Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 30 de julio de 2021

La catequesis : enseñanza de la doctrina cristiana

 


Para la Iglesia, la labor de catequesis comporta una intensa obra de formación de los catequistas. También en esto nos da luz el ejemplo de Cristo. Durante su ministerio, Jesús se dedicó sobre todo a formar a los que habían de difundir su mensaje por el mundo entero. Consagró mucho tiempo a predicar a las multitudes, pero reservó un tiempo mayor a formar a sus discípulos. Les hizo vivir en su compañía para inculcarles la verdad de su mensaje no sólo con sus palabras, sino con su ejemplo y con el contacto diario. A sus discípulos les descubrió los secretos de su reino, les hizo entrar en el misterio de Dios, cuya revelación traía El. Suscitó en ellos la fe y la hizo crecer progresivamente con una instrucción cada vez más completa. Cuando les confirió la misión de enseñar a todas las gentes, podía confiarles esta tarea, pues les había dotado de la doctrina que debían divulgar, si bien la comprensión plena de ésta les iba a venir del Espíritu Santo que les daría la fuerza divina del apostolado…

(…)

La formación doctrinal es una necesidad fundamental, puesto que la catequesis no puede limitarse a enseñar un mínimo de verdades aprendidas y repetidas mnemotécnicamente. Si el catequista tiene la misión de inculcar toda la doctrina cristiana en sus oyentes, debe haberla aprendido bien previamente él mismo. No ha de ser mero testigo de su fe; debe comunicar su contenido. La enseñanza que ha recibido en la preparación al bautismo, la confirmación o la comunión, muy a menudo no es suficiente para un conocimiento exacto y profundo de la fe que ha de transmitir. Es indispensable un estudio más sistemático. En la práctica, a veces las circunstancias han forzado a los responsables de la catequesis a recurrir a la colaboración de personas de buena voluntad, pero sin una preparación adecuada. Estas soluciones resultan en general incompletas. Para garantizar una sólida catequesis en el porvenir, es preciso confiar esta obra a catequistas que han adquirido competencia doctrinal por medio del estudio.

(…)

 Si bien el conocimiento de la doctrina revelada requiere un esfuerzo de la inteligencia, la formación doctrinal debe ser al mismo tiempo una profundización en la fe. La finalidad esencial de la catequesis es la comunicación de la fe, y es ésta la que debe guiar el estudio de la doctrina. Un estudio que ponga en discusión la fe o que introduzca dudas sobre la verdad revelada no puede servir a la catequesis. El desarrollo de la ciencia doctrinal debe ir de acuerdo con un desarrollo de la fe. Por esta razón los institutos de formación catequética deben considerarse ante todo como escuelas de la fe.

(…)

La enseñanza de la doctrina cristiana tiene por objetivo la difusión de la fe y no un mero conocimiento de la verdad; tiende a suscitar una adhesión de la inteligencia y del corazón a Cristo y aumentar la comunidad cristiana. Por consiguiente, debe asumirse como una misión de la Iglesia y una misión para la Iglesia. Los catequistas contribuyen a la edificación del Cuerpo místico de Cristo, a su crecimiento en la fe y en la caridad.

Se espera que tengan este espíritu de misión no sólo los catequistas que despliegan su actividad en los llamados países de misión, sino igualmente todos los catequistas de la Iglesia, sea el que fuere el lugar donde enseñan. El espíritu de misión mueve al catequista a emplear todas sus fuerzas y talentos en la enseñanza. Lo hace más consciente de la importancia de su obra y lo hace capaz de afrontar mejor todas las dificultades, con mayor confianza en la gracia que lo sostiene.

(de  la Audiencia General de Juan Pablo II - 6 de marzo 1985)

No hay comentarios: