(La Asunción de la Virgen, Tiziano, Santa Maria gloriosa dei Frari, Venecia) (Wikipedia)
«Magnificat anima mea Dominum!» (Lc 1, 46).
La Iglesia peregrina en la historia se une hoy al cántico de exultación de la bienaventurada Virgen María; expresa su alegría y alaba a Dios porque la Madre del Señor entra triunfante en la gloria del cielo. En el misterio de su Asunción, aparece el significado pleno y definitivo de las palabras que ella misma pronunció en Ain Karim, respondiendo al saludo de Isabel: «Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso» (Lc 1, 49).
Gracias a la victoria pascual de Cristo sobre la muerte, la Virgen de Nazaret, unida profundamente al misterio del Hijo de Dios, compartió de modo singular sus efectos salvíficos. Correspondió plenamente con su «sí» a la voluntad divina, participó íntimamente en la misión de Cristo y fue la primera en entrar después de él en la gloria, en cuerpo y alma, en la integridad de su ser humano.
El «sí» de María es alegría para cuantos estaban en las tinieblas y en la sombra de la muerte. En efecto, a través de ella vino al mundo el Señor de la vida. Los creyentes exultan y la veneran como Madre de los hijos redimidos por Cristo. Hoy, en particular, la contemplan como «signo de consuelo y de esperanza» (cf. Prefacio) para cada uno de los hombres y para todos los pueblos en camino hacia la patria eterna.
«Magnificat anima mea Dominum !».
La
comunidad eclesial renueva en la solemnidad de hoy el cántico de acción de
gracias de María: lo hace como pueblo de Dios, y pide que cada creyente se una
al coro de alabanza al Señor. Ya desde los primeros siglos, san Ambrosio
exhortaba a esto: «Que en cada uno el alma de María glorifique al Señor, que en
cada uno el espíritu de María exulte a Dios» (san Ambrosio, Exp. Ev.
Luc., II, 26). Las palabras del Magníficat son como el testamento
espiritual de la Virgen Madre. Por tanto, constituyen con razón la herencia de
cuantos, reconociéndose como hijos suyos, deciden acogerla en su casa, como
hizo el apóstol san Juan, que la recibió como Madre directamente de Jesús, al
pie de la cruz (cf. Jn 19, 27).
(Juan
Pablo II Solemnidad de la Asunción de la Virgen, Homilia domingo 15
de agosto de 1999)
No hay comentarios:
Publicar un comentario