Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 29 de abril de 2022

Miroslaw Mroz: Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II (3 de 3)

 


“En Centesimusannus Juan Pablo II no sólo avanza en su reflexión y plantea preguntas concretas sobre cómo vivir y trabajar en el escenario del mercado libre y de la economía capitalista cada vez mas predominante, sino también en cuanto al estado de peligro relacionado con el modelo económico y el sistema político que hoy tiende a consolidarse. Para el Santo Padre el modelo de capitalismo presente en los países desarrollados no es el resultado final de la idea de una economía óptima que debe ser aceptada sin reservas y sin correcciones. Las objeciones del Papa en su crítica miran sea el sistema de la economía libre sea a algunos conceptos éticos, particularmente a la libertad del hombre, hoy tan comprometida, que se encuentra a la base del capitalismo (ver Cent. Annus, n 13)

La respuesta y la perspectiva profética de un sistema económico-social no pueden – opina el Papa – fundamentarse en un deseo hedonístico de satisfacer cada necesidad y cada sensación a experimentar, sino en una auténtica fuente de facultades cognitivas del hombre, en su capacidad de organización solidaria, en su capacidad de intuir y satisfacer al otro. El sistema político salvaje y la ineficiencia del modelo económico son de hecho sólo una causa secundaria de decadencia y negación, pues la riqueza primaria del hombre es el hombre mismo (ver Cent. annus, n. 54) La causa principal reside en el hecho que ha sido debilitada la dignidad propia del ser humano, privándolo de aquello que es su derecho inalienable: el derecho de libertad fundamentado en el imperativo de la verdad y el amor

El cristiano que trabaja en el mundo moderno puede y debe, sin embargo, inspirarse en el Evangelio de Cristo y en su gracia consolidadora. Las encíclicas de Juan Pablo II son prueba elocuente  de que la palabra de Dios mantiene su fuerza y eficiencia no solamente para cada individuo sino también en la ética comunitaria y social. Juan Pablo II estimula de modo creativo a construir una sociedad que se inspire en conceptos de justicia y solidaridad.”

 Miroslaw Mroz “La doctrina social a favor de la dignidad del hombre” publicado en Totus TuusNr. 2, Mar/abr 2009

Miroslaw Mroz : Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II (2 de 3)

 


La segunda encíclica social de Juan Pablo II, Sollecitudorei socialis, será una extensión de la Laboremexercens, en cuanto retoma una cuestión significativa para la historia del hombre: la valoración y la necesidad de un concepto más rico y diversificado de “desarrollo” de la humanidad, indudablemente más amplio de cuanto expresa el progreso técnico del mundo moderno. En base a las intuiciones de PabloVI presentada en Populorum progressio, Juan Pablo II puntualiza que «el verdadero desarrollo no puede consistir en una mera acumulación de riqueza o en la mayor disponibilidad de bienes y servicios, si esto se obtiene a costa del subdesarrollo de muchos y sin la debida consideración de la dimensión social, cultural y espiritual del ser humano» (Soll, res socialis, n.9)

No es aceptable la discriminación de aquellos pueblos que no tienen acceso a los bienes y servicios que ofrece el desarrollo humano, concentrando su atención tan solo en el progreso económico. El hecho de hablar hoy del llamado Primer, Segundo y Tercer Mundo revela la existencia de una distribución desigual de medios entre aquellos que tienen mucho, por no decir “demasiado”, y la multitud que se halla condenada a vivir en condiciones de absoluta miseria y –no infrecuentemente – de degradación de la dignidad humana. El Papa expresa su propia solidaridad invitando a todos los hombres de buena voluntad a comprometerse en el bien del prójimo, según el mensaje evangélico de la conversión del corazón y de la transformación del modus vivendi propio y de la comunidad toda, para hacer  posible un compromiso tangible de ayuda al necesitado (ver Soll, res socialis, n.38)

Existe una profunda necesidad de que cada uno adopte la firme voluntad de trabajar a favor del “bien común”, de que la solidaridad en cuanto virtud cristiana lleve a superarse a si misma y trabaje  por la unidad, la paz y la colaboración entre todos los pueblos (ver Soll, res socialis, n.38) Es así como presente el Papa la perspectiva teológica de la solidaridad y los criterios de su realización en el mundo industrializado de hoy, basándose en la doctrina siempre nueva y actual de justicia social.”

 Miroslaw Mroz “La doctrina social a favor de la dignidad del hombre” publicado en Totus TuusNr. 2, Mar/abr 2009

 

 

Miroslaw Mroz : Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II (1 de 3)

 


“Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II se incorporan al gran programa de la doctrina social católica elaborada por la Iglesia principalmente en el curso del último siglo. Las encíclicas papales como la Rerum novarum de León XIII, la Quadragesimoanno de Pio XI, la Mater et magistra y la Pacem in terris de Juan XXIII y también la Populorum progresio de Pablo VI,  junto a los documentos del Concilio Vaticano II, entre las cuales se coloca en primer lugar la Constitución pastoral Gaudium et spes, son piedras angulares de las enseñanzas sociales de la Iglesia, sobre las cuales se ha concentrado y continúa concentrándose la mirada del mundo moderno, sacudido por numerosas problemas sociales y por crisis internacionales.

 Las encíclicas de Juan Pablo II forman parte de aquella herencia: La Laborem exercens (1981) fue publicada a los 90 años de la Rerum novarum, la Centensimus annus (1991) fue proclamada en el centenario de la publicación de la encíclica de Leon XIII, que fue una novedad como documento relacionado con las “cuestiones sociales”.  En cambio, la Sollicitudo rei socialis (1987) al tratar el tema del desarrollo y del progreso económico, continúa de alguna manera el razonamiento iniciado en la Populorum progresio de Pablo VI.

Juan Pablo II, al desarrollar en sus documentos las cuestiones tratadas anteriormente, presenta soluciones tanto prácticas como teóricas bajo una nueva luz, especialmente considerado que los cambios en el espacio internacional, concernientes tanto al campo económico como al político (como el colapso de la ideología comunista y la cada vez más desastrosa situación económica de las áreas meridionales de nuestro planeta), ponen de relieve la necesidad de un nuevo y adecuado nivel de colaboración de todos los cristianos en la construcción de la sociedad.

El Papa expresa la firme convicción que la doctrina social de la Iglesia necesita de una continua “modernización” porque no obstante esté basada en principios constantes e inmutables e la verdad cristiana sobre el hombre y la vida comunitaria, los preceptos morales referentes a las cuestiones sociales deben atenerse a la situación actual de personas concretas, y ofrece una nueva luz sobre los hechos, proponiendo la fuerza siempre vigorosa y potente que emana del Evangelio.

 Ahora bien, si León XIII en la Rerum novarum se referìa a la “cuestión obrera” en un contexto de problemas de clases, Juan Pablo II escribe su primera encíclica insertándola en la corriente de las reflexiones referentes al trabajo humano. Y es aquì que el Papa ha querido poner de relieve todo aquello que es indispensable en la vida del hombre, dado que a través de él deben multiplicarse sobre la tierra no sólo «los frutos de nuestro esfuerzo», sino además «la dignidad humana, la unión fraterna, y la libertad» (vr Lab. Excerc. N.27)

Sin embargo, el Papa, ocupándose de este importantísimo argumento desde le punto de vista económico, no se aleja de su profunda lectura bíblica-teológica. Su intuición que mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que en cierto sentido «se hace más hombre» revela que Juan Pablo II encara este argumento, a su vez importante, desde una perspectiva más amplia, es decir, como elemento de espiritualidad humana y de colaboración en la obra del Creador mismo (vr Lab exerc. N.25)

De esta manera Juan Pablo II confirma la idea de que el hombre es creador en cuanto participa de la creatividad de Dios, y gracias al esfuerzo de  su trabajo – transformando la vida en más humana  - descubre también «una pequeña parte de la cruz de Cristo» (Lsab exerc. N 27). El trabajo es asì un bien para el hombre, y aunque el benb lleve la marca de un “bien arduo” (bonum arduum), éste no queda encasillado en el área de “bienes útiles” o sea “utilizables” (bonum honestum), sin el cual no será posible comprender el significado de las virtudes sociales como la laboriosidad y solidaridad, ni tampoco el valor mismo de la construcción de un orden y estructuras sociales justas, partiendo del nexo familiar a la nación y a la sociedad, a la que pertenece el hombre fundamentado en valores culturales e históricos particulares.”

 Miroslaw Mroz “La doctrina social a favor de la dignidad del hombre” publicado en Totus TuusNr. 2, Mar/abr 2009

 

 

 

jueves, 28 de abril de 2022

Mysterium paschale

 


Mysterium paschale

Misterio del Paso

En el que

El camino se invierte.

De la vida se pasa a la muerte –

He aquí la experiencia, la certeza.

A través de la muerte entrar en la vida –

He aquí el misterio.

Misterio – una inscripción profunda

Aún no plenamente descifrada,

Que existe en cada uno como presagio y no se opone  a la vida

(no se opone quizá más la muerte?)

Si Uno descubre la inscripción

Y la descifra, convirtiéndola en realidad ne si mismo

Y PASA –

Entonces tocamos la huella,

Recibimos el Sacramento en el que permanece

Aquel que ha pasado…

Y también nosotros, en el paso hacia la muerte,

Permanecemos en el espacio del misterio.

 

Karol Wojtyla , Meditacion sobre la muerte,  II «Mysterium Paschale»,  2.  Mysterium paschale 

(versión publicada en Totus Tuus Nr 3, junio 2006 Año 1)

martes, 26 de abril de 2022

Juan Pablo II y Nuestra Señora del Buen Consejo

 

(imagen de Wikimedia)

 

El 22 de abril de 1993 el Papa Juan Pablo II visitaba el Santuario de NuestraSeñora del Buen Consejo en Genazzano (Roma),  con profundos vínculos con la ciudad de Shkodra (Scutari)  con una súplica especial. En su discurso a los fieles, al final del rezo del Santo Rosario,  les confiaba que venía para invocar la protección materna de Maria en su camino apostólico a Albania el domingo siguiente y comentaba que “ De Scutari proviene la imagen de la Madonna del Buon Consiglio aquí venerada: según una piadosa tradición, transmigró de la iglesia que allí la albergaba, escapando milagrosamente a la invasión turca de 1467”. 

El domingo 25 de abril (vísperas de la festividad de Nuestra Señora del Buen Consejo) en su viaje apostólico a Albania el Papa pisaba la sufrida tierra albanesa donde ordenaría a cuatro obispos, y ya en su fuerte discurso de bienvenida saludaba calurosa y cordialmente al pueblo albanés recordando al mundo que  todos deberían conocer los  tristes acontecimientos que habían tenido que afrontar, “Años de auténtica pasión, cuyas consecuencias el tiempo difícilmente podrá borrar y que, en todo caso, Europa y el mundo entero no deben olvidar. Años de privación de las libertades fundamentales de la persona humana, incluidas las de expresión, asociación y religión, que han causado graves laceraciones en vuestro tejido social, marcando profundamente vuestros comportamientos y conciencias.  Durante tan duro y doloroso invierno de sufrimientos y pruebas, « la heroica Iglesia de Albania , devastada por una dura y prolongada persecución, pero enriquecida por el testimonio de sus mártires», como recordé durante mi visita pastoral a la archidiócesis de Apulia de Otranto en octubre de 1980, compartió al máximo los dolores y las esperanzas de la nación, manteniendo viva, también a través del sacrificio personal de muchos de sus miembros, la antigua tradición cristiana, en la creencia de que representa un valor indispensable del auténtico albanés. identidad. Al participar en los dolorosos acontecimientos recientes, la Iglesia también ahora tiene la intención de compartir la alegría y la responsabilidad de la nueva temporada de libertad que acaba de comenzar. Es su fuerte aspiración ofrecer una contribución significativa a la realización del progreso integral de Albania, así como a su inserción activa en el contexto europeo, al que naturalmente la conducen las antiguas raíces históricas.”

Palabras que fueron confirmadas y enaltecidas en la ceremonia de ordenación de los cuatro obispos. En su homilía  Juan Pablo II  recordaba que la catedral de Shkodra, “una de las iglesias mas majestuosas de los Balcanes, había sido transformada en un polideportivo y luego restaurada a su primitivo esplendor, convertida en el símbolo de la resurrección de la Iglesia en Albania… un signo gozoso para la Iglesia de la libertad redescubierta y de su florecimiento después del doloroso y prolongado invierno de la soledad y la persecución. Habiendo tomado parte en los sufrimientos y muerte del Redentor, los creyentes de Albania pueden ahora compartir la alegría espiritual de la Pascua de Resurrección, de la que surgen nuevas oportunidades apostólicas y misioneras: aquí está la obra de Dios, aquí está el día en que hizo el Señor! “¡Haec est muere!”.

Concluyendo la ceremonia el Papa Juan Pablo II bendijo la primera piedra del nuevo santuario dedicado a la Virgen del Buen Consejo, destruido dos veces en el curso de la historia, con una súplica a la Madre:

 Madre del Buen Consejo, ¡abre las mentes y los corazones, y asegura a Albania y a toda la humanidad el don de la concordia y la paz!Oh Señora de Escútari, patrona del pueblo albanés, ¡ruega por nosotros!”

En su despedida al pueblo albanes, Juan Pablo II,  que había vivido en carne propia el terror del comunismo, reconocía con absoluto conocimiento de causa y abierta sinceridad  que el régimen en Albania  Fue una tragedia verdaderamente impactante para su gente .bajo los rigores de la opresión comunista. En efecto, era terrible la imagen de la vida humana en regímenes totalitarios como el que habéis conocido, en los que se privaba al hombre de uno de sus derechos más fundamentales: la libertad de su propio juicio y acción; la libertad de conciencia. Esta privación ha asumido no pocas veces el carácter de una brutalidad indecible. ¿No han sido cerradas las iglesias de todas las denominaciones y hasta los sacerdotes que se atrevieron a administrar los sacramentos fueron condenados a muerte? ¿No han sido los creyentes perseguidos, encarcelados, oprimidos en todos los sentidos? En vuestra tierra, más azotada que en ninguna otra parte por la persecución, es por tanto fácil reconocer los signos de las antiguas catacumbas cristianas y circos, en los que los testigos de Cristo eran arrojados para ser despedazados por las fieras. Fue una dura lucha contra la religión, en consonancia con un dogma intocable del programa social y político preconizado por la ideología comunista. Casi parecía que el medio más necesario para alcanzar el ansiado y anunciado "paraíso en la tierra" era privar al hombre de la fuerza que saca de Cristo, fuerza definitivamente condenada como debilidad indigna de la persona… Lo que sucedió en Albania, queridos hermanos y hermanas, nunca había sido registrado en la historia. Es cierto, incluso durante el Imperio Romano hubo brutales persecuciones contra los cristianos: era, sin embargo, un estado que, en nombre de la religión -la pagana- combatía a los adherentes al Evangelio de Cristo. Aquí, sin embargo, el Estado ha tratado de aniquilar cualquier expresión religiosa en nombre de un ateísmo radical, que se ha elevado a un sistema universal y abarcador. Todo esto sucedió sin que nadie pudiera intervenir en defensa de la dignidad de los hombres privados de todo, incluso despojados de su propia “humanidad”, de su libertad. Vuestro drama, pues, queridos albaneses, afecta, debe afectar, a todo el continente europeo y Europa no debe olvidar.

-o-

 

El actual territorio albanés fue, en diversos momentos de su historia, parte de la provincia romana de Dalmacia (sur de Ilírico), de Macedonia y de Mesia Superior. La república moderna consiguió su independencia tras el colapso del Imperio Otomano en Europa como resultado de las Guerras de los Balcanes, desarrolladas entre los años 1912 a 1913. Albania declaró su independencia en 1912 y esta fue reconocida al año siguiente. A partir de entonces, el país se constituyó como principado, república y reino hasta su invasión por tropas italianas en 1939. Italia creó la Gran Albania, que en 1943 pasó a ser protectorado nazi.5​ En 1944 se creó una democracia popular socialista bajo el liderazgo de Enver Hoxha y el Partido del Trabajo de Albania, que gobernaron el país hasta la disolución de la república socialista y la creación de la República de Albania en 1991. (Wikipedia)

 

viernes, 22 de abril de 2022

La misericordia infinita

 


“La misericordia en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita. Infinita pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo.

Por tanto, la Iglesia profesa y proclama la conversión. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno 117 a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » 118 es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.

