“El
primero de estos encuentros tuvo lugar durante la primera sesión del Concilio
Vaticano, cuando el Santo Padre Pablo VI aun era cardenal….Arzobispo de Milán. Me dirigí a el por un tema muy especial. Como vicario capitular de la Arquidiócesis de
Cracovia, le llevaba un pedido de la parroquia de San Florián – encargado por
su pastor – solicitando el obsequio de campanas para la iglesia. Serian un símbolo de unidad y lazos entre
iglesias. El Cardenal Montini enseguida comprendió
y comenzó a hablar de sus recuerdos de Polonia, donde había vivido como parte
del personal de la nunciatura en Varsovia.
El había sido testigo de la devolución de las campanas retiradas durante
la primera guerra mundial y luego traídas para su reconocimiento. Las campanas habían sido donadas por la
parroquia de Seregno…
Recuerdo
particularmente bien nuestros encuentros previos a mi nombramiento al
cardenalato. Era abril de 1967. Nunca olvidare lo que entonces dijo el Papa en
conexión a la preparación del documento que un año más tarde aparecería como la
encíclica Humanae vitae. Como yo era
miembro de un comité especial no había podido participar en aquella reunión en
junio de 1966 y entonces le envié mi opinión al Santo Padre por escrito. El
Papa comenzó una discusión sobre el tema de inmediato…. Y comprendí entonces la gravedad de los
problemas a los cuales se estaba enfrentando Pablo VI como maestro y pastor de
la iglesia. Nuestras reuniones trataban de temas variados. La mayoría
eran reuniones privadas en las cuales me encontraba a solas con el Santo Padre.
Pero también hubo reuniones grupales. He
participado varias veces de las reuniones que Pablo VI mantenía con el Consejo para
los Laicos en las cuales participe como asesor del Consejo, también en las
audiencias con la Secretaria General del Sínodo de Obispos. Y finalmente reuniones
grupales con los obispos polacos.
Recuerdo con particular emoción la reunión mantenida en noviembre de
1973, cuando junto con el Cardenal Primado y nuevo Arzobispo metropolitano de Wroclaw, y los obispos residentes de Opole,
Gozow, Szcezin, Koszalin, Gdansk y Warmia,
agradecimos por la institución definitiva de una jerarquía regular de la
Iglesia polaca para los territorios del oeste y el norte. Durante su pontificado de quince años,
mantuvimos tres visitas ad limina, 1967/68, 1972, y 1977.
Siempre admire como se preparaba el Santo Padre para sus audiencias. Era
emocionante escucharle hablar de temas eclesiales – a veces también acerca de
la Iglesia en Italia y en Roma, cuando lo que decía correspondía a sus reflexiones
personales. … Quienes participaban en estas conversaciones se sentían particularmente
agradecidos por poder ser parte de este sollicitudo
ómnium Ecclesiarum paulista…..Era una persona muy cálida – muchas veces extendía
sus reuniones más allá del horario programado, aun cuando se le notificaba que el tiempo había
terminado…. Nunca rechazo recibir a los sacerdotes acompañantes, aunque traté
de no aprovecharme de esta disposición.
Naturalmente, recuerdo muy vivamente aquella reunión excepcional con
Pablo VI a la cual me invitara durante la Cuaresma de 1976. Fue un retiro…. Me agradeció
el ultimo día recibiéndome en audiencia privada….. Podríamos hablar mucho acerca
de los tantos obsequios recibidos de él, en las varias reuniones. Mencionare tan solo uno, una particularmente importante: fue durante
el Concilio Vaticano. El Santo Padre estaba muy interesado en el tema de la iglesia
de Nowa Huta. Recuerdo cuando le hablaba sobre como los parroquianos asistieron
a la Santa Misa…. escuchándome me interrumpió y me pregunto en polaco: “mroz”?
(frío) si dijo, recuerdo esta palabra de
cuando conocía mejor vuestra lengua. El final de estas conversaciones fue que
Pablo VI bendijo personalmente la piedra angular de la iglesia de Nowa Huta…. La
última vez que vi a Pablo VI fue el 19 de mayo de 1978. Fue en una audiencia
con el Consejo de al Secretaria General del Sínodo de Obispos…y aquella fue la
ultima reunión. El 11 de agosto el
obispo Andrzej Deskur me llevo directamente del aeropuerto a la Basílica. Alli
me arrodillé, rece y mire ese rostro que había visto tantas veces en mis
conversaciones. Aquellos ojos tan vividos ahora estaban cerrados… Ahora ya no
puedo hablar con el. Está en otra dimensión. Ahora el mira a otro Rostro. “
(de Adam Boniecki: Kalendarium of the Lifeof Karol Wojtyla, Marians of the Immaculte Conception, 2000)
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