“Un
joven no puede ni debe cerrar los ojos a la problemática del mundo que lo
rodea. Cristo le enseña a mirar al mundo con
visión crítica, para actuar de manera
consecuente. No para amar o quedarse en las cosas terrenas, en las cosas del
mundo (Cfr. 1 Io. 2,
15); sino para elevarse por encima de ellas, porque «quien cumple la voluntad
de Dios permanece para siempre» (Ibid. 2, 17)….
Sabed
que en vuestra lucha contra el mal y el desaliento no estáis solos. En medio de
vosotros está Cristo y Cristo resucitado. El mismo que se convirtió en el
ejemplo definitivo de todo joven al crecer en su hogar de Nazaret «en edad, en
gracia y en sabiduría delante de Dios y de los hombres» (Luc. 2, 52).
¡Jóvenes
ecuatorianos!
—¿Queréis
comprometeros delante del Papa a ser miembros vivos de la Iglesia de Cristo?
— ¿Os
comprometéis a entregar incluso vuestra vida por el bien de los demás, en
especial por los más pobres?
— ¿Queréis
luchar contra el pecado, llevando siempre el amor de Cristo en vuestro corazón?
— ¿Queréis
emplear vuestro vigor juvenil en construir una nueva sociedad según la voluntad
de Dios?
— ¿Queréis
renunciar a la violencia, construyendo fraternidad y no odio?
— ¿Queréis
ser sembradores permanentes de justicia, de verdad, de amor y de paz?
— ¿Queréis
llevar a Cristo a los demás jóvenes?
-
¿Queréis ser fieles a Cristo, aunque otros no lo sean?
Habéis
contestado que sí. Si sois fieles a ese programa, con el Apóstol San Juan os
repito: «Vosotros habéis vencido al maligno» (1 Io. 2, 14). Por eso al
daros su bendición, el Papa os dice con inmenso afecto: ¡Jóvenes ecuatorianos!,
de la mano con Cristo y acompañados por María, ¡marchad siempre adelante!”
Viaje apostólico a Venezuela, Ecuador, Perú y Trinidad y Tobago
(Encuentro con los jóvenes en el Estadio Olímpico Atahualpa - Quito, 30 de enero de 1985)
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