“En
este día, solemnidad de la Epifanía, resuenan así las palabras del profeta. El
antiguo y sugestivo oráculo de Isaías anuncia de algún modo la luz que, en la
noche de Navidad, brilló sobre la cueva de Belén, anticipando el canto de los
ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que
Dios ama» (Lc 2,
14). El profeta, señalando
la luz, en cierto sentido señala a Cristo. Como sucedió a los
pastores que buscaban al Mesías recién nacido, hoy esta luz resplandece en el
camino de los Magos llegados de Oriente para adorar al Rey de los judíos recién
nacido.
Los Magos
representan a los pueblos de toda la tierra que, a la luz de la Navidad del
Señor, avanzan por el camino que lleva a Jesús y constituyen, en cierto
sentido, los primeros destinatarios de la salvación inaugurada por el
nacimiento del Salvador y llevada a plenitud en el misterio pascual de su
muerte y resurrección.
Al llegar a
Belén, los Magos adoran al divino Niño y le ofrecen dones simbólicos,
convirtiéndose en precursores de los pueblos y de las naciones que, a lo largo
de los siglos, no cesan de buscar y encontrar a Cristo.”
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