor, lo que nos hace similares a Dios. A través del viaje del Hijo al monte del sacrificio, se revela "el misterio escondido desde los cimientos del mundo". El amor que da es el misterio original y, al amar, también nosotros podemos comprender el mensaje de la creación y encontrar el camino.

Joseph Ratzinger : Presentación de “Triptico Romano” de Juan Pablo II (1 de 2)

 


Primer panel: majestad de la creación

El primer panel del tríptico romano del Papa Juan Pablo II refleja la experiencia de la creación, su belleza y su vida. La idea de las colinas boscosas y la imagen aún más vívida de las aguas que fluyen hacia el valle, la "cascada plateada, cayendo rítmicamente desde la montaña". Al respecto, me vinieron a la mente varias frases escritas por Karol Wojtyla en 1976 cuando predicó el retiro para Pablo VI y la Curia. Relató el caso de un físico con el que había mantenido un largo debate, y al final de la misma le había dicho: "desde el punto de vista de mi ciencia y su método soy ateo ...". Sin embargo, en una carta, el mismo hombre escribió: "Cada vez que me encuentro ante la majestuosidad de la naturaleza, de las montañas, siento que ÉL existe". ¡Se puede hablar de dos formas diferentes de percibir la naturaleza! Ciertamente, el primer panel del tríptico se detiene,  casi tímidamente,  en el umbral. El Papa todavía no habla directamente de Dios. Pero reza, como se reza a un Dios aún desconocido. "Permíteme mojar mis labios en agua de manantial, sentir su frescura, reviviendo la frescura".

Con estas palabras busca su fuente y recibe indicaciones: "Si quieres encontrar la fuente, tienes que subir, contracorriente". En el primer verso de su meditación, dijo: "El bosque ondulado desciende"; bosques y aguas han mostrado un movimiento descendente. Su búsqueda de la fuente, sin embargo, lo obliga ahora a trepar, a moverse a contracorriente.

Próximos paneles: el fin y el comienzo, visión de Dios

Considero que esta es la clave para la interpretación de los dos paneles siguientes. Efectivamente, nos guían en la subida hacia arriba "contra corriente". La peregrinación espiritual, realizada en este texto, conduce hacia el "Principio". Al llegar, la verdadera sorpresa es que el "comienzo" también revela el "final".

Quien conoce el origen ve también el "dónde" y el "por qué" de todo el movimiento del "ser", que se está convirtiendo, y exactamente así, también perdurable: "Todo perdura, en un continuo devenir". El nombre de la fuente que descubre el peregrino es sobre todo la "Palabra", según las primeras palabras de la Biblia: "Dijo Dios", que Juan retoma y reformula de manera inigualable en su Evangelio. "En el principio era la Palabra". Sin embargo, la verdadera palabra clave que resume la peregrinación en el segundo panel del Tríptico no es "Palabra", sino visión y ver. La Palabra tiene rostro. La Palabra, la fuente, es una visión. La creación, el universo, proviene de una visión.

Y la persona humana proviene de una visión. Y esta palabra clave lleva al Papa, mientras medita sobre Miguel Ángel, a los frescos de la Capilla Sixtina, que le han llegado a ser tan queridos.

En las imágenes del mundo, Miguel Ángel discernió la visión de Dios: vio con la mirada creadora de Dios y, a través de esta mirada, reprodujo en la pared, mediante atrevidos frescos, la visión original de la que deriva toda la realidad. En Miguel Ángel lo que nos ayuda a redescubrir la visión de Dios en las imágenes del mundo parece materializarse de manera ejemplar lo que todos estamos destinados a disfrutar. El Papa dice de Adán y Eva, que representan al ser humano en general, hombres y mujeres: "Entonces ellos también se hicieron partícipes de esa mirada ...". Toda persona humana está llamada a "recuperar esa mirada". El camino a la fuente es un camino que lleva a convertirse en videntes: aprender de Dios a ver. Entonces aparecen el principio y el final. Entonces la persona humana se vuelve justa.


(Presentación del Cardenal Joseph Ratzinger de la obra "Triptico Romano" del Papa Juan Pablo II - 6 de marzo de 2003)


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Don y abandono

 


El creyente sabe que la presencia del mal va siempre acompañada de la presencia del bien, de la gracia. San Pablo  ha escrito: «Pero el don de la gracia no es como la caída; si, en efecto, por la caída de uno solo murieron todos, mucho más la gracia de Dios y el don concedido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, han sido concedidos en abundancia a todos los hombres» (Rm 5, 15)

 

Estas palabras conservan toda su actualidad también en nuestros días. La Redención continúa. Donde crece el mal, allí crece también la esperanza del bien.

 

En nuestros tiempos el mal se ha desarrollado enormemente, sirviéndose de la obra de sistemas perversos que han practicado a gran escala la violencia y la prepotencia. No hablo aquí del mal realizado por personas concretas con miras personales o mediante iniciativas individuales. El mal del siglo XX no ha sido un mal en edición reducida, por así decir “artesanal”. Ha sido un mal de proporciones gigantescas, un mal que se ha servido de las estructuras estatales para cumplir su obra nefasta, un mal erigido en sistema.

 

Al mismo tiempo, sin embargo, la gracia divina se ha manifestado con riqueza sobreabundante.

 

No hay mal del que Dios no pueda obtener un bien mayor. No hay sufrimiento que El no sepa transformar en camino que conduce a El. Ofreciéndose libremente a la pasión y a la muerte de cruz, el Hijo de Dios ha tomado sobre si todo el mal del pecado. El sufrimiento de Dios crucificado no es solo una forma más de sufrimiento, un dolor más o menos grande, sino que es un sufrimiento de grado y medida incomparables.  Cristo, sufriendo por todos nosotros, ha dado un nuevo sentido al sufrimiento, lo  ha introducido en una nueva dimensión, en un nuevo orden: el del amor. Es verdad, el sufrimiento entra en la historia del hombre con el pecado original.

 

 El pecado es el “aguijón” (Cor 15, 55-56)  que nos provoca dolor, que hiere mortalmente al ser humano. Pero la pasión de Cristo en la cruz ha dado un sentido radicalmente nuevo al sufrimiento, lo ha transformado desde dentro. Ha introducido ne la historia humana, que es historia de pecado,  un sufrimiento sin culpa, afrontado únicamente por amor. Es este sufrimiento que abre la puerta a la esperanza de la liberación, de la eliminación definitiva de ese ”aguijón” que atormenta a la humanidad. Es el sufrimiento que quema y consume el mal con la llama del amor y que del pecado obtiene una multitud de bien.

 

Todo sufrimiento humano, todo dolor, toda enfermedad encierra en sí una promesa de salvación, una promesa de alegría: «Me alegro de los sufrimientos que padezco por vosotros» - escribe San Pablo (Col 1,24). Esto puede servir para cualquier sufrimiento provocado por el mal; sirve también para el enorme mal social y político que hoy divide y agita al mundo: el mal de las guerras, de la opresión de los individuos y de los pueblos, el mal de la injusticia social, de la dignidad humana pisoteada, de la discriminación racial y religiosa; el mal de la violencia, del terrorismo, de la carrera de armamentos – todo este mal existe en el mundo también para despertar en nosotros el amor, que es don de sí  en el servicio generoso y desinteresado hacia quien ha sido visitado por el sufrimiento. En el amor que tiene su origen en el corazón de Cristo está la esperanza para el futuro del mundo. Cristo es el Redentor del mundo por sus llamas hemos sido curados (Is,53,5)

 

(de Memoria e Identidad – Juan Pablo II - tomado de Totus Tuus Nr 1, marzo 2006))

martes, 8 de septiembre de 2020

Como se hace un santo (3 de 3)

 


Durante el pontificado del Papa Juan PabloII el Cardenal Saravia Martins ha terminado las causas de casi la mitad de los 1345 beatos y 483 santos proclamados.

¿Quién puede ser santo? ¿Qui8en puede ser beatificado? ¿Cómo se procede para elevar a alguien a los altares? ¿El milagro es de verdad necesario?

Responde Su Eminencia el Card. Jose Saraiva Martins, Prefecto de la Congregacion de las Causas de los Santos. (Los textos seleccionados poir Domitia Caramazza están tomados del libro Come si fa un santo, Ed. Piemme, 2005 (publicado en Totus Tuus Nr 1 marzo 2006

 ¿Por qué es necesaria la aprobación de un milagro antes de la proclamación de un beato o de un santo?

 Los milagros no se examinan nunca antes de la declaración de las virtudes heroicas.  Quisiera precisar que sólo los milagros atribuidos a la intercesión del siervo de Dios, después de su muerte, confirman definitivamente con autoridad divina la santidad.  El numero pedido para la beatificación y la canonización ha variado en la historia del derecho eclesiástico.

Desde el Año Santo de 1975 se ha comenzado a dispensar del segundo milagro para la beatificación y así se ha llegado a la actual praxis de un solo milagro para la beatificación y de otro para la canonización. En el milagro la Iglesia ve el “sigilo de Dios” sobre la propia reflexión y sobre el propio trabajo. Las pruebas testificales, los exámenes clínicos, las consultas teológicas se llevan a cabo siempre con seriedad y cuidado, hasta alcanzar la certeza moral: esta queda siempre a nivel de valoración o juicio humano. El  milagro es visto como confirmación de la fe. Si hay católicos que no creen en los milagros es solo por un problema de formación y de información. Y aquí es necesario, como Iglesia, trabajar más en las parroquias, en las diócesis, entre la gente, para que los milagros sean una realidad de la vida de cada día que se deben explicar, precisamente para aclarar las objeciones que puedan surgir en las personas.

 ¿Cómo se desarrolla el trabajo de la Congragación de las Causas de los santos?

 Las cuestiones más importantes se examinan y estudian en diferentes órganos colegiales. Por ejemplo, el Congreso ordinario, que se reúne todas las semanas, decide sobre la validez jurídica de las actas del proceso diocesano; la sesión de los consultores históricos estudia el valor científico y  la suficiencia de la documentación referente a las causas históricas o antiguas; la Consulta médica o técnica examina el aspecto científico de los presuntos milagros presentados; el congreso especial de los consultores teólogos, presidido por el promotor general de la fe, expresa su voto acerca de la heroicidad de las virtudes, del martirio, del presunto hecho milagroso; la Sesión ordinaria de los cardenales y obispos, presidida por el prefecto de la Congregación, juzga  acerca de las materias sobre las que los teólogos han dado su voto. Las conclusiones de los cardenales y obispos se ponen en conocimiento del Santo Padre, que toma la decisión definitiva.    Una nueva figura jurídica, nacida con la legislación del 1982, es la del relator, que de hecho absorbe las competencias que en un tiempo estaban distribuidas entre el promotor de la fe y los abogados de las causas. La tarea está especificada en la constitución Divinus perfectionis Magister, que establece que a cada relator, al que se le asigna el estudio de una causa concreta, corresponde la preparación de la llamada “Positio” (Positivo, en latin y Positiones en plural) sobre las virtudes o sobre el martirio, aclarando todos los aspectos de la vida y del comportamiento del siervo de Dios. En los volúmenes que componen la Positio están recogidas las pruebas testificales y documentales y todos los actos jurídicos, los estudios y los sumarios necesarios para poder responder a la duda; si consta la heroicidad de las virtudes o el martirio, o si consta el milagro en el caso presente y para los efectos de que se trata. Un colaborador externo, presentado por la postulación ayuda al relator en el trabajo. Actualmente los tiempos para la preparación de las Positiones son más breves que antes de 1983. Para el reconocimiento de las virtudes heroicas se promulga un decreto en presencia del Santo Padre.  Desde ese momento se da al siervo de Dios el título de “venerable”, que, sin embargo, no implica forma alguna de culto público. Para llegar a la beatificación es necesario el reconocimiento de un milagro, atribuido a la intercesión del venerable. La prueba de un nuevo milagro, atribuido a la intercesión del venerable.  Es necesaria la prueba de un nuevo milagro para proceder a la canonización.  

 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Como se hace un santo (2 de 3)

 


Durante el pontificado del Papa Juan PabloII el Cardenal Saravia Martins ha terminado las causas de casi la mitad de los 1345 beatos y 483 santos proclamados.

¿Quién puede ser santo? ¿Qui8en puede ser beatificado? ¿Cómo se procede para elevar a alguien a los altares? ¿El milagro es de verdad necesario?

Responde Su Eminencia el Card. Jose Saraiva Martins, Prefecto de la Congregacion de las Causas de los Santos. (Los textos seleccionados poir Domitia Caramazza están tomados del libro Come si fa un santo, Ed. Piemme, 2005 (publicado en Totus Tuus Nr 1 marzo 2006

 ¿Qué distingue a los beatos y a los santos “oficiales” de todos los demás cristianos muertos en gracia de Dios?

 Si el número de los cristianos que han vivido santamente coincidiese con el de los canonizados y proclamados beatos, estaríamos obligados a reconocer que, a lo largo de los dos milenios desde su fundación, la Iglesia habría fracasado en el cumplimiento de la misión confiada por Jesucristo. Pero no es así.

