“ Se realiza hoy un ardiente deseo de mi corazón” eran las primeras palabras del Papa Juan Pablo II en su homilía de la Santa Misa de clausura del Sínodo Arquidiocesano de Cracovia, celebrada en la Catedral de Cracovia sobre la histórica colina del Wawel, el 8 de junio de 1979, con ocasión de su primer visita apostólica a su patria, visita cargada de emoción y de recuerdos. En esta homilía reitera su compromiso personal con el Concilio Vaticano II y su firme objetivo como pastor de Cracovia (hasta antes de octubre de 1978) de adoptar el mismo “aggiornamento” a su querida Iglesia de Krakow en un trabajo que resultara profundo, fecundo y ejemplar.
“El Señor Jesús, que me llamó estando yo en esta sede de San Estanislao, en vísperas de su IX centenario – explicaba en su homilía - , me permite participar en la clausura del Sínodo de la archidiócesis de Kraków, Sínodo que siempre estuvo ligado, en mi mente, a este gran jubileo de nuestra Iglesia…. El Sínodo había sido unido, por mí y por todos vosotros, a la conmemoración del IX centenario del ministerio de San Estanislao, que durante siete años fue obispo de Kraków. El programa de trabajo preveía así un período que iba desde el 8 de mayo de 1972 al 8 de mayo de 1979. Hemos deseado honrar, durante todo este tiempo, al obispo y pastor (de hace ahora nueve siglos) de la Iglesia de Kraków, tratando de expresar —de acuerdo con nuestro tiempo y sus necesidades— nuestra solicitud por la obra salvadora de Cristo en las almas de los contemporáneos. Como San Estanislao de Sczcepanów lo hacía hace nueve siglos, así también lo hemos querido hacer nosotros nueve siglos después. Estoy convencido de que este modo de honrar la memoria del gran Patrono de Polonia es el más adecuado. Corresponde tanto a la misión histórica de San Estanislao, cuanto a las grandes obligaciones ante las cuales se encuentran hoy la Iglesia y el cristianismo contemporáneo después del Concilio Vaticano II. El iniciador del Concilio, el Siervo de Dios Juan XXIII, especificó esa tarea con la palabra aggiornamento (puesta al día). La finalidad del trabajo de siete años del Sínodo de Kraków —en respuesta a los esenciales intentos del Vaticano II— debía ser el "aggiornamento" de la Iglesia de Kraków, la renovación de la conciencia de su misión salvadora, como también el programa preciso para su realización.
“ El camino que ha conducido a esta meta había sido trazado por la tradición de los Sínodos particulares de la Iglesia; - seguía explicando Juan Pablo II - baste recordar los dos Sínodos precedentes en tiempos del ministerio del cardenal Adam Stefan Sapieha. Las normas para llevar a cabo los trabajos sinodales estaban trazadas por el código de derecho canónico. Sin embargo, hemos considerado que la doctrina del Concilio Vaticano II abre en este campo nuevas perspectivas y crea, me atrevería a decir, nuevas obligaciones. Si el Sínodo debía servir para la realización de la doctrina del Vaticano II, debía hacerlo ante todo con la misma concepción y el mismo sistema de trabajo. Esto explica todo el proyecto del Sínodo pastoral y su consiguiente actuación. Puede decirse que, para la elaboración de las resoluciones y documentos, hemos recorrido un camino más largo, pero también más completo. Ese camino pasaba a través de la actividad de centenares de grupos de estudio sinodales, en los que pudo intervenir un amplio número de fieles de la Iglesia de Kraków. Estos grupos, como se sabe, estaban formados en su mayor parte por católicos laicos, los cuales encontraron así, por una parte, la posibilidad de penetrar en la doctrina del Concilio y, por otra, de expresar, a tal respecto, sus propias experiencias y propuestas, que manifestaban su amor hacia la Iglesia, su sentido de responsabilidad por el conjunto de la vida en la archidiócesis de Kraków.
Durante la etapa de preparación de los documentos finales del Sínodo, los grupos de estudio llegaron a ser centro de amplias consultas; a ellos en efecto se dirigía la comisión general, que coordinaba la actividad de todas las comisiones de expertos que habían sido convocadas desde el comienzo. De ese modo, maduraba el contenido que el Sínodo, enlazando con la doctrina del Concilio, quería trasladar a la vida de la Iglesia en Kraków. Deseaba formar, conforme a tal contenido, el futuro de su Iglesia.
Finalmente el Santo Padre concluía agradeciendo:
3. Hoy, todo este trabajo, este recorrido de siete años, queda ya atrás. Jamás habría yo pensado que iba a participar, como huésped venido de Roma, a la clausura de las tareas del Sínodo de Kraków. Pero si ha sido ésa la voluntad de Cristo, permítaseme, en este momento, asumir una vez más el papel de aquel metropolitano de Kraków que, a través del Sínodo, había deseado cumplir la gran deuda contraída con el Concilio, con la Iglesia universal, con el Espíritu Santo. Permítaseme también en esta función —como he dicho— dar las gracias a todos cuantos han construido este Sínodo, año tras año, mes tras mes, con su trabajo, con su consejo, con su creativa aportación, con su celo. Mi agradecimiento se dirige, en cierto modo, a toda la comunidad del Pueblo de Dios de la archidiócesis de Kraków, a los eclesiásticos y a los laicos: a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas. Especialmente a todos los presentes: a los obispos, con mi venerado sucesor el metropolitano de Kraków, a la cabeza; en modo especial, al obispo Stanislaw Smolenski, que ha dirigido, como presidente de la comisión general, los trabajos del Sínodo. A todos los miembros de esta comisión y una vez más a la comisión preparatoria que, bajo la dirección del profesor mons. E. Florkowski, preparó, en 1971 y 1972, el estatuto. reglamento y programa del Sínodo. A las comisiones de trabajo, a las comisiones de expertos, al incansable secretario, a los grupos de redacción y, en fin, a todos los grupos de estudio.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario