Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 29 de diciembre de 2023

Solemnidad de Santa Maria, Madre de Dios (XXXVIII Jornada Mundial de la Paz – ultima de Juan Pablo II)

 

"¡Salve, Madre santa!, Virgen Madre del Rey



que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos" 

Antífona de entrada

 

En el primer día del año, la Iglesia se reúne en oración ante el icono de la Madre de Dios, y honra con alegría a aquella que dio al mundo el fruto de su vientre, Jesús, el "Príncipe de la paz" (Is 95)”… ”La Jornada mundial de la paz constituye una invitación a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad a renovar su firme compromiso de construir la paz. Esto supone la acogida de una exigencia moral fundamental, expresada muy bien en las palabras de san Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien" (Rm 12, 21).

Ante las numerosas manifestaciones del mal, que por desgracia hieren a la familia humana, la exigencia prioritaria es promover la paz utilizando medios coherentes, dando importancia al diálogo, a las obras de justicia, y educando para el perdón (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2005, n. 1).

Vencer el mal con las armas del amor es el modo como cada uno puede contribuir a la paz de todos. A lo largo de esta senda están llamados a caminar tanto los cristianos como los creyentes de las diversas religiones, juntamente con cuantos se reconocen en la ley moral universal.

 Amadísimos hermanos y hermanas, promover la paz en la tierra es nuestra misión común. 

Que la Virgen María nos ayude a realizar las palabras del Señor: 

"Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9). ¡Feliz año nuevo a todos! ¡Alabado sea Jesucristo!

 

(de la Homilia de Juan Pablo II 1 de enero 2005)

 FELIZ Y BENDECIDO AÑO 2024 A TODOS MIS AMIGOS LECTORES

 Librito de la celebración: Primeras vísperas y Te Deum de acción de gracias con el Papa Francisco  [31 de diciembre de 2023 ]

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

Nieves Gomez Alvarez: El humanismo polaco de Karol Wojtyla (4 de 4) Cyprian Norwid

 

(Imagen de Wikipedia)

Cyprian Norwid

Norwid. fue, de la tríada de escritores románticos polacos, el que más influyó sobre Karol Wojtyła/ Juan Pablo II. Era el más joven de los tres, por tanto, el más cercano cronológicamente. Había nacido en 1821 e inicialmente se dedica al arte, en concreto, a la pintura y a la escultura, que estudia en Florencia. En Roma conocerá a Mickiewicz y en París a Słowacki y Chopin. Será la cercanía con estos círculos la que intensificará su vocación de escritor, aunque ya había escrito poesía previamente. Una serie de infortunios y una situación de gran precariedad le llevará a escribir una obra extraordinaria, Nuestra epopeya, 1848, donde Norwid hizo suyo el espíritu de Don Quijote de la Mancha22. En él, Don Quijote, esto es, el autor y su generación, cabalga en busca de Dulcinea, Polonia, con la única compañía de las serpientes y los pájaros (la policía de los imperios y los poetas polacos emigrados). Es el de Norwid un poema complejo que va amplificándose, desde el individuo, pasando por la patria y el mundo, hasta concluir en la historia. Estos cuatro temas serán justamente los cuatro círculos concéntricos que estarán presentes en su obra. Impelido a buscar un futuro mejor, viaja a Estados Unidos, donde ejerce como grafista durante dos años, tras los cuales vuelve a Europa (Londres y finalmente París). Será en esta última ciudad, rodeado de adversidades de todo tipo y de una enorme melancolía, donde produzca lo más brillante de su obra, como, por ejemplo, Ad leones, de 1883, donde reflexiona sobre el papel del artista en el mundo contemporáneo, que es eminentemente utilitario. El título hace alusión a la metáfora que utiliza: el mundo capitalista es como los leones dispuestos a devorar a los cristianos que se les arrojan, pero entre estos hay una mujer con una cruz, que consigue detener a las fieras. También escribió ensayos sobre ética, filosofía, cultura y política, como Sobre el arte. Para los polacos, Sobre Juliusz Słowacki, Silencio o Flores negras; y dramas, como El anillo de la gran dama, donde cuenta la vida de un artista pobre, humillado por los salones de la aristocracia. Sus poemas tienen unas resonancias muy novedosas, como, por ejemplo, en Promethidion o Sobre la libertad de la palabra, donde habla del hombre como creador y del papel de la cultura. Desde su punto de vista, el arte es un trabajo realmente elevado, pues aúna el trabajo físico y el intelectual, es decir, es un metáxy entre la materia y el espíritu, entre lo específico de cada cultura y lo universal de la civilización, entre el individuo y la sociedad. Norwid, a pesar de ser el creador de un nuevo lenguaje poético y de haber tenido la voluntad de renovar la literatura polaca –en cierto sentido se puede decir que fue más allá del propio Romanticismo–, fue un autor muy poco entendido en su época y serán las generaciones posteriores las que verán en él un referente, en la estela de la Biblia, Homero, Platón, Dante y Calderón. Su obra sintetiza las tradiciones pagana y cristiana, los elementos clásicos y los románticos, la genialidad de las culturas de Europa Central y las del Sur23. De hecho, la poesía de Norwid trasciende sus propias fronteras y en muchos casos se convierte en metafísica e incluso en teología, en una visión completa y compleja de la realidad: el hombre es una criatura con una doble dimensión psíquica y física, que es además histórica y que no puede desligarse de elementos no materiales, como son la naturaleza, la tradición cultural y la civilización. Por eso el ser humano norwidiano es un ser enlazado con la vida y con toda la tradición común de la humanidad. De manera muy cervantina, el tema del amor aparece en Norwid relacionado con el esencial equilibrio entre hombres y mujeres y como soporte de una verdadera cultura. Y de manera no menos cervantina, el tema de la patria no estará marcado por el exclusivismo, sino por una formidable generosidad hacia el ser ajeno e incluso hacia el acercamiento de toda la humanidad. Para Norwid, que se mueve con soltura tanto en la cultura clásica como en el conjunto de la cultura occidental europea, el hombre perfecto es Cristo, que es un Hombre Eterno, ya que es el único que une en una sola persona lo humano y lo divino, lo material y lo espiritual. Finalmente, hay otros dos aspectos por los que Karol Wojtyła leería fascinado a este romántico24: primero, su tratamiento del tema del trabajo, el lugar del hombre en el mundo capitalista. A Norwid le parecía lacerante que el desarrollo del urbanismo y la civilización industrial causasen tantas diferencias entre las clases sociales, así como la infelicidad del artista y la soledad. Por eso se convierte en un crítico de la deshumanización del trabajo, pero a su vez ofrece una nueva concepción del mismo, por ejemplo, en su poema Canto desde nuestra tierra, ya no desde la maldición bíblica, sino como factor de creación, en el sentido más noble del término y de trampolín moral. Al haber tenido la experiencia americana, Norwid reflejará en su obra cómo este crecimiento moral se traduce en la lucha por la libertad, la democracia y los ideales de la moral cristiana. En ese sentido –como hará el propio Wojtyła en su obra Hermano de nuestro Dios–, tendrá una visión inteligentemente crítica hacia el socialismo. Y en segundo lugar, Norwid se hace eco en su obra, aunque en gran parte, como hemos visto, la desarrolla fuera de lo que había sido Polonia, del mundo eslavo en general. Desde su punto de vista, el crecimiento de los nacionalismos había llevado a la situación de que los eslavos no pudieran saber más cuál era su lugar en el mundo y en la historia, y a un fuerte enfrentamiento –que él mismo sufría– respecto a Rusia. Su obra refleja el profundo anhelo de una integración entre los valores de Occidente y el resto de Europa, deseo que sin duda latirá en el hacer de Juan Pablo II y sus esfuerzos de acercamiento con Rusia durante años. Finaliza aquí la primera parte de este artículo, sobre la influencia del Romanticismo polaco en el humanismo de Juan Pablo II. Queda para una segunda cómo terminó de gestarse en su época como profesor de Ética en la Universidad de Lublin y su plena manifestación, ya como Juan Pablo II.

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de Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ


Nieves Gomez Alvarez: El humanismo polaco de Karol Wojtyla (3 de 4) Juliusz Słowacki

 


(Imagen de Wikipedia) 

Juliusz Słowacki (1809-1849) es otra de las grandes figuras del Romanticismo polaco. Estudia Ciencias Políticas y Morales en la Universidad de Vilna, como hijo que era de un profesor de la misma Universidad, moviéndose en los ambientes más cultos de la sociedad de la época y fue destinado para trabajar como funcionario en el Departamento del Tesorode Varsovia y en la Oficina Diplomática del Gobierno. Sin embargo, su verdadera pasión, que era la carrera literaria, comenzó con ocasión del levantamiento polaco de 1830 contra Rusia. Será en esta época cuando escriba su poema Oda a la libertad13. Tras una misión diplomática en Londres, ciudad que le fascina, será también uno de los escritores refugiados en París, donde entabla amistad con muchos de los liberales españoles desterrados por Fernando VII, lo cual despertó su interés por España y su literatura. De hecho, aprendió español leyendo El Quijote y también se dejó fascinar por Calderón de la Barca, cuya obra El príncipe constante tradujo al polaco en 1884, pues vio en el argumento del drama de Calderón un reflejo de la historia de los polacos14. No muy bien tratado por otros polacos en el exilio a causa de su ascendencia –supuestamente su padrastro había colaborado con los rusos y era considerado traidor–, viajará por varios países (Suiza, Italia, Grecia, Egipto, Tierra Santa) a partir de 1832, trabajando en misiones diplomáticas secretas entre el príncipe Adam Czartoryski y el gobierno de Turquía, contrario a Rusia.

 Esa sucesión de viajes será también una oportunidad constante para la inspiración, muy sugerente en poemas como “Conversación con las pirámides” o el melancólico “Himno (¡Qué triste estoy, Dios mío!)”, escrito durante una puesta de sol en Alejandría. Słowacki morirá, como buen romántico, de muerte prematura y tuberculosa en París en 1849. Años adelante, será el general Pilsudski, ya en 1927, quien ordenará la repatriación de sus restos, desde el cementerio de Montmartre hasta la catedral de Wawel, en Cracovia, donde reposa actualmente junto a los restos de Mickiewicz. Particularmente decisivas para Karol Wojtyła serán dos de sus obras, Kordian. La conjura de la coronación15, publicada en 1834, que el joven actor sabía de memoria, y El Rey Espíritu16, publicada en 1847. Esta última fue la primera obra representada el 1 de noviembre de 1941 por el Teatro Rapsódico, el teatro de resistencia pacífica en el que Karol Wojtyła participó durante los años de ocupación nazi de Polonia. El joven Karol representaba el papel del rey Boleslao, el monarca que comete abuso de poder y manda ejecutar a San Estanislao cuando el obispo de Cracovia celebra la Eucaristía. Curiosamente, el prometedor actor le imprimió a su violento personaje el carácter de un futuro arrepentido, jugando así literariamente con la Historia. Por su parte, Kordian relata la coronación del zar de Rusia como rey de Polonia, con su doloroso anhelo desde el exilio por la patria perdida y con su esperanza –sin duda, un tanto religiosa– en su futura resurrección. Esta obra tendrá un gran significado para Karol Wojtyła en unos momentos en los que Polonia volvía a estar en peligro, por la avaricia de las potencias vecinas17. Además, era una obra técnicamente muy innovadora, por sus formas plenamente románticas, con la ruptura de las tres unidades, la combinación de lírica, épica y drama y la mezcla entre personajes históricos e imaginarios (algunos de ellos simbólicos, muy del gusto de la época, como ángeles, demonios, el miedo o la imaginación). Karol Wojtyła, que también será autor dramático, se hará eco en sus propias obras teatrales de innovaciones similares. En el periodo de 1795 a 1920, los escritos de Słowacki habían alimentado, como los de Mickiewicz, la llama de la polonidad, aun a pesar de las persecuciones lingüísticas y culturales. No es extraño, pues, que volvieran a encenderla a partir de 1939. Era el destino del mesianismo polaco: alimentar la supervivencia de la nación polaca. Słowacki también muestra en sus escritos una cierta distancia con los ideales franceses –de hecho, cuando en 1833 viaja a Suiza, el gobierno francés le prohíbe volver, por ser considerado un revolucionario liberal–. Se puede leer desde esta perspectiva su poema “París”, donde habla de “orden quebrado”, “reptil enroscado”, “aguijón huntado de veneno” y dibuja un panorama apocalíptico de crimen, castigo, miedo, desgracia y muerte, estableciendo un símil entre esta ciudad y la Sodoma del Antiguo Testamento: “Mira cómo del regazo del Sena, en el crepúsculo, Se alzan los edificios en un orden quebrado, Cómo se suben unos a hombros de otros; En algunos lugares, iluminados por el rastro de las calles, Los edificios parecen un reptil enroscado Al que se le erizan las escamas dentadas de los tejados. Y allí, ¿es quizá un aguijón untado de veneno? ¿O es un rayo de sol? ¿La lanza de un caballero? En lo alto una torre dorada dispara su resplandor. ¡Nueva Sodoma! Entre tus piedras Se multiplica visible e insolente el crimen, Pero un día caerá sobre ti una lluvia de fuego, Más no será la lluvia de Dios confinada en un trueno: Mandará cien cañones… Y en cada casa Una bala cincelará la terrible sentencia de Dios, La bala quemará los muros, los derribará, Y un día se ceñirá sobre ti un miedo pavoroso, Y una desesperación aún mayor, porque será la bala del enemigo… Ya pende una nube de cañones sobre la ciudad, Por eso hay masas de gente confundida, Por eso la oscuridad de las calles es tan lúgubre, El presentimiento de la desgracia trastorna la razón; La palabra del orgullo vano agoniza sin eco, Las conversaciones tratan incesantemente sobre los enemigos…”. Y también en su poema “Cuando los polacos se subleven de verdad…”, donde parece reflejarse la incomprensión de los franceses hacia los ideales polacos, a los que parecen haber mirado con suficiencia o desprecio. El poema refleja cómo en ese hipotético tiempo de “vigencias polacas”, los ideales de esta nación no serían comprendidos desde los ideales franceses, pues no estarían movidos por el particularismo ni tampoco por un supuesto humanismo ciego y destructor, sino por “grandes lemas desconocidos”, gestados en el esfuerzo moral del corazón humano: “Cuando los polacos se subleven de verdad Las naciones no harán cuestaciones, Sino que quedarán estupefactas y al canto de los disparos Agudizarán el oído, abrirán las tabernas. Y los vientos llevarán las noticias, Y cada noticia alimentará el corazón de las naciones, Fuerzas anónimas agitarán el mundo Con grandes lemas desconocidos. El francés no entenderá lo que ocurre en el mundo, Que una nación se rebeló en el humo de la oscuridad, Y aunque muy desesperada, no en nombre de la desesperación, Y aunque muy vengativa, no en nombre de la venganza. No entenderá el esfuerzo que realizó el espíritu En la sagrada oscuridad del corazón humano […]”19. Słowacki había escrito sobre cuán fascinado debió de sentirse Adán, el primer hombre, al confrontarse con el mundo, la creación divina, que también le había traído a él a la existencia (tema sobre el cual reflexionaría Juan Pablo II en sus innovadoras catequesis sobre la Teología del cuerpo). Al igual que Mickiewicz, estaba convencido de que Polonia jugaba un papel decisivo en el drama de la historia mundial. Llegó incluso a escribir proféticamente sobre “un papa eslavo” que se convertiría en “hermano de toda la humanidad”

