“¿“es poderoso y sólo los humildes le dan gloria” (3, 20).
También las palabras de San Pablo proclamadas en esta celebración iluminan este
modo divino de actuar la salvación: “Dios ha elegido a los insignificantes y
despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1
Co 1, 28.29).
Es conmovedor leer los relatos guadalupanos, escritos con delicadeza y
empapados de ternura. En ellos la Virgen María, la esclava “que glorifica al
Señor” (Lc 1, 46), se manifiesta a Juan Diego como la Madre del
verdadero Dios. Ella le regala, como señal, unas rosas preciosas y él, al
mostrarlas al Obispo, descubre grabada en su tilma la bendita imagen de Nuestra
Señora.
“El acontecimiento guadalupano -como ha señalado el Episcopado Mexicano-
significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda
expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos
centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido
de salvación” (14.05.2002, n. 8). Así pues, Guadalupe y Juan Diego tienen un
hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de evangelización
perfectamente inculturada.
4. “Desde el cielo el Señor, atentamente, mira a todos los hombres” (Sal
32, 13), hemos recitado con el salmista, confesando una vez más nuestra fe en
Dios, que no repara en distinciones de raza o de cultura. Juan Diego, al acoger
el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la
profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser
hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se
convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a
la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual
que abraza a todos los mexicanos. Por ello, el testimonio de su vida debe
seguir impulsando la construcción de la nación mexicana, promover la
fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez más la reconciliación de
México con sus orígenes, sus valores y tradiciones.
Esta noble tarea de edificar un México mejor, más justo y solidario,
requiere la colaboración de todos. En particular es necesario apoyar hoy a los
indígenas en sus legítimas aspiraciones, respetando y defendiendo los
auténticos valores de cada grupo étnico. ¡México necesita a sus indígenas y los
indígenas necesitan a México!
Amados hermanos y hermanas de todas las etnias de México y América, al
ensalzar hoy la figura del indio Juan Diego, deseo expresarles la cercanía de
la Iglesia y del Papa hacia todos ustedes, abrazándolos con amor y animándolos
a superar con esperanza las difíciles situaciones que atraviesan.
5. En este momento decisivo de la historia de México, cruzado ya el umbral
del nuevo milenio, encomiendo a la valiosa intercesión de San Juan Diego los
gozos y esperanzas, los temores y angustias del querido pueblo mexicano, que
llevo tan adentro de mi corazón.
¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha
tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que
peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera.
Alienta a los Obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas
vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a la
extensión de su Reino.
¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros
hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad,
impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico.
Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los
desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio el
dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen
pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos,
actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad
de cada hombre, para que así se consolide la paz.
¡Amado Juan Diego, “el águila que habla”! Enséñanos el camino que lleva a la
Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón,
pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios.
Amén.”
Invito leer La verdadera historia deJuan Diego en Zenit donde leemos acerca del “misterio” de
las rosas y la tilma:
“La Virgen pidió al obispo Fray Juan de
Zumárraga, a través del vidente, la construcción en aquel lugar de una ermita,
una «morada» en honor de su Hijo, y que sería lugar de acogida y de consuelo
para todos los afligidos, confirma el experto.
Al pedirle un signo que probara la voluntad de la Virgen, Juan Diego llevó al prelado franciscano rosas en pleno invierno. El indio las había recogido y envuelto en su tilma (manta de algodón de la vestimenta india) para entregarlas al obispo. Al abrirla, apareció la imagen de Nuestra Señora impresa en la tilma.”
Al pedirle un signo que probara la voluntad de la Virgen, Juan Diego llevó al prelado franciscano rosas en pleno invierno. El indio las había recogido y envuelto en su tilma (manta de algodón de la vestimenta india) para entregarlas al obispo. Al abrirla, apareció la imagen de Nuestra Señora impresa en la tilma.”
Para una información más exhaustiva invito leer en Corazones Org. San Juan Diego
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