Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 28 de mayo de 2024

Veritatis Splendor : Miroslaw Mróz – El don del Espíritu hace nacer a una vida nueva (1 de 2)

 


La encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor, publicada en 1993, es distinta de las demás encíclicas, tanto por el contenido como por el modo en que se publicó. Se trata de un documento que reflexiona sobre los problemas fundamentales de las enseñanzas morales de la Iglesia, y por tanto sobre la búsqueda humana del bien y del sentido de la vida, y sobre la respuesta a la pregunta de cómo la fe en Cristo explica el comportamiento del hombre en la vida ordinaria. Es a la vez una reflexión sobre el conjunto de la doctrina moral de la Iglesia (VS,4). Esto es importante, porque actualmente surgen en el seno de la comunidad cristiana dudas e interpretaciones equivocadas sobe algunos temas teológicos, que ofuscan la claridad de la mismísima doctrina moral de la Iglesia y por tanto sobre la práctica de la vida. Es aquí donde la pregunta sobre la relación entre fe y moral se hace fundamental.

Los cristianos están llamados «a llevar una conducta digna del Evangelio» (Flp 1,27) y, para poder ponerla en práctica necesitan un mensaje claro y comprensible sobre las enseñanzas morales de la Iglesia. Juan Pablo II, conocedor de los problemas y controversias en el campo de la ética y la teología moral, deseó expresar – a través de la publicación de Veritatis Splendor – su opinión con el fin de precisar algunos temas esenciales al respecto. Por ejemplo, explica algunos temas esenciales de la enseñanza moral de la doctrina de la Iglesia que han sido considerados en crisis.

El Papa no evita las preguntas sobre las bases de la moral cristiana ni sobre cuestiones polémicas, como por ejemplo las relacionadas con las pluralisticas condiciones socio-culturales, la relación entre libertad y ley, conciencia y verdad, las elecciones fundamentales del hombre y su comportamiento, los acos morales, que a veces son intrínsecamente malos.

Todas estas cuestiones conciernen la relación entre la vida del hombre y la fe en Cristo que es esencial y constitutiva, las normas morales  inmodificables y comunes, demostrando también de esta manera el servicio de teólogos y moralistas inscrito en el contexto del cumplimiento de la misión profética de la Iglesia: la responsabilidad de los teólogos en la enseñanza clara de la doctrina moral de la Iglesia y en la evangelización donde el mensaje moral constituye una propuesta precisa que promueve nuevas formas de vida, propias de los discípulos de Cristo (VS 106-107)

Por ello el Papa utiliza un método sabio de la pedagogía de fe, donde – mediante la demostración del error – revela al mismo tiempo la verdad sobre las reglas de la imitación de Cristo, que constituyen «el fundamento esencial y original de la moral cristiana» (VS, 19)  

“La sequela Cristi”, el seguimiento de Jesús, se convierte en via y contenido de la doctrina moral no solo como imitación exterior, sino como “adhesión a la persona de Jesús”, “acogimiento de su persona”, y de manera radical, participación en su misión. Cristo mismo es la medida de la moral cristiana: «El modo de actuar de Jesús y sus palabras, sus acciones y sus preceptos constituyen la regla moral de la vida cristiana» (VS 20).  «El mandamiento nuevo» consiste en caminar por el camino del amor como Jesús, que se dona totalmente al servicio de Dios y de los hermanos. Juan Pablo II renueva la antigua regla según la que la moral cristiana es asumir en la propia vida la pasión, muerte y resurrección de Cristo.  EL hombre, sin embargo, no puede por sus propias fuerzas alcanzar una tal configuración con Cristo para poder imitarlo plenamente y vivir siempre y en cualquier condición en su amor. Por ello, el único modo de amar así es la fuerza del don que nos ofrece el Espíritu Santo.

La catequesis moral de la Iglesia es una enseñanza continua sobre la presencia de Cristo junto al hombre de cada época, de todas las épocas. El, que percibiendo las ansias del hombre, hace posible la realización del ideal de perfección. Una moral de este género va mas allá de interpretaciones legales de los mandamientos y de las normas y conduce a la vida del crecimiento en la gracia, en la que el primer puesto no está ocupado por las indicaciones normativas relacionadas con la vida moral sino por el encuentro del hombre con Jesus según el ejemplo de lo que sucedió entre Jesus y el joven rico que preguntaba: «Maestro, que he de hacer para conseguir la vida eterna?»(MT 19,16)

Esta pregunta tiene una importancia fundamental en la transmisión de una nueva forma de enseñanza de la moral cristiana según las reglas evangélicas: el hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a si mismo - y no solo según pautas y medidas de su propio ser, que son inmediatas, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes -  debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo (VS, 8)  Se trata del punto esencial del nuevo plan del Papa y de la enseñanza completa de la Iglesia según los postulados del Concilio Vaticano II (Optatam totius 16) , basado no sobre la moralidad de los mandamiento y de las normas, sino sobre la profundidad de asimilacion de toda realidad que comprende una dimensión, sea cristocentrica o antropocéntrica, en la que la persona de Jesucristo constituye el mensaje central e inalienable de la Iglesia y de las cuestiones morales. 

 

(publicado en Totus Tuus, Nr 2 Marzo/Abril 2000, Año V)

 

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