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Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ



Nieves Gomez Alvarez: El humanismo polaco de Karol Wojtyla (2 de 4) Adam Mickiewicz

 

(Imagen de Wikipedia)

Adam Mickiewicz (1789-1855), nacido justamente el año de la Revolución Francesa –y para los amantes de las paradojas poéticas, el 24 de diciembre–, fue el mayor representante del Romanticismo polaco y el máximo exponente de la Literatura polaca de su época5 . Tenía inicialmente vocación literaria, pero con el tiempo se convirtió además en un activista político, un hombre apasionado que anhelaba la independencia de Polonia. En su obra se encuentra una combinación peculiar de inicial admiración hacia la Ilustración francesa con un pleno espíritu romántico, aureolado por una humildad genuinamente religiosa. Realiza en sus obras una interpretación de la historia de su patria desde una perspectiva espiritual, lo cual implicaba una lectura redentora del sufrimiento recurrente en los destinos polacos. Su visión, literaria, pero también filosófica, no se limita solo a un nacionalismo más o menos ardoroso, sino que, en alguna de sus obras, como Los Antepasados III, se puede encontrar una interpretación escatológica de la historia de Polonia, a diferencia de la que tienen el resto de naciones. 

Desde el punto de vista de Mickiewicz, es justamente el sufrimiento colectivo asumido el que convierte a Polonia en una nación iluminadora, capaz de enseñar un camino más humano a las demás, que les enseñe las limitaciones del materialismo y la posibilidad de caminar hacia una libertad más completa. El aspecto filosófico más llamativo de Mickiewicz, que se trasluce en sus obras maduras, es que él se veía a sí mismo como un ilustrado cristiano, situación peculiar que le habría permitido hacer una interpretación en esta clave del triple lema de la Revolución Francesa. Desde su punto de vista, ha sido Cristo quien, encarnándose históricamente, habría libertado a los hombres, haciéndonos a todos iguales y hermanándonos entre sí. En otros fragmentos de sus obras se puede encontrar una mirada bastante crítica hacia los ilustrados franceses y hacia los postulados ilustrados sin más. Como botón de muestra, valgan los siguientes ejemplos de los Libros de la nación polaca y del peregrinaje polaco. Al hilo de su particular interpretación de la historia europea, dice acerca de la Ilustración francesa: “Mientras tanto, la idolatría se multiplicaba en Europa. Y al igual que antes, entre los paganos, se empezó por adorar a ídolos que representaban virtudes, después fueron diversos crímenes, más tarde hombres y bestias, y posteriormente árboles, piedras y diferentes figuras dibujadas, lo mismo acabó sucediendo en Europa.

 […]. Y hubo filósofos que alabaron todo aquello que los reyes habían inventado” . Al referirse a la tragedia de la historia polaca desde la perspectiva de la Pasión de Cristo, cada unade las naciones europeas será uno de los personajes de la historia sagrada. ¿Quién será Francia? “El Galo” desempeñará el papel del cobarde y acomodaticio Pilato, quien, ante el inocente ultrajado, rehúsa ejercer la autoridad moral que debería y prefiere quitarse el problema de encima con pretextos infantiles: “‘En verdad, no hallo culpa en esta nación; y mi esposa, Francia, mujer temerosa, está atormentada por malos sueños; mas prended a esta nación y torturadla’. Y se lavó las manos. Y un gobernante francés dijo: ‘No podemos rescatar a este inocente ni con nuestra sangre ni con nuestro dinero, porque mi sangre y mi dinero me pertenecen; y la sangre y el dinero de mi nación le pertenecen a ella”7 . Cuando miles de polacos tomaron camino del exilio y se instalaron en Francia, la respuesta de esta –además de no ayudar– fue la de promulgar durísimas leyes contra ellos, que implicaban el confinamiento de los polacos en determinadas ciudades sin tener libertad de movimientos y la pérdida del derecho a la protección de las leyes y autoridades civiles, quedando a disposición de la policía, como si fueran maleantes peligrosos. Lógicamente herido en su orgullo nacional por ello, Mickiewicz las integró en su obra desde una perspectiva espiritual, muy crítica frente a los que dicen defender ciertos ideales verbalmente, pero no lo traducen en la práctica cuando se trata de los mismos ideales para otros. Nótese que Mickiewicz personifica a Polonia con la libertad misma: “Y la libertad dirá a la segunda nación: ‘He aquí que estaba sumida en la angustia y en la penuria y te pedí, ¡oh, nación!, la protección de tu ley y tu ayuda; pero tú me arrojaste leyes’. Y la nación responderá: ‘Mi señora, ¿cuándo acudiste a mí? Y la libertad responderá: ‘Acudí a ti con el ropaje de estos peregrinos, pero tú me despreciaste; ve, pues, a la esclavitud, donde habrá el silbido del látigo ruso y el crujir de los ucases”. En otros pasajes, el escritor polaco es aún más directo, dirigiéndose directamente a una nación que decía tener grandes ideales, pero en esa magnífica ocasión había renunciado a ejercerlos y ganarse el respeto de Europa: “Gobernantes franceses y doctos hombres franceses: habláis de la libertad, pero servís al despotismo. Caeréis entre vuestro pueblo y el despotismo extranjero, así como lo hace una barra de frío hierro entre el martillo y el yunque. […] Y gritaréis al martillo, a vuestro pueblo: ‘Pueblo, perdona y detente, porque hablábamos de la libertad’. Pero el martillo dirá: ‘Decías una cosa y hacías otra distinta’. Y de nuevo caerá sobre la barra con fuerza renovada”8 . Si París se había convertido –al menos en el mundo de los deseos, que no en el de la práctica– en la patria de la defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad en 1789, Mickiewicz le advierte a aquella proféticamente: “Y no quedará piedra sobre piedra del gran edificio político europeo. Porque la capital de la libertad será trasladada” 9. Hay un aspecto más que merece la pena señalar de la innovadora obra del inquieto Mickiewicz, en cuanto al peso que ejercerá en el humanismo de Wojtyła, y es su visión un tanto filosófica de la capacidad literaria y antropológica del hombre: por ejemplo, en su obra Konrad Wallenrod, se trasluce la idea de que “el amor y la poesía eran capaces de superar los obstáculos y las discordias entre las naciones” 10. Sería interesante calibrar, ahora que tenemos cierta perspectiva, hasta qué punto Karol Wojtyła/ Juan Pablo II ha sido un digno heredero de los ideales humanistas de Mickiewicz, más aún cuando este auguraba que los sufrimientos redentores polacos eran la puerta para un futuro más esperanzador y no para resentimientos estériles. De hecho, la posición liderada eminentemente por este poeta-profeta se ha denominado como “mesianismo”, en el cual Polonia es contemplada como una nación elegida para defender la Cristiandad en los tiempos modernos, misión para la cual habría sido preparada por los numerosos sufrimientos históricos experimentados, que la habría alejado de toda soberbia colectiva. Polonia, con su desmembramiento, se asemejaba a un Cristo crucificado, aparentemente muerto, pero como Él, a punto de resucitar y de permanecer hasta el fin de la historia humana con los hombres mediante unapresencia espiritual. Pues según Mickiewicz, Polonia vive en el alma de todos los que la sufren y resucitará, librando de la esclavitud a todas las naciones oprimidas de Europa, de tal manera que cuando “resucitase” la nación polaca, cesarían las guerras en la cristiandad. El escritor polaco, desde esta perspectiva, miraba con ojos perspicaces hacia lo que había sido el Cristianismo históricamente –un liberador de la tiranía de Roma– y concluía que esa había sido la verdadera revolución, pues había permitido la libertad, mientras que otros sistemas europeos eran vistos como tiranías –sería el caso de Rusia–, o como sistemas condenables, como, por ejemplo, las democracias burguesas que practicaban el realismo político, sobre todo Francia, dedicándose a adorar a nuevos ídolos11. Desde su punto de vista, el Cristianismo era la verdadera revolución, pues permitía la irrupción de la iniciativa divina en la historia. No satisfecho con mirar hacia el pasado, el gran escritor profetizaba una segunda gran revolución, cuando en Polonia fuese posible vivir como una auténtica comunidad humana; en ese momento se extinguirían todos los conflictos entre los hombres. Como se ve, el gran legado intelectual de Mickiewicz a la cultura polaca sería su propia evolución personal, desde una inicial postura racionalista, en su época de juventud, a un mesianismo romántico propiamente polaco, ya pertrechado de amplios conocimientos literarios, históricos y artísticos, y de una mirada más madura y crítica, en la cual la experiencia propia de Polonia se convierte en la clave para su libertad futura.

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Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ


Nieves Gomez Alvarez: El humanismo polaco de Karol Wojtyla (1 de 4)

 


Karol Wojtyła es bien conocido por haber sido uno de los líderes indiscutibles del siglo XX y comienzos del XXI, pero es mucho menos conocida su personalidad intelectual y su poderosa aportación filosófica. Este artículo muestra sus raíces culturales, que posibilitaron el desarrollo de un humanismo integral, un humanismo que, si bien miraba con interés hacia los ideales ilustrados franceses, también se nutría de una rica tradición eslava propia, abierta a las nuevas ideas europeas, pero a la vez maduramente crítica con algunos aspectos de estas. En sus años de juventud, Wojtyła se había alimentado intelectualmente de la obra de los románticos polacos, en especial de la tríada formada por Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki y Cyprian Norwid, quienes habían vivido muy en contacto con otros países europeos tras la Gran Emigración, a partir de 1831, y habían desarrollado con enorme profundidad unos ideales bien distintos a los de la Ilustración francesa, pero entre los cuales despuntaba una concepción notablemente compleja de la libertad, tanto individual como colectiva.

Mickiewicz, Słowacki y Norwid

 El siglo XIX fue en Europa una época llena de revoluciones. Y, sin embargo, ese mismo vocablo no significaba exactamente lo mismo para las diferentes culturas. En su versión francesa tiene una connotación de ruptura absoluta con el pasado, porque se consideraba que este era intrínsecamente malo y corrupto, negador de la libertad individual; y en ese pasado entraba como un ingrediente primordial la cristiandad, que era considerada un representante eminente del viejo orden. Sin embargo, para los Románticos polacos, ese mismo término significa algo bien distinto: la recuperación de un valor perdido, esencial para la conciencia nacional. Lo que había que hacer con el pasado, por tanto, no era romper con él, ni negarlo, ni olvidarlo, sino recuperarlo para poder seguir siendo quien se es, sin repetirlo. Llevarlo dentro para poder seguir viviendo con proyectividad. E inserto en ese pasado se encuentra el cristianismo y, más en concreto, el catolicismo, como distintivo peculiar. Por lo tanto, una revolución debería incluir, desde esta visión peculiar, un vivo interés maduro y desprejuiciado por todo el legado cristiano. No caben, por tanto, dos interpretaciones del mismo término más distantes en su significado real e histórico. Ambas han marcado dos relaciones con el pasado radicalmente distintas y han condicionado la vida de la nación entera respecto a su propia cultura . Este es el legado que va a recibir Wojtyła, no solo en las lecciones paternas o en las clases escolares, sino muy particularmente en el curso jagelloniano y en las intensas lecturas de ese y los siguientes años. En este breve estudio haremos hincapié especialmente en tres de los autores leídos por el joven estudiante.

