En palabras sencillas, personales y tiernas, como gran parte de sus recuerdos, nos confiaba el Santo Padre Juan Pablo II en su libro ¡Levantaos! ¡Vamos! “tengo una devoción especial al Ángel de la Guarda. Desde niño, probablemente como todos los niños, repetí tantas veces esta plegaria: “Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, dirígeme y gobiérname…” Mi Ángel de la Guarda sabe lo que estoy haciendo. Mi confianza en él, en su presencia protectora, crece en mi continuamente” . Y allí mismo también reconoce que en sus oraciones invocaba con frecuencia a los arcángeles San Miguel, San Gabriel y san Rafael y nos recuerda “el hermoso tratado de santo Tomas sobre los ángeles, espíritus puros”.
Durante
el año 1986 el Santo Padre Juan Pablo II dedico cuatro de sus catequesis a los
Ángeles:
“Creador de las cosas visibles e invisibles”
“Creador de los ángeles, seres libres”
“Creador de las cosas “invisibles”: los ángeles”
“La participación de los ángeles en la historia de la
salvación”
Alli mismo nos
presenta varias citas de los libros sagrados: “ "Pues te encomendará a sus
ángeles para que te guarde en todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus
palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras" (Sal 90/91, 11-12).
Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando a no escandalizarlos, se apela
a "sus ángeles" (Mt 18, 10). “Además - sigue diciendo el Santo Padre
- , atribuye a los ángeles la función de testigos en el supremo juicio divino
sobre la suerte de quien ha reconocido o renegado a Cristo: "A quien me
confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de
los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante
los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9; cf. Ap. 3, 5)….”
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