Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 18 de octubre de 2022

Bernard Lecomte: Y la Iglesia del silencio habló (en la voz de Juan Pablo II)

 


(En un artículo relativamente breve escrito para L’Osservatore Romano con motivo de la beatificación de Juan Pablo II,  el periodista y escritor francés Bernard Lecomte bosqueja  la singular influencia del papa polaco que con su lema «No tengáis miedo» dio inicio a una nueva era en la historia de la Iglesia y el mundo.)

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 Si bien Juan Pablo II dejo el recuerdo de un pastor excepcional, de un hombre de gran fe, de un intelectual fuera de lo común, permanecerá en la historia también como un Papa muy “político”, sobre todo por el papel que desempeñó en el final del comunismo en Europa. Ciertamente, el Papa jamás lanzo “cruzadas” contra uno u otro régimen:  «No hago política» dijo  un día a un periodista, «yo hablo del Evangelio, pero si hablar de la justicia, de la dignidad humana, de los derechos humanos, es hacer política, ¡entonces estamos de acuerdo!».

Hoy todos los historiadores concuerdan en que si el Papa elegido en octubre de 1978 hubiera sido italiano, español o francés, el curso de la historia, en el final del siglo XX habría sido distinto.

En efecto, recién elegido, se vio al nuevo Pontífice multiplicar signos, gestos e iniciativas en dirección Este. Durante la misa por el inicio de su ministerio petrino, el domingo 22 de octubre de 1978, después de haber lanzado su famoso «¡No tengáis miedo!, el Papa eslavo pronuncio saludos particulares en checo, eslovaco, ruso, etc. ¿Quién observa entonces que envía su birreta cardenalicia al santuario de Puerta de la Aurora en Vilna, capital de la catolicísima Lituania? ¿Quién se percata de que recibe, en primer lugar, al cardenal František Tomášek , primado de Bohemia y futuro padrino de la checoslovaca «revolución de terciopelo» 

«Santidad, no olvide a la Iglesia del silencio!» le dice una mujer en Asís el 5 de noviembre de 1978. Juan Pablo II le responde: «Ya no existe Iglesia del silencio porque habla con mi voz!»

El nuevo Papa no elabora proyecto alguno, no fomenta ningún complot para derrocar el sistema soviético. Sin embargo, es portavoz de una experiencia particular la de un sacerdote, un obispo, un cardenal llegado del otro lado del “telón de acero”. Su discurso es tan original como subversivo: al contrario que la mayor parte de los responsables occidentales de entonces, está convencido de que la división de Europa en dos es un incidente político y de que el marxismo-leninismo no es sino un paréntesis de la historia.

El camino espiritual y la enseñanza moral de Juan Pablo II han sido igualmente alentadores para los cristianos del Este, como los grandes temas que pronto constituyeron el armazón de su discurso político y social:

 

-          Ante todo el primado de la “cultura”, que impacto tanto en las mentes en el discurso y a la UNESCO el 2 de junio de 1980 y la insistencia en resucitar la historia, confiscada, de todos los pueblos sometidos:

-          La permanencia de la “nación”, célula primaria de la comunidad internacional, cuya existencia y soberanía no deben depender del beneplácito de cualquier entidad superior.

-          La opción por “Europa” como asociación de naciones que custodian su historia, su especificidad y también sus raíces cristianas, bien distinta, por lo tanto, de la Europa conflictiva de Yalta y de Helsinki.

-          Finalmente, la insistencia por los ”derechos humanos”, tema central de la enseñanza de Juan Pablo II desde su primera encíclica, Redemptor Hominis: la lucha por las libertades individuales y sobre todo por la mas intima: la libertad religiosa. El Papa no se conformó con traducir tales temas en homilías en Roma, sino que los llevo, a veces personalmente, a todos los rincones de Europa. Ante todo con sus viajes, empezando por la extraordinaria visita pastoral a Polonia en junio de 1979, que de algún modo supuso el arranque de la experiencia de Solidarność.  Después, mediante intermediarios: baste recordar la misión del cardenal Agostino Casaroli, enviado a representar al Papa en las ceremonias del milenario de la Iglesia de  Rusia, en junio de 1988. Finalmente mediante innumerables encuentros en el Vaticano, desde la primera audiencia concedida al ministro Andrei Gromyko (enero de 1979) al caluroso encuentro con el disidente  Andrei Sajarov (febrero de 1989)

El más sorprendente de estos encuentros fue, naturalmente, con Mijail Gorbachov, celebrado en el Vaticano el 1 de diciembre de 1989, algunos días después de la caída del Muro de Berlin, como un extraordinario símbolo del final de una época.

Varsovia, Moscú, Budapest, Berlín, Praga, Sofía y Bucarest se han convertido en las etapas de una larga peregrinación hacia la libertad, dijo el Papa ante el Cuerpo diplomático un mes después, antes de que Gorbachov mismo reconociera, en un artículo publicado en febrero de 1992: «Nada de lo que ha sucedido en Europa habría sido posible sin este Papa.»

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