Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

domingo, 24 de noviembre de 2019

Solemnidad de Cristo Rey



"Yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz" (cf. Jn 18, 37).

Hoy la basílica de San Pedro vibra con la liturgia de una solemnidad extraordinaria. En el calendario litúrgico postconciliar la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo va unida al domingo último del año eclesiástico. Y está bien así. Efectivamente, las verdades de la fe que queremos manifestar, el misterio que queremos vivir encierran, en cierto sentido, cada una de las dimensiones de la historia, cada una de las etapas del tiempo humano, y abren al mismo tiempo la perspectiva "de un cielo nuevo y de una tierra nueva" (Ap 21, 1), la perspectiva de un Reino que "no es de este mundo" (Jn 18, 36). Es posible que se entienda erróneamente el significado de las palabras sobre el "Reino", que pronunció Cristo ante Pilato, es decir sobre el Reino que no es de este mundo. Sin embargo, el contexto singular del acontecimiento, en cuyo ámbito fueron pronunciadas, no permite comprenderlas así. Debemos admitir que el Reino de Cristo, gracias al cual se abren ante el hombre las perspectivas extraterrestres, las perspectivas de la eternidad, se forma en el mundo y en la temporalidad. Se forma, pues, en el hombre mismo mediante "el testimonio de la verdad" (Jn 18, 37) que Cristo dio en ese momento dramático de su Misión mesiánica: ante Pilato, ante la muerte en cruz, que pidieron al juez sus acusadores. Así, pues, debe atraer nuestra atención no sólo el momento litúrgico de la solemnidad de hoy, sino también la sorprendente síntesis de verdad, que esta solemnidad expresa y proclama.... 

2. Jesucristo es "el testigo fiel" (cf. Ap 1, 5), como dice el autor del Apocalipsis. Es el "testigo fiel" del señorío de Dios en la creación y sobre todo en la historia del hombre. Efectivamente, Dios formó al hombre, desde el principio, como Creador y a la vez como Padre. Por lo tanto, Dios, como Creador y como Padre, está siempre presente en su historia. Se ha convertido no sólo en el Principio y en el Término de todo lo creado, sino que se ha convertido también en el Señor de la historia y en el Dios de la Alianza: "Yo soy el alfa y el omega, dice el Señor Dios; el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso" (Ap 1, 8).

Jesucristo —"Testigo fiel"— ha venido al mundo precisamente para dar testimonio de esto.
¡Su venida en el tiempo! De qué modo tan concreto y sugestivo la había preanunciado el profeta Daniel en su visión mesiánica, hablando de la venida de "un hijo de hombre" (Dan 713) y delineando la dimensión espiritual de su Reino en estos términos: "Le fue dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá" (Dan 7, 14). Así ve el profeta Daniel, probablemente en el siglo II, el Reino de Cristo antes de que El viniese al mundo.
3. Lo que sucedió ante Pilato el viernes antes de Pascua nos permite liberar la imagen profética de Daniel de toda asociación impropia. He aquí, en efecto, que el mismo "Hijo del hombre" responde a la pregunta que le hizo el gobernador romano, Esta respuesta dice: "Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí" (Jn 18, 36).

Pilato, representante del poder ejercido en nombre de la poderosa Roma sobre el territorio de Palestina, el hombre que piensa según las categorías temporales y políticas, no entiende esta respuesta. Por eso pregunta por segunda vez: "¿Luego tú eres rey?" (Jn 18, 37).

También Cristo responde por segunda vez. Como la primera vez ha explicado en qué sentido no es rey, así ahora, para responder plenamente a la pregunta de Pilato y al mismo tiempo a la pregunta de toda la historia de la humanidad, de todos los gobernantes y de todos los políticos, responde así: "Yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz" (cf. Jn 18, 37).

Esta respuesta, en conexión con la primera, expresa toda la verdad sobre su Reino: toda la verdad sobre Cristo-Rey .


sábado, 16 de noviembre de 2019

Juan Pablo II Doctor de la Iglesia y Patrono de Europa?



En representación de la Conferencia de Obispos Polacos, el arzobispo Stanislaw Gadecki de Poznan, Presidente del Episcopado Polaco, le pidió formalmente al Papa Francisco que proclame a San Juan Pablo II Doctor de la Iglesia y Patrono de Europa, pedido apoyado por el Cardenal Stanislaw Dziwisz el 22 de octubre de 2019 durante el Congreso del Movimiento “Europa Christi” en Varsovia.

El año próximo, 2020, se celebrara el 100 aniversario del nacimiento de San Juan Pablo II y los14 años de su muerte. Teniendo en cuenta estos dos importantes aniversarios para la Iglesia polaca y la Iglesia universal, el Arzobispo Stanislaw Gadecki subrayo que “el pontificado del Papa de Polonia se caracterizo por decisiones innovadoras y eventos significativos que cambiaron el rostro del papado e influenciaron el curso de la historia Europea y universal.” En su pedido al Papa Francisco el Arzobispo Gadecki agrego además que : “ la riqueza del pontificado de San Juan Pablo II – referido como San Juan Pablo II el Grande por muchos historiadores y teólogos – emerge de la riqueza de su personalidad – poeta, filosofo, teólogo y místico,  desarrollando su trabajo en variadas  dimensiones desde el trabajo pastoral y docente a liderar la iglesia universal y al testimonio personal de la sacralidad de la vida” . También mencionó que el gran logro del pontificado de San Juan Pablo II fue su contribución a la restauración de la unidad europea, después de más de cincuenta años de división, simbolizada por la cortina de hierro y agrego:  “Después de la proclamación unificadora y promoción cultural de los Evangelios por los santos Cirilo y Metodio,  y San Adalberto, mas de mil años más tarde, fruto de sus actividades,  – no solamente sociales sino también en términos religiosos,  encontraron su protector y continuador en la persona del Papa polaco.

El fiel secretario personal del Papa San Juan Pablo II, el Cardenal Stanislaw Dziwisz, durante su conferencia en ell Congreso del Movimiento “Europa Christi” celebrado  en la Universidad Stefan Wyszynski de Varsovia apoyó la solicitud del Arzobispo Stanislaw Gadecki al Papa Francisco con estas palabras:

“El legado del Papa Wojtyla es una síntesis creativa,  rica y versátil de múltiples senderos del pensamiento humano. No hay dudas que aún permanece y seguirá permaneciendo durante mucho tiempo como un proyecto cultural cabal,  a escala global. Estas son algunas de las razones, en mi opinión, mas importantes porque Juan Pablo II debería ser declarado Doctor de la Iglesia y co patrono de nuestro hogar Europeo”.
Refiriendose a la actual crisis cultural, el Cardenal  dijo que “el renacimiento, que todos esperamos, solo puede lograrse con una reconsideración y adopción de la visión clásica del hombre y del mundo. No hay dudas que en este contexto, el legado del Santo Papa Juan Pablo II el Grande posee significativo valor de construcción cultural.    El cardenal Dziwisz hizo notar que este proyecto no es un llamado a un simple regreso al pasado. “El pensamiento de Juan Pablo II de hecho es absolutamente moderno,  original y creativo, permaneciendo a su vez notablemente clásico. Este difícil equilibrio entre tradición y modernidad ha traído un soplo de aire fresco a la vida de la Iglesia, y por su intermedio se ha hecho extensivo a espacios universales más amplios de cultura, política y ciencia. A este respecto el santo Padre fue un verdadero maestro y Doctor de la Iglesia y dentro de ella un guardián importante de los valores europeos, bases indelebles de la civilización moderna.” “ El papa Wojtyla no es tan solo un notable Doctor de la Iglesia contemporáneo, sino que también es un prominente patrón de Europa – concluyo el Cardenal Dziwisz – con mucho que decir a todos, tanto creyentes como no creyentes. En  tiempos difíciles y complejos como los nuestros su intercesión ante Dios, que tan bellamente nos aseguro el cardenal Ratzinger in la homilía de las exequias, constituye un fuerte apoyo a toda la gente de buena voluntad,  y el legado que nos ha dejado con sus escritos un mapa para el camino con claras  directivas del viaje común hacia un mundo mejor.” 


jueves, 14 de noviembre de 2019

Benedicto XVI : La resurrección de Cristo

(imagen de Wikipedia)

