Nota bio-bibliográfica
Jesuita ampliamente discutido y diversamente
enfocado en las diversas etapas de su vida. Polifacético escritor de temas
religiosos. Nacido en Cambray de Francia el 20 de febrero de 1896, en el seno
de una familia católica y burguesa. Estudió las priméras letras con las
Religiosas de San José de la Doctrina Cristiana, y luego Bachillerato en el
colegio de los jesuitas de Mongré (Lyon). Hizo a continuación un curso de
derecho. en la facultad católica de la capital del Ródano. Con diecisiete años
iniciaba su noviciado en la Compañía de Jesús el 9 de octubre de 1913 en San
Leonard (Sussex, Inglaterra), donde lo habían trasladado los jesuitas franceses
desterrados por la política ánticlerical del gobierno. No había terminado aún
el noviciado cuando estallaba la primera guerra mundial y quedaba movilizado,
como tantos otros religiosos franceses, como soldado de infantería, y destinado
al frente de guerra franco-alemán. Dos veces caería herido en acción de guerra.
La segunda vez en la cabeza, y de suma gravedad, en noviembre de 1917. Seguiría
casi un trienio de convalecencia y recuperación en el St. Mary's de Canterbury,
tiempo que aprovecharía para leer especialmente Santos Padres y maestros de
espiritualidad. Allí le sitúa el catálogo de la Provincia Lugdunense haciendo
el juniorado entre 1919 y 1920. De 1920 a 1923 estudia filosofía en Jersey, y
el curso 1923-1924 hacía el magisterio en Villefranche, donde aparece como
ayudante del prefecto de estudios. En 1924 comienza su Teología en Hastings de
Inglaterra, los dos primeros años, 1924-1926, y los dos últimos en Fourviere,
de Lyon, 1926-1928. Allí recibía la ordenación sacerdotal el 22 de agosto de
1927. Tercera Probación en Paray -le-Monial el curso 1928-1929. Al terminarla
era destinado a Lyon como profesor de Teología y de Historia de las Religiones,
que él mismo inauguraría, y que desempeñó hasta 1974, durante cuarenta y tres
años, salvo una interrupción de cuatro años, 1951-1954, en que se le prohibió
temporalmente la función de la docencia, como veremos. En Lyon también hacía su
Profesión Solemne el 2 de febrero de 1931.
Cuando
estallaba la segunda guerra mundial en 1939, pudo seguir en Lyon, adhiriéndose
al movimiento de la Resistencia francesa, sobre todo a través de la revista
Témoignage Chrétien, de la que fue uno de los fundadores. Ello le ocasionaría
una serie de complicaciones con la Gestapo, después de la ocupación total de
Francia por los alemanes. Pudo seguir, sin embargo, su actividad docente
ordinaria, con sus cursos y conferencias, y con una serie de publicaciones que
comenzaron a darle a conocer dentro de Francia, y más allá de sus fronteras.
Junto a sus compañeros, PP. Fonnteynot y Daniélou, comenzaba la serie de Santos
Padres y escritores eclesiásticos en la magnífica colección «Sources
Chrétiennes», que sobrepasa ya los 300 títulos publicados. Fundó, como hemos
dicho, en Lyon la cátedra de Historia de las Religiones, una de sus grandes
preocupaciones, y base de no pocos de sus estudios y publicaciones sobre el
ateísmo y la cultura de la reconciliación, temas que desarrolló en su obra Le
Drame de l'Humanisme athée (1944).
Precisamente
esta tarea de escritor, juntamente con la docencia, había de ser la función
casi exclusiva de toda su vida. Era el problema del ateísmo lo que más le
angustiaba y atenazaba, desde el análisis del ateísmo occidental en las tesis
de Marx, Feuerbach y Postoiewski, hasta el oriental, plasmado en sus obras Aspects du Bouddhisme. Amida (1951 y
1955) y Rencontre du Boudhisme et
l'Occident (1952). Su actitud innovadora en la metodología de la enseñanza
de la Teología, y sus reflexiones en sus repetidas publicaciones, eran
denunciadas a Roma como trayectorias desviadas en la enseñanza de la Teología.
Al publicar Pío XII su encíclica Humani Generis, aludiendo a esa corriente de
la Nueva Teología de Francia; el General de la Orden, P. Juan Bautista
Janssens, lo retiraba de su cátedra de Lyon, prohibiéndole toda enseñanza. Más
aún, ordenaba que fueran retiradas de las bibliotecas de la Compañía todas sus
obras, para que no estuvieran al alcance de los alumnos y estudiantes. Se
siguieron cuatro años de eclipse total docente, en los que no interrumpió su
actividad y fecundidad publicitaria.
Ya
en 1954 reemprendía la docencia, temporalmente interrumpida. Como él habían
sufrido idéntica oposición por parte de a lgunos sectores romanos, otros
teólogos franceses, como los dominicos PP. Gongar y Chenu, y el jesuita, luego
también cardenal, P. Jean Daniélou. Se impondría la realidad y la sensatez, y a
todos ellos se les reconocía su importante valor teológico. Incluso sus obras
habían de contribuir al desarrollo de la doctrina oficial eclesiástica del
Concilio Vaticano II. Por lo que se refiere al P. De Lubac, se le achacaba otro
reparo de talla: su apoyo incondicional a las tesis de su compañero de Orden,
el P. Teilhard de Chardin, largamente puestas en entredicho por Roma. Sobre
·esas teorías y sobre la persona del mismo Teilhard de Chardin escribiría De
Lubac varias de sus obras. Aparecerán en la lista bibliográfica. En general,
fue el P. De Lubac un entusiasta estudioso de los grandes teóricos, filósofos y
teólogos de los últimos años, quizá un tanto orillados, logrando recuperar
algunos nombres, como los de Orígenes, Fenelon, Proudhon y Pico de la
Mirándola. Presentando su personalidad en 1985, después de su creación como cardenal,
decía de él el autor Brunnero Gherard:ini, que De Lubac podría ser co.nsiderado
como el intérprete auténtico de nuestro tiempo, el intérprete entre los más
autorizados de nuestro pasado, y el hombre de -la renovación teológica.
Después
de varios años de ostracismo, o al menos de incomprensión por sus posiciones
doctrinales, quedaría al fin plenamente rehabilitado con ocasión del Vaticano
II. El propio Juan XXIII lo llamaba expresamente a participar en él, nombrándolo
consultor teológico de la comisión central del recién anunciado Concilio,
especialmente en el campo dedicado a las religiones no cristianas, de cuya
comisión sería nombrado especial consultor. El nuevo Papa Pablo VI confirmaba
ese nombramiento y reconocía que no pocas de sus ideas acerca de la Iglesia, de
su apertura al mundo, y de sus relaciones con los ihcreyentes, se reflejaban en
los documentos conciliares de forma llamativa. De hecho, intervino el P. De
Lubac en varias comisiones y sub~ comisiones del Concilio.
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