La via mariana
En efecto, si al inicio del tercer milenio los cristianos están llamados a crecer como contempladores del rostro de Cristo y las Comunidades eclesiales “llegar a ser auténticas « escuelas de oración »” (NMI) , el rosario constituye el camino mariano y, por tanto, privilegiado para alcanzar ese doble objetivo. La Iglesia, deseando ser cada vez más transparencia del “misterio” de Cristo, para meditar los “misterios” de su Evangelio, acude a la escuela de Maria. Este es “el camino de Maria” (ib) el camino que siguió ella al realizar su ejemplar peregrinación de fe, como primera discípula del Verbo encarnado. Al mismo tiempo, es el camino de una auténtica devoción mariana entrada totalmente en la relación existente entre Cristo y Su Madre santísima (Audiencia General, 29 de octubre 2003)-
El Rosario promueve este ideal, ofreciendo el ”secreto” para abrirse más fácilmente a un conocimiento profundo y comprometido de Cristo. Podríamos llamarlo el camino de Maria. Es el camino del ejemplo de la Virgen de Nazaret, mujer de fe, de silencio, y de escucha. Es al mismo tiempo el camino de una devoción mariana consciente de la inseparable relación que une Cristo con su Santa Madre: los misterios de Cristo son también, en cierto sentido, los misterios de su Madre, incluso cuando Ella no está implicada directamente, por el solo hecho mismo de que Ella vive de Él y por Él. Haciendo nuestras en el Ave Maria las palabras del ángel Gabriel y de santa Isabel, nos sentimos impulsados a buscar siempre de nuevo en María, entre sus brazos y en su corazón, el «fruto bendito de su vientre» (Rosarium Virginis Mariae, 24)
La via del gozo, de la luz, del dolor y de la gloria
De este modo, meditar los misterios «gozosos» significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del misterio del dolor salvífico. Maria nos ayuda a aprender el secreto de la alegría cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelion, “buena noticia”, que tiene su centro, o mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo (RVM, 20)
La
revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha
resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se
convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los
tiempos: “Haced lo que él os diga” (JN, 2,5). Es una exhortación que introduce
muy bien las palabras y signos d Cristo durante su vida pública, siendo como el
telon de fondo mariano de todos los “misterios de luz” (RVM,21)
Fuente:
Centro Juan Pablo II “No tengáis miedo”
Cracovia, publicado en Totus Tuus Nr
6 Octubre 2006),
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