«Et resurrexit tertia die secundum Scripturas», «Resucitó al tercer día según las Escrituras». Cada domingo, en el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de Cristo, acontecimiento sorprendente que constituye la clave de bóveda del cristianismo. En la Iglesia todo se comprende a partir de este gran misterio, que ha cambiado el curso de la historia y se hace actual en cada celebración eucarística.
Sin embargo, existe un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de un modo más intenso en su riqueza doctrinal e inagotable vitalidad, para que la redescubran cada vez más y la vivan cada vez con mayor fidelidad: es el tiempo pascual. Cada año, en el «santísimo Triduo de Cristo crucificado, muerto y resucitado», como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al Calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al «tercer día», la Iglesia revive su resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, debemos renovar constantemente nuestra adhesión a Cristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es también nuestra Pascua, porque en Cristo resucitado se nos da la certeza de nuestra resurrección. La noticia de su resurrección de entre los muertos no envejece y Jesús está siempre vivo; y también sigue vivo su Evangelio.
«La fe de los cristianos —afirma san Agustín— es la resurrección de Cristo». Los Hechos de los Apóstoles lo explican claramente: «Dios dio a todos los hombres una prueba segura sobre Jesús al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17, 31). En efecto, no era suficiente la muerte para demostrar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto! Y han permanecido muertos.
La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad, que vale también para nosotros, para todos los tiempos. Al resucitarlo, el Padre lo glorificó. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9).

Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos.
¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? «Si Cristo no resucitó, —decía el apóstol san Pablo— es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe» (1Co 15, 14). Pero ¡resucitó!

(Benedicto XVI de la Audiencia General del 26 de marzo de 2008 - continuar leyendo)



martes, 12 de noviembre de 2019

Juan Pablo II en Venezuela : Decir NO cuando corresponde




“Sed así vosotros los primeros en hacer lo que está en vuestro poder para mejorar vuestra situación. Dios quiere que os elevéis en lo humano y en lo espiritual. Para ello tened principios claros de comportamiento.
No vaciléis en decir NO a la explotación, venga de donde viniese, que os quiera convertir en objetos; 

NO al caciquismo que os quiera utilizar como simple clientela, en determinados momentos. Decid 

NO a la violencia que nada construye; 
NO a la hamponería, 
NO a la prostitución, 
NO a la pornografía, 
NO a la droga, 
NO al alcoholismo.

 Evitad la sensualidad y el desenfreno; recordad que sólo la familia monógama y la paternidad responsable según las normas de la Iglesia son cimientos de una sociedad ordenada. No olvidéis las viejas tradiciones de austeridad, de religiosidad, de trabajo esforzado de vuestros hogares. 
Tened a Dios presente en vuestra vida. Educad cristianamente a vuestros hijos. Rechazad la indiferencia religiosa, las ideologías extremistas que predican odio, venganza y ateísmo o que, desde otro ángulo, se ponen al servicio de despotismos, de la concupiscencia del poder o del dinero.”


domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuando yo pienso : Patria



Cuando yo pienso : Patria

Cuando yo pienso, cuando digo: Patria,
Me estoy expresando a mí mismo, y me enraizo,
Y el corazón me dice que ella es la frontera oculta
Que va de mí hacia los otros hombres
Para abrazarlos a todos en un pasado
Más antiguo que cada uno de nosotros…

Y de ese pasado – cuando yo pienso: Patria
Emerjo para encerrarla en mí como un tesoro,
Y sin cesar me acucia el ansia
De cómo engrandecerla,
De cómo ensanchar el espacio
Que mi patria habita.

Karol Wojtyla: Cuando pienso en la patria, Poesias, BAC, 1979

jueves, 7 de noviembre de 2019

Maria elevada al cielo en cuerpo y alma


(imagen de Wikipedia)


María fue elevada al cielo en cuerpo y alma:  en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros:  "He aquí a tu madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.

[…]

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" -así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.

(Benedicto XVI – Homilía en la Solemnidad de la Asunción dela Santisima Virgen Maria, Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, Castelgandolfo, 15 de agosto de 2005

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Jan Tyranowski, el sastre místico, inspirador de Karol Wojtyla



Grandes cosas se le revelaron al joven Wojtyla cuando sus oídos se prestaron a la escucha de las palabras del sastre Jan Tyranowski y sus ojos se fijaron en el brillo de aquellos otros ojos.

