“Las palabras de Isabel «feliz la que ha creído» siguen acompañando
a María incluso en Pentecostés, la siguen a través de las generaciones, allí donde
se extiende, por medio del testimonio apostólico y del servicio de la Iglesia,
el conocimiento del misterio salvífico de Cristo. De este modo se cumple la profecía
del Magníficat: «Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí, su nombre es santo.» l, 48-49).
En efecto, al conocimiento del misterio de Cristo sigue la bendición
de su Madre bajo forma de especial veneración para la Theotókos. Pero en esa veneración está incluida siempre la bendición
de su fe. Porque la Virgen de Nazaret ha llegado a ser bienaventurada por medio
de esta fe, de acuerdo con las palabras de Isabel. Los que a través de los
siglos, de entre los diversos pueblos y naciones de la tierra, acogen con fe el
misterio de Cristo, Verbo encarnado y Redentor del mundo, no sólo se dirigen
con veneración y recurren con confianza a María como a su Madre, sino que buscan en su fe el sostén par la propia fe.
Y precisamente esta participación viva de la
fe de María decide su presencia especial en la peregrinación de la
Iglesia como nuevo Pueblo de Dios en la tierra.
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