Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 7 de marzo de 2019

Ordenación de mujeres en la Iglesia Católica


En Luz de mundo – una conversación del Papa Benedicto XVI con Peter Sewald, éste le pregunta a Benedicto XVI acerca de la posibilidad de la ordenación de mujeres.
En el texto Sewald reflexiona y pregunta:
La no-posibilidad de la ordenación de mujeres en la Iglesia católica está claramente decidida por un non possumus del magisterio supremo. La Congregación para la Doctrina de la Fe así lo sostuvo bajo el pontificado de Pablo VI en el documento titulado Inter Insigniores, del año 1976. Juan Pablo II lo confirmó en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis. En ese documento, haciendo referencia a «la constitución divina de la Iglesia», declara él en su virtud de su ministerio que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.»  Los críticos ven en ello una discriminación. Afirman que Jesús no llamó al sacerdocio a mujeres sólo porque, hace dos mil años, abría sido impensable.
 Y el Papa Benedicto XVI responde:
Esto es un disparate, ya que en aquel entonces el mundo estaba lleno de sacerdotisas. Todas las religiones tenían sus sacerdotisas, y era más bien asombroso que no las hubiera en la comunidad de Jesucristo, lo que, sin embargo, se encuentra a su ez en continuidad con la fe de Israel.
La formulación de Juan Pablo II es muy importante: la Iglesia no tiene «en modo alguno la facultad» de ordenar a mujeres. No es que, digamos, no nos guste, sino que no podemos. El Señor dio a la Iglesia una figura con los Doce, y después en sucesión de ellos, con los obispos y los presbíteros (los sacerdotes). Esta igura de la Iglesia no la hemos hecho nosotros sino que es constitutiva desde Él. Seguirla es un «ato de obediencia, una obediencia tal vez ardua en la situación actual. Pero justamente esto es importante, que la Iglesia muestre que no somos un régimen arbitrario. No podemos hacer lo que queremos, sino que hay una voluntad del Señor para nosotros a la que hemos de atenernos aun cuando, en esta cultura y en esta civilización, resulte arduo y difícil.
Por lo demás, hay tantas funciones destacadas, importantes de las mujeres en la Iglesia que no puede hablarse de discriminación. Ese sería el caso si el sacerdocio fuese una suerte de señorío, mientras que, por el contrario, debe ser todo servicio. Si se contempla la historia de la Iglesia, la importancia de las mujeres – desde Maria, pasando por Mónica y hasta llegar a la Madre Teresa – es tan eminente que, en muchos sentidos, las mujeres plasman la imagen de la Iglesia más que los hombres.

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