Gran alegría para este blog. El Siervo
de Dios Jerzy Ciesielsky, laico y padre de familia polaco, amigo del
Papa Juan Pablo II, continúa su camino a
los altares. El pasado 17 de diciembre el Papa Francisco
aprobó las virtudes heroicas de Ciesielsky, en una reunión con el Cardenal Angelo Amato,
Prefecto de la Congregación para las causas de los Santos. El proceso del camino a la beatificación que
comenzó con la investigación diocesana el 31 de diciembre de 1985, cumple así
la 2da parte (compuesta por cinco etapas) ahora que ha sido declarado Venerable .
Gran emoción también saber que su esposa aún vive.
Que se sentirá cuando el esposo (o la esposa) están en proceso de beatificación/canonización? Haberla escuchado hablar a Danuta (la esposa
de Jerzy) de una manera tan sencilla y humana, casi íntima durante una exposición
en Roma en un Seminario ofrecido por la Pontifica Universidad Lateranense, fue
un verdadero privilegio. En post aparte traduzco parte de esa presentación que finalmente
encontré casi de casualidad en el sitio de St Joseph High School de Indiana. donde Danuta
nos cuenta de su vida y la profunda amistad con el sacerdote Karol
Wojtyla, del nacimiento y desarrollo del grupo de
Srodowisko, las increíbles excursiones que solían ser momentos de profundización
espiritual y reflexión con su “tio” Wujek (asi lo llamaban a Karol para
despistar a las autoridades comunistas) y sus reuniones en la parroquia San Florián
de Cracovia.
Jerzy Ciesielsky nació el 12 de febrero
de 1929 en Cracovia y en 1957 se casó con Danuta Plebaczyk. El matrimonio fue celebrado por el entonces
sacerdote Karol Wojtyla, con quien ya mantenían una profunda amistad como
miembros del grupo Srodowisko. Jerzy y
Danuta tuvieron tres hijos, dos de los cuales fallecieron junto a su padre en
un accidente navegando por el rio Nilo, cerca de Khartoum donde Ciezielski,
ingeniero, estaba dictando clases a
ingenieros africanos.
Cisielsky fue un padre ejemplar con un especial
llamado a seguir un camino de santidad como miembro fundador de los Focolares
polacos. Fue en 1968 que Jerzy junto al Dr. Santanché se dirigen al cardenal
Karol Wojtyla con el pedido de su bendición por el movimiento que entonces nacía. En 1969 se llevo a cabo en las montañas de
Zakopane la primera Mariapoli. Eran
tiepos de persecución en Polonia. Para evitar ser “controlados” el grupo
compuesto por unos 50 participantes alterna a menudo tanto sitios de reunión
como iglesias donde juntos participaban de las Misas. El movimiento no tardo en
expandirse a otras ciudades de Polonia además de Cracovia. Wroclaw, Lublin,
Katowice. En la actualidad el movimiento cuenta con unos 2.000 miembros y unos
10.000 simpatizantes.
Con motivo de una exposición fotográfica llevada a cabo en Leno, Brescia
(Italia) entre el 29 de abril y el 30 de junio de 2007 donde se presentaba una colección
de fotografías de Jerzy Ciesielsky y Stanislaw Rybicki tomadas entre 1952 y
1954, este último recordando a su amigo Jerzy cuando se cumplían 30 años de su
muerte hablaba de los comienzos de sus encuentros con Karol Wojtyla y como fue
creciendo esa amistad.
“Recuerdo la primera vez que nos encontramos con Karol en 1951. Yo todavía
era un pibe y con otros jóvenes universitarios nos encontrábamos en la Iglesia
de San Florian para cantar en el coro, apoyado por Karol Wojtyla. El padre Karol poseía un gran carisma y emanaba
profunda bondad: era físicamente fuerte y de carácter abierto, un gran
trabajador, tenía un trato especial para con los jóvenes y se sentía feliz con
nosotros. Eran tiempos en que Polonia
estaba atrapada por las garras del comunismo: para el régimen sólo contaba la masa no la comunidad. Karol Wojtyla, en
cambio, nos hizo entender que cada uno
de nosotros es hijo de Dios.
Pasado cerca de un año durante el cual solo nos encontrábamos en la iglesia,
se decide hacer una primera excursión a las montañas a unos 70 kms de Cracovia.
No sabíamos mucho de Karol – en aquel tiempo siempre era mejor no saber que
saber demasiado – pero fuimos descubriendo que además era buen caminante, infatigable. No
estaba permitido que un párroco o sacerdote viajase en ropa civil, menos aun en
compañía de jóvenes, de manera que evitábamos llamarlo “padre” y una joven, que
luego se convirtió en mi esposa, propuso llamarlo “tio”. A partir de aquel dia
Karol fue nuestro “tio”.
Después de esa primera vez los encuentros –
agregados a la Misa semanal - se hicieron cada vez más frecuentes. Siguieron numerosas
excursiones, a pie o en canoa, todas caracterizadas por la gran unión que se había
creado en el grupo, tan fuerte que lo consideramos como una familia. Fueron
momentos que quedaron profundamente grabados en Karol, porque con nosotros
vivió aquella juventud que había sido atrapada por la guerra; para nosotros fue
una época inolvidable porque habíamos encontrado nuestro guía para lo cual le
estaremos eternamente agradecidos. Karol participaba también de nuestras
reuniones privadas, especialmente de los cumpleaños, y fue convirtiéndose en
amigo de nuestras familias. En muy poco tiempo se creó una verdadera comunidad,
que continuó existiendo aún después de su partida a Roma.”
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