(Madonna di Ogitria)
En uno de
sus itinerarios espirituales marianos durante el año Mariano 1987/88 el Papa
Juan Pablo II rezo su Ángelus directamente in situ, en Reggio Calabria durante
su visita apostólica a Messina y Reggio Calabria.
En el Ángelus hacía mención a algunos Santuarios
marianos de la región y asi los recordaba:
“Es la hora del Ángelus, la
hora en la que el pueblo cristiano es invitado a dirigir su pensamiento a
María. La tierra de Calabria está constelada de santuarios marianos, expresión
evidente de una piedad profundamente sentida y vivida. Entre los más conocidos
se pueden recordar los santuarios de la Virgende las Armas de la diócesis de Cassano Ionio, de la Virgen del Puerto de la diócesis de Catanzaro-Squillace, de la Virgen de la Cadena en la diócesis de Cosenza-Bisignano, de la Virgende Copacolonna en la diócesis de Crotone-Santa Severina, de la Virgen del Socorro en la diócesis de Lamezia-Terme, de la Virgen de la Montaña en la diócesis de Locri-Gerace, de la Virgen de la Odigitria en la diócesis de Lungro, Virgen de Montserrat en la diócesis de Mileto-Nicotera-Tronea, Virgen de los Pobres en la diócesis de Oppido-Palmi, Virgen Acheropita en la diócesis de Rossano-Cariati, y Virgen del Pettoruto en la diócesis de San Marco-Scalea.
En la diócesis de Reggio - decia Juan Pablo II - son conocidos
los santuarios de la Virgen de Módena (que visitarìa esa misma tarde), de Porto Salvo, de las Gracias, de laCapilla, del Mar y de la Nieve.
Vosotros, los redinos - agregaba - veneráis a la
Virgen con el título muy significativo de Madrede la Consolación. Y María lo es porque Ella ha sido
consolada, antes que nadie, con el gozo de la maternidad divina y con el de la
resurrección de su Hijo Jesucristo. Por esto es fuente de consolación y precede
con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de
consuelo hasta que llegue el día del Señor. (Lumen gentium, 68). Se
trata de consuelo en el sentido más profundo de la palabra: María no sólo
consuela en los dolores físicos y morales, sino que restituye el vigor al
espíritu humano, ilumina y conforta la fe, de modo que el Pueblo de Dios se
haga cada vez más capaz de expresar con su palabra y traducir en su vida el
designio de salvación y su dimensión liberadora en el plano de la existencia
individual y social."
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