«El
19 de marzo es la solemnidad de San José, el esposo de María Santísima, Madre
de Cristo (…).La meditación de hoy nos prepara a la oración, a fin de que,
reconociendo las grandes obras de Dios en aquel a quien confió sus misterios,
busquemos en nuestra vida personal el reflejo vivo de estas obras para
cumplirlas con la fidelidad, la humildad y la nobleza de corazón que fueron
propias de San José.“José, hijo de
David, no temas recibir a María tu esposa, pues lo concebido en ella es obra
del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 20-21).
Encontramos estas
palabras en el capítulo primero del Evangelio según Mateo. Ellas –sobre todo en
la segunda parte– son muy semejantes a las que escuchó Miriam, esto es, María,
en el momento de la Anunciación [..] La descripción
de la Anunciación se encuentra en el Evangelio según Lucas. Seguidamente Mateo
hace notar de nuevo que, después de las nupcias de María con José, “antes de
que viviesen juntos, se halló haber concebido María del Espíritu Santo” (Mt 1,
18). Así, pues, se
realizó en María el misterio que había tenido su comienzo en el momento de la
Anunciación, en el momento en que la Virgen respondió a las palabras de
Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,
38).
A medida que el
misterio de la maternidad de María se revelaba a la conciencia de José, él,
“siendo justo; no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto” (Mt 1,
19). Así dice a continuación la descripción de Mateo. Y precisamente
entonces, José, esposo de María y ya su marido ante la ley, recibe su anunciación personal.
Oye durante la noche las palabras que hemos citado antes, las palabras que son
explicación y al mismo tiempo invitación de parte de Dios: “No temas recibir a
María” (Mt 1, 20). Dios confía a
José el misterio cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas
generaciones la estirpe de David y toda la casa de Israel, y le confía, a la
vez, todo aquello de lo que depende la realización de este misterio en la
historia del Pueblo de Dios. Desde el momento
en que estas palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre
de la elección divina, el hombre de una particular confianza. Se define su
puesto en la historia de la salvación. José entra en este puesto con la
sencillez y humildad en las que se manifiesta la profundidad espiritual del
hombre.
(…). “Al despertar
José de su sueño –leemos en Mateo–, hizo como el ángel del Señor le había
mandado” (Mt 1, 24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la
vida de José y la plena característica de su santidad. Hizo. José, al que
conocemos por el Evangelio, es hombre de acción. José es hombre
de trabajo. El Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya; en cambio ha
descrito sus acciones: acciones sencillas, cotidianas, que tienen a la vez el
significado límpido para la realización de la promesa divina en la historia del
hombre; obras llenas de la profundidad espiritual y de la sencillez madura (…).
.
La meditación
sobre su vida y sus obras, tan profundamente ocultas en el misterio de Cristo
y, a la vez, tan sencillas y límpidas, ayude a todos a encontrar el justo valor
y la belleza de la vocación de la que cada una de las familias humanas saca su
fuerza espiritual y su santidad».
San
Juan Pablo II, Audiencia general 19-3-1980
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