Si le preguntáramos a Karol Wojtyla en qué preciso momento
de su vida la “palabra” se encontró con la “Palabra” probablemente no pudiera
respondernos con exactitud, pero con una
profunda mirada de asombro nos haría comprender que de alguna manera para él
siempre estuvieron íntimamente ligadas en la vida diaria, en la oración…...
Y sin embargo, si insistiéramos en los detalles…. cuándo
se había producido ese necesario y tan especial “punto de fusión”, esa comunión - si la hubo - seguramente nos invitaría
recordar momentos lejanos, pero siempre tan vivos, de su infancia en Wadowice, testigo
de sus primeros pasos, sus primeras palabras y «las primeras
inclinaciones», su “seminario doméstico”
sobre la calle Koscielna, desde cuya ventana “veía la meridiana y el lema: «El tiempo
huye, la eternidad espera» sobre el muro lateral de la iglesia parroquial, a un
“salto” nomás de su ventana en la casa paterna; a sus padres Emilia y Karol– especialmente a
su padre – quien quedo a cargo de los hijos después de la muerte de su madre y
a su hermano si bien 14 años mayor que Karol;
al profesor de religión, el padre Edward Zacher; al capellán
Figlewicz, maestro de catequesis, confesor y
más tarde su director espiritual. (a quien volvió a encontrar en
Cracovia), a sus compañeros de escuela
(por quienes nos enteramos como Karol de a momentos se escapaba para rezar de
rodillas al ejemplo de su padre) …. a la visita del cardenal Sapieha y a sus
sabias y proféticas palabras….a Mieczyslaw Kotlarczyk, creador del «teatro de la palabra»”, ese
profesor de literatura polaca que soñaba con sacar adelante un teatro de la
palabra interior, con quien Karol
compartió su pasión por el teatro en Wadowice y después en Cracovia. Un “teatro
diferente, más escuchado que visto como espectáculo, un teatro de la palabra”,
“limitando la escenografía al máximo y centrando su arte en la palabra”.
Uno tras otro fueron momentos y personas que iban
formando un inusual mosaico de múltiples facetas que generaron en Karol su fascinación
por la palabra, una palabra viva, un
espacio que el joven custodiaba celosa y respetuosamente, sin tener
conciencia quizás de la riqueza y
la amplitud del extraordinario don que poseía y que el gozaba enormemente.
Vivia aquella etapa de su vida “cuando la vocación
sacerdotal no estaba aún madura” , período en que “estaba fascinado sobre todo
por la literatura, en particular por la dramática, y por el teatro”, el “teatro
de la palabra viva”. (Don y Misterio),
palabra viva que había tomado forma en Wadowice. Ese mismo amor por el teatro
lo llevaría mas tarde a una encrucijada, también a algunas incomprensiones de
parte de sus compañeros quienes viendo las extraordinarias dotes de Karol-actor
no lograban comprender su decisión de optar por otro camino impregnado de la
Palabra.
Años más tarde el mismo Juan Pablo II admite en Don y Misterio que “aquella experiencia teatral ha quedado profundamente grabada en mi
espíritu, a pesar de que en un cierto momento de mi vida me di cuenta que, en
realidad, no era esa mi vocación”.
“El teatro para
Wojtyla no es una mera escenificación superficial de alguna historia sino es un
lugar privilegiado en el que la vida se vuelve palabra y la palabra se vuelve
vida.” (Guerra-Lopez)
Palabra viva que se fue transformando en
misterio...
…..
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