Hay una legión innumerable de personas que han vivido y muerto santamente y que están en el Paraíso, gozan de la visión beatifica y son recordadas  todas juntas en la fiesta de Todos los Santos, el 1 de noviembre.

Se trata, podríamos decir, de los “soldados desconocidos” de la santidad, que,  están mas íntimamente unidos a Cristo, consolidan más eficazmente a toda la Iglesia en la santidad,  ennoblecen el culto que ella ofrece a Dios aquí en la tierra y contribuyen de múltiples  maneras a su dilatada edificación. (Lumen gentium, 49)

La canonización declara la santidad de una persona sin establecer una comparación con la de quienes están en el cielo.

 ¿Quién puedc ser propuesto para una causa de canonización? Y cuando se puede iniciar el proceso?

 Cualquier católico puede ser el protagonista de una causa, con tal que haya ejercitado las virtudes cristianas en grado heroico y goce de fama de santidad después de su muerte. El grado heroico consiste en un comportamiento cristiano fuera de lo común, viviendo con prontitud de ánimo y con alegría las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y además - si es una persona consagrada -  la castidad, la pobreza y la obediencia. Lafama de santidad es la opinión generalizada que lleva a los fieles a venerarlo y a encomendarse a su intercesión. Para iniciar una causa es necesario esperar al menos cinco años desde la muerte del candidato. EL “actor” de  la causa – que puede ser una diócesis, una congregación religiosa, un grupo de fieles o incluso una persona física – para poder introducir formalmente la causa, tiene que dirigirse al obispo diocesano competente, y éste a su vez a la Congregación de las Causas de los santos para consultar si por parte de la Santa Sede hay algún obstáculo que se oponga a la causa.

¿Cuál es la diferencia practica entre la beatificación y la canonización, entre el beato y el santo?

 La beatificación es el primer paso en el camino hacia la definitiva canonización.

Con la beatificación se declara la santidad de la vida del beato y se permite el culto público en su honor en el ámbito limitado de una diócesis o de una institución eclesiástica (por ejemplo una congregación religiosa). La canonización es una declaración particularmente solemne de la santidad y prescribe el culto público de toda la Iglesia. Así pues, mientras la primera tiene una dimensión local y la segunda tiene una dimensión universal.  Tanto la beatificación como la canonización presuponen la demostración de la heroicidad de las virtudes practicadas por el beato o el santo.

 ¿Cuáles son las etapas que forman el proceso de una causa de beatificación?

 Las causas de beatificación tienen dos fases fundamentales: una diocesana y otra romana.

La primera consiste en la instrucción que el obispo competente lleva a cabo para recoger todos los escritos del siervo de Dios, los testimonios y los documentos relacionados con su vida, actividad y virtudes o martirio. A tal fin el obispo diocesano constituye un tribunal, presidido por él mismo o por un delegado suyo, y formado por un promotor de justicio y por un notario.

Los testigos llamados a declarar ocupan una importancia especial. La mayor parte de ellos s presentada por el postulador (que es, en un cierto sentido, el “abogado defensor” de la causa), pero el tribunal puede convocar otros ex officio.

Los testigos que establecen las Normae servandae, es decir las normas del proceso, tienen que ser oculares; a estos, si es necesario, se pueden añadir otros que han oído de quienes han visto, pero todos tienen que ser dignos de crédito. La sinceridad de los testigos es absolutamente necesaria y es por esto que cada uno de ellos tiene que confirmar con juramente cuanto ha declarado. Cuando un siervo de Dios pertenece a un Instituto de vida consagrada, una buena parte de los testigos - para que haya el máximo de objetividad y de perfección tiene que ser ajena  a dicho Instituto.

Con la reforma legislativa de 1983 los documentos han adquirido la debida dignidad.

La documentación relativa a la vida del siervo de Dios y a su causa de beatificación, por encargo formal del obispo diocesano, es recogida por algunos expertos en historia y archivística los cuales al final de su trabajo tienen que expresar su parecer acerca de la autenticidad y el valor de los documentos, así como su opinión sobre la personalidad del siervo de Dios, según lo que se deduce de los mismos documentos. Todos los actos del procedimiento instructorio diocesano, por último, se entregan a la Congregación de las Causas de los Santos que los examina, en varias y diferentes instancias, para comprobar la heroicidad de las virtudes, el martirio, los posibles milagros.