Con Cristo lograréis que vuestra sociedad se ponga a andar recorriendo nuevas vías, hasta hacer de ella la nueva civilización de la verdad y del amor, anclada en los valores propios del Evangelio y principalmente en el precepto de la caridad; el precepto que es el más divino y el más humano.
Cristo nos está pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la
injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcción de una
sociedad más cristiana, una sociedad mejor. Para esto es preciso que alejemos
de nuestra vida el odio; que reconozcamos como engañosa, falsa, incompatible
con su seguimiento, toda ideología que proclame la violencia y el odio como
remedios para conseguir la justicia. El amor vence siempre, como
Cristo ha vencido; el amor ha vencido, aunque en ocasiones, ante sucesos y
situaciones concretas, pueda parecernos incapaz. Cristo parecía imposibilitado
también. Dios siempre puede más.
En la experiencia de fe con el Señor, descubrid el rostro de quien
por ser nuestro Maestro es el único que puede exigir totalmente, sin límites.
Optad por Jesús y rechazad la idolatría del mundo, los ídolos que buscan
seducir a la juventud. Sólo Dios es adorable. Sólo El merece vuestra entrega
plena.
¿Verdad que queréis rechazar el ídolo de la riqueza, la codicia de
tener, el consumismo, el dinero fácil?
¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del poder, como dominio
sobre los demás, en vez de la actitud de servicio fraterno, de la cual Jesús
dio ejemplo?, ¿verdad?
¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que
frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que
lleva a la vida? El ídolo que puede destruir el amor.
Con Cristo, con su gracia, sabréis ser generosos para
que todos vuestros hermanos los hombres, y especialmente los más necesitados
participen de los bienes materiales y de una formación y una cultura adecuada a
nuestro tiempo, que les permita desarrollar los talentos naturales que Dios les
ha concedido. De ese modo será más fácil conseguir los objetivos de desarrollo
y bienestar imprescindibles para que todos puedan llevar una vida digna y
propia de los hijos de Dios.
Joven, levántate y participa, junto con muchos miles de hombres y
mujeres en la Iglesia, en la incansable tarea de anunciar el Evangelio, de
cuidar con ternura a los que sufren en esta tierra y buscar maneras de
construir un país justo, un país en paz. La fe en Cristo nos enseña que vale la
pena trabajar por una sociedad más justa, que vale la pena defender al
inocente, al oprimido y al pobre, que vale la pena sufrir para atenuar el
sufrimiento de los demás.
¡Joven, levántate! Estás llamado a ser un buscador apasionado de
la verdad, un cultivador incansable de la bondad, un hombre o una mujer con
vocación de santidad. Que las dificultades que te tocan vivir no sean obstáculo
a tu amor y generosidad, sino un fuerte desafío. No te canses de servir, no
calles la verdad, supera tus temores, sé consciente de tus propios límites
personales. Tienes que ser fuerte y valiente, lúcido y perseverante en este
largo camino.
No te dejes seducir por la violencia y las mil razones que
aparentan justificarla. Se equivoca el que dice que pasando por ella se logrará
la justicia y la paz.
Joven, levántate, ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos.
No caigas en la apatía frente a lo que parece imposible. En ti se agitan las
semillas de la vida para el Chile del mañana. El futuro de la justicia, el
futuro de la paz pasa por tus manos y surge desde lo profundo de tu corazón. Sé
protagonista en la construcción de una nueva convivencia de una sociedad más
justa, sana y fraterna.


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