“El Adviento significa “la Venida”.
Si Dios “viene” al hombre, lo hace porque en su ser humano ha puesto una
“dimensión de espera” por cuyo medio el hombre puede “acoger” a Dios, es capaz
de hacerlo.”
En su segunda reflexión para el Adviento de 1978, el 6 de diciembre el Papa Juan Pablo II, empalmando con el tema anterior, nos recuerda conceptos de la reflexión anterior en la que hablaba de las primeras palabras del libro del génesis: “Al principio creó Dios” (Beresit bara Elohim) y señala que “Para penetrar en la plenitud bíblica y litúrgica del significado del Adviento, es necesario seguir dos direcciones. Hay que “remontarse” a los comienzos y al mismo tiempo “descender” en profundidad. El significado pleno del Adviento brota de la reflexión sobre la realidad de Dios que crea y, al crear, se revela a Sí mismo (ésta es la Revelación primera y fundamental, y también la verdad primera y fundamental de nuestro Credo). Pero al mismo tiempo, el significado pleno del Adviento aflora de la reflexión profunda sobre la realidad del hombre.”
En
esta meditación el Papa nos invita reflexionar sobre esta segunda realidad y la
diferencia entre la creación del hombre como “imagen y semejanza de Dios” y el
resto de lo creado, notando la diferencia entre “Dijo Dios... hágase” y “Díjose
entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gén
1, 26) “Como si el Creador entrase en sí mismo; como si al crear, no sólo
llamase de la nada a la existencia con la palabra “hágase”, sino que de forma
particular sacase al hombre del misterio de su propio Ser.” “Sólo después de
estas palabras que dan fe, por así decirlo, del designio de Dios-Creador, la
Biblia habla del acto mismo de la creación del hombre: “Y creó Dios al hombre a
imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer” (Gén 1, 27)”
Esta descripción – agrega el Papa - se completa con la bendición. Por tanto
constan aquí el designio, el acto mismo de la creación y la bendición: “Y los
bendijo Dios diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra;
sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre
los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra” (Gén 1, 28).”
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