Segundogénito
de Giorgio y de Giuditta Alghisi, Giovanni Battista Montini nació en Concesio,
Brescia (Italia), el 26 de septiembre de 1897. De familia católica muy
comprometida en el ámbito político y social, frecuentó la escuela primaria y
secundaria en el colegio Cesare Arici de Brescia dirigido por los jesuitas, y
la concluyó en el instituto estatal de la ciudad en 1916.
En otoño
de ese año ingresó en el seminario de Brescia y cuatro años más tarde, el 29 de
mayo de 1920, recibió la ordenación sacerdotal. Después del verano se trasladó
a Roma, donde estudió filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana y
letras en la universidad estatal, obteniendo luego el doctorado en derecho
canónico y en derecho civil. Mientras tanto, tras un encuentro con el sustituto
de la Secretaría de Estado Giuseppe Pizzardo en octubre de 1921, fue destinado
al servicio diplomático y por algunos meses de 1923 trabajó en la nunciatura
apostólica de Varsovia.
Comenzó a
prestar servicio en la secretaría de Estado el 24 de octubre de 1924. En ese
período acompañó a los estudiantes universitarios católicos reunidos en la
fuci, de la que fue consiliario eclesiástico nacional de 1925 a 1933. Mientras
tanto, a comienzos de 1930, fue nombrado secretario de Estado el cardenal
Eugenio Pacelli, del que llegó a ser progresivamente uno de sus más estrechos
colaboradores, hasta que en 1937 fue promovido a sustituto de la Secretaría de
Estado. Función que mantuvo también cuando a Pacelli —que fue elegido Papa en
1939 tomando el nombre de Pío XII— le sucedió el cardenal Luigi Maglione. Ocho
años más tarde, en 1952, fue nombrado prosecretario de Estado para los asuntos
ordinarios.
Fue él
quien preparó el borrador del extremo aunque inútil llamamiento de paz que el
Papa Pacelli lanzó por radio el 24 de agosto de 1939, en vísperas del conflicto
mundial: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra».
El 1 de
noviembre de 1954 recibió inesperadamente el nombramiento como arzobispo de
Milán, donde inició su ministerio el 6 de enero de 1955. Como guía de la
Iglesia ambrosiana se comprometió plenamente a nivel pastoral, dedicando una
especial atención a los problemas del mundo del trabajo, de la inmigración y de
las periferias, donde promovió la construcción de más de cien nuevas iglesias.
Fue el
primer cardenal que recibió la púrpura cardenalicia de manos de Juan XXIII, el 15 de diciembre de 1958. Participó en el Concilio
Vaticano II, donde sostuvo abiertamente la línea
reformadora. Tras fallecer Roncalli, el 21 de junio de 1963, fue elegido Papa y
tomó el nombre de Pablo, con una referencia clara al apóstol evangelizador.
En los
primeros actos del pontificado quiso destacar la continuidad con el predecesor,
en particular con la decisión de retomar el Vaticano II, que volvió a abrirse
el 29 de septiembre de 1963. Condujo los trabajos
conciliares con atenta mediación, favoreciendo y moderando la mayoría
reformadora, hasta su conclusión que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965 y
precedida por la mutua anulación de las excomuniones surgidas en 1054 entre
Roma y Constantinopla.
Se remonta
también al período del Concilio los primeros tres de los nueve viajes que
durante su pontificado le llevaron a los cinco continentes (diez fueron, en
cambio, sus visitas en Italia): en 1964
visitó Tierra Santa y luego India, y en 1965
Nueva York, donde pronunció un histórico
discurso ante la asamblea general de las Naciones Unidas. Ese mismo año inició una profunda modificación de las
estructuras del gobierno central de la Iglesia, creando nuevos organismos para
el diálogo con los no cristianos y los no creyentes, instituyendo el Sínodo de
los obispos —que durante su pontificado tuvo cuatro asambleas ordinarias y una
extraordinaria entre 1967 y 1977— y reformando el Santo Oficio.
Su
voluntad de diálogo en el seno de la Iglesia, con las diversas confesiones y
religiones y con el mundo estuvo en el centro de la primera encíclica Ecclesiam
suam de 1964, seguida
por otras seis: entre estas hay que recordar
la Populorum
progressio de 1967 sobre el desarrollo de los pueblos y la Humanae
vitae de 1968, dedicada a la cuestión de los métodos para el
control de la natalidad, que suscitó numerosas polémicas incluso en ambientes
católicos. Otros documentos significativos del pontificado son la carta
apostólica Octogesima
adveniens de 1971 para el pluralismo del compromiso político y
social de los católicos, y la exhortación apostólica Evangelii
nuntiandi de 1975 sobre la evangelización del mundo contemporáneo.
Comprometido
en la no fácil tarea de aplicar las indicaciones del Concilio, aceleró el diálogo
ecuménico a través de encuentros e iniciativas importantes. El impulso
renovador en el ámbito del gobierno de la Iglesia se tradujo luego en la
reforma de la Curia en 1967, de la corte pontificia en 1968 y del Cónclave en
1970 y en 1975. También en la liturgia realizó un paciente trabajo de mediación
para favorecer la renovación pedida por el Vaticano II, sin lograr evitar las
críticas de los sectores eclesiales más avanzados y la oposición de los
conservadores.
Con la
creación de 144 purpurados, la mayor parte no italianos, en seis consistorios
remodeló notablemente el Colegio cardenalicio y acentuó su carácter de
representación universal. Durante el pontificado desarrolló, además, la acción
diplomática y la política internacional de la Santa Sede, comprometiéndose en
favor de la paz —gracias a la institución también de una especial jornada
mundial celebrada desde 1968 el 1 de enero de cada año— y prosiguiendo el diálogo con los países comunistas de
Europa central y oriental comenzado por Juan XXIII.
En 1970,
con una decisión sin precedentes, declaró doctoras de la Iglesia a dos
mujeres, santa
Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena. Y
en 1975 —tras el jubileo extraordinario que tuvo lugar en 1966 para la
conclusión del Vaticano II y el Año de la fe celebrado entre 1967 y 1968 con
ocasión del XIX centenario del martirio de los santos Pedro y Pablo— convocó y
celebró un Año santo.
Murió el 6
agosto de 1978, por la tarde, en la residencia de Castelgandolfo, casi
improvisamente. Tras el funeral que se celebró el 12 en la plaza de San Pedro,
fue sepultado en la basílica vaticana.
El 11 de
mayo de 1993 se inició en la diócesis de Roma la causa de canonización. El Papa
Francisco autorizó a la Congregación para las causas de los santos la
promulgación del decreto relativo al milagro atribuido a su intercesión.
Pablo
VI fue
beatificado el 19 de octubre de 2014 por el
Papa Francisco..
Fue canonizado
por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 14 de octubre de 2018.
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