(foto Juan Juvancic, Padua)
“A … años de distancia, una mirada atenta a la encíclica Fides et ratio permite
percibir con admiración su actualidad perdurable: en ella se revela la
clarividente profundidad de mi inolvidable predecesor. En efecto, la encíclica
se caracteriza por su gran apertura con respecto a la razón, sobre todo en una
época en la que se ha teorizado la debilidad de la razón. Juan Pablo ii subraya
en cambio la importancia de conjugar la fe y la razón en su relación recíproca,
aunque respetando la esfera de autonomía propia de cada una. [… En la encíclica
se lee que hay que tener confianza en la capacidad de la razón humana y no
prefijarse metas demasiado modestas [….] Por lo demás, el paso del tiempo
manifiesta cuántos objetivos ha sabido alcanzar la razón, movida por la pasión
por la verdad. […]
Con todo, no podemos ignorar que se ha verificado un deslizamiento desde un
pensamiento preferentemente especulativo a uno más experimental. La
investigación se ha orientado sobre todo a la observación de la naturaleza
tratando de descubrir sus secretos. El deseo de conocer la naturaleza se ha
transformado después en la voluntad de reproducirla. Este cambio no ha sido indoloro:
la evolución de los conceptos ha menoscabado la relación entre la fides y
la ratio con la consecuencia de llevar a una y a otra a seguir caminos
distintos. La conquista científica y tecnológica, con que la fides es
cada vez más provocada a confrontarse, ha modificado el antiguo concepto de ratio;
de algún modo, ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las
cosas para dar lugar a una razón satisfecha con descubrir la verdad contingente
de las leyes de la naturaleza.
[…] La ciencia, por otra parte, no es
capaz de elaborar principios éticos; puede sólo acogerlos en sí y reconocerlos
como necesarios para erradicar sus eventuales patologías. En este contexto, la
filosofía y la teología son ayudas indispensables con las que es preciso
confrontarse para evitar que la ciencia avance sola por un sendero tortuoso,
lleno de imprevistos y no privado de riesgos. […]
La razón, por otro lado, siente y descubre que, más allá de lo que ya ha
alcanzado y conquistado, existe una verdad que nunca podrá descubrir partiendo
de sí misma, sino sólo recibir como don gratuito. La verdad de la Revelación no
se sobrepone a la alcanzada por la razón; más bien purifica la razón y la
exalta, permitiéndole así dilatar sus propios espacios para insertarse en un
campo de investigación insondable como el misterio mismo. La verdad revelada,
en la "plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), tomó el rostro de
una persona, Jesús de Nazaret, que trae la respuesta última y definitiva a la
pregunta de sentido de todo hombre. La verdad de Cristo, en cuanto toca a cada
persona que busca la alegría, la felicidad y el sentido, supera ampliamente
cualquier otra verdad que la razón pueda encontrar. Por tanto, en torno al
misterio es donde la fides y la ratio encuentran la posibilidad
real de un trayecto común. “
(Papa Benedicto XVI , del discurso a los participantes en el Congreso Internacional con motivo del aniversario de la Enciclica Fides et Ratio de Juan Pablo II, 16 de octubre de 2008)
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