María
Mediadora
1. Entre
los títulos atribuidos a María en el culto de la Iglesia, el capítulo
VIII de la Lumen gentium recuerda el de «Mediadora». Aunque
algunos padres conciliares no compartían plenamente esa elección (cf. Acta
Synodalia III,
8, 163-164), este apelativo fue incluido en la constitución dogmática sobre la
Iglesia, confirmando el valor de la verdad que expresa. Ahora bien, se tuvo
cuidado de no vincularlo a ninguna teología de la mediación, sino sólo de
enumerarlo entre los demás títulos que se le reconocían a María.
Por
lo demás, el texto conciliar ya refiere el contenido del título de «Mediadora »
cuando afirma que María «continúa procurándonos con su múltiple intercesión los
dones de la salvación eterna » (Lumen gentium, 62).
Como
recuerdo en la encíclica Redemptoris
Mater, «la mediación de María está íntimamente unida a su
maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de
las demás criaturas» (n. 38).
Desde
este punto de vista, es única en su género y singularmente eficaz.
2. El
mismo Concilio quiso responder a las dificultades manifestadas por algunos
padres conciliares sobre el término «Mediadora», afirmando que María «es
nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61). Recordemos que la
mediación de María es cualificada fundamentalmente por su maternidad divina.
Además, el reconocimiento de su función de mediadora está implícito en la
expresión «Madre nuestra», que propone la doctrina de la mediación mariana,
poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título «Madre en el orden
de la gracia» aclara que la Virgen coopera con Cristo en el renacimiento
espiritual de la humanidad.
3. La
mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de
Cristo. En efecto, el Concilio, después de haberse referido a María
«mediadora», precisa a renglón seguido: «Lo cual sin embargo, se entiende de
tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo,
único Mediador» (ib., 62). Y cita, a este respecto, el
conocido texto de la primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y
también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre
también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos» (1 Tm 2,
5-6).
El
Concilio afirma, además, que «la misión maternal de María para con los hombres
de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino
que manifiesta su eficacia» (Lumen gentium, 60).
Así
pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo,
María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. «En efecto, todo el influjo
de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en
ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la
sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende
totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia » (ib.).
(Juan Pablo II Audiencia
General 1 de octubre de 1997 – texto completo en la pagina oficial de la SantaSede)
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