Ya como sacerdote maduro Karol Wojtyla lo cuenta en sus textos hablando no solo del sastre sino también del estudiante que lo escuchaba. La ciencia de Jan Tyranowski no estaba a la altura del joven Wojtyla, y sin embargo no era Wojtyla el maestro de Jan, sino Jan de Wojtyla. Jan comprendía sobre todo aquello que el hombre solamente recibe de Dios, o sea aquello que no se aprende en los libros.  Jan era un arbusto que ardia para Dios.  Miraba a Dios y Dios lo miraba a el.  La labor de Jan no sobresalía, pero  muy grande era la importancia de su ser de donde emanaba su forma de actuar, o sea el gran amor y la profundidad del conocimiento del hombre.  Ese sastre de un barrio periférico de Cracovia educaba a los jóvenes sin tener la mas mínima idea de que se trataba la educación.  Les daba a ellos aquello mismo que el experimentaba buscando a Dios. Les hablaba de su vida con Dios y en Dios. Les hablaba  - como escribe Wojtyla -  de una manera que nada tenía que ver con la perfección, y sin embargo sus palabras eran más adecuadas al misterio del hombre y de Dios que muchos elucubraciones académicas. No debe maravillarnos entonces que Jan haya influenciado tanto la manera de pensar y filosofar de Wojtyla. La persona y los actos de Jan Tranowski fueron la primera fuente inconsciente de inspiración para Persona y acto. Meditando junto a el sobre el hombre y sobre Dios, Karol Wojtyla vio como el hombre-persona es un evento del amor divino humano y de la verdad divino humana.  Es justamente esto que vemos de lejos y nunca directamente.

Karol Wojtyla tomaba conocimiento de Jan y aprendía de él en momentos particulares, como por ejemplo aquella noche en la cual se quedaron,  junto a otros jóvenes,  para escucharlo mientras hablaba con expresiones poco sofisticadas de la intimidad del hombre con Dios. Aquella noche el estudiante Wojtyla escuchaba las “voces” que le llegaban mediante frases torpes en gramática pero con las cuales Jan Tyranowski se abria y se daba por entero.   Prestando oídos a las palabras de Jan sobre la convivencia con Dios, vio que le hombre es grande solo cuando es Epifanía de Dios.

El sastre Tyranowski introdujo al joven Wojtyla en el mundo de la mística, en un tiempo en el cual arreciaba con furia y calculada precisión  la mentira del  nazismo alemán,  y el azote ruso ya había comenzado a pesar sobre los polacos. Tyranowski infundía en los jóvenes las fuentes místicas, en busca de  la libertad.  Con la ayuda de grandes místicos como San Juan de la Cruz y Luis Maria Grignon de Montfort, les enseñaba a conquistar la libertad a diario,  sin importar el precio a apagar. En el espacio de la experiencia de las personas, en comunión con otras, les enseñaba a leer la Biblia, la poesía y las obras de grandes pensadores. Sin recurrir a manuales. Iba por delante de ellos, aferrándose a la persona de Cristo, en el cual encontraban el «agua viva» (Jn 4,10),  que  apagaba su deseo de la realidad más lejana y al mismo tiempo la mas cercana al hombre.

Con su sola presencia, el sastre Jan le mostro a Wojtyla el sentido de estar ante el hombre. Como sacerdote, como obispo y después como Papa, Karol Wojtyla siempre tuvo presente este dialogo de los dones recibidos en aquel cuartito del sastre, en la convivencia pastoral con los estudiantes y con los profesores de Cracovia, de los cuales nació el así llamado “ambiente” (środowisko).

(traducido de Stanislaw Grygiel: Dialogando con Giovanni Paolo II, Cantagalli, 2013)

viernes, 1 de noviembre de 2019

El precioso don de la verdad y la libertad



Juan Pablo II nunca dejo de recordar que cuando los hombres  se olvidan de la verdad y su conciencia, “se olvida” en ellos la libertad y,  en consecuencia,  se pierde la capacidad de distinguir el bien del mal.    La distinguen solo los hombres responsables, o sea aquellos que responden al Amor.  En Persona y acto Karol Wojtyla habla de la verdad del hombre y de su libertad,  o sea poseerse a sí mismo, que quiere decir poseer la idoneidad de darse a sí mismo a los demás, cuando su amor los llama a ser amor.  La dramática belleza de la verdad y la libertad la canta en el poema Cuando yo pienso: Patria. El deseo de la verdad del bien y lo bello conduce al acto de la creación, en el cual Dios ve que todo aquello que sus ojos encendieron a su existencia es muy bello y muy bueno, y conduce al Juicio Final, en el cual se rendirá cuenta si el hombre ha cumplido la justicia del Amor. En la comunión con el Rostro (theos) de Dios Karol Wojtyla hacia de su propia vida una obra de arte, buscando que fuera digna respuesta al Amor con el cual la belleza de Su Palabra lo llamaba a la labor,   para resurgir. En toda bella obra de arte, pero ante todo en aquella cuando el hombre es hombre, la invisible belleza eterna de Dios se convierte de alguna manera en algo visible en el tiempo, se refleja en ello en la historia del hombre que se extiende entre el Principio y el Fin, como el cielo estrellado se refleja en las aguas del lago.  Al final veremos hasta qué punto ha sido enturbiado el reflejo del cielo estrellado en nuestras aguas.   

La libertad no se posee como se poseen los objetos comprados. Todos los días hay que luchar por la libertad. Es así que hay que luchar por el amor y su belleza, es así que hay que luchar por la verdad y el bien. Es fácil perderlos y con ellos perderse a si mismo.  «La libertad, la pagas con todo tu ser – por eso llamaras libertad  a aquella, que mientras la pagas, te ayuda a poseerte a ti mismo siempre de nuevo»  El antiguo epigrama que demanda de la libertad- quid sit veritas? Debería también extenderse a la pregunta sobre la libertad – quid sit libertas?  La respuesta debería sonar veritas atque libertas sunt vir qui adest. La verdad y la libertad se producen en el profético ad-sum! De  persona a persona, en su parusía.  De allí la parousia de Dios para todos los hombres. Por medio de la comunión en la presencia reciproca de los hombres se desanuda el camino que conduce a la Comunión con el Padre y con su Palabra filial, o sea al Principio de la verdad y la libertad, que ocurren en la historia, y al Final en la cual encontraran su consumación.

«La libertad es una conquista continua, no basta solo con poseerla?  Nos viene como un regalo. Pero se la mantiene luchando. Regalo y lucha se inscriben en nuestros mapas secretos, y sin embargo, evidentes.» 

Todos hemos recibido el don impagable de la vida, por eso es aun más apreciado el don de la verdad y el de la libertad.  El drama de cada hombre se desanuda en la tensión entre el don de la vida y el don de la verdad y de la libertad. Pero el don de la verdad y de la libertad es necesario pagarlo con el don de la vida. Con ninguna otra cosa,  porque cualquiera que fuese tiene un precio bien determinado. Por eso la vida por la verdad y la libertad es inseparable del heroísmo. En ello se revela la belleza del hombre – de aquel “sacerdote aun no consciente”. De modo particular se revela en el heroísmo del sacerdote de la Eucaristía.

« La verdad es una forma de amor» dice Juan Pablo II a los jóvenes durante uno de los encuentros mundiales de la juventud. La verdad de hecho es la belleza del amor.  Asi como el amor, también la verdad se expresa con el trabajo real, o sea con el servicio a los demás, y con el silencio real más que con las palabras. No debemos maravillarnos que los hombres que viven de una manera tan real, quiere decir aquellos que aman a los demás y les sirven en silencio real, no se arrodillan ni delante a la política ni a la economía. Todo aquello que tiene un precio lo ceden a cambio de la verdad, de la libertad, de la belleza,  que solo pueden consolar al hombre despertando en él la esperanza de no perder al final nada de aquello pagado para conquistarla.  Todo le rendirá ciento por ciento (Mt 19,29).

La belleza de la verdad y del bien que surgen del amor se confía a los hombres sencillos. A los hombres doctos se le confía solo cuando ellos “olvidan” sus construcciones eruditas y se convierten a la sencillez de aquello que no tiene precio. Una vez, en la oscuridad de un atardecer tardío, mi madre, una campesina sencilla,  escuchaba conmigo los Nocturnos de Chopin.  Cuando el piano se silencia me dice sólo esto. «Esta música es tan triste que puede llegar a consolar también a un hombre triste».  En esos momentos el hombre dirige la evolución del universo según las leyes pensadas en el misterio del Principio. Son momentos en los cuales Dios nos revela a los ojos de los hombres un fragmento de Su belleza que le da a la vida el sentido y el valor que no tiene precio. Para esos momentos pascuales de la belleza Juan Pablo II ha escrito su correspondiente antropología. La ha escrito como hombre y como sacerdote  y ante todo con la vida, y solo en segundo término con las palabras.

Stanislaw Gryegel : Dialogando con Juan Pablo II, Cantagalli, 2013