“El tiempo actual, nuestro tiempo, no nos permite permanecer indiferentes.
Es cierto que muchos son solicitados por el Enemigo y sus seducciones, y
colaboran con él. Pero ése no es nuestro camino.
Tenemos la experiencia, que nos llena de gratitud, de vivir en un tiempo en
que Dios nos ofrece su gracia, su sabiduría y su misericordia a manos llenas, y
en que nos invita a cargar con nuestra cruz de discípulos, y a seguirlo hacia
la luz y la resurrección.
Por gracia de Dios, hemos recibido la vocación más hermosa, y hemos hecho
ya nuestra opción: Queremos vivir y trabajar para que nuestro tiempo sea el
tiempo de la misericordia, para que nuestras culturas estén fermentadas por el
amor ilimitado de Cristo, por la
sabiduría
del Evangelio, y por la espiritualidad y las obras de la misericordia.
Queremos
vivir, confiando en la misericordia divina, implorar para todos el don gratuito
y transformador de su misericordia, y ser testigos y misioneros de la
misericordia, como discípulos del maestro misericordiosos, e hijos de la Madre
de la misericordia, que prolongan y reflejan su amor gratuito y fiel, lleno de
ternura, compasión, perdón, generosidad y espíritu de abnegado servicio.”
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