Esta
verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra
en síntesis el núcleo del misterio de la
Iglesia. Esta experimenta con alegría como se realiza continuamente, en
múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); en la sagrada Eucaristía,
por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor,
se alegra de esta presencia con una intensidad única.[…].
Con
razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es
«fuente y cima de toda la vida cristiana». «La Sagrada Eucaristía, en efecto,
contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo, nuestra
Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombre por medio del Espíritu Santo»
Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente
en le Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su
inmenso amor.
[…]
El Cenáculo es el lugar de la institución
de este Santísimo Sacramento. Allí Cristo tomo en sus manos el pan, lo
partió y lo dio a los discípulos diciendo: «Tomad y comed todos e él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros» (Mt 26,23; Lc 22,19, 1 Co
ll,24). Después tomo en sus manos el cáliz del vino y les dijo: «Tomad y bebed
todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y
eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón
de los pecados.» (Mc 14,24: Lc 22,20; 1 Co 11,25 [..]
Aquellas
palabras se habrían aclarado plenamente sólo al final del Triduum sacrum, es decir, el lapso que va de la tarde del jueves hasta
la mañana del domingo En esos días se enmarca el mysterium paschale; en ellos se inscribe también el mysterium eucharisticum.
Cuando
pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de Obispo y de sucesor
de Pedro, me resulta espontaneo recordar tantos momentos y lugares en los que
he tenido la gracia de celebrarla.
Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowicz donde desempeñé mi primer encargo pastoral,
la colegiata de san Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de
san Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero. He podido
celebrar la Santa Misa en capillas situadas ne senderos d en montaña, a orillas
de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos
en estadios, en las plazas de las ciudades… Estos escenarios tan variados de mi
celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal
y, por así decir, cósmico. ¡Si, cósmico!
Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el
campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido sobre el altar del mundo.
Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación.
[…]
Verdaderamente la Eucaristía es «mysterium
fidei», misterio que supera nuestro pensamiento y puede ser acogido solo en
la fe, como a menudo recuerdan las catequesis patrísticas sobre este divino
sacramento. «No veas – exhorta san Cirilo
de Jerusalén – en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque le Señor
ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque
los sentidos te sugieran otras cosa.l […]
Puesto
que la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro
entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie
como Maria puede ser apoyo y guía en una actitud como esta […]
La
Eucaristia se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de Maria, toda
ella un magníficat!
(Juan
Pablo II de la Introduccion a la Encíclica Ecclesia de Eucharistia)
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