“El cardinal se enteró de la muerte de mi esposo y de mis
hijos cuando estaba en Roma participando del Sínodo de Obispos. Se lo
comunicaron sus amigos de Cracovia. Nos envió un telegrama a Khartoum, que
nunca llego. Estábamos en África hace
cuarenta años, nombres polacos…. Cuando regreso a Cracovia celebró Misa por mi
esposo y los niños para Srodowisko con una emotiva homilía. Habíamos regresado hacia solo un mes. El
Cardenal había estado nuevamente en Roma e hizo una escala para encontrarnos.
Nos encontramos en el aeropuerto, a pesar del Sínodo. Con esto nos confirmaba lo unido que se sentía
a nosotros en nuestro sufrimiento. Estábamos
regresando con las cenizas de nuestros seres queridos. Nos alojamos en lo de
las Hermanas Felicianas, que colocaron las cenizas en su capilla. Allí el
Cardenal celebro Misa. Hablamos muy poco porque yo no podía hablar. Nunca
pregunte porque? porque precisamente el? De alguna manera debíamos enfrentar
una nueva realidad, realidad que sigue acompañándome….
El Cardenal se interesó como seguiríamos nuestra
vida. Creo que habló con el hermano de Jerzy y nuestros amigos mas íntimos. Como
debía quedarse en Roma, nos pidió que esperáramos su regreso para los
funerales. Por eso la ceremonia recién
tuvo lugar el 23 de noviembre de 1970 con Misa en la Colegiata Santa Ana y ceremonia en el Cementerio de Podgorze. En
la homilía de la Misa el cardenal en sus palabras demostró el profundo cariño
que le tenia a mi esposo. Después
durante un tiempo en su capilla privada solia celebrar Misa para Srodowisko por
las almas de los muertos.
En cuanto al
resto fue un año trágico. En 1970 dos familias perdieron a sus seres queridos
en diferentes accidentes. En esas
ocasiones el acostumbraba a tener homilías sobre el tema de la separación
final. Estas homilías eran muy importantes para nosotros. El Cardenal se mostró
sinceramente unido a nosotros, realmente nos acompañaba. Las celebraciones y su compañía nos hicieron mucho bien. Entonces el cambió sus costumbres. A veces debíamos
ir a verlo a la Calle Franciszkanska para hacerle saber como estábamos y que
proyectos teníamos. Cuando Marysia termino su escuela secundaria y se preparaba para la Universidad, el
Cardenal se interesó mucho por ella. Nos
consiguió una entrevista con una profesional experta para facilitarle los
estudios y siguió su camino con mucha ternura durante muchos años.
Cuando
Marysia se casó, Wujek ya era Papa. No obstante siempre continuó siendo amigo
nuestro, atento a Marysia y a la vida de su esposo y cuando era necesario oraba
y hablaba con ellos. Después del 16 de
octubre de 1978, su trato cordial con nosotros no cambió, su acompañamiento con
nosotros –con Srodowisko y con la familia Ciesielsky. Hubo intercambio de
cartas y el siempre nos respondía sobre temas específicos, sugerencias o aun propuestas:
“Quizás, podamos hablar sobre esto”. En abril del 2005 esa correspondencia
llego a su fin. Pero queda la conciencia
que ellos –Wujek, Jerzy y nuestros hios – nos ayudaron día a día y nosotros,
siempre en oración, aspiramos encontrarnos con ellos. ”
De una carta de Jerzy Ciesielsky a su esposa:
“Te agradezco por todos los días. Quiero asegurarte
que siempre serás para mí la misma amada a la cual el 29 de junio de 1968 prometí
mi amor, mi confianza….Quiero que seas feliz y si fuera posible, que compartas
esa felicidad”.
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