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En el marco de lo dicho hasta ahora, resultan más comprensibles otras palabras,
impresionantes y desconcertantes, de Jesús. Las podríamos llamar las
palabras del « no-perdón ». Nos las
refieren los Sinópticos respecto a un pecado particular que es llamado «
blasfemia contra el Espíritu Santo ». Así han sido referidas en su triple
redacción:
Mateo: « Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres,
pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y al que diga una
palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra
el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro ».180
Marcos: « Se perdonará todo a los hijos de los hombres, los
pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme
contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de
pecado eterno ».181
Lucas: « A todo el que diga una palabra contra el Hijo del
hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se
le perdonará ».182
¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es
imperdonable? ¿Cómo se entiende esta blasfemia? Responde Santo
Tomás de Aquino que se trata de un pecado « irremisible según su naturaleza, en
cuanto excluye aquellos elementos, gracias a los cuales se da la remisión de
los pecados ».183
Según esta exégesis la « blasfemia » no consiste en el
hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, por el
contrario, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al
hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del sacrificio
de la Cruz. Si el hombre rechaza aquel « convencer sobre el pecado », que
proviene del Espíritu Santo y tiene un carácter salvífico, rechaza a la vez la
« venida » del Paráclito aquella « venida » que se ha realizado en el misterio
pascual, en la unidad mediante la fuerza redentora de la Sangre de Cristo. La
Sangre que « purifica de las obras muertas nuestra conciencia ».
Sabemos que un fruto de esta purificación es la remisión
de los pecados. Por tanto, el que rechaza el Espíritu y la Sangre permanece en
las « obras muertas », o sea en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu
Santo consiste precisamente en el rechazo radical de aceptar esta remisión, de
la que el mismo Espíritu es el íntimo dispensador y que presupone la verdadera
conversión obrada por él en la conciencia. Si Jesús afirma que la blasfemia
contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada ni en esta vida ni en la
futura, es porque esta « no-remisión » está unida, como
causa suya, a la « no-penitencia », es decir
al rechazo radical del convertirse. Lo que significa el rechazo de acudir a las
fuentes de la Redención, las cuales, sin embargo, quedan « siempre » abiertas
en la economía de la salvación, en la que se realiza la misión del Espíritu
Santo. El Paráclito tiene el poder infinito de sacar de estas fuentes: «
recibirá de lo mío », dijo Jesús. De este modo el Espíritu completa en las
almas la obra de la Redención realizada por Cristo, distribuyendo sus frutos.
Ahora bien la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el
hombre, que reivindica un pretendido « derecho de perseverar en el
mal » —en cualquier pecado— y rechaza así la Redención El
hombre encerrado en el pecado, haciendo imposible por su parte la conversión y,
por consiguiente, también la remisión de sus pecados, que considera no esencial
o sin importancia para su vida. Esta es una condición de ruina espiritual, dado
que la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al hombre salir de su
autoprisión y abrirse a las fuentes divinas de la purificación de las
conciencias y remisión de los pecados.
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