(imagen de Wikimedia)
“Otra colección del libro de Isaías (Deutero-Isaías)
contiene vaticinios dirigidos a los exiliados de Babilonia y les anuncia el
retorno por obra del poder de Dios, que es el único Señor de la historia y el
Creador a quien están sometidos todos los seres animados e inanimados. Se le
llama "liber consolationis", libro de la consolación, claramente
vinculado al libro del Emmanuel. Si allí dominaba la figura del Emmanuel, aquí
destaca la figura misteriosa del "Siervo de Yavé".
En los cuatro poemas siguientes se describe
gradualmente el rostro misterioso de este operador de salvación suscitado por
Dios, que restablecerá la alianza y hará justicia con métodos pacíficos. Nos es
familiar su descripción: "Mirad a mi siervo, a mi elegido... Sobre él he
puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones... No gritará, no
levantará la voz... no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la
tierra" (Is 42, 1-4).
En el segundo poema (Is 49, 1-6) la misión
del siervo aparece ya proyectada más allá de las fronteras de su gente; anuncia
la salvación para todos los pueblos "hasta el confín de la tierra".
En el tercer canto (Is 50, 4-9) le acomete una marea creciente de
hostilidad mientras él cumple dócilmente la misión recibida de Dios. En el
cuarto canto (Is 52, 13-53, 12) la cuestión se resuelve en victoria
aparente de la oposición y de las fuerzas hostiles al siervo, desenlace que
desconcierta y desilusiona a los contemporáneos, y éstos lo juzgan
"castigado, herido por Dios y humillado" (Is 53, 4).
Preparado por su paciencia y humildad, ofreció
realmente la vida por los otros, se entregó en sacrificio de expiación por las
culpas de los hombres, hermanos suyos, haciendo así realidad el designio de
Dios de salvar al mundo. "Fue traspasado por nuestros pecados... en sus
llagas hemos sido curados... Yavé cargó sobre él la, iniquidad de todos
nosotros" (Is 53, 5-6). Por esto dice el Señor: "El
Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de
ellos" (Is 53, 11).”
Según la fe de la Iglesia, la figura radiante del
Emmanuel y la del Siervo de Yavé doliente y victorioso a la vez, son dos
imágenes complementarias de la misma persona y llegan a cumplimiento en Jesús,
cuya faz había sido delineada proféticamente antes de que apareciera en la
historia….estos días nos estamos
preparando con fervor particular a acoger a su Persona en nuestra vida. No
debemos tener miedo de abrirle las puertas de par en par.
Vino en la debilidad de nuestra carne "para
rescatarnos de toda impiedad y prepararse un pueblo purificado, dedicado a las
buenas obras" (Tit 2, 14). "Siendo rico —sigue
diciéndonos San Pablo—, por vosotros se hizo pobre, para que vosotros os hagáis
ricos con su pobreza. (2 Cor 8, 9).”
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