El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo « ven » así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven pues in statu conversionis; es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris. Es evidente que la Iglesia profesa la misericordia de Dios, revelada en Cristo crucificado y resucitado, no sólo con la palabra de sus enseñanzas, sino, por encima de todo, con la más profunda pulsación de la vida de todo el Pueblo de Dios. Mediante este testimonio de vida, la Iglesia cumple la propia misión del Pueblo de Dios, misión que es participación y, en cierto sentido, continuación de la misión mesiánica del mismo Cristo.”

(de la Enciclica Dives in Misericordia, 13,  de Juan Pablo II) l

La misericordia: El sacramento de la penitencia / reconciliación allana el camino

 


La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación. La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte: en efecto, « cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz », no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria.114 El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual desea siempre El unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones humanos.

Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado. Se ha hablado ya de ello en la encíclica Redemptor Hominisconvendrá sin embargo volver una vez más sobre este tema fundamental.

Precisamente porque existe el pecado en el mundo, al que « Dios amó tanto.. que lo dio su Hijo unigénito »,115 Dios que « es amor » 116 no puede revelarse de otro modo si no es como misericordia. Esta corresponde no sólo con la verdad más profunda de ese amor que es Dios, sino también con la verdad interior del hombre y del mundo que es su patria temporal.

(De la Enciclica Dives in Misericordia de Juan Pablo II)

Oracion a la Divina Misericordia

 


"Oh inconcebible e insondable misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh sumo atributo de Dios omnipotente, tú eres la dulce esperanza de los pecadores" (Diario, 951, ed. it. 2001, p. 341).
Padre misericordioso y Dios de toda consolación" (2 Co 1, 3). Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día.
"Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Señor Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa. (...) Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona" (1 R 8, 28-30).
"Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por los pecados nuestros y del mundo entero; por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero" (Diario, 476, ed. it., p. 193).

Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador,
te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores;
sana nuestra debilidad; derrota todo mal;
haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia,
para que en ti, Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Amén.

VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA
CONSAGRACIÓN DEL SANTUARIO DE LA MISERICORDIA DIVINA
HOMILÍA DE JUAN PABLO II
Santuario de la Misericordia Divina, Lagiewniki-Cracovia, Sábado 17 de agosto de 2002

jueves, 21 de abril de 2022

Juan Pablo II: Que es la libertad?

 


«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32)

Estas palabras de Jesús constituyen el hilo conductor de la reciente encíclica Veritatis splendor, que ha querido ser un anuncio de verdad y un himno a la libertad: valor tan sentido por el hombre de nuestro tiempo y profundamente apreciado por la Iglesia.

Pero, ¿qué es la libertad?

La cultura contemporánea vive de modo dramático esa pregunta. En efecto, se halla muy difundida la tendencia a considerar la libertad algo absoluto, desligado de todo límite y sentido de responsabilidad. Ahora bien, una libertad así entendida seria evidentemente inauténtica y peligrosa. Por consiguiente, no es casualidad el hecho de que todas las sociedades sientan la necesidad de regular de alguna manera su ejercicio.

¿Dónde encuentra su legitimidad esa regulación? Si se tratara de una intervención puramente pragmática y convencional, sin un arraigo profundo, las sociedades quedarían radicalmente expuestas al triunfo del arbitrio, amenazadas siempre por el atropello y el dominio del más fuerte. La verdadera garantía de una libertad ordenada está en su fundamento moral, reconocido por los individuos y las comunidades en su conjunto.

Primera parte del Ángelus del Domingo 17 de octubre de 1993 sobre el tema de la libertad  que Juan Pablo II aprovechaba para anunciar su  encíclica Veritatis Splendor


Juan Pablo II: «La verdad os hará libres».

 



Según el Evangelio, la libertad debe apoyarse sobre el cimiento granítico de la verdad. No todo lo que es posible materialmente resulta también lícito moralmente. La libertad moral no es la facultad de hacer lo que se quiera, sino la capacidad que tiene el ser humano de realizar, sin constricciones, lo que corresponde a su vocación de hijo de Dios, hecho a imagen de su Creador.

El hombre, por consiguiente, no es verdaderamente libre cuando se aparta de las exigencias profundas e inmutables de su naturaleza. Fuera de esta verdad, acabaría por ser prisionero de sus peores instintos, esclavo del pecado (cf. Jn 8, 34), y sus éxitos, tanto personales como sociales, no serían más que desastres, como por desgracia la experiencia demuestra ampliamente.

Pero ¿puede la persona conocer con certeza esa verdad suya? Ésta es, tal vez, la pregunta crucial de nuestro tiempo, tan imbuido de relativismo y escepticismo.

La Iglesia cree en la fuerza de la razón que, «aunque a consecuencia del pecado esté parcialmente oscurecida y debilitada» (Gaudium et spes, 15), nos hace de alguna manera, «partícipes de la luz de la inteligencia divina» (ib.) y, mediante la conciencia, nos orienta sin cesar a la verdad moral. Así pues, lejos de oponerse a la fe, la razón encuentra precisamente en ella un apoyo, una confirmación y una profundización, pues Jesús, el Verbo encarnado, no sólo revela Dios al hombre, sino que también manifiesta plenamente el hombre al propio hombre (cf. ib., 22). Cristo es el Redentor del hombre, el «libertador» de su libertad (Veritatis splendor, 86).

3. Amadísimos hermanos y hermanas, encomendemos a la intercesión de María Madre de la Sabiduría, este testimonio que la Iglesia debe dar al hombre contemporáneo. La Virgen santísima nos obtenga la gracia de dar, con humildad y fortaleza, ese testimonio exigente y, por ello, expuesto a dolorosas incomprensiones. Y, sobre todo, nos conceda el valor de proponerla, más que con palabras, mediante la coherencia de una existencia gozosamente vivida según el Evangelio.

(Segunda parte del Ángelus del Domingo 17 de octubre de 1993 sobre el tema de la libertad  que Juan Pablo II aprovechaba para anunciar su  encíclica Veritatis Splendor. )


Virgen Maria, Reina de los santos

 

(Fra Angelico - Wikimedia)
 

Virgen María,

Reina de los santos
y modelo de santidad,
tú exultas hoy
con la inmensa legión
de los que han lavado sus vestiduras
con la «sangre del Cordero» (Ap 7, 14).

Tú eres la primera de los salvados,
la totalmente santa, la Inmaculada.

Ayúdanos a vencer nuestra mediocridad.
Infunde en nuestro corazón
el deseo y el propósito de la perfección.
Suscita en la Iglesia,
para bien de los hombres de hoy,
una gran primavera de santidad.

(Juan Pablo II Oracion para la Solemnidad de todos los Santos, Angelus 1 de noviembre de 1993)

Que es la patria?

 

Finalizando una conversación con el cardenal Wojtyla un día allá por los años ´70  el cardenal se refirió al destino de los polacos emigrados con estas palabras: «Es un gran mal desarraigar al hombre de su tierra natal ». 

A los polacos dispersos por el mundo le diría mas tarde desde Roma: «El desarraigo representa una enfermedad social peligrosa.» El desarraigo de la patria constituye un drama espiritual del hombre. Es sobre este drama que se lamenta el salmista:

 


 Llorando nos sentábamos junto a los ríos de Babilonia pensando en Sion.

En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras.

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos,

 y nuestros opresores, alegría:

«¡Canten para nosotros un canto de Sión!».

 ¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor

en tierra extranjera?

 Si me olvidara de ti, Jerusalén,

que se paralice mi mano derecha (Sal 136 1-5)

 

Los políticos europeos desarraigan a los europeos de su patria. Ahora son hombres políticos de Europa, pero no son políticos europeos.

Que cosa es entonces la patria?  

Si alguien le hubiese preguntado a Juan Pablo II, cuando iba hacia Viena que era la patria? – hubiera respondido: “Es el lugar adonde descansar y morir del modo más  agradable –

La patria es la herencia paterna, fruto del trabajo de los padres. Trabajando con ellos enriquecemos la humanidad que nos ha sido confiada. La logramos en las tradiciones de la morada paterna, íntimamente ligada con el nombre y el apellido que llevamos. Los políticos que condenan a los ciudadanos a emigrar espiritualmente de la patria, cometen un crimen espiritual contra la humanidad. Hanna Malewska,una gran figura moral y cultural en Polonia bajo la dominación de los comunistas escribió: «El hombre exilado pierde al mismo tiempo las ideas, la casa y la razón.»

Juan Pablo II nunca se sintió un exiliado,  «porque estando fuera de mi patria, permanentemente en Roma y a veces fuera de Roma, estoy sin embargo muy cerca de mi patria»  les decía a los polacos en Nigeria en su visita del 16 de febrero de 1982.

