"EL REDENTOR DEL HOMBRE, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia…….
¡Redentor del mundo! En Él se ha revelado de un modo nuevo y más admirable la verdad fundamental sobre la creación que testimonia el Libro del Génesis cuando repite varias veces: «Y Dios vio que era bueno».38 El bien tiene su fuente en la Sabiduría y en el Amor. En Jesucristo, el mundo visible, creado por Dios para el hombre39 —el mundo que, al entrar el pecado quedó sujeto a la vanidad— 40 adquiere nuevamente el vínculo original con la misma fuente divina de la Sabiduría y del Amor. En efecto, «tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo».41 Así como en el hombre-Adán este vínculo había quedado roto, así en el Hombre-Cristo quedó unido de nuevo.42"
(de la Encíclica Redemptor Hominis de Juan Pablo II)
En una breve exposición, - que él mismo nos daba a entender que estaba lejos de ser completa y exhaustiva - presentada con ocasión del Congreso “Juan Pablo II: 25 años de Pontificado. La Iglesia al servicio del hombre” el cardenal Joseph Ratzinger, expresaba con respecto a la Encíclica Redemptor Hominis:
“La primera encíclica, Redemptor hominis, es la más personal, el punto de partida de todas las demás….. En ella Juan Pablo II resumió, por decirlo así, los frutos del camino recorrido hasta entonces en su calidad de pastor de la Iglesia y como pensador de nuestro tiempo. Esa primera encíclica gira en torno a la cuestión del hombre. La expresión: "el hombre es el camino primero y fundamental de la Iglesia" (ib., 14) se ha convertido casi en un lema. Pero, al citarla, a menudo nos olvidamos de que poco antes el Papa había dicho: "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino "hacia la casa del Padre" (cf. Jn 14, 1 ss) y es también el camino hacia cada hombre" (ib., 13). Por consiguiente, también la fórmula del hombre como primer camino de la Iglesia prosigue así: "camino trazado por Cristo mismo, camino que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención" (ib., 14). Para el Papa, antropología y cristología son inseparables. Precisamente Cristo nos ha revelado qué es el hombre y a dónde debe ir para encontrar la vida. Este Cristo no es sólo un modelo de existencia humana, un ejemplo de cómo se debe vivir, sino que "está unido, en cierto modo, a todo hombre" (ib.). Cristo nos toca en nuestro interior, en la raíz de nuestra existencia, transformándose así, desde el interior, en el camino para el hombre. Rompe el aislamiento del yo; es garantía de la dignidad indestructible de cada persona y, al mismo tiempo, es quien supera el individualismo en una comunicación a la que aspira toda la naturaleza del hombre. Para el Papa, el antropocentrismo es al mismo tiempo cristocentrismo, y viceversa. Contra la opinión según la cual sólo a través de las formas primitivas del ser humano (partiendo de abajo, por decirlo así) se puede explicar qué es el hombre, el Papa sostiene que solamente partiendo del hombre perfecto se puede comprender lo que es el hombre, y que desde este punto de vista se puede vislumbrar el camino del ser humano. A este respecto, habría podido referirse a Teilhard de Chardin, que decía: "La solución científica del problema humano no deriva exclusivamente del estudio de los fósiles, sino de una atenta observación de las características y de las posibilidades del hombre de hoy, que determinarán al hombre de mañana". Naturalmente, Juan Pablo II va mucho más allá de ese diagnóstico: en definitiva, sólo podemos comprender qué es el hombre mirando a Aquel que realiza plenamente la naturaleza del hombre, que es imagen de Dios, el Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de Luz. Así corresponde perfectamente a la orientación intrínseca de la primera encíclica, la cual, en la prosecución del Magisterio papal, se desarrolló formando, juntamente con otras dos encíclicas, el tríptico trinitario. La cuestión del hombre no se puede separar de la cuestión de Dios. La tesis de Guardini, según el cual sólo conoce al hombre quien conoce a Dios, encuentra una clara confirmación en esta fusión de la antropología con la cuestión de Dios”.