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Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ


viernes, 22 de diciembre de 2023

Papa Francisco : El belén de Greccio, escuela de sobriedad y de alegría

 


En esta Navidad de 2023 se cumplen 800 años del pesebre viviente que san Francisco de Asís realizó en la localidad italiana de Greccio. Su intención fue representar la escena del nacimiento de Jesús, pudiendo revivir así, por medio de los sentidos, la sencillez evangélica, la pobreza y la humildad de la Sagrada Familia en la gruta de Belén. Y aquí nacieron los pesebres vivientes.

Durante estos días, cercanos a las fiestas navideñas, podemos correr el riesgo de descuidar lo esencial, distraídos por las numerosas ofertas del consumismo y el bienestar mundano. En este contexto, los personajes del belén nos muestran cómo celebrar verdaderamente la Navidad: con sobriedad y alegría evangélica. Contemplemos el pesebre, y eso, hagámoslo en familia, en comunidad, esto nos ayuda a centrarnos en lo más importante de nuestra vida: la relación con Dios, con los demás y con la creación; y así, cultivemos en nuestros ambientes un clima de armonía, de gozo y de paz.

(Papa Francisco:Audiencia General 20 de diciembre 2023)

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(El Belén de Greccio es la trigésima escena de las veintiocho que componen el conjunto de frescos sobre la historia de San Francisco. Los frescos se encuentran cojiendo en la Basílica Mayor de Asís, y son atribuidos a Giotto. Posiblemente, fue pintado entre el 1295 y el 1299, y sus medidas son 230 x 270cm. - Wikipedia) 

Invito visitar la página del Directorio franciscano titulada : La Navidad de Greccio celebrada por San Francisco (1223) con relatos de Tomas de Celano,  San Buenaventura,   el P. Cuthbert (Vida de san Francisco de Asis), Leonhard Lehmann  (El salmo navideño de San Francisco),   una audiencia del Papa Benedicto XVI (23 de diciembre de 2009) y su Homilía de la Misa de Nochebuena 24/12/2011


La Navidad del Señor – búsqueda y encuentro

 

(Imagen de Wikipedia)

 (…) En la fiesta de Navidad leemos que los pastores de Belén fueron convocados los primeros al pesebre a ver al recién nacido: “Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre” (Lc 2, 16).

Detengámonos en ese “encontraron”. Esta palabra indica búsqueda. En efecto, los pastores de Belén, cuando se pusieron a descansar con su rebaño, no sabían que había llegado el tiempo en que iba a acontecer lo que habían anunciado desde hacía siglos los Profetas del pueblo al que ellos mismos pertenecían; y que iba a tener cumplimiento precisamente aquella noche; y que se realizaría en las proximidades del lugar donde se hallaban. Incluso después de despertarse del sueño en que estaban sumidos, no sabían ni qué había ocurrido ni dónde había ocurrido. Su llegada a la gruta de la Natividad era el resultado de una búsqueda. Pero al mismo tiempo habían sido llevados y conducidos —según leemos— por la voz y la luz. Y si nos remontamos más en el pasado, los vemos guiados por la tradición de su pueblo, por su espera. Sabemos que Israel habla recibido la promesa del Mesías.

Y he aquí que el Evangelio habla de los sencillos, los modestos, los pobres de Israel: de los pastores que fueron los primeros en encontrarle. Además, habla con toda sencillez, como si se tratara de un acontecimiento “exterior”; han buscado dónde podría estar y finalmente lo han encontrado. A la vez, este “encontraron” de Lucas, indica una dimensión interior, lo que se verificó en los hombres la noche de Navidad, en aquellos sencillos pastores de Belén: “Encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre”, y después “...se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho” (Lc 2, 16. 20).

 “Encontraron” indica “búsqueda”.

El hombre es un ser que busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar. Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la vida humana.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Varios son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma humana precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el hombre llega fácilmente a su “¡eureka!”, ¡he encontrado! Otras veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo. Es sabido que incluso en el contexto de la Navidad este mal ha hecho ver su rostro amenazador.

No son pocos los hombres que han descrito su búsqueda de Dios por los caminos de la propia vida. Son aún más numerosos los que callan considerando como su misterio más profundo y más íntimo todo lo que han vivido en esos caminos: lo que han experimentado, cómo han buscado, cómo han perdido la orientación y cómo la han encontrado de nuevo.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Y hasta después de haberlo encontrado, sigue buscándolo. Y si lo busca sinceramente, lo ha encontrado ya; como dice Jesús al hombre en un célebre paso de Pascal: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (B. Pascal, Pensées, 553: Le mystère de Jésus).

Esta es la verdad sobre el hombre.

No se la puede falsificar. Tampoco se la puede destruir. Se la debe dejar al hombre, porque lo define.

 (…)

(de la Audiencia Generalde Juan Pablo II del 27 de diciembre de 1978)




El arbol de Navidad, el arbol de la vida

 


Antes del pontificado de Juan Pablo II nunca se había visto el árbol de Navidad en la Plaza San Pedro: el primero aparece en la Navidad de 1982

 “Que significa este árbol?” – preguntaba Juan Pablo II  y agregaba – “Yo creo que es el símbolo del árbol de la vida, aquel árbol del que se habla en el libro del Génesis y que ha sido plantado en la tierra de la humanidad junto a Cristo.   Hace tiempo el pecado cortó el enlace del hombre con este árbol. Después, en el momento que Cristo vino al mundo, el árbol de la vida fue vuelto a plantar a través de El, y ahora crece con Él y madura en la cruz.   Hay una relación entre el árbol de Navidad y el árbol de la Cruz del viernes Santo.  El misterio pascual. Es una tradición hermosa y significativa, sobre todo porque estos árboles nos santifican. Son símbolos de vida y de luz. Cristo es Vida y Luz.   Debo decirles – confesaba – que yo personalmente, a pesar de tener unos cuantos años, espero impacientemente la llegada de la Navidad momento en el cual, es traído a mis habitaciones este pequeño árbol. Todo ello lleva un enorme significado que trasciende las edades,  tanto ancianos como niños reaccionan de la misma manera, si bien en distintos niveles de comprensión”….

