“El
mundo deprimido del campo, el trabajador que con su sudor riega también su
desconsuelo, no puede esperar más a que se reconozca plena y eficazmente su
dignidad no inferior a la de cualquier otro sector social. Tiene derecho a que
se le respete, a que no se le prive –con maniobras que a veces equivalen a
verdaderos despojos– de lo poco que tiene; a que no se impida su aspiración a
ser parte en su propia elevación. Tiene derecho a que se le quiten las barreras
de explotación, hechas frecuentemente de egoísmos intolerables y contra los que
se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción. Tiene derecho a la ayuda
eficaz –que no es limosna ni migajas de justicia– para que tenga acceso al
desarrollo que su dignidad de hombre y de hijo de Dios merece.”
VIAJE A LA
REPÚBLICA DOMINICANA, MÉXICO Y BAHAMAS (del discurso del
Santo Padre Juan Pablo II a los indígenas y campesinos de México - Cuilapán,
México Lunes 29 de enero de 1979)
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