¡Redentor del mundo! En Él se ha revelado de un modo nuevo y más admirable la verdad fundamental sobre la creación que testimonia el Libro del Génesis cuando repite varias veces: «Y Dios vio que era bueno».38 El bien tiene su fuente en la Sabiduría y en el Amor. En Jesucristo, el mundo visible, creado por Dios para el hombre39 —el mundo que, al entrar el pecado quedó sujeto a la vanidad— 40 adquiere nuevamente el vínculo original con la misma fuente divina de la Sabiduría y del Amor. En efecto, «tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo».41 Así como en el hombre-Adán este vínculo había quedado roto, así en el Hombre-Cristo quedó unido de nuevo.42"
(de la Encíclica Redemptor Hominis de Juan Pablo II)
En una breve exposición, - que él mismo nos daba a entender que estaba lejos de ser completa y exhaustiva - presentada con ocasión del Congreso “Juan Pablo II: 25 años de Pontificado. La Iglesia al servicio del hombre” el cardenal Joseph Ratzinger, expresaba con respecto a la Encíclica Redemptor Hominis:
“La primera encíclica, Redemptor hominis, es la más personal, el punto de partida de todas las demás….. En ella Juan Pablo II resumió, por decirlo así, los frutos del camino recorrido hasta entonces en su calidad de pastor de la Iglesia y como pensador de nuestro tiempo. Esa primera encíclica gira en torno a la cuestión del hombre. La expresión: "el hombre es el camino primero y fundamental de la Iglesia" (ib., 14) se ha convertido casi en un lema. Pero, al citarla, a menudo nos olvidamos de que poco antes el Papa había dicho: "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. Él mismo es nuestro camino "hacia la casa del Padre" (cf. Jn 14, 1 ss) y es también el camino hacia cada hombre" (ib., 13). Por consiguiente, también la fórmula del hombre como primer camino de la Iglesia prosigue así: "camino trazado por Cristo mismo, camino que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención" (ib., 14). Para el Papa, antropología y cristología son inseparables. Precisamente Cristo nos ha revelado qué es el hombre y a dónde debe ir para encontrar la vida. Este Cristo no es sólo un modelo de existencia humana, un ejemplo de cómo se debe vivir, sino que "está unido, en cierto modo, a todo hombre" (ib.). Cristo nos toca en nuestro interior, en la raíz de nuestra existencia, transformándose así, desde el interior, en el camino para el hombre. Rompe el aislamiento del yo; es garantía de la dignidad indestructible de cada persona y, al mismo tiempo, es quien supera el individualismo en una comunicación a la que aspira toda la naturaleza del hombre. Para el Papa, el antropocentrismo es al mismo tiempo cristocentrismo, y viceversa. Contra la opinión según la cual sólo a través de las formas primitivas del ser humano (partiendo de abajo, por decirlo así) se puede explicar qué es el hombre, el Papa sostiene que solamente partiendo del hombre perfecto se puede comprender lo que es el hombre, y que desde este punto de vista se puede vislumbrar el camino del ser humano. A este respecto, habría podido referirse a Teilhard de Chardin, que decía: "La solución científica del problema humano no deriva exclusivamente del estudio de los fósiles, sino de una atenta observación de las características y de las posibilidades del hombre de hoy, que determinarán al hombre de mañana". Naturalmente, Juan Pablo II va mucho más allá de ese diagnóstico: en definitiva, sólo podemos comprender qué es el hombre mirando a Aquel que realiza plenamente la naturaleza del hombre, que es imagen de Dios, el Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz de Luz. Así corresponde perfectamente a la orientación intrínseca de la primera encíclica, la cual, en la prosecución del Magisterio papal, se desarrolló formando, juntamente con otras dos encíclicas, el tríptico trinitario. La cuestión del hombre no se puede separar de la cuestión de Dios. La tesis de Guardini, según el cual sólo conoce al hombre quien conoce a Dios, encuentra una clara confirmación en esta fusión de la antropología con la cuestión de Dios”.
4 comentarios:
No conocía estas palabras de Ratzinger, pero resumen muy claramente esta primera encíclica de Juan Pablo II. Las palabras de Guardini, sólo conoce al hombre quien conoce a Dios, se materializan en la España de hoy, en la que suceden tantas cosas que van contra la raíz misma de la persona, como si a ésta no le afectara. El ateísmo y la negación de Dios nos está llevando a este actuar en contra del hombre.
Muchas gracias Eli por el comentario. Bien merece la pena leerse toda la conferencia - que ni siquiera es tan larga - ; resume admirablemente las enciclicas de Juan Pablo II, agrupandolas.
Sabroso comentario, interesantes textos del Magisterio.
Gracias por este trabajo.
Un fuerte abrazo.
Gracias apreciado Caminante por tu visita.
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