 De Totus Tuus noviembre-diciembre 2007

El árbol de Navidad – como lo veìa Juan Pablo II

 


La fiesta de Navidad, quizá la más querida por la tradición popular, está llena de símbolos, vinculados a las diversas culturas. Entre todos, el más importante es ciertamente el belén…


Junto al belén, como en esta plaza de San Pedro, encontramos el tradicional "árbol de Navidad".

Se trata de una costumbre igualmente antigua, que exalta el valor de la vida, porque en la estación invernal el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere. Por lo general, en el árbol adornado y en su base se ponen los regalos navideños. Así, el símbolo se hace elocuente también en sentido típicamente cristiano: nos recuerda el "árbol de la vida" (cf. Gn 2, 9), figura de Cristo, don supremo de Dios a la humanidad.

 

Por tanto, el mensaje del árbol de Navidad es que la vida permanece "siempre verde" si se convierte en don: no tanto de cosas materiales, cuanto de sí mismos: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca. Que María nos ayude a vivir la Navidad como ocasión para gustar la alegría de entregarnos a nosotros mismos a los hermanos, especialmente a los más necesitados.

 del Santo Padre Juan Pablo II en el Angelus del domingo 19 de diciembre de 2004

jueves, 7 de diciembre de 2023

La Inmaculada Concepción de la Madre del Redentor

 


Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28).

 “Contemplamos hoy a la humilde joven de Nazaret, santa e inmaculada ante Dios por el amor (cf. Ef 1, 4), el "amor" que, en su fuente originaria, es Dios mismo, uno y trino.

 ¡La Inmaculada Concepción de la Madre del Redentor es obra sublime de la santísima Trinidad! Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus, recuerda que el Omnipotente estableció "con el mismo decreto el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría" (Pii IX Pontificis Maximi Acta, Pars prima, p. 559). 

El "sí" de la Virgen al anuncio del ángel se sitúa en lo concreto de nuestra condición terrena, como humilde obsequio a la voluntad divina de salvar a la humanidad, no de la historia, sino en la historia. En efecto, preservada inmune de toda mancha de pecado original, la "nueva Eva" se benefició de modo singular de la obra de Cristo como perfectísimo Mediador y Redentor. Ella, la primera redimida por su Hijo, partícipe en plenitud de su santidad, ya es lo que toda la Iglesia desea y espera ser. Es el icono escatológico de la Iglesia. 

Por eso la Inmaculada, que es "comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura" (Prefacio), precede siempre al pueblo de Dios en la peregrinación de la fe hacia el reino de los cielos (cf. Lumen gentium, 58; Redemptoris Mater, 2). 

En la concepción inmaculada de María la Iglesia ve proyectarse, anticipada en su miembro más noble, la gracia salvadora de la Pascua. 

En el acontecimiento de la Encarnación encuentra indisolublemente unidos al Hijo y a la Madre:  "Al que es su Señor y su Cabeza y a la que, pronunciando el primer "fiat" de la nueva alianza, prefigura su condición de esposa y madre" (Redemptoris Mater, 1). 

A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, te renuevo hoy, de modo especial, la consagración de toda la Iglesia. 

Guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios. 

Acompaña tú a todos los cristianos por el camino de la conversión y de la santidad, en la lucha contra el pecado y en la búsqueda de la verdadera belleza, que es siempre huella y reflejo de la Belleza divina. 

Obtén tú, una vez más, paz y salvación para todas las gentes. El Padre eterno, que te escogió para ser la Madre inmaculada del Redentor, renueve también en nuestro tiempo, por medio de ti, las maravillas de su amor misericordioso. Amén.”

 

(de la Homilía de Juan Pablo II en la Santa Misa con ocasión del 150º aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción)  

martes, 5 de diciembre de 2023

Combatir la pobreza, construir la paz

 

(el misionero Pedro Opeka entre su querido pueblo malgache en Madagascar)

Del Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 1ro de enero 2009


Mi venerado predecesor Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993 , subrayó ya las repercusiones negativas que la situación de pobreza de poblaciones enteras acaba teniendo sobre la paz. En efecto, la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas las contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria. «Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo –escribió Juan Pablo II– otra seria amenaza para la paz: muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente, incluso en las naciones más desarrolladas económicamente. Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial»

 

En este cuadro, combatir la pobreza implica considerar atentamente el fenómeno complejo de la globalización. Esta consideración es importante ya desde el punto de vista metodológico, pues invita a tener en cuenta el fruto de las investigaciones realizadas por los economistas y sociólogos sobre tantos aspectos de la pobreza. Pero la referencia a la globalización debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos —personas, pueblos y naciones— se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad.

[…]



Una de las vías maestras para construir la paz es una globalización que tienda a los intereses de la gran familia humana[8]. Sin embargo, para guiar la globalización se necesita una fuerte solidaridad global[9], tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un «código ético común»[10], cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano (cf. Rm 2,14-15). Cada uno de nosotros ¿no siente acaso en lo recóndito de su conciencia la llamada a dar su propia contribución al bien común y a la paz social?

 […]

sábado, 2 de diciembre de 2023

Juan Pablo II y los pobres

 


El concilio Vaticano II subrayaba una dimensión específica de la caridad, que nos lleva, a ejemplo de Cristo, a salir al encuentro sobre todo de los más pobres: «como Cristo fue enviado por el Padre a "anunciar la buena nueva a los pobres, a sanar a los de corazón destrozado" (Lc 4, 18), "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 9, 10), así también la Iglesia abraza con amor a todos los que sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos» (Lumen Gentium, 8).(catequesis del 27 de octubre de 1999)

 


Hace falta también hoy «devolver la esperanza a los pobres», porque acogiéndolos y sirviéndolos, se acoge y se sirve a Cristo mismo (cf. Mt 25, 40). Los desafíos que en este ámbito interpelan a los creyentes en Europa son muchos. Pobres son hoy tantas categorías de personas, entre ellas los desempleados, los enfermos, los ancianos solos o abandonados, los que no tienen una vivienda, los jóvenes marginados, los inmigrantes y los prófugos. (Angelus del 10 de agosto 2003)

