“Que
la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, a quien hoy invocamos con
particular devoción, nos ayude a subir sin cansarnos hacia la cima del monte de
la santidad; y nos ayude a amar por encima de todo a Cristo, que revela al
mundo el misterio del amor divino y la verdadera dignidad del hombre”. (Angelus Juan Pablo II 16 07 2000).
Conocemos el amor de Juan Pablo II a la Virgen Maria y también su particular devoción a la Virgen del Carmen y al escapulario, que le fue impuesto en su pueblo natal de Wadowice a los 10 años, allí “sobre la colina” como le gustaba decir, del monasterio carmelita (que ahora atesora su escapulario entregado después de su muerte), cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Una devoción fortalecida con sus oraciones diarias en familia, aquel seminario doméstico de la calle Koscielna (su hogar) en Wadowice y sus peregrinaciones a los santuarios marianos de Jasna Gora y Kalwaria Zebrzydowska.
Un
largo camino mariano hasta la elección del lema espiscopal y después papal
“Totus Tuus” .
En “Don y Misterio” nos cuenta de su
vida en la parroquia salesiana de Debniki, sobre su guia y mentor el sastre
Tyranowski, acrecentando en el su interés por la espiritualidad carmelitana que
continuaría en Cracovia en el monasterio de los Padres Carmelitas Descalzos en
la calle Rakowicka. Hasta llegó a considerar entrar en el Carmelo “dudas
resueltas por el Arzobispo Cardenal Sapieha, quien -con el estilo que lo
caracterizaba- dijo escuetamente: "Es preciso acabar antes lo que se ha
comenzado''.
En su Mensaje a la Orden del Carmelo Juan Pablo II decía con respecto al escapulario: “El escapulario es esencialmente un "hábito". Quien lo recibe se une o se asocia, en un grado más o menos íntimo, a la Orden del Carmen, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia (cf. Fórmula de la imposición del escapulario, en el "Rito de la bendición e imposición del escapulario", aprobado por la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, 5 de enero de 1996). Por tanto, quien se reviste del escapulario se introduce en la tierra del Carmelo, para "comer sus frutos y sus productos" (cf. Jr 2, 7), y experimenta la presencia dulce y materna de María en su compromiso diario de revestirse interiormente de Jesucristo y de manifestarlo vivo en sí para el bien de la Iglesia y de toda la humanidad (cf. Fórmula de la imposición del escapulario)”
No hay comentarios:
Publicar un comentario