Vino aquí, y
seguramente se enamoró enseguida del lugar, porque encontró un lugar lleno de
un maravilloso amor, un lugar que se puede definir la Casa de María. Por eso volvía
aquí a menudo, volvía a pie, subiendo por los senderos de la montaña después de
haber dejado el coche a algunos km de distancia de Santuario. Volvía para estar
con nuestra comunidad. Volvió aquí poco antes del Cónclave para pedir la protección
y la bendición de la Virgen, para poder hacer una justa elección. Y cuando fue
elegido Papa, enseguida, lo antes posible, solamente trece días después de la
elección, vino para dar gracias y repetir: “Todo tuyo”.
Así
recuerda el Padre Adam Otrebski de la Congregación de los Resurreccionistas –
encargada desde 1997 de la custodia del Santuario de la Mentorella de las
Gracias, a 35 kms de Roma – las muchas visitas de Juan Pablo II al
Santuario. Mentorella es un lugar
estupendo y especial, donde el hombre se siente más cerca de Dios, de la naturaleza,
de su prójimo y de si mismo.
Karol Wojtyla
vino aquí más de 30 veces como cardenal – continúa el padre Adam – pero a la
Mentorella vino también siendo obispo – consultor del Concilio Vaticano II. El
Car. Stanislaw Dziwisz, su ex secretario, cuenta que cada vez que el Papa
sentía la necesidad de una oración particular, por una intención especial,
deseaba ir a rezar fuera del Vaticano, y venía precisamente aquí, a la
Mentorella.
Durante el cargo del padre Adam como custodio del Santuario, tuvieron lugar dos
visitas privadas de Juan Pablo II a la Mentorella.
Siempre
sin avisar previamente, sólo al último momento: “Padre Rector, tiene 45 minutos
de tiempo? Porque el Papa está llegando al Santuario desde la montaña”, así
ocurrió en 1997, cuando un policía anunció la excepcional visita al padre Adam,
el cual había sido nombrado superior de la comunidad religiosa polaca de la Mentorella
hacía solo un mes y medio.
Juan Pablo II
venía al santuario después de haber
paseado por las montañas. Cuando era Cardenal, venía desde Capránica
Prenestina, a doce km de distancia, o bien desde Pisoniano, recorriendo
aquellos senderos de montaña, que hoy llevan su nombre. La visita a la Iglesia,
un saludo a Jesús y María,y el encuentro con la Comunidad, pero después de
haberse puesto otra vez sus zapatos, pues para recorrer las montañas llevaba
calzado apropiado.
En qué momentos
del día venía aquí el Papa?
Siempre durante
la comida – esta hora es la mejor para un sacerdote – bromea el padre Adam –
pero Karol Wojtyla no tenía ningún momento especial, porque aquí se sentía como
un peregrino y como se sabe, un peregrino no necesita muchas coas. Acepta
saciar el hambre con lo que encuentra en la mesa. La única vez que vino siendo
cardenal y se quedó a dormir aquí era su onomástico, y comió una tortilla. Aquí
hay siempre huevos, porque en los conventos es frecuente tener gallinas…..obviamente
en el gallinero, no en el convento – precisa el padre Adam.
El Papa,
divertido, al final de la cena añadió: “Hasta ahora nunca había festejado mi
santo en un modo tan solemne….”
Con
emoción observo la llave en la puerta, el padre Adam está abriendo la
habitación donde se alojó Karol Wojtyla. Las fotos confirman el relato del
padre Adam. Los mismos muebles, la ventana. Hay una preciosa imagen de Karol
Wojtyla que está mirando desde la ventana, hacia las magníficas montañas a las
que envía una sonrisa.
El padre Adam
continúa su relato: obviamente el Papa transcurría
la mayor parte del tiempo aquí, rezando en la Iglesia. Tenía el breviario, su
libro y algo para escribir. Se sentaba ante la Virgen, y cuando podía no dejaba
de arrodillarse. Aquí pasaba su tiempo. En esos momentos la iglesia permanecía cerrada
a todos y nadie podría molestar la meditación del Pontífice.
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