 Dentro del marco de los encuentros para el Jubileo del año 2000 Juan Pablo II se encontró con los pobres de Roma, los marginados, los sin techo, los inmigrantes. "El Aula Pablo VI del Vaticano se habia transformado en un gran salon comedor, donde los huespedes de honor eran aquellos que en su vida diaria son los ultimos, los desconocidos, los abandonados, los invisibles a nuestros ojos...la señora Adelina que tiene 83 años y ha vivido toda su vida en casas de Caritas... estuvo sentada justo al lado de Juan Pablo II... "(Totus Tuus Nr 3 marzo 2007 "Mil expresiones de la pobreza"

En esa ocasión el Santo Padre se dirigio a sus huespedes diciendo:

Entre las numerosas citas del jubileo, esta es para mí seguramente una de las más sentidas y significativas. He querido encontrarme con vosotros, he querido comer con vosotros para deciros que estáis en el corazón del Papa. Os abrazo con gran afecto a cada uno, amigos muy queridos…. Mientras os veo uno a uno, pienso en los que en Roma, y en todas partes del mundo, atraviesan momentos de prueba y dificultad. Quisiera acercarme a cada uno para decirle: no te sientas solo, porque Dios te ama. Amadísimos hermanos, el Papa os quiere, y, junto con él, la Iglesia entera os abre los brazos de la acogida y de la fraternidad.Gracias a todos por haber aceptado mi invitación y por haber venido en gran número a este encuentro….. pocos días antes del Congreso eucarístico internacional en Roma. Nuestra comida, en su sencillez, representa una significativa preparación para ese acontecimiento espiritual, que constituye el centro del Año jubilar. En efecto, hoy nos encontramos en torno a la mesa material; juntos y en mayor número nos acercaremos la próxima semana a la mesa espiritual, al banquete de la Eucaristía, para celebrar el amor de Dios, que nos hace hermanos, solidarios unos con otros. Preparémonos bien para ese extraordinario acontecimiento….Gracias, una vez más, por vuestra presencia; gracias a los que han organizado y preparado la comida, así como a los que nos han alegrado con música y cantos, haciendo que fuera un momento de serenidad y alegría. A todos os imparto de corazón mi bendición.

Ver todos los documentos del Pontificio Consejo Cor Unum para la promoción humana y cristiana

 


viernes, 1 de diciembre de 2023

Carlos de Foucauld: el santo del Sahara

 


Hoy, (aniversario de su muerte)  la Iglesia celebra la memoria litúrgica del santo “de las almas más enfermas, entre las ovejas olvidadas” el Hermano Carlos (Charles de Foucauld) (1858-1916) , un joven rico y aristócrata francés, que había perdido a sus padres de niño y su fe en la adolescencia y a  quien nada le faltaba para gozar de los placeres mundanos.

En 1921 René Bazin escribe la primer biografia de Charles de Foucauld. 


El proceso para subeatificación  comenzó en 1927; el 10 de febrero de 1947 se llevo a cabo la clausura del proceso informativo y de la fase diocesana que luego continuo en Roma. Fue un proceso complicado y largo, interrumpido también por la guerra. Cumplidos finalmente todos los requisitos la fecha para la beatificación había sido fijada para el 15 de mayo de 2005, y luego modificada por la muerte del Papa Juan Pablo II,  y realizada el 13 de noviembre de 2005  por el Papa Benedicto XVI. Su  canonización  el 15 de mayo de 2022 por el Papa Francisco.  

De Vatican News:

“Tras graduarse en la academia militar, Charles se embarca en una misión  y  expedición geográfica a Argelia. Aquí, en el vasto silencio del desierto, entre los nómadas cuyo estilo de vida es tan diferente del suyo, ese vacío que el joven soldado había intentado llenar con los bienes de este mundo comienza a hacerse sentir. Surge en él una pregunta silenciosa y comienza a rezar: "Dios mío, si es cierto que existes, permíteme conocerte".   En 1886, a su regreso a Francia, el joven de 28 años confió su tormento interior a un sacerdote, quien le sugirió que se confesara, y así lo hizo. Llega la fe y, con ella, las exigencias. "Ve... véndelo todo... ven": así dice Jesús al joven del Evangelio, a quien mira con amor. Charles siente que la mirada de Jesús se posa en él de la misma manera imprevista e imprevisible que le había sucedido a aquel otro joven rico unos dos mil años antes. Sabe que está llamado a responder a ese amor con su vida…  "En el mismo momento en que empecé a creer que existe un Dios, me di cuenta de que no podía hacer otra cosa que vivir solo para Él". Así que vende y se va, primero a los monasterios trapenses de Francia y Siria. Tras completar sus estudios sacerdotales y ser ordenado en Francia, siente la llamada de volver al desierto. En el Sáhara vive la vida sencilla y austera de un ermitaño entre los nómadas tuareg. Quiere ser un adorador en el desierto, un "hermano de los más abandonados".

El padre Charles quiere evangelizar "no con palabras, sino con la presencia del Santísimo Sacramento, con la oración y la penitencia y con el amor fraterno y universal". En las notas que escribió a aquellos hermanos cuya vida esperaba que compartieran, pero que nunca concretó, escribió: “Toda nuestra existencia debería gritar el Evangelio”.

Gritar el Evangelio. El 1 de diciembre de 1916, el padre Charles fue asesinado por unos bandidos. Su vida y su solitaria muerte fueron un fuerte "grito" de que el único Dios, misericordioso y benévolo, es el origen y el fin de todo amor. Este hermano en el desierto encarna esa gran "confesión" descripta por el Papa Juan Pablo II como la esencia de toda vida consagrada. A través de una "profunda configuración con el misterio de Cristo", escribió el Papa Juan Pablo II en su Exhortación apostólica Vita consecrata, "la vida consagrada realiza por un título especial aquella confessio Trinitatis que caracteriza toda la vida cristiana, reconociendo con admiración la sublime belleza de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y testimoniando con alegría su amorosa condescendencia hacia cada ser humano”. La "confesión de la Trinidad" del padre Charles fue fructífera: tras su muerte, nacieron muchas otras comunidades, además de la comunidad religiosa específica que él había deseado.


Invito visitar este enlace con abundante información acerca del santo del Sahara

Y también este blog


 

 

martes, 28 de noviembre de 2023

Kazimierz Figlewicz - confesor y guía espiritual de Karol Wojtyla

 

Juan Pablo II recordaba muy a menudo a sus maestros, a aquellos quienes lo alentaron a dar sus primeros pasos espirituales en la familia, en su parroquia en la natal Wadowice y más tarde ya en Cracovia. Uno de aquellos fue sin duda el sacerdote Kazimierz Figlewicz quien desde Wadowice donde había sido destinado temporariamente, fue acompañándolo más tarde también en la catedral de Wawel.


Kazimierz Figlewiz, catequista y confesor de Karol Wojtyla,  nació el 6 de enero de 1903 en Krakow y murió el 23 de septiembre de 1983 y fue enterrado en el Cementerio Rakowicki de Cracovia.   Estudio teología en la Universidad Jaguellonica (1921-1926); y fue ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1925. Su primer destino fue la parroquia de  Ruszcza (1926-1930)  mas tarde Wadowice. (1930-1933). En el año 1933-1957 y desde 1957 fue vicario parroquial de la catedral de Wawel y desde 1957, párroco y custodio.  Como tal debió afrontar intensos cuestionamientos e interrogaciones en épocas difíciles. Fue conocido por salvar los tesoros de la catedral de Waweel durante la Segunda Guerra Mundial.    Ya en la catedaral de Wawel, en Cracovia se ocupo también de mantener al dia las actas de todas las reuniones realizadas y asi se mantuvieron valiosos testimonios y documentación,  también de la presencia de Karol Wojtyla en la catedral.

Juan Pablo II en su libro Don y Misterio describe asi su recuerdo del sacerdote.

  

“Durante aquellos años mi confesor y guía espiritual fue el P. Kazimierz Figlewicz. Me encontré con él la primera vez cuando cursaba el primer año de instituto en Wadowice. El P. Figlewicz, que era vicario de la parroquia de Wadowice, nos enseñaba religión. Gracias a él me acerqué a la parroquia, fui monaguillo y en cierto modo organicé el grupo de monaguillos. Cuando dejó Wadowice para ir a la catedral del Wawel, continué manteniendo contacto con él. Recuerdo que, durante el quinto curso del instituto, me invitó a Cracovia para participar en el Triduum Sacrum, que empezaba con el llamado "Oficio de Tinieblas" en la tarde del Miércoles Santo. Fue ésta una experiencia que dejó en mí una huella profunda.

Cuando, después del examen final, me trasladé con mi padre a Cracovia, intensifiqué la relación con el P. Figlewicz, que ejercía el cargo de vicecustodio de la catedral. Iba a confesarme con él y, durante la ocupación alemana, muchas veces lo visitaba.

Aquel 1 de septiembre de 1939 no se borrará nunca de mi recuerdo: era el primer viernes de mes. Había ido a Wawel para confesarme. La catedral estaba vacía. Fue, quizás, la última vez que pude entrar libremente en el templo. Después fue cerrado. El castillo real de Wawel se convirtió en la sede del Gobernador General Hans Frank. El P. Figlewicz era el único sacerdote que podía celebrar la Santa Misa, dos veces por semana, en la catedral cerrada y bajo la vigilancia de policías alemanes. En aquellos tiempos difíciles fue aún más claro lo que significaban para él la catedral, las tumbas reales, el altar de San Estanislao, obispo y mártir. El P. Figlewicz fue hasta la muerte fiel custodio de aquel particular santuario de la Iglesia y de la Nación, inculcándome un amor grande por el templo del Wawel, que un día llegaría a ser mi catedral episcopal.

El 1de noviembre de 1946 fui ordenado sacerdote. El día siguiente, en la "Primera Santa Misa" celebrada en la catedral, en la cripta de San Leonardo, el P. Figlewicz, estaba a mi lado y me hacía de asistente. El piadoso Prelado falleció hace algunos años (23 de septiembre de 1983). Sólo el Señor puede compensarlo por todo el bien que de él recibí.”

El padre Figlewicz, por su parte,  lo recuerda asi a Karol Wojtyla:

“Cuando yo era joven sacerdote cumplí tareas de pastor asistente temporario en Wadowice durante tres años. En 1930 fui también sido asignado para enseñar  religion en la escuela secundaria local porque el programa del maestro titular estaba sobrecargado y necesitaba ayuda. Fue asi como me encontré dando clases en el primer año de la educación secundaria y allí conoci a Karol Wojtyla,  inciando asi una larga relación. Cualquiera que se haya encontrado con él en sus años jóvenes recordara que era alto y delgado y sería difícil imaginarlo a la edad de 10 años. Entonces era más bien alto pero algo gordito. Un niño muy talentoso, alegre, rápido y bueno y optimista,si bien  conociéndolo luego más a fondo te dabas cuenta de los efectos de haber quedado huérfano my temprano. Yo lo encontré por primera vez al poco tiempo de haber muerto su madre. Recuerdo su firme lealtad para con sus amigos y la falta de conflictos con los maestros.  Tenía buenas notas. Mi contacto con él en la escuela duro tan solo un año, pero no terminó allí. El servicio al altar fue lo que nos acercó mas.  Karol Wojtyla cumplía su tarea de monaguillo con absoluto celo. Quizás lo que más nos unió fue  el confesionario, nuestras charlas personales y visitas comunes. Fue por su intermedio que también conoció al Teniente Wojtyla, que había ejercido en la administración del Regimiento 12 de Infanteria radicado en Wadowice.  Nunca lo vi en uniforme, lo conocí después de su retiro.  Ya era un hombre entrado en años. Se ocupaba de la casa como viudo y cuidaba celosamente de sus dos hijos.  Recuerdo que comían en lo de sus vecinos.  Apenas llegaban a fin de mes. Su estilo de vida era muy frugal. Después de una corta estadía en Wadowice fui transferido como pastor asistente a la Catedral de Wawel.” (Fr. Kazimierz Figlewicz, Tygodnik Powszechny, 44/1978)

De la ordenación sacerdotal y primer Misa de Karol Wojtyla,  Figlewicz lo recuerda en breves palabras:

“El Cardenal Sapieha lo ordenó en su capilla privada el 1 de noviembre de 1946, fiesta litúrgica de Todos los Santos.  La ordenación tuvo lugar separadamente y antes que el del resto de los seminaristas,  debido a la inminente partida de Wojtyla a Roma, donde proseguiría sus estudios.  Así su primer Misa la celebro el Día de los Difuntos. Wojtyla me pidió que fuese su manuductor (del latin manus y ductor líder)  convirtiéndome asi en  testigo. El joven celebrante celebro tres  “primeras” Misas,  la primera para las almas de sus padres y hermano, en un sitio inusual: en la cripta románica de San Leonardo en Wawel;  entre tumbas de reyes y héroes nacionales. La primer misa solemne fue celebrada unos días más tarde en Wadowice” (Boniecki, Adam : The Making of the Pope of the Millennum, Kalendarium of the Life of Karol Wojtyla, Marians of the Immaculate Conception, 2000)