Fue recién en su viaje apostólico a América Central, que ante la Asamblea del CELAM (Consejo
Episcopal Latinoamericano) Juan Pablo hablo oficialmente en este
continente de una “renovada evangelización”….”no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión.”
El Papa esbozó brevemente los “presupuestos
fundamentales para la nueva evangelización”
que se refería en primer término a los ministros ordenados y como
segundo aspecto a los laicos. Y agregaba
un elemento importante su firme y clara
actitud frente al documento de Puebla.
“Una luz que podrá orientar la nueva evangelización –y es el tercer
aspecto– deberá ser la del documento de Puebla, consagrado a ese tema, en
cuanto impregnado de la enseñanza del Vaticano II y coherente con el Evangelio.
En este sentido es necesario que se difunda y eventualmente se recupere la
integridad del mensaje de Puebla, sin
interpretaciones deformadas, sin reduccionismos deformantes ni indebidas
aplicaciones de unas partes y eclipse de otras.” Había sido informado de problemas graves que
clamaban por una “nueva
evangelización” y
los hizo notar en la apertura de la XIX asamblea general del CELAM en1983.como motivo de su viaje apostólico a América Central.
Juan Pablo II volvió a hablar de la nueva evangelización en la celebraciónde Santo Domingo en su homilía del 12 de octubre de 1984, alli donde se plantó la primera cruz, se celebró la primera Misa y se rezó la primera Avemaría”
En el apartado “Tras las huellas de los evangelizadores” el Papa
recordaba que “Ya en el
primer viaje apostólico de mi pontificado dije que quería pasar por Santo
Domingo, “siguiendo la ruta que, al momento del descubrimiento del continente,
trazaron los primeros evangelizadores” (Ioannis Pauli PP. II, Allocutio ad Reipublicae Praesidem et
ad civiles et ecclesiasticas Auctoritates in urbe Dominicopoli habita, die 25 ian. 1979: Insegnamenti di
Giovanni Paolo II, II (1979) 124). Por
su parte, el Episcopado latinoamericano, en el Documento de Puebla, tuvo
presente el evento de los 500 años de la evangelización y el reto que suponía
para la Iglesia en este continente («Evangelización y religiosidad popular», Puebla
, II cap. II, 3. 3). También durante el viaje apostólico a España, indiqué en
Zaragoza que el V centenario del descubrimiento y evangelización de América era
un acontecimiento al que la Iglesia no podía faltar (Ioannis Pauli PP. II, Caesaraugustae, allocutio in honorem
Beatae mariae Virginis habita,
3, die 6 nov. 1982: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, V, 3 (1982) 1179)
. Pero sobre todo, en el encuentro que
tuve con el CELAM en la catedral de Puerto Príncipe (Haití), el mes de marzo
del pasado año, decía que este centenario debíais celebrarlo con una “mirada de
gratitud a Dios, por la vocación cristiana y católica de América Latina, y a
cuantos fueron instrumentos vivos y activos de la evangelización. Mirada de
fidelidad a vuestro pasado de fe. Mirada hacia los desafíos del presente y a
los esfuerzos que se realizan. Mirada hacia el futuro, para ver cómo consolidar
la obra iniciada”. Obra que debía ser “una evangelización nueva: nueva
en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (Ioannis Pauli PP. II, Allocutio in Portu Principis, ad
Episcopos Consilii Episcopalis Latino-Americani sodales, habita, III, die 9 mar. 1983: Insegnamenti
di Giovanni Paolo II, VI, 1 (1983) 698). En esa misma línea ha tenido el
propósito de moverse el CELAM, al subrayar recientemente que la celebración del
centenario “que queremos preparar con años de anticipación, significa tanto el
reconocimiento agradecido a quienes implantaron y transmitieron la fe en este
continente, como el compromiso de mantener y aumentar esta insigne herencia”
(CELAM, Mensaje ante los 500 años del descubrimiento y evangelización de
América Latina).”
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