Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 3 de octubre de 2025

Henri de Lubac (1896-1991) – Nota bio-bibliográfica - Angel Santos Hernandez S.J. (1 de 2)


Nota bio-bibliográfica

 

 Jesuita ampliamente discutido y diversamente enfocado en las diversas etapas de su vida. Polifacético escritor de temas religiosos. Nacido en Cambray de Francia el 20 de febrero de 1896, en el seno de una familia católica y burguesa. Estudió las priméras letras con las Religiosas de San José de la Doctrina Cristiana, y luego Bachillerato en el colegio de los jesuitas de Mongré (Lyon). Hizo a continuación un curso de derecho. en la facultad católica de la capital del Ródano. Con diecisiete años iniciaba su noviciado en la Compañía de Jesús el 9 de octubre de 1913 en San Leonard (Sussex, Inglaterra), donde lo habían trasladado los jesuitas franceses desterrados por la política ánticlerical del gobierno. No había terminado aún el noviciado cuando estallaba la primera guerra mundial y quedaba movilizado, como tantos otros religiosos franceses, como soldado de infantería, y destinado al frente de guerra franco-alemán. Dos veces caería herido en acción de guerra. La segunda vez en la cabeza, y de suma gravedad, en noviembre de 1917. Seguiría casi un trienio de convalecencia y recuperación en el St. Mary's de Canterbury, tiempo que aprovecharía para leer especialmente Santos Padres y maestros de espiritualidad. Allí le sitúa el catálogo de la Provincia Lugdunense haciendo el juniorado entre 1919 y 1920. De 1920 a 1923 estudia filosofía en Jersey, y el curso 1923-1924 hacía el magisterio en Villefranche, donde aparece como ayudante del prefecto de estudios. En 1924 comienza su Teología en Hastings de Inglaterra, los dos primeros años, 1924-1926, y los dos últimos en Fourviere, de Lyon, 1926-1928. Allí recibía la ordenación sacerdotal el 22 de agosto de 1927. Tercera Probación en Paray -le-Monial el curso 1928-1929. Al terminarla era destinado a Lyon como profesor de Teología y de Historia de las Religiones, que él mismo inauguraría, y que desempeñó hasta 1974, durante cuarenta y tres años, salvo una interrupción de cuatro años, 1951-1954, en que se le prohibió temporalmente la función de la docencia, como veremos. En Lyon también hacía su Profesión Solemne el 2 de febrero de 1931.  

 

Cuando estallaba la segunda guerra mundial en 1939, pudo seguir en Lyon, adhiriéndose al movimiento de la Resistencia francesa, sobre todo a través de la revista Témoignage Chrétien, de la que fue uno de los fundadores. Ello le ocasionaría una serie de complicaciones con la Gestapo, después de la ocupación total de Francia por los alemanes. Pudo seguir, sin embargo, su actividad docente ordinaria, con sus cursos y conferencias, y con una serie de publicaciones que comenzaron a darle a conocer dentro de Francia, y más allá de sus fronteras. Junto a sus compañeros, PP. Fonnteynot y Daniélou, comenzaba la serie de Santos Padres y escritores eclesiásticos en la magnífica colección «Sources Chrétiennes», que sobrepasa ya los 300 títulos publicados. Fundó, como hemos dicho, en Lyon la cátedra de Historia de las Religiones, una de sus grandes preocupaciones, y base de no pocos de sus estudios y publicaciones sobre el ateísmo y la cultura de la reconciliación, temas que desarrolló en su obra Le Drame de l'Humanisme athée (1944).

Precisamente esta tarea de escritor, juntamente con la docencia, había de ser la función casi exclusiva de toda su vida. Era el problema del ateísmo lo que más le angustiaba y atenazaba, desde el análisis del ateísmo occidental en las tesis de Marx, Feuerbach y Postoiewski, hasta el oriental, plasmado en sus obras Aspects du Bouddhisme. Amida (1951 y 1955) y Rencontre du Boudhisme et l'Occident (1952). Su actitud innovadora en la metodología de la enseñanza de la Teología, y sus reflexiones en sus repetidas publicaciones, eran denunciadas a Roma como trayectorias desviadas en la enseñanza de la Teología. Al publicar Pío XII su encíclica Humani Generis, aludiendo a esa corriente de la Nueva Teología de Francia; el General de la Orden, P. Juan Bautista Janssens, lo retiraba de su cátedra de Lyon, prohibiéndole toda enseñanza. Más aún, ordenaba que fueran retiradas de las bibliotecas de la Compañía todas sus obras, para que no estuvieran al alcance de los alumnos y estudiantes. Se siguieron cuatro años de eclipse total docente, en los que no interrumpió su actividad y fecundidad publicitaria.

 

Ya en 1954 reemprendía la docencia, temporalmente interrumpida. Como él habían sufrido idéntica oposición por parte de a lgunos sectores romanos, otros teólogos franceses, como los dominicos PP. Gongar y Chenu, y el jesuita, luego también cardenal, P. Jean Daniélou. Se impondría la realidad y la sensatez, y a todos ellos se les reconocía su importante valor teológico. Incluso sus obras habían de contribuir al desarrollo de la doctrina oficial eclesiástica del Concilio Vaticano II. Por lo que se refiere al P. De Lubac, se le achacaba otro reparo de talla: su apoyo incondicional a las tesis de su compañero de Orden, el P. Teilhard de Chardin, largamente puestas en entredicho por Roma. Sobre ·esas teorías y sobre la persona del mismo Teilhard de Chardin escribiría De Lubac varias de sus obras. Aparecerán en la lista bibliográfica. En general, fue el P. De Lubac un entusiasta estudioso de los grandes teóricos, filósofos y teólogos de los últimos años, quizá un tanto orillados, logrando recuperar algunos nombres, como los de Orígenes, Fenelon, Proudhon y Pico de la Mirándola. Presentando su personalidad en 1985, después de su creación como cardenal, decía de él el autor Brunnero Gherard:ini, que De Lubac podría ser co.nsiderado como el intérprete auténtico de nuestro tiempo, el intérprete entre los más autorizados de nuestro pasado, y el hombre de -la renovación teológica.

Después de varios años de ostracismo, o al menos de incomprensión por sus posiciones doctrinales, quedaría al fin plenamente rehabilitado con ocasión del Vaticano II. El propio Juan XXIII lo llamaba expresamente a participar en él, nombrándolo consultor teológico de la comisión central del recién anunciado Concilio, especialmente en el campo dedicado a las religiones no cristianas, de cuya comisión sería nombrado especial consultor. El nuevo Papa Pablo VI confirmaba ese nombramiento y reconocía que no pocas de sus ideas acerca de la Iglesia, de su apertura al mundo, y de sus relaciones con los ihcreyentes, se reflejaban en los documentos conciliares de forma llamativa. De hecho, intervino el P. De Lubac en varias comisiones y sub~ comisiones del Concilio.


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