23 de junio de 1979
“Querida Dusia:
Hoy es tu onomástico.
Después de regresar de Polonia leí tu último
cuaderno, que te devuelvo porque marqué en el, como siempre, mis rayas y
puntos. Siempre leo esos cuadernos, como antes y como lo hago ahora, con una profunda
emoción. Ahora, a veces tengo que esperar a que se haya despachado el trabajo
obligatorio, pero siempre se encuentra tiempo. Y estos cuadernos son necesarios
como medio de comunicación. En el último leí conmovido todo lo que escribiste
sobre el Wisłok, fui contigo por todos esos lugares que para mi siguen siendo preciosos. Pese a
que no puedo volver a ellos, ellos están dentro de mí. Constituyen parte de mi
vida, un patrimonio del alma, que perdura, que me llevo hacia el futuro, no sólo
el terrenal, sino, sobre todo, ese último, cuando el Señor me llame.
Todos vivimos aquí en el mundo para ese Futuro –
también tú y también yo – Recemos a Dios para que esa «reserva» que viene del Wisłok
y que llevamos en nuestras almas, se manifieste en algún momento ante los ojos
de Dios como legado de amor y de verdad, a través del cual nos ha sido dado
participar en Él mismo, en Él, que es Amor y Verdad.
Querida Dusia, rezo todos los días por ti, y el día
de hoy en particular. Todo lo que vives y sufres, también es un testimonio de
la profundidad de ese legado. Yo no te quiero «liberar» de ello, yo solo anhelo
que esa «continuación» indispensable sea aún más rica en paz y confianza. Si
piensas en la «obra del Hermano», intenta al mismo tiempo pensar en la obra de
Cristo «a través del Hermano».
Confío que las demás cuestiones se arreglarán con la
ayuda de Dios.
Hermano”
(carta de Juan Pablo II a Wanda Poltawska, publicada
en sus recuerdos Diario de una amistad – la familia Poltawski y Karol Wojtyla,
San Pablo 2011
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