“Una faceta de la fe de Karol Wojtyla fue la oración. Yo fui testigo de sus oraciones diarias, no solo en la capilla o durante celebraciones públicas, sino también en medio de su trabajo, encuentros, viajes y temas que se sucedían a diario. Conociendo su fe tan viva en la providencia de Dios, su fe que el destino del mundo y del hombre están en las manos de Dios, no me sorprendieron sus palabras el día del inicio de su pontificado a todas las gentes, a todas las culturas y a todos los sistemas económicos y políticos que abrieran las puertas a Cristo de par en par. Después de todo Cristo no amenaza a nadie. No le quita nada al hombre, más bien le da todo. Juan Pablo II nos legó esta verdad.
Juan Pablo II comenzó su pontificado en tiempos difíciles
para el mundo. El personalmente había vivido lo que fueron dos sistemas totalitarios e inhumanos sin Dios: el nazismo
y el comunismo que dejaron heridas muy profundas en las vidas de la gente del
siglo XX causando inconmensurables sufrimientos.
El Santo Padre no poseía ejercito. Enfrentó desafíos que podrían haber originado
miedo e impotencia. Y sin embargo sus armas fueron la verdad y la plena fe que
Dios apoya a sus hijos, creados a su imagen y semejanza. La elección
de Juan Pablo II creó grandes expectativas en su patria. Los países de
Europa Central y del Este hallaron en él un vocero para sus aspiraciones, sus
esperanzas de vivir en libertad y verdad.
No caben dudas que el Papa que llego a Roma de “un país lejano” Polonia,
contribuyó enormemente para el colapso del sistema comunista.
El nos enseña que vale la pena confiarse plenamente en
Dios, que vale la pena tener esperanza en El, que vale la pena construir
nuestro mundo sobre valores eternos, inscriptos en la ley natural y los
Evangelios.
Juan Pablo II adhirió a la lógica de los Evangelios. Una
lógica de amor y misericordia. En
respuesta a las agrandes provocaciones y desafíos del mundo moderno con una cultura
hedonística, deseos materialistas de
posesiones y una falsa comprensión de libertad separada de sus lazos con la
verdad y las normas morales, el Santo Padre hizo un llamado a construir una civilización
de amor.
El fue un férreo defensor del amor marital autentico, abierto
a la vida, fundamento de toda familia. Mientras fue Obispo de Cracovia publicó
un libro con el llamativo titulo de “Amor y Responsabilidad”. Su exhortación apostólica
Familiaris Consortio es un importante documento referente a la toma de
conciencia moderna con respecto al matrimonio y la familia. Similarmente su Encíclica Evangelium Vitae que se refiere al matrimonio y a la familia es una Carta Magna de las enseñanzas de la Iglesia sobre la dignidad y
la santidad del amor humano. Juan Pablo
II defendió la vida y reclamó el derecho de vida para el no nacido, aquellos más
vulnerables y que no pueden elegir.
Es casi imposible
describir en breve el legado de Juan Pablo II, una “polifonía” compuesta por
muchas voces, temas, aspectos, logros, testimonios, eventos, gestos, textos,
documentos, lugares e imágenes relacionadas con su pontificado.
Juan Pablo II también fue un místico. Inmerso en Dios.
Delante de Dios lo contemplaba y Dios le ayudo a servir a la Iglesia y al
mundo. En el santo padre oración y servicio estaban entrelazados y convertidos
en uno. A través de su santidad nos invito a todos a acercarnos al ideal de santidad
y nuestro llamado a la santidad. Este es su legado.
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