El no se sentía exiliado porque  las raíces de su patria estaban enraizadas en la eternidad,  presente en todo tiempo y en todo lugar.  

 

Cuando yo pienso, cuando digo: Patria

Me estoy expresando a mi mismo, y me enraizo

Y el corazón me dice que ella es la frontera oculta

Que va de mi hacia los otros hombres

Para abrazarlos a todos en un pasado

Mas antiguo que cada uno de nosotros…

Y de ese pasado – cuando yo pienso: Patria-

Emerjo para encerrarla en mí como un tesoro,

Y sin cesar me acucia el ansia

De cómo engrandecerla

De cómo ensanchar el espacio

Que mi patria habita

 (Karol Wojtyla: “Cuando yo  pienso en la Patria”)

 

(traducido de Stanislaw Grygiel: Dialogando con Giovanni Paolo I, Cantagalli, 2013)

Benedicto XVI : «Et resurrexit tertia die secundum Scripturas», «Resucitó al tercer día según las Escrituras».


Cada domingo, en el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de Cristo, acontecimiento sorprendente que constituye la clave de bóveda del cristianismo. En la Iglesia todo se comprende a partir de este gran misterio, que ha cambiado el curso de la historia y se hace actual en cada celebración eucarística. Sin embargo, existe un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de un modo más intenso en su riqueza doctrinal e inagotable vitalidad, para que la redescubran cada vez más y la vivan cada vez con mayor fidelidad: es el tiempo pascual. Cada año, en el «santísimo Triduo de Cristo crucificado, muerto y resucitado», como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al Calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al «tercer día», la Iglesia revive su resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.

 Queridos hermanos y hermanas, debemos renovar constantemente nuestra adhesión a Cristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es también nuestra Pascua, porque en Cristo resucitado se nos da la certeza de nuestra resurrección. La noticia de su resurrección de entre los muertos no envejece y Jesús está siempre vivo; y también sigue vivo su Evangelio. «La fe de los cristianos —afirma san Agustín— es la resurrección de Cristo». Los Hechos de los Apóstoles lo explican claramente: «Dios dio a todos los hombres una prueba segura sobre Jesús al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17, 31).

 En efecto, no era suficiente la muerte para demostrar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto! Y han permanecido muertos. La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad, que vale también para nosotros, para todos los tiempos. Al resucitarlo, el Padre lo glorificó. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9). Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos. ¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? «Si Cristo no resucitó, —decía el apóstol san Pablo— es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe» (1Co 15, 14). Pero ¡resucitó! 

 

(Benedicto XVI de la Audiencia General del 26 de marzo de 2008)

 

jueves, 14 de abril de 2022

El Via Crucis de Karol Wojtyla


 En 1976 Karol Wojtyla fue llamado por el Santo Padre Pablo VI a predicar los ejercicios espirituales de Cuaresma para el Papa y la Curia Romana en la capilla Matilde,actualmente capilla "Redemptoris Mater" del Vaticano. En el breve tiempo que tenia para preparar los 22 sermones o conferencias se “internó” en Zakopane, centro de esqui que el conocía tan bien, y alli entre el 20 y el 25 de febrero inmerso en la capilla dedicó las mañanas a escribir, permitiéndose también algún respiro para deslizarse con su esquies por las laderas de los montes Tatra en Zakopane, que él conocía tan bien.

 El 1 de marzo partió para Roma y en el Colegio Polaco le dio el toque final a las meditaciones. Los ejercicios espirituales se realizaron entre el 7 y el 13 de marzo de 1976.

Estos ejercicios espirituales fueron recopilados y publicados en forma de libro y causaron una fuerte impresión entre los intelectuales de Cracovia. Hubo quienes llegaron a expresar que lo veian a Karol Wojtyla como futuro Papa. En español fueron publicados por BAC (1978) con el emblemático título “Signo de Contradicción” (Signo de Contradicción (cf. Lc 2,)

 Entre las meditaciones estaba incluido el Via Crucis “uno de los ejercicios de piedad predilectos del Santo Padre; una predilección que hunde sus raíces en la tradición familiar, en la práctica de la parroquia donde Karol Wojtyła fue bautizado y en las opciones pastorales de aquella Polonia en cuyo cuerpo – su tierra – herido, dividido y despojado por potencias extranjeras se ha prolongado el misterio de la pasión de Cristo….Juan Pablo II, desde que Dios, en su designio providencial, lo llamó a la cátedra de Pedro (16 de octubre de 1978), nunca faltó al «Vía Crucis del Coliseo» la tarde de Viernes Santo…(excepto al último en 2005) sentía en él con gran intensidad una profunda relación que une Jerusalén, la ciudad donde Jesús cargado con la Cruz recorrió el último tramo del camino de su vida, con Cracovia, su antigua sede episcopal, cuya catedral se yergue en la colina Wawel, durante muchos siglos corazón de la monarquía y de la Iglesia, prácticamente un emblema de la Polonia gloriosa y arrasada.

 Y también con Roma, sede del Sucesor de Pedro, a quien Jesús confió la misión de confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 31), de apacentar sus corderos y sus ovejas (cf. Jn 21, 15-17) y a quien dirigió la última y perentoria invitación: «tú sígueme» (Jn 21, 22)”…. “Al celebrarse el 25º aniversario de servicio pastoral de Juan Pablo II las meditaciones del Via Crucis fueron aquellas originales que entonces ya habian sido publicadas en forma de libro. El Santo Padre habia querido tomar aquel Via Crucis, sacándolo por decir así del retiro de la Capilla Matilde para celebrarlo en una inmensa platea, en la auténtica Statio Urbis et Orbis del Coliseo-Foros imperiales-Palatino en la noche del Viernes Santo. Una decisión meditada e iniciativa feliz que, en otras cosas, permite constatar cómo el Magisterio de Juan Pablo II, «tan grande, tan rico, tan oportuno», está ya en muchos puntos «sintéticamente presente en Signo de Contradicción». (Mons. Piero Marini)

 Meditaciones del Via Crucis compuestas por el Cardenal KarolWojtyla

Presentacion de Mons. Piero Marini – Via Crucis en El Coliseo

 

 

Comienzo del triduo sacro: El “amó hasta el fin”

 


(La ultima cena de Leonardo da Vinci - Wikimedia)

 “Ha llegado la "hora" de Jesús. Hora de su paso de este mundo al Padre. Comienza el triduo sacro. El misterio pascual, como cada año, se reviste de su aspecto litúrgico, comenzando por esta Misa, única durante el año, que lleva el nombre de "Cena del Señor".

Después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, "los amó hasta el fin" (Jn 13, 1). La última Cena es precisamente testimonio del amor con que Cristo, Cordero de Dios, nos ha amado hasta el fin.”

[…]

El "amó hasta el fin".

5. Por lo tanto, Jesús no dudó en arrodillarse delante de los Apóstoles para lavar sus pies. Cuando Simón Pedro se opone a ello, El le convenció para que le dejara hacer. Efectivamente, era una exigencia particular de la grandeza del momento Era necesario este lavatorio de los pies, esta purificación en orden a la comunión de la que habrían de participar desde aquel momento.

Era necesario. Cristo mismo sintió la necesidad de humillarse a los pies de sus discípulos: una humillación que nos dice tanto de El en ese momento. De ahora en adelante, distribuyéndose a Sí mismo en la comunión eucarística, ¿no se abajará continuamente al nivel de tantos corazones humanos? ¿No los servirá siempre de este modo?

"Eucaristía" significa "agradecimiento".

`"Eucaristía" significa también "servicio", el tenderse hacia el hombre: el servir a tantos corazones humanos.

"Porque yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho" (Jn 13, 15).

¡No podemos ser dispensadores de la Eucaristía, sino sirviendo!

Así, pues, es la última Cena. Cristo se prepara a irse a través de la muerte, y a través de la misma muerte se prepara a permanecer.

De esta forma la muerte se ha convertido en el fruto maduro del amor: nos amó "hasta el fin".

¿No bastaría aun sólo el contexto de la última Cena para dar a Jesús el "derecho" de decirnos a todos: "Este es mi precepto: que os améis unos a otros como yo os he amado"? (Jn 15, 12)

 

(Homilia de Juan Pablo II en la Misa In Cena Domini, Basílica de san Juan deLetrán 12 de abril de 1979)