Hoy la Iglesia celebra la fiesta de
San Pio de Pietrelcina. Este santo tan admirado y querido nació el 25 de mayo de 1887 y fue bautizado al
dia siguiente de su nacimiento el 26 de mayo en la Iglesia de Santa Ana, a unos pasos de su casa natal.
Decía el Beato Juan Pablo II en sus
palabras a los peregrinos que habían participado en la ceremonia de canonizacióndel Padre Pio:
“Pero, ¿cuál es el secreto de tanta admiración
y amor por este nuevo santo? Es, ante todo, un "fraile del pueblo",
característica tradicional de los capuchinos. Además, es un santo taumaturgo,
como testimonian los acontecimientos extraordinarios que jalonan su vida. Pero
el padre Pío es, sobre todo, un religioso sinceramente enamorado de Cristo
crucificado. Durante su vida participó, también de modo físico, en el misterio
de la cruz.
Solía unir la gloria del Tabor al misterio de la Pasión, como leemos en una de
sus cartas: "Antes de exclamar también nosotros con san Pedro:
"Bueno es estar aquí", es necesario subir primero al Calvario, donde
no se ve más que muerte, clavos, espinas, sufrimiento, tinieblas
extraordinarias, abandonos y desmayos" (Epistolario III, p. 287).
El padre Pío recorrió este camino de
exigente ascesis espiritual en profunda comunión con la Iglesia. Algunas
incomprensiones momentáneas con diversas autoridades eclesiales no alteraron su
actitud de filial obediencia. El padre Pío fue, de igual modo, fiel y valiente
hijo de la Iglesia, siguiendo también en esto el luminoso ejemplo del Poverello
de Asís.
Este santo capuchino, al que tantas
personas se dirigen desde todos los rincones de la tierra, nos indica los
medios para alcanzar la santidad, que es el fin de nuestra vida cristiana.
La santa misa era el centro y la
fuente de toda su espiritualidad: "En la misa -solía decir- está
todo el Calvario". Los fieles, que se congregaban en torno a su altar,
quedaban profundamente impresionados por la intensidad de su
"inmersión" en el Misterio, y percibían que "el padre"
participaba personalmente en los sufrimientos del Redentor.
San Pío de Pietrelcina se presenta así ante todos -sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos- como un testigo creíble de Cristo y de su Evangelio. Su
ejemplo y su intercesión impulsan a cada uno a un amor cada vez mayor a Dios y
a la solidaridad concreta con el prójimo, especialmente con el más necesitado.”
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