Santiago de Compostela conmemora los 25 años de la visita de Juan Pablo II con ocasión de aquella inolvidable IVJornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tuvo lugar en la capital gallega y que congregó a más de cuatrocientos mil jóvenes.
Recordando aquella extraordinaria JMJ transcribo en
dos posts el artículo de José Maria Diaz publicado en el el Boletín mensual Totus Tuus Nr 3 en marzo del año 2007:
“La ciudad de Santiago de Compostela, meta de peregrinaciones
para toda Europa y para muchos cristianos del mundo entero, tiene la dicha de
haber recibido dos veces la visita del Papa Juan Pablo II. Era un deseo antiguo
el de recibir la visita del Papa. Durante muchos años se mantuvo la tradición de
una visita fugaz y secreta del Papa Calixto II (1119-1124). Pura leyenda, por
más que este papa haya beneficiado extraordinariamente la causa jacobea. En el
pontificado de Pablo VI, el cardenal Quiroga solicitó con el mayor interés su
presencia, y hasta llegó a acondicionarse el aeropuerto ante la posibilidad de
esta visita. Acudió a Fátima, pero no a Santiago. Así, Juan Pablo II es hasta
el presente el único Papa que llegó al sepulcro del Hijo de Zebedeo y hermano
de S. Juan Evangelista. Actualmente podemos decir que en nuestra historia de
las peregrinaciones hay un antes y después referido al Papa Wojtyla. El influjo
de su presencia fue inmenso. A partir de estas visitas el número de peregrinos
ha sido desbordante.
La primera visita de Juan Pablo II a España tuvolugar en 1982. Año Santo Compostelano. Fue un recorrido triunfal
por las principales ciudades y santuarios de España. Y en todas partes
impresionaron gozosamente tres cosas: la persona del Papa, su mensaje y la
acogida del pueblo.
La visita a Santiago fue el broche de oro de su
recorrido a todo lo largo y ancho de nuestra patria, e dia 9 de noviembre. El
programa respondió muy bien a esta altísima ocasión. Para comenzar la jornada,
al raya del alba, la Misa del Peregrino, en campo abierto, sin límites. Millares y millares
de personas habían permanecido en pie durante toda la noche, para verle bajar
del avión. Procedían de Asturias, León, Santander y las cuatro provincias de Galicia.
En esta jornada final del recorrido del Papa por España, aparecía ante el altar
extenuado y pálido. Pero sorprendió la fortaleza de su voz, al presentarse como
“testigo de esperanza”.
Tras la palabra vibrante, los gestos: su visita a la
Catedral, entrando por la puerta norte como los antiguos peregrinos, su larga
permanencia en adoración ante el Santísimo Sacramento. “Hay que seguir, Santo
Padre”, Le dice su Secretario, y va directamente a la cripta, a postrarse ante
la urna que contiene los huesos del apóstol. De ahí, al Pórtico de la Gloria. Aquí,
los doce apóstoles, todos descalzos con sencillas túnicas y mantos, excepto Pedro,
revestido de riguroso pontifical, que transmite su mensaje claro: esta es la basílica
de Santiago pero aquí se proclama la primacía de Pedro.
Por la tarde, en la plaza del Obradoiro se
respiraban brisas marinas. Era el acto dedicado a los que trabajan en el mar, como Pedro, Santiago y Juan, pescadores de peces
convertidos en pescadores de almas: “Mi presencia aquí”, dijo “quiere ser un
signo vivo y fehaciente de la preocupación de la Iglesia por los hombres de mar…”
“Nos acordamos de tantas personas que, aunque no navegan, viven del mar y para el
mar”. “Que la Virgen del Carmen, cuyas imágenes se asoman a las rías que hacen
la belleza de esta tierra gallega, os acompañe siempre”.
La gran sorpresa iba a ser el acto europeísta en laCatedral a la caída de la tarde. A la gran convocatoria
acudieron representantes de las Conferencias Episcopales europeas del Este y
del Oeste, la Orden de San Benito con su abad Primado y, entre otros los Abades
de Solesmes y Subiaco, y figuras destacadas de las grandes instituciones
europeas. Los medios de comunicación reconocieron que todas estas
representaciones dieron al acto una insospechada brillantez y significación. El
acto europeísta fue, en verdad, “un fínale in belleza”.
En el discurso europeísta de Juan Pablo II se inscriben
palabras que, grabadas en bronce, siguen leyendo todos los peregrinos frente a
la tumba apostólica: “Yo, obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal,
desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a
encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces…”
Al final, ya en el aeropuerto, las mejores palabras
de despedida que España podía esperar del Papa que tiene por lema “Totus Tuus”. “Adiós
España, tierra de Maria”.
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