1. Debemos orar,
lo primero de todo, porque somos creyentes.
En efecto, la oración es el reconocimiento de
nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y
retornamos a Dios. Por lo tanto, no podemos menos de abandonarnos en El,
nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza. …. Todo está
maravillosamente ordenado, desde las partículas infinitesimales que componen el
átomo, hasta las galaxias que giran en el espacio. ¡Todo señala un proyecto que
comprende cada manifestación de la naturaleza, desde la materia inerte hasta el
pensamiento del hombre! ¡Donde hay orden, hay inteligencia; y donde hay un
orden supremo, está la Inteligencia suprema que nosotros llamamos
"Dios", y que Jesús nos ha revelado que es Amor y nos ha enseñado a
llamar Padre!...La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un
diálogo de confianza y de amor.
2. Pero nosotros somos cristianos, y por
esto debemos orar como cristianos.
Efectivamente, la oración para el cristiano
adquiere una característica particular que cambia totalmente su naturaleza
íntima y su valor íntimo. El cristiano es discípulo de Jesús: es el que cree
verdaderamente que Jesús es el Verbo encarnado; el Hijo de Dios venido entre
nosotros a esta tierra. Como hombre, la vida de Jesús ha sido una oración
continua, un acto continuo de adoración y de amor al Padre, y porque la
expresión máxima de la oración es el sacrificio, la cumbre de la oración de
Jesús es el sacrificio de la cruz, anticipado con la Eucaristía en la última
Cena y transmitido a todos los siglos con la Santa Misa….. La oración máxima es
la Santa Misa, porque en la Santa Misa es el mismo Jesús, realmente presente.
quien renueva el sacrificio de la cruz; pero toda oración es válida,
especialmente el "Padrenuestro", que El mismo quiso enseñar a los
Apóstoles y a todos los hombres de la tierra….
3. Finalmente, debemos orar también
porque somos frágiles y culpables.
Es preciso reconocer humilde y realísticamente
que somos pobres criaturas, con ideas confusas, tentadas por el mal, frágiles y
débiles, con necesidad continua de fuerza interior y de consuelo.
— La oración da fuerza
para los grandes ideales, para mantener la fe, la caridad, la pureza, la
generosidad;
— La oración da ánimo para salir de la
indiferencia y de la culpa, si por desgracia se ha cedido a la tentación y a la
debilidad;
— La oración da luz para ver y juzgar los
sucesos de la propia vida y de la misma historia en la perspectiva salvífica de
Dios y de la eternidad… ¡No pase un día sin que hayáis orado un poco! ¡La
oración es un deber, pero también es una gran alegría, porque es un diálogo con
Dios por medio de Jesucristo!
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