Hoy 9 de Julio, que
celebramos en la Argentina el día de la Declaración de la Independencia es oportuno recordar
las palabras que el Papa Juan Pablo II dirigiera a los gobernantes argentinos
en su discurso del 6 de abril de 1987 en la Casa Rosada.
“Ante quienes rigen los
destinos del país y están dedicados de lleno a la actividad política, judicial
y administrativa, quisiera hoy atestiguar que la Iglesia tiene en gran aprecio
tan importante tarea El Concilio Vaticano II afirma que la política
es un arte “difícil y nobilísimo” (Gaudium et spes, 75), Esta dignidad del
quehacer político se pone de relieve por sí sola; basta considerar su finalidad
propia, esto es, servir al hombre y a la comunidad, y promover sin cesar sus
derechos y legítimas aspiraciones. De aquí se sigue la preeminencia de los
valores morales y de la dimensión ética, que ha de ser salvaguardada, no
obstante las contingencias del obrar humano o de los intereses contrapuestos.
El
poder político que constituye el vínculo natural y necesario para asegurar la
cohesión del cuerpo social, debe tener como finalidad la realización del bien
común.
Es
verdad que no todos los ámbitos de la vida personal y social caen bajo la
competencia directa de la política; pero no es menos cierto que uno de los
deberes no eximibles de esta actividad específica, además de observar el debido
respeto a las legítimas libertades de los individuos, de las familias y de los
grupos subsidiarios, es crear y potenciar en provecho de todas las condiciones
sociales que favorezcan el bien auténtico y completo de la persona, sola o
asociada, obviando al mismo tiempo cuanto se oponga u obstaculice a la
expresión de sus auténticas dimensiones o al ejercicio de sus legítimos
derechos (Mater et Magistra, 65).
Dentro
de ese amplio marco de condiciones que configuran el bien común de la sociedad
civil, corresponde ciertamente al Estado prestar una particular atención a la
moralidad pública, a través de oportunas disposiciones legislativas,
administrativas y judiciales, que aseguren un ambiente social de respeto de las
normas éticas, sin las cuales es imposible una digna convivencia humana. Es
ésta una tarea particularmente urgente en la sociedad contemporánea, ya que se
ve afectada en lo vivo por una grave crisis de valores que repercute
negativamente en amplios sectores de la vida personal y de la misma sociedad.
La exigencia inmediata de valores morales, que a su vez han de informar la
gestión de los poderes públicos, es una decidida opción por la verdad y la
justicia en la libertad, lo cual ha de reflejarse en los instrumentos
institucionales y legales que ordenan la vida ciudadana. Por ello, será siempre
deber insoslayable de la autoridad pública la tutela y promoción de los
derechos humanos, incluso en situaciones de extrema conflictividad, huyendo de
la frecuente tentación de responder a la violencia con la violencia.
Por
otra parte, el fomento ininterrumpido de la moralidad pública es inseparable de
las demás funciones del Estado. En efecto, sabemos muy bien que un deterioro
progresivo de la moralidad pública crea peligros más o menos latentes contra los
derechos y libertades del hombre, incluso contra la seguridad ciudadana; además
pone en entredicho importantes valores de la educación y de la cultura común y.
en definitiva, debilita los ideales que dan cohesión y sentido a la vida
nacional.”
FELIZ DIA DE LA PATRIA!!!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario