(foto Reuters)
En su encuentro con los medios de comunicación, el Santo Padre Francisco, distendido y sonriente, agradeció por los servicios prestados durante este último tiempo desde la
renuncia del Santo Padre Benedicto XVI, especialmente a aquellos “ a quienes han sabido observar y presentar estos
acontecimientos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la justa
perspectiva desde la que han de ser leídos, la de la fe. Los acontecimientos de la historia requieren
casi siempre una lectura compleja, que a veces puede incluir también la
dimensión de la fe. Los acontecimientos eclesiales no son ciertamente más
complejos de los políticos o económicos. Pero tienen una característica de
fondo peculiar: responden a una lógica que no es principalmente la de las
categorías, por así decirlo, mundanas; y precisamente por eso, no son fáciles
de interpretar y comunicar a un público amplio y diversificado. En efecto,
aunque es ciertamente una institución también humana, histórica, con todo lo
que ello comporta, la Iglesia no es de naturaleza política, sino esencialmente
espiritual: es el Pueblo de Dios. El santo Pueblo de Dios que camina hacia el
encuentro con Jesucristo. Únicamente desde esta perspectiva se puede dar
plenamente razón de lo que hace la Iglesia Católica.”
[…]
Aprovechó a su vez la oportunidad para explicar
porque había elegido el nombre Francisco:
“Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha
querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco
de Sales, también en Francisco de Asís. Les contaré la historia. Durante las
elecciones, tenía al lado al arzobispo emérito de San Pablo, y también prefecto
emérito de la Congregación para el clero, el cardenal Claudio Hummes: un gran
amigo, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, él me
confortaba. Y cuando los votos subieron a los dos tercios, hubo el acostumbrado
aplauso, porque había sido elegido. Y él me abrazó, me besó, y me dijo: «No te
olvides de los pobres». Y esta palabra ha entrado aquí: los pobres, los pobres.
De inmediato, en relación con los pobres, he pensado en Francisco de Asís.
Después he pensado en las guerras, mientras proseguía el escrutinio hasta
terminar todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así, el nombre
ha entrado en mi corazón: Francisco de Asís. Para mí es el hombre de la
pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este
momento, también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena,
¿no? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre... ¡Ah, cómo
quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! Después, algunos hicieron
diversos chistes: «Pero tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el
reformador, y hace falta reformar...». Y otro me decía: «No, no, tu nombre
debería ser Clemente». «Y ¿por qué?». «Clemente XV: así te vengas de Clemente
XIV, que suprimió la Compañía de Jesús